Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.
Este capitulo esta dedicado a JaliceJalice, muchas gracias por ayudarme con el vestuario de este fic. Besos
Capitulo 9
BPOV
Estábamos volando sobre el mar.
—Puedes abrir los ojos —me dijo él—. Aterrizaremos en menos de cinco minutos.
Seguí con los ojos cerrados. No estaba interesada en el paisaje. El mar me aterraba.
—¡Dios mío! ¡Estás blanca como una hoja! ¿Es esto consecuencia de la noche pasada también?
No podía hablar, por la lucha interna que tenía con el miedo al mar.
Hubo un momento de silencio, y luego unos dedos me agarraron la mano fría.
—Ahora recuerdo que el día que te conocí estabas igual de pálida. No sabía que te daba tanto miedo volar… Perdóname, la próxima vez iremos en barco. El viaje se hace más largo, pero será más cómodo para ti.
Me sorprendí porque Edward parecía sensible a mis sentimientos.
¿Debería confesarle que lo que me daba miedo era el agua y no volar?
—No me mires así. Todos tenemos una debilidad. Es casi un alivio saber que tienes algo que no sea codicia. Puedes relajarte ahora. Hemos aterrizado. Bienvenida a mi escondite.
Recordé lo cerca que estaba el helipuerto de la isla del mar y sentí pánico.
—Sigues muy pálida. Deberías acostarte un rato antes de cenar. ¿O prefieres nadar?
—Quizás más tarde —no supe qué decir.
—Después de unos días en Cerdeña la gente no puede resistir la tentación de zambullirse en el mar —me miró—. Pero hay tiempo de sobra. No tengo prisa en volver a la ciudad.
Disimule mi sorpresa al oírlo.
¿Cuánto tiempo pensaba quedarse?
—Estás muy tensa, y el objetivo de este viaje es que te relajes. Aquí no hay otra cosa que hacer que relajarse. Aunque debes estar cansada después de anoche.
Lo miré, confundida. ¿Por qué era amable conmigo?, me pregunte.
—Estoy cansada. Tienes razón.
—Échate un rato antes de cenar…
Entramos en la mansión mire, impresionada a mi alrededor. La primera vez que había estado allí, no había entrado en la casa.
—Es hermosa…
—La diseñó mi primo Jasper. Tiene un negocio de decoración de interiores. También es responsable de los cuadros.
—¡Tiene mucho talento! —Descubrí un piano - ¡Oh!
—¿Tocas el piano? —me preguntó él siguiendo la dirección de mi mirada.
—Sí —me acerque—al piano y lo acaricie.
—Siéntete como en tu casa —me dijo Edward haciéndome un gesto hacia el instrumento.
Me puso colorada.
—No… Yo no… Bueno…
—¿Qué no qué? ¿Qué no quieres que sepa nada de ti? ¿Es eso lo que te ha dicho tu abuelo que hagas? ¿Qué escondas la persona que eres?
Lo mire sintiéndome consternada.
—Yo…
—Estamos casados ahora. El acuerdo está firmado y sellado. Nada de lo que digas o hagas cambiará eso. Es hora de que te relajes y seas tú misma.
—Soy yo misma.
—No. Vuelves a ser la versión callada de ti misma. Anoche, tuve la impresión de que he tenido un atisbo de la persona que eres realmente.
—Bebí demasiado…
—Y claramente eso bajó tus inhibiciones como para revelar tu verdadera personalidad —dijo él con simpatía—. He descubierto anoche que mi gatita tiene uñas.
—Me irritaste —dije, poniéndose colorada de nuevo.
—Un lapsus que no volverá a suceder —Edward tiró de mi y me abrazó—. He descubierto que mi esposa tiene personalidad, algo que creo que ha ocultado por obedecer las órdenes de su abuelo.
—Yo… —trague saliva.
—Desde ahora en adelante, quiero que seas tú misma —me ordenó—. Quiero saber todo sobre ti. Sin secretos.
Cerre los ojos. Él aún pensaba que mi madre estaba muerta, que había muerto con mi padre… Y que mi abuelo me quería…
Si se enteraba de cuánto le había mentido, se pondría furioso.
En algún momento se enteraría, y yo temía su ira.
—Necesito echarme un rato…
—No volverás a beber… —prometió Edward.
Me llevó al dormitorio principal.
Era tan impresionante como todo lo demás.
—Es fabuloso… —comente.
Y era muy silencioso.
—¿Dónde están los demás?
—¿Los demás? —repitió él.
—Tú generalmente tienes empleados…
—Éste es mi refugio. No lo sería si lo llenase de empleados, ¿no crees? Aquí vengo a olvidarme de mis responsabilidades de empresario.
Lo mire.
—¿Estamos solos aquí?
—Solos completamente.
Me di cuenta de su tono sensual. Recorde que la pasada noche había estado coqueteando con otra mujer y levante la barbilla, en un gesto desafiante.
—¿Quién cocina, entonces?
—A veces yo, a veces otros… Un barco trae productos frescos todos los días, y hay huerta en la mansión.
—¿Cocinas tú? —me quedó con la boca abierta—. Si los italianos no cocinan nunca…
—Suelo venir aquí solo, así que tenía que aprender a cocinar o me moría de hambre…
Lo mire, confundida, pensando que tal vez no lo conocía bien. Pero no era de extrañar, llevábamos poco tiempo juntos. Y no habíamos compartido casi nada, ni una comida, aparte de la cama.
Edward se acercó a las puertas de cristal y las abrió.
—Descansa un rato. Yo estaré en la terraza, si necesitas algo.
Espere a que se marchase para desvestirme.
Me acosté en ropa interior. Tenía sueño. La cabeza aún me dolía por la falta de sueño y el alcohol.
Me quede dormida.
Cuando me desperté me sentí culpable. ¿Cuánto había dormido? Mucho.
Y Edward no estaba por aqui.
Me levante y busque los vaqueros.
—Los he tirado —me dijo una voz masculina.
—¡Me has asustado! —me tape rápidamente con la sábana.
—No estamos más que nosotros en la isla, ¿por qué te asustas? Y no hace falta que muestres ese pudor, amore. No me importa que andes desnuda.
—Bueno, a mí, sí me importa. ¿Y qué quieres decir con que has tirado mis vaqueros? Me has dicho que no traiga equipaje. La única ropa que tengo es la que tenía puesta antes.
—No los vas a volver a usar —me dijo él. Se había puesto unos pantalones de lino, y tenía las mangas de la camisa enrolladas por encima de los brazos cubiertos de oscuro vello—. Como parece que no te has comprado nada para usar en clima caluroso, me he tomado la libertad de comprarte un ropero adecuado.
—¿Un ropero? —pregunte agarrándome a la sábana.
Él sabía que yo no me había comprado nada; y no era estúpido.
—No estás acostumbrada a ir de compras, ¿verdad? —Edward fue al cuarto ropero y volvió con una túnica de seda azul —. Algo extraño en alguien que necesita una suma de dinero tan grande para mantener su estilo de vida.
Me quede helada. Y no se me ocurrió nada que decir.
—Vístete —me ordenó él—. Luego ven a la terraza. Cenaremos y charlaremos.
Sentí un escalofrío ante la idea de charlar con él.
Toque el bonito vestido.
De pronto, Edward parecía dispuesto a conocerme y eso sería un problema para mi.
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Espere a mi esposa en la terraza, mirando la piscina. Evidentemente, mi esposa tenía personalidad. Era la primera vez que me sentía confundido por una mujer. Ella se salía totalmente del patrón.
Su reacción ante la ropa de diseño que le había comprado para ir al club nocturno había sido la de una persona que nunca se hubiera puesto algo así. Ninguna mujer de las que había conocido había reaccionado con semejante entusiasmo. Bella había reaccionado como una criatura que descubre el placer de vestirse y arreglarse. Me desconcertaba con aquellas reacciones tan poco propias de la heredera de Swan.
Y también estaba un poco sorprendido de mi reacción con ella. Nunca me había sentido tan descontrolado con una mujer. Parecía no poder saciarme de ella sexualmente, algo extraño en mi, que terminaba aburriéndome fácilmente de mis acompañantes femeninas.
Y la noche del club nocturno, había tenido que controlarme para no darle un puñetazo al hombre que se había puesto a bailar con ella.
Mi cuerpo se incendiaba con sólo recordarla… Y tenía un sorprendente sentimiento posesivo hacia ella.
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Vestida con aquel atuendo de seda que debía haber costado una fortuna, salí a la terraza.
Me sorprendí ante lo que vi. La mesa estaba puesta. Unas velas ardían en la oscuridad y el aire olía a verano y calor. Y sabía que Edward lo había preparado para mí.
—¿Quieres beber algo? —me ofreció él.
—No sé si debo… —acepte la copa.
—No es alcohol. No soy tan estúpido. Aunque debo admitir que te transformas bajo la influencia del alcohol.
—Me ha gustado bailar…
—Lo he observado. Quiero saber por qué anoche ha sido tu primera salida a un club nocturno. Quiero saber por qué no has ido de compras…
Busque inspiración.
—¿Siempre te gastas todo lo que ganas?
—No… —él sonrió.
—Por eso. No sé por qué crees que el dinero es sólo para ir de tiendas…
—Quizás porque suele ser así para las mujeres. Pero tú me estás enseñando que las mujeres son más complicadas de lo que pensaba —hizo una seña hacia la mesa—. Sentémonos… —dijo él con cortesía, algo nuevo para mi.
—¿Has cocinado tú?
—No exactamente. Debo confesar que la mayoría de los platos los compro preparados.
—Tienen buen aspecto — se inclinó y miré uno de los platos—. Sam también prepara esta comida. Es mi favorita.
—¿Quién es Sam? —me preguntó Edward con desconfianza.
—Sam es tu chef.
—Claro…
—Me ha enseñado a preparar platos Italianos. Me gusta…
Me gustaba cocinar, y era estupendo no tener que pensar en el gasto de los ingredientes.
—¿De qué otra manera has estado pasando el tiempo en mi ausencia? —preguntó él.
—He explorado Milán.
—¿Y? ¿Te ha gustado?
—Es una ciudad fascinante.
—¿Cómo es que no has estado antes en Milán? Tu abuelo tiene una casa cerca de la mía. Tienes que haber estado allí.
—Yo… No. Sólo lo he visto en su casa de Florencia —tome la iniciativa y empecé a hacerle preguntas a él—: ¿Y tú? Sé que tienes varias casas.
—Sí, tengo varias casas, amore. Pero un solo hogar. Éste —se quedó callado un momento, mirando el mar—. El hogar es un sitio donde puedes ser tú mismo. Un lugar privado, donde no tienes que darle cuentas a nadie.
—Pero tú eres rico. Tú no tienes que rendir cuentas a nadie…
—Dirijo una empresa muy complicada, que maneja millones de dólares. Y hay días que pareciera que tengo que rendir cuentas al mundo entero. Las decisiones que tomo repercuten en mucha gente, a los empleados, a su vida…
¿Y eso le importaba a él?
—Mi abuelo ha dejado a mucha gente sin trabajo…
Edward se puso serio.
—Y esa gente tiene familias y responsabilidades. El echar a la gente es el resultado de una mala organización y de planear mal todo. Si contemplas el futuro puedes anticipar los movimientos del mercado y reaccionar a tiempo. Mi empresa nunca ha tenido que echar gente.
—Sin embargo tienes la misma fama de empresario despiadado que mi abuelo…
—Bueno, no soy blando, amore. Yo recompensó justamente a la gente, y a cambio espero de ellos que trabajen duro. Es una fórmula muy simple.
—He leído que cuando terminaste la universidad no te uniste a la empresa de tu padre —comente.
—No es agradable meterse en el terreno de otro. Yo quería demostrarme que podía valerme por mí mismo.
—¿Y entonces creaste tu propio negocio?
—El negocio de mi padre es muy tradicional —me explicó él—. Yo quería probar otras cosas, así que desarrollé software para ordenadores con un amigo de la universidad y se lo vendimos a empresas. En el primer año hicimos cincuenta millones de dólares de ganancia. Mantuvimos la empresa durante varios años y luego la vendimos. Para entonces yo ya estaba dispuesto a unirme a la empresa de mi padre. Y ya está bien de hablar de mí. Quiero saber de ti. He oído hablar de internados en New York…
Sonreí y me serví más comida.
—En realidad, me encantaba.
Había sido el único hogar que había tenido.
—¿Es cierto que estuviste allí desde los siete años?
—Sí.
—Es una edad muy temprana…
Pero yo no había tenido un hogar. Mi padre había muerto. Mi madre estaba gravemente enferma. Y mi abuelo me había desheredado.
—A mí me gustaba…
—¿Nunca te has sentido tentada de vivir con tu abuelo?
Casi me reí.
—Yo me lo pasé bien en el colegio.
—¿Y luego fuiste a la universidad directamente?
—Estudié música y francés.
Edward me sirvió el plato por tercera vez.
—Tienes mucho apetito… —sonrió él.
Estuve tentada de decir que nunca había visto tanta comida en mi vida, pero me reprimí a tiempo.
—Me encanta la comida italiana —sonreí.
—Me alegro de que te guste —respondió él.
Se echó hacia atrás y me hizo preguntas acerca de mis cursos de música y cuando yo termine de comer me sugirió:
—Quiero que toques el piano, amore. Un concierto para mí solo…
Nos miramos un momento, y yo me olvide del piano. El deseo me envolvió con un calor intenso.
Edward asintió como si comprendiera y me dijo:
—Más tarde. Ahora quiero que toques para mí.
Me senté al piano. Me quede mirando las teclas un momento.
Y luego empecé a tocar. Primero Chopin, luego Mozart, Beethoven, Debussy y finalmente Rachmaninov. Mis dedos volaban sobre el teclado. Hasta que la pieza final terminó y mis manos cayeron en mi regazo.
Siguió el silencio.
—Ha sido impresionante, de verdad. No sabía que tocabas tan bien. ¿Cómo es que no ganas millones en recitales públicos?
—No soy famosa…
—Pero podrías serlo…
—No lo creo… — desvié la mirada, incómoda y contenta de que a él le hubiera gustado mi interpretación.
—Has terminado tus estudios, ¿y ahora qué? ¿Qué planes tenías antes de aceptar este matrimonio?
—No lo había pensado…
—Tu abuelo no me comentó nada sobre tu talento…
Apreté los dedos.
—No creo que mi abuelo esté interesado en la música.
—Me encanta como tocas —me dijo Edward seductoramente, haciéndome poner de pie y agarrándome la cara con las manos—. Eres muy apasionada y sensible… Y eso te hace muy excitante en la cama.
—Edward… —me puse colorada por décima vez .
—Y me encanta que te pongas colorada tan fácilmente —murmuró Edward bajando la cabeza y besándome.
Fue un beso que me excitó de los pies a la cabeza. Gemí y me apreté contra él. Edward me susurró algo en Italiano y me levantó en brazos.
Siempre lo hacía, mareada aún del beso y con los miembros temblando de deseo.
Edward me dejó en medio de la cama.
—Nunca me sacio de ti —gimió él, bajándome los tirantes del vestido y dándome un ardiente beso en el hombro—. No nos vamos a ir de esta isla hasta que por lo menos pueda estar en una reunión de negocios sin pensar en ti.
Recordé que me había dicho que no lo iba a dejar hacer aquello otra vez. Pero los dedos maestros de Edward me desnudaron y su boca acarició uno de mis pezones, y me olvide de todo, entregada a aquel placer tan intenso, mientras susurraba su nombre.
—Ninguna mujer me ha excitado tanto como tú —dijo él mientras acariciaba mi cuerpo—. Es muy difícil refrenarse…
—Entonces, no lo hagas…
—No quiero hacerte daño…
Cerré los ojos, tratando de controlar el deseo. Pero mi cuerpo se derretía por él.
—Edward, por favor…
Edward hizo un sonido gutural y giró conmigo hasta ponerme debajo con un suave movimiento. Él se colocó entre mis piernas antes de volver a besarme y me hizo suya.
Sentí un calor dentro. Lo sentí fuerte y profundamente. Gemí, abandonada a aquella sensación; y él me acalló nuevamente con su boca.
El se adentró en mi con poderosos empujes. Hasta que ambos llegamos al punto más alto del placer y nos desmoronamos.
Después de hacerlo, me quedé con los ojos cerrados, esperando que él me soltara. Pero no lo hizo. Rodó conmigo y me puso encima. Me acarició apartando mi cabello de las mejillas.
Edward me dijo que quería que nuestro matrimonio funcionase, claro que quería que nuestro matrimonio funcionase así el siempre tendría una mujer que le calentara la cama y que estuviera disponible cuando a el se le antojara. Mi matrimonio estaba basado en el sexo, no podía negar que mi marido en la cama era un Dios, pero yo quería al algo mas, para Edward yo solamente era un compañera de cama, una excelente compañera de cama, pero nada mas, se lo hice saber, pero su reacción me tomo por sorpresa, me dijo que el sexo no era la única razón que habían cosas de mi que le gustaban, me sentí culpable, por no ser sincera con Edward, como yo podía pretender que el me diera algo mas que placer cuando yo misma solo le estaba entregando mi cuerpo, no mi alma, ni mi corazón, mucho menos mi sinceridad, quise aparatarme de su lado pero el no me lo permitió. .
—No, esta vez no voy a marcharme. Ni te diré nada horrible. Vamos a pasar la noche juntos. En la misma cama. Pienso que los niños se merecen padres felices juntos —me dio un beso suave en la boca—. Y yo creo que nosotros podemos ser felices juntos.
Volví a sentirme culpable. No podía darle hijos, y cuando él lo supiera… ¿Cómo podía decírselo?
El pensaba que yo era una mujer interesada, que lo único que me interesaba era su dinero, pero también según el por lo menos soy sincera en eso, me daba miedo que Edward se enterara de toda la verdad de mi vida, aterrada cerré los ojos.
Pero, ¿tenía que enterarse? Al fin y al cabo, no era la primera mujer que no podía tener hijos. Quizás no se enterase de que yo lo había sabido siempre.
EPOV
La visión de mi Bella en aquel vestido azul, estaba despertando los instintos más básicos de mi cuerpo, sin duda mi esposa era una Diosa.
Bella se mostró sorprendida por el ambiente que yo había creado para ella, para los dos, cuando llego a mi lado le ofrecí una bebida, note que se tensaba por lo cual le aclare que no era alcohol, aunque el alcohol había sacado a una Bella que yo no conocía que me moría por conocer, esta vez la quería sobria.
Bella me comento que le había gustado mucho bailar, aun no se como a sus 22 años no conocía la vida nocturna lo cual también me recordó que ella no tenia nada en su closet, le cuestione sobre ambos temas.
—¿Siempre te gastas todo lo que ganas?- me pregunto como respuesta a mi pregunta, a lo cual yo le conteste no, y luego ella agrego que el dinero no solo era para ir de tiendas. Esta mujer era realmente hábil y muy inteligente, mi mujer me gustaba cada vez mas.
Me pregunto si yo lo había cocinado nuestra cena, le confesé que no, que la mayoría de los platos los compraba preparados, me dijo que era su comida favorita que un tal Sam también la preparaba. Quien de demonios era ese tal Sam acaso un ex-novio, le pregunte quien era, su respuesta me tranquilizo, Sam era mi chef.
Al parecer a mi esposa le gustaba cocinar y mi chef le había enseñado unas recetas italianas, esto era algo inesperado para mi, mi esposa sabia cocinar, las niñas como ella están acostumbradas a tener todo al alcance de su mano, por que mi Bella se molestaba en cocinar, cuando ella tenia personas para hacerlo desde que era una niña.
También me comento que había explorado Milán, me pareció que ella estaba fascinada con eso. Lo que era también muy extraño, su abuelo también tenia una casa en esa misma cuidad, ella me comento que solo conocía su casa de Florencia. Yo también tenía varias propiedades pero solo una era considerada mi hogar, era en este preciso lugar donde estábamos.
Conversamos sobre la empresa de su abuelo, me gustaba que mi esposa fuera una mujer inteligente con que se pudiera conversar, Note la preocupación de Bella por la gente que su abuelo dejo sin trabajo, nunca me vi en la necesidad de despedir a nadie de mis empresas.
Bella me pregunto sobre mis años cuando salí de la universidad le conté sobre los inicios de mi empresa y luego después cuando tome las riendas de los negocios familiares, pero a mi lo que me interesaba era conocer mas de ella. Le pregunte sobre su vida en el internado en New York, me entere que entro a los 7 años, era muy pequeña, vi que servia mas comida, además también me comento que estudio música y francés, le serví comida otra vez.
—Quiero que toques el piano, amore. Un concierto para mí solo… - le pedí cuando terminamos de comer, aunque me hubiera gustado ser yo quien la tocara a ella, pero me contuve eso seria mas tarde. Bella se sento en el piano y comenzo a tocar, Chopin, Mozart Beethoven, Debussy, Rachimaninov, sus dedos se deslizaban sobre las teclas, era algo que compartíamos, yo amaba tocar el piano.
Era maravillosa, su abuelo nunca me comento nada sobre su talento con la música.
—Me encanta como tocas eres muy apasionada y sensible… Y eso te hace muy excitante en la cama.
—Edward… —se puso colorada me encantaba que le sucediera eso y se lo dije
La bese lentamente saboreando su dulzura, sentí que ella se apretó contra mi, me gusto sentir su cercanía la tome en brazos y me la lleve directo a nuestra habitación, la deje en medio de la cama, baje los tirantes de su vestido, bese cada parte de la piel que iba dejando al descubierto, nunca me cansaría de ella, cada vez que Bella era mía era como si en lugar de aplacar la sed la alimentaba, necesitaba cansarme de ella, no podía concentrarme en nada, siempre que lo intentaba aparecía ella en mis pensamientos. Ese era el principal objetivo de este viaje, obtener una buena dosis de Bella para poder retomar el control de mi vida.
La desnude por completo, nunca una mujer me había excitado como mi esposa, acaricie lentamente su cuerpo, era difícil controlarse, y al parecer a Bella le ocurría lo mismo, por que me pidió que la hiciera mía, ella era mía. Me gire con ella quedando yo encima y me posicione entre sus piernas, la bese mientras me adentre en su cuerpo, mi Bella estaba hecha para mi, nuestros cuerpos se ajustaban perfectamente, como piezas de un mismo rompecabezas.
Isabella gimió y yo me adentre mas ella, con mas fuerza quería llegar mas profundo, estar lo mas cerca posible de su cuerpo, sentí su interior tensarse y cerrarse ante mi, ambos llegamos a la cima del placer, rodé con ella de nuevo esta vez colocándola encima, le acaricie el cabello y se lo aparte para poder ver sus mejillas sonrojadas. .
—Ha sido increíble —le dije – Eres increíble. Podemos hacer que este matrimonio funcione, Bella.
—¿Por qué el sexo es bueno?- me pregunto.
—No sólo por eso, pero por supuesto ésa es una razón. Cada vez descubro más cosas de ti. Y me gustan…
Bella quiso apartarse pero yo no lo se iba a permitir quería volver a dormir con ella.
—No, esta vez no voy a marcharme. Ni te diré nada horrible. Vamos a pasar la noche juntos. En la misma cama. Pienso que los niños se merecen padres felices juntos —le di un beso suave en la boca—. Y yo creo que nosotros podemos ser felices juntos – nuestro matrimonio funcionaria mis hijos lo merecían además mi esposa ya no me desagradaba, lo que conocía de ella me gustaba cada vez mas
—Crees que soy una mujer interesada en tu dinero…
—Al menos, has sido sincera en eso. Yo respeto la sinceridad. Y lo que compartimos en la cama no tiene nada que ver con el dinero, amore…
Bella cerro lo ojos y yo la acerque mas a mi.
linda historia
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