lunes, 28 de marzo de 2011

AYUDA

hola!!

FF no me ha dejado actulizar mis historias, si alguien sabe de algun modo de poder hacerlo , le agradeceria que me ayudara por favor!!

Cariños

Vanessa

JUNTOS capitulo 7

JUNTOS







Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer y la historia es producto de mi loca imaginacion...


Capitulo 7






"descubriendo"






EPOV






-Todo listo hermano… ¿Nos vamos? – pregunto Emmett.


-¿Hijo estas seguro de lo que vas a hacer? – pregunto mi papá.

-Muy seguro, ¿nos acompañaras Jasper? – le pregunte a mi amigo.


-Claro hermano. – contesto.


-Yo también voy, ni se les ocurra dejarme – aviso Rose.


No Rosalie, ese no es un lugar para ti – sentencie.


-¿Osito verdad que si me llevas? – le pregunto a mi hermano, el cual me miro a mi como buscando una respuesta.


-Esta es tus manos Emmett – le respondí.


-Lo siento mi amor, pero tu te quedas y no cambiare de opinión – le dijo mi hermano muy firme.






-Hombres! – bufo mi cuñada – mas les vale que le den un lección a ese idiota – subió luego con la chicas.


Salimos de mi casa, y para sorpresa, mi papá antes de irnos, me dijo que le diera su merecido por asustar a una de sus niñas, nos fuimos en el auto de Emmett hasta una de las bodegas desocupadas de la Constructora Cullen.


-Que bien que llegamos – dije.






- Si por que al parecer nuestro prisionero pide hablar contigo.


- ¿Eso por que?


- No lo se, solamente pidió hablar con el hombre que lo golpeo en el Club.


- Entonces démonos prisa.


Llegamos al lugar especifico, varios de los chicos de nuestra seguridad se encontraban ahí, yo pedí exclusivamente que no lo tocaran, el placer de romperle el alma a este infeliz lo quería tener yo, aun no entiendo la ira tan grande que sentí al verlo abrasando a la fuerza a Bella y luego su carita de temor.


Entramos los tres, aunque yo me adelante.


- ¿Para que querías hablar conmigo? – le pregunte directamente.


- Todo fue una broma.


- ¿Con que una broma?, esta también es una broma – golpee su cara.


- Yo no quería hacerle daño, solo asustarla - se defendió, lo tome por el cuello.


- Y lo conseguiste animal, la tocaste, la hiciste llorar – lo tire a piso – ahora levántate por que me lo vas a pagar muy caro.

- ¿Déjame explicarte?


- Explicarme ¿Que? – en ese momento recordé que Bella le había dicho que tenia un novio muy celoso, seguramente se lo dijo para que la dejara en paz – Mírame bien estupido, lo único que tienes que saber es que soy un Cullen y tu metiste con la chica equivocada – lo tome por la camisa y lo golpee contra la pared – Nunca nadie se mete la mujer de un Cullen ¿Entiendes?


- Mi enojo aumento y no pude dejar de golpearlo.


- Espera – me dijo como pudo – A mi contrataron para hacer este trabajo – me quede quieto, lo solté, su respuesta me había sorprendido.


- ¿Qué quieres decir con eso que te contrataron?


- Si, así fue – me dijo limpiándose la sangre del rostro con sus manos.


- ¡HABLA! – le grite.


- Me contrataron para que sedujera a la chica, a tu chica – me dijo – el plan era que yo me llevara a un motel que esta cerca de el Club y me acostara con ella, nos tomarían una fotos y luego alguien llamaría a unas personas, que supongo que una de ellas eres tu, dijeron que serian dos chicos a los cuales le mostrarían que no es lo que ellos piensan, el plan era nos vieran juntos a ella y a mi, pero a me dijeron que la chica era una zorra – no me pude resistir y le di otro golpe.


- Lávate la boca antes de decir algo más de ella – le dije.


- Me dijeron que iba a ser fácil, no que la chica que se iba a negar tanto.


- ¿Quién te contrato? – pregunte.


- Es amiga mía, no la puedo delatar – contesto.


- ¿Cómo que no la puedes delatar? – le dije molesto – Hermano, dile a los chicos que se encarguen de este – le indique a Emmett – Que hagan que hable como sea.


- ¡Ok!, pero antes déjame jugar un ratito con el – Emmett sonreía, yo sabia que el también tenia ganas de ajustar cuentas.


- Todo tuyo – conteste.


- No, espera les contare lo que quieran – dijo el tipo.


- Habla – le dijo Jasper.


- Tanya Denali, ella me dijo que sedujera a Bella, creo que se llama, quería darle una lección por que le hace la vida imposible a su hermana.


- ¿Como conoces Tanya? – pregunte.

- Ella y yo compartimos algunas cosas.


- Ella es tu amante – complete.


- Llena algunas de mis necesidades y yo las de ella – aclaro- quiero saber que va pasar conmigo.


- Te dejare ir, pero si alguna vez que vuelvo a ver cerca de cualquier persona que yo quiera, te mato.

- No lo hare.


- Te vas a desaparecer de aquí, y si le dices a Tanya lo que sucedió esta noche, o que ya se la verdad, te cazo como un perro.


- Hermano, por favor – suplico Emmett.


- ¡OK! Pero solo uno- conteste.


- Gracias – me dijo antes de darle un puñetazo de lo noqueó.


Salimos de bodega de camino a casa, pensaba y me maldecía por haberme involucrado con una mujer como Tanya, sabia que no era una mujer ejemplar pero nunca me imagine que fuera capaz de meterse en un problema de su hermana que aun estaba en el colegio.


- ¿En que piensas hermano? – me interrumpió Jasper.


- En lo idiota que fue al …


- Acostarte con Tanya – completo Emmett.


- Si – dije


- No te culpo hermano, la muy desgraciada esta buenísima – dijo Emmett sonriendo.


- Que no te oiga mi hermana diciendo eso – le advirtió Jasper – por que te dejan durmiendo en el sofá los dos primero años de casados – pero aquí entre nos ¿que tal es en la cama? – me pregunto.


- No te contestare eso, eso es personal.


- Vamos contesta, será la única y ultima vez que te hago una pregunta de este tipo.


- ¡OK! Es buena – le conteste.


- ¿Buena, buena? – pregunto Emmett.


- Digamos que sabe lo que debe de hacer – conteste – y no les diré mas.


Llegamos a casa un poco tarde pero las luces aun estaban encendidas por lo que imaginamos que aun estarían despiertos mis padres.


En la sala se encontraban mi papá conversando con Rose.


- ¿Como les fue? – nos pregunto Rosalie nada mas entramos.


Les contamos lo que descubrimos y mi cuñada se puso furiosa.


- Esa maldita, con lo mal que me cae, esta vez si se gano un boleto para un encuentro con Rosalie Hale, esta me las paga, le voy a arrancar a las dos hermanitas Denali cada cabello de su cabeza.


- No Rose, tu no te vas meter en problemas a días de tu boda además sus padres pertenecen al grupo de amigos de los nuestros por lo tu te vas a comportar como la dama que tus padres educaron y te vas poner al nivel de ellas.


- Pero Edward, esto no se puede quedar así, tu sabes que si tu no llegas a tiempo ese tipo hubiera lastimado a Bella, ella es como mi hermanita.


- No te preocupes Rose, yo me encargare de eso, pero todo a su tiempo, ahora voy a ver a Bella


- Subí a la habitación de Alice sabia que ahí estaría mi princesa, toque la puerta y me indicaron que podía entrar.


- Buenas noches – salude a mi hermana a mi mamá y a Bella.


- Buenas noches hijo – contesto mi madre, Alice solo me sonrío y Bella no me dijo nada ni miro.


- Puedo quedarme un momento con ella a solas – pregunte, mi mami y hermana salieron.


- ¿Qué pasa? – le pregunte sentándome a su lado - ¿Por qué no me miras?


- Me da vergüenza – me dijo viéndome a los ojos – la circunstancias en las que me encontraste no son adecuadas, te juro que yo no hice nada para alentarlo – dijo con lagrimas en sus ojos.


- No tienes ni que decirme nada – limpie sus lagrimas con mis pulgares – Ese estupido estaba contratado – le aclare y le conté lo sucedido con el tipo en la bodega, al principio se molesto, pero después se preocupo mucho.

- Edward, prométeme que mis papas no se van a enterar de esto.


- Lo prometo – sabia que si sus padres se enteraban su única preocupación iba a ser por el que dirán – pero tu a cambio tienes que prometerte que te mantendrás alejada de las Denali y de hoy en adelante a ti y a Alice las ira a recoger el Chofer al colegio.


- ¡Ok! Prometido – puso si mano en señal de hacer una promesa – ¿te puedo pedir algo? – pregunto.


- Lo quieras – respondí.


-  Abrásame – no la hice esperar y me recosté un poco en sofá donde no encontrábamos para luego atraerla hacia mi cuerpo, mi brazos se envolvieron alrededor de sus cintura y así estuvimos un rato hasta que mi hermana nos interrumpió y me hecho de su habitación.



BPOV


Edward se porto muy lindo conmigo, durante la mañana y luego me llevo a mi casa, se despidió de mi diciéndome que me nos veríamos en su casa para irnos juntos el día de la boda de Rose y Emmett, ya que el seria mi pareja al ser el padrino y yo una de las damas..


No lo vería hasta ese día por que mis padres solicitaban mi presencia para un compromiso de negocios donde harían uso de imagen como familia perfecta y al día siguiente es decir el día de la boda Esme, las chicas y yo no iríamos a un spa por la mañana para estar lindas por la noche.


Aun me sentía un poco mal por lo que había ocurrido, pero tendrían que hacer un esfuerzo no le arruinaría la boda a mi amiga.


Entre a mi casa y encontré a mis papás en la sala donde estaban acompañados de su amigo el señor Volturi.


- ¡Buenos Días! – salude ya que aun no pasaban las doce del día.


- ¡Buenos Días Isabella! – El señor Volturi me contesto el saludo antes que mis padres – Es un gusto verte pequeña, cada vez que te veo te encuentro mas hermosa.


- Gracias – conteste.


- Buenos Días hija – me dijo mi papá sonriendo.


- ¿Cómo te fue en la fiesta de Rosalie? – me pregunto mi mamá.


- Bien – conteste logrando mentir – si me disculpan me tengo que ir a arreglar para el compromiso que tenemos hoy, que pase un buen día señor Volturi – después de decir esto me retire a mi habitación.


- Asistí ese día al evento con mis papás que resulto ser una recepción para el hijo de uno de sus nuevos socios, pase la tarde entre sonrisas falsas y fotos para las paginas de sociales.


- Al día siguiente me fui como lo teníamos planeado con Rose, Alice y Esme al Spa.


- Nos consintieron y nos arreglaron haciendo un buen trabajo por las cuatro nos veíamos muy bien.


- Fuimos a cambiarnos todas a la casa Cullen, las primeras en vestirnos fuimos Alice y yo ambas llevaríamos vestidos iguales ya que éramos las damas, el color era uno de mis favorito azul petróleo y la elección que habían hecho era muy linda.


- Una vez listas entramos a ayudarle a ponerse el vestido a Rose mi amiga estaba radiante nunca había visto una novia tan feliz y tan hermosa era su vestido era la mezcla perfecta de elegancia y sensualidad.

- Estas perfecta Rose – dije.


- A mi hermanito se le va caer la baba cuando te vea – dijo Alice.


- Gracias, pero yo creo que a los que se les va caer la baba será a mi hermano cuando te vea y Edward cuando vea Bella. Ustedes son las que están perfectas.


- ¿Niñas están listas? tenemos que irnos – entro Esme luciendo espectacular quien no la conociera nunca se imaginaria que es la madre del novio.


- Espera amor, aun nos falta algo para la pequeña Rose – entro Carlisle interrumpiendo a su esposa – déjenme que sea el primero en decirles lo hermosas que están. – nos dio un beso a cada una.


- Rosalie sabes que siempre te hemos amado como a una hija, pero a partir de hoy ya lo serás oficialmente, por lo que esta es nuestra forma de darte la bienvenida oficial la familia – le dijo Esme entregándole un pequeño estuche negro.


- Gracias son hermosos- dijo mostrándonos los pendientes a Alice y a mi – ustedes saben que también los amo como a unos padres y me sentiré muy orgullosa de llevar el apellido Cullen de hoy en adelante.


- Hija sabemos que no hay una mejor mujer que tu nuestro Emmett y aunque también estamos segura que eres la única que es capaz de soportarlo – dijo Esme.


- Aquí en confianza yo creí que seria un solteron no creí que una mujer fuera capaz de soportarlo mucho tiempo – agrego sonriendo Carlisle.


- Bueno preciosas no es por apurarlas pero ya es hora, Carlisle y yo nos iremos con Emmett que esta haciendo un agujero en la alfombra de tanto caminar – Esme estaba feliz y se notaba de ser la orgullosa madre del novio –


- Jasper y Edward están acompañando a Emmett y las están esperando a ustedes por lo que nosotros bajamos ya – cuando comenzábamos salir cuando Carlisle volteo para dirigirse a Rose – Hija tus padres llamaron su vuelo se retraso pero estarán aquí en unos 10 minutos para irse contigo a la iglesia.


- Gracias Carlisle.

Ese día era la boda de mi mejor amiga, pero yo estaba tan feliz como ella hasta ahorita el día iba perfecto lejos de la presión de mi padres y estando cerca de las personas que eran mi verdadera familia, íbamos riendo con Alice cuando ante mi apareció la imagen de la perfección no podía ser otro mas que mi príncipe Edward.


EPOV


- ¡ No se por que se tardan tanto! ¿Será que mi Rosie se arrepintió? ¿Y si ya no quiere casarse conmigo?No se haría sin ella! – Emmett tenia media hora caminando de un lado a otro repitiendo tonterias.


- ¡Hermano! cálmate las chicas solo se están arreglando ya bajaran – lo tranquilizó Jasper.


- ¿Tu crees? ¿Estas seguro que mi Rosie se va casar conmigo hoy? – me pregunto


- Estoy seguro – le afirmo Jasper


- Justo en ese instante aparecieron mi hermana y mi Bella ambas vestidas iguales y preciosas.Me adelante a tomar la mano de mi princesa.


- ¡Wow! Princesa seré la envidia de todos los invitados, teniendo de pareja a la mujer mas hermosa – esto ultimo se lo dije al oído antes de besarla en la mejilla, la sentí temblar, me gusto saber que tenia el poder de ponerla nerviosa – ¡Estas muy linda hermanita! – le dije a Alice.


- ¡Gracias!- me contesto, mi Bella aun no decía nada.


- ¡Vámonos Bella! – la tome de nuevo de la mano para salir. – Alice tu te vas con Jazz es su auto.


- Ya estando en el auto mi princesa por fin hablo.


- Gracias Edward.


- ¿Por qué me agradeces mi niña? – pregunte no entendía por que ella me daba las gracias.


- Por decirme que seré la mujer más hermosa, aun cuando no es cierto, pero también te quiero agradecer que seas mi pareja- esto último lo dijo con Alivio.


- ¡Entonces el que tiene que agradecer soy yo, por que hayas aceptado serlo! , pero se que hay algo mas ¿Dime que es?.


- Edward si no me hubieras acompañado a la boda, no se con quien mis papás me habrían obligado a ir, últimamente no se que les pasa – dijo en un susurro.


- ¿Cómo que no sabes que es lo que les pasa, a que te refieres? – me tenia intrigado.


- Edward… - la sentí dudar.


- Dime… acaso no confías en mi – ella asintió – entonces dímelo – la mano que me quedaba libre le tome el rostro y la gire hacia a mi unos segundos para verla a los ojos.


- Esto no se lo he contado ni a Rose ni a Alice… Últimamente mi papás están buscando novio, me presentan a hijos de sus socios y me están presionando para que acepte a alguien.


. ¡No pienses en eso en este momento! Luego veremos que es lo que sucede – estaba desconcertado con actitud de los Swan pero intente tranquilizar la belleza que tenia mi lado.


Seguimos el camino en silencio.


llegamos – anuncie.


HOLA NIÑAS TUVE QUE SUBIR EL CAPITULO AQUI POR QUE FF NO ME DEJA!
SIENTO MUCHISMO EL RETRASO!! ESPERO PRONTO PODERLO SUBIR A FF POR FAVOR SI ALGUIEN ME PUEDE AYUDAR SE LOS AGRADECERIA MUCHO...

OTRA COSA COMO SABEN ESTOY REESCRIBIENDO  DOS DE LAS ADAPTACIONES PARA SUBIRLAS DE NUEVO A FF PERO ME QUIERO ENFORCAR A UNA A LA VEZ POR FAVOR CUAL QUIEREN QUE SUBA PRIMERO MI HIJO O AMOR O INTERES.

CARIÑOS

VANESSA




viernes, 11 de marzo de 2011

NO TE ENGAÑE CAPITULO 14

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers .


Capitulo catorce



EPOV


Paseaba por el estudio, mirando la máquina de fax y esperando que entrara en acción.

Había pasado una noche horrible. La peor de mi vida; incluso peor que la noche de marzo en la que había echado a Bella. Esa noche había sido terrible, pero había centrado mi ira en lo que había creído era la traición de Bella. No me había visto obligado a considerar sus propias decisiones y acciones.

En ese momento todo era distinto. Mis demonios personales aullaban en la habitación, asaltando mis bien construidas defensas.

¿Y si estaba equivocado?

El pensamiento me asolaba. Intentaba rechazarlo, igual que había rechazado los argumentos de Bella. Pero empezaba a tener dudas.

¿Y si realmente era el padre del bebé?

Me obsesionaba el pánico que había visto en su rostro cuando no entendió a qué se refería el medico con lo del grupo sanguíneo poco habitual. Y su fría mirada de asco cuando me echó de la habitación del hospital había sido como una puñalada.

La máquina de fax se puso en marcha. Me quede clavado en el sitio, viendo como salía la hoja. Una copia de los resultados de la prueba de fertilidad.

Años atrás, no había llegado a leerlos. La mirada desdeñosa de Heidi se había ocupado de eso. Mi orgullo no había podido soportarlo. Incluso me había resultado difícil entregar la muestra, someter mi virilidad a juicio. Nunca había considerado la posibilidad de pedir una segunda opinión. El brutal golpe a mi orgullo masculino había sido insoportable.

Agarre la hoja; la sangre me latía en las sienes. Me aterrorizaba lo que iba a leer.

¿Mostrarían los resultados que había tenido razón, haciéndome revivir mi humillación? ¿O descubriría que Bella había dicho la verdad y que era culpable de haberla tratado de forma despreciable sin que se lo mereciera? ¿Que el precioso niño era su hijo?, mi hijo , hijo de mi sangre, asi como ya era el hijo de mi corazón, por que ya lo amaba tanto como a su madre.

Mire la hoja. Me sudaban las palmas de las manos y tenía el corazón desbocado.



Resultado: fertilidad excelente en la actualidad.



Ese bebé tan perfecto era mi hijo, y yo había sido un bruto con Bella, mi Bella , era inocente como tantas veces me los dijo, y por estupido celoso le hice daño, pero había llegado la hora de pedirle perdón, era capaz de ponerme de rodillas con tal que ella me perdonara.



BPOV



Estaba de costado en la cama, contemplando a mi bebé durmiendo en la cuna. Las enfermeras habían hecho que lo soltara, diciéndome que, si no dormía cuando lo hiciera él, me agotaría y no me subirla la leche. Pero a pesar de que había estado despierta toda la noche, el sueño no llegaba.

Edward se había marchado y no había vuelto.

No sabía qué había esperado, no había estado pensando a derechas cuando lo eche. Aunque me había demostrado nuevamente la poca fe que tenía en mi, desee que estuviera aquí conmigo.

No podía dejar de pensar en lo fantástico que había sido durante el parto. Eso tenía que significar algo. Tal vez yo si que le importaba un poco.

Y lo había echado.

Cerre los ojos, deseando poder dormirme. Entonces escuche un leve ruido y supe que era Edward. Intente sentarme, pero estaba rígida y dolorida tras el parto. Edward estuvo a mi lado en un instante, ayudándome a ponerme cómoda.

–Gracias –lo mire y me sorprendió su apariencia. Se había duchado y afeitado, pero tenía el rostro grisáceo y expresión compungida.

–Lo siento –su voz sonó ronca, como si le costara decirlo. O tal vez se debiera a que estaba cansado. En cualquier caso, me miraba con expresión contrita.

–¿El qué? –pregunte.

–Todo –contestó--. Cómo te he tratado. No haberte creído. Hacer que te casaras conmigo aunque no tenía intención de que durase.

–¿Ahora me crees? –pregunte, mirando las arrugas que rodeaban sus ojos.

–Sí –dijo Edward–. Saqué al medico de Heidi de la cama antes del amanecer e hice que fuera a su despacho a enviarme una copia de mi prueba de fertilidad por fax.

–No entiendo –dije, sintiendo una oleada de tristeza al comprender que no había sido nada que dijera o hiciera yo lo que había convencido a Edward. Había sido el medico de Heidi–. ¿Para qué hiciste eso? Viste los resultados hace años.

–Yo no los leí –admitió Edward.

Lo mire incrédula, incapaz de enmascarar mi reacción. El parecía realmente avergonzado.

–¿No los leíste? –gemí– Tienes que haber hecho un seguimiento, o pedido una segunda opinión.

–No –Edward bajó la cabeza, tomó aire , lo miré a los ojos– Estaba devastado. Todos mis sueños de ser padre, de continuar el linaje de Cullen, Se habían roto en pedazos. Me pareció un asalto a mi propia existencia.

–¿Por qué lo hizo? –pregunte – ¿Por qué iba a mentirte Heidi en algo así?

–No lo sé. Llevo dándole vueltas toda la noche, intentando descubrirlo. Lo único que se me ocurre es que ella no quería tener hijos. No quería dejar de tomar anticonceptivos, pero creí que la había convencido de que era hora de formar una familia. Supongo que siguió tomando la píldora a escondidas.

–Creo que tienes razón – recorde cómo había descrito André a la primera mujer de Edward. Era irónico que el anciano la hubiera visto con más claridad que Edward–. Debe de ser doloroso enterarte de que la mujer a la que amabas te engañó así.

–No creo que <> sea la palabra correcta –dijo Edward–. Estoy furioso con ella. Furioso porque lo que hizo me haya llevado a hacerte tanto daño.

–Deberías haber leído los resultados tú mismo –masculle. Sabia que era duro decírselo, pero Edward no había negado amar a Heidi, una mujer que lo había engañado. Por alguna razón, eso me dolía.

–Lo siento. Te he tratado de forma imperdonable.

Lo miré con tristeza y trague saliva. Debería aceptar sus disculpas. Había sido víctima de un malvado engaño. Si Heidi no le hubiera mentido, él no me habría tratado tan mal.

Pero nada de eso era mi culpa. Mi único error había sido enamorarme de Edward.

–Nada de eso cambia lo que siento –dije con pesar– Nunca confiaste en mí, tuviste que pedirle al medico de Heidi que te enviara las pruebas.

–Algo si que cambió ayer. Vi tu miedo cuando el medico vino a por la muestra de sangre –Edward tomó aire y se mesó el cabello – He pasado la noche en una agonía de confusión. En el momento en que admití la posibilidad de que decías la verdad, deseé desesperadamente que fuera así. Pero cuando Heidi se marchó, pasé tanto tiempo negando mis sentimientos que me resultaba imposible salir de ese pozo. Cuando has creado un muro de granito alrededor de tus sentimientos más profundos, es difícil derribarlo. Pero te amo y ese amor ha derribado el muro.

Me enterneció oírlo decir eso, pero era una cruel tortura que me describiera cómo había enterrado sus emociones cuando Heidi lo abandonó.

–Debes de haberla amado mucho –dije.

EPOV

–¿A Heidi? – mire a Bella con sorpresa.

Sus ojos chocolates parecían enormes en el rostro pálido, y las ojeras acentuaban su tamaño. Parecía frágil y vulnerable en la blanca cama de hospital. Se me contrajo el pecho dolorosamente al contemplarla.

–No creo que amara nunca a Heidi –dije, a la única mujer a la que he amado es a ella.

–Entonces, ¿por qué te casaste con ella?

–Era joven –conteste Ella era guapa. Veneciana. En aquel momento pensé que sería una buena esposa y madre.

Bella no dijo nada, pero vi en su rostro lo que opinaba de su juicio. Que era terrible. Siempre lo había sido. En los negocios nada me salía mal. Pero en mi vida personal lo había hecho todo mal.

Hasta el día en que, en un momento de suerte, conocí a Bella. Y luego también había arruinado eso.

–Lo siento. Lo he arruinado todo –dije No debí obligarte a esto. Me he casado contigo sin tener necesidad de hacerlo.

Vi que los ojos de ella se llenaban de lágrimas. Cuando empezaron a surcar sus mejillas, me sentí como si alguien me hubiera partido el corazón en dos.

–No llores –Me senté al borde de la cama y agarre sus manos. Las tenía heladas – Se que estamos casados, pero no puedo obligarte a mantener el trato.

–Pero ¿y tu abuelo? –sollozó ella.

Calenté sus manos entre las mías. Y de repente comprendí algo.

Bella era más importante que mi abuelo.

Seguía deseando que el terminara sus días en paz. Pero no a costa de la felicidad de Bella y su felicidad no estaba a mi lado, la dejaría ir, desde hoy que ella y mi hijo fueran felices era mi prioridad aunque eso implicara que lo hicieran lejos de mi.



–Mi abuelo no tiene por qué saberlo –dije – Le has dado el heredero que deseaba. Y mucho más que eso al darle tu amistad. No puedo pedirte que renuncies a tu vida.

Mire su rostro triste y lo que más desee en el mundo fue borrar esa tristeza.

–No llores –me incline para besar las lágrimas saladas que humedecían su rostro–. Estás cansada. Lo verás todo mejor después. Lo solucionaremos.

–¿Cómo vamos a solucionarlo? –sollozó ella–. Ya no me necesitas. Nunca me necesitaste.

–¡C1aro que te necesito! –exclame – Siempre te he necesitado. Desde el primer momento en que te vi, supe que tenía que hacerte parte de mi vida.

Tome su rostro entre mis manos. Había dejado de llorar y me miraba confusa.

La amaba.

Siempre la había amado. Por eso me había dolido tanto su embarazo, la había obligado a casarse conmigo y la idea de dejarla marchar me destrozaba por dentro.



BPOV



–¿Qué? –susurre, preocupada–. ¿Qué pasa?

–Te quiero.

–Pero...

–¡Te amo! –la rodee con mis brazos, casi aplastándola con mi entusiasmo–. ¡Oh, Dios mío! ¿Por qué no me he dado cuenta hasta ahora?

–No puede ser verdad –dije. No podía esperanzarme. Debía de ser la culpabilidad lo que hacía que Edward reaccionara así.

–Es verdad –Edward me miró a los ojos–. Nunca he dicho nada más verdadero en toda mi vida.

–Pero... – no sabía qué decir. Mire sus ojos verdes, intentando suprimir el cosquilleo de excitación que burbujeaba en mi interior. Hacía tanto tiempo que deseaba oír eso que no me atrevía a creerlo–. ¿Por qué dices eso ahora?

–Acabo de darme cuenta. Estaba tan distanciado de mis sentimientos que no comprendía la verdad. Aunque ha estado ante mí todo el tiempo.

–¿Qué quieres decir?

–En Semana Santa, cuando fuiste al medico por e virus estomacal... Estaba preocupadísimo por ti.

–Recuerdo que me estabas esperando –dije, pensando en el suéter negro de cachemira que había tirado al canal.

–Llegaste a casa pálida como la nieve y pensé que podía ocurrirte algo grave –Edward tomó aire–. La idea me resultaba insoportable, como una puñalada.

–Fuiste muy amable conmigo. Hasta...

–Hasta que perdí la cabeza por los celos –dijo Edward–. No podía soportar la idea de que hubieras estado con otro hombre. Perdí la razón temporalmente.

–No importa. Todo salió bien al final.

–Gracias a Dios, Marco y tu amiga te ayudaron.

–Me habría apañado. No necesito que me cuiden.

–Lo sé. Eres la persona más fuerte que conozco. Cuando pienso en cómo te enfrentaste a todas las dificultades que he puesto en tu camino... Lo siento.

–Por favor, deja de decir eso –Bella puso la palma de la mano en su pecho. Notaba el fuerte latido de su corazón y se llenó de esperanza–. No podemos dar marcha atrás al reloj. Vayamos hacia delante.

–¿Te quedarás conmigo? –preguntó Edward–. ¿Me darás otra oportunidad?

–Claro que si –dije con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.

–¿Por qué lloras? –Edward me limpió una lágrima con el pulgar.

–Porque yo también te amo. Siempre te he amado. Una sonrisa de incrédula felicidad iluminó el rostro de Edward. Volvió a estrecharme entre sus brazos.

–No puedo creerlo –susurró contra mi pelo–. Anoche me desesperaba no ver cómo arreglar las cosas, y ahora todos mis sueños se hacen realidad.

Me aferre a él, con la sensación de que nunca lo soltaría. Pero un momento después, un débil grito los interrumpió.

–¡Está despierto! –la voz de Edward sonó llena de amor y orgullo, como si despertarse fuera lo más inteligente que había hecho ningún bebé en el mundo.

–¿Puedes traérmelo? – observe cómo Edward sacaba al niño de la cuna. Sus manos parecían casi tan grandes como su hijo, al que miraba con adoración.

-¿Qué quiere? –me preguntó Edward.

–No lo sé. Soy nueva en esto. Tal vez debería probar a darle de comer –me desabroche los botones superiores del camisón y extendi los brazos. Edward me lo dio y luego, igual que el día anterior, guió la cabecita hacia el pezón.

–Ah, muy bien. Me gusta ver algo de trabajo en equipo –dijo el medico, entrando en la habitación. Tenemos el resultado del análisis. Me temo que este pequeñín ha seguido tus pasos en lo referente al grupo sanguíneo poco habitual.

Mire a Edward para ver cómo reaccionaba a esa prueba física de que era el padre del bebé. Para mi sorpresa, frunció el ceño con preocupación.

–Eso no me gusta –dijo–. Tenía la esperanza de que hubiera heredado el de su madre.

–No hay por qué preocuparse –dijo el médico. Simplemente es algo que conviene saber.

Fue hacia la cama y asintió satisfecho al ver lo bien que mamaba el niño.

-Volverá más tarde –dijo, dejándonos solos.

–Pensé que te agradaría tener una prueba concreta de tu paternidad.

–No la necesitaba –me miró con seriedad–. Toda prueba que necesito está aquí –dijo, poniéndose una mano sobre el corazón.

–Te quiero –dije mientras mis ojos volvían llenarse de lágrimas de felicidad.

–Y yo a ti –contestó Edward - Con toda mi alma todo mi corazón.



Unos días pasaron y llevamos a nuestro bebe a conocer a su bisabuelo.

–Mi bisnieto –musitó André, mirando al bebé que tenía entre los brazos.

Estaba sentada a su lado en la cama, y me emocionó al oír la trémula gratitud que había en su voz.

–Se llama André –le dije.

El anciano alzó la cabeza y me miró con brillantes ojos, momentáneamente mudo.

–Gracias. Gracias por hacerme muy feliz.

–Es un honor – Bese su mejilla–. Nunca podría explicarte cuánto ha significado tu generosidad para mí. Me encanta ser parte de tu familia y es un placer para mi que mi hijo lleve tu apellido.

–Llevas puesto el collar –dijo él, fijándose en la exquisita joya que rodeaba mi cuello – Como no te lo ponías nunca, pensé que no te gustaba.

–Oh, no, me encanta –dijo Bella tocando las pulidas cuentas–. Edward lo llevó a un joyero experto para que comprobaran que estaba en buen estado. No quería que se rompiera.

EPOV


–Pero ésta es una ocasión muy especial, nonno: presentarte a mi hijo –dije, mirando a mi esposa . Era lo más bello que había visto nunca y se me hinchaba el corazón de amor solo con mirarla.

Me avergonzaba haber tenido guardado el collar durante meses después de su restauración.

–Sí, lo es – volvió a mirar al bebé, pero note que empezaba a estar cansado.

–Te dejaremos ahora, nonno –alce al bebé – No te preocupes, volveremos mañana.

–Eso espero –dijo. Sus ojos empezaron a cerrarse y apoyó la cabeza en la almohada.

Salimos y, una vez Bella estuvo en el barco, le pase al bebé.

–Has hecho muy feliz a mi abuelo –dije, subiendo al barco y sentándome a su lado.

–Se lo he dicho todo muy en serio. Estoy orgullosa de que mi hijo sea parte de esta familia.

–Te quiero. Y estoy muy orgulloso de que seas mi esposa - la rodee con un brazo–. Tu lugar está en Venecia. Tu lugar está conmigo.

–Quiero estar aquí –dijo Bella, mientras el barco dejaba el Gran Canal y ponía rumbo a casa – Pero, más aún, te quiero a ti. Y siempre estaré contigo.

HOLA POR FIN PUDE TRAERLES EL FINAL DE LA HISTORIA SE QUE ME RETRACE MUCHO PERO ULTIMAMENTE MI VIDA HA SIDO MUY COMPLICADA. Y RECIEN HOY TUVE EL VALOR DE REGRESAR HA HACER ALGO QUE ME GUSTA.

CARIÑOS

VANESSA

martes, 19 de octubre de 2010

NO TE ENGAÑE CAPITULO 13

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers .


Capitulo trece

EPOV


Mientras íbamos camino al hospital me convencí de lo importante que era Bella para mi, verla tan vulnerable y asustada me rompió el corazón, me jure a mismo no volver a ser el causante de su sufrimiento, ella era mi esposa sin importar los motivos, mi abuelo tenia razón debía comportarme como un verdadero marido y no como el canalla he había sido hasta hoy.

La acompañe durante todo el proceso del parto, intente darle animo, compartir este momento con ella me hizo admirarla, su embarazo lo vivió sola y traer al mundo a este pequeño fue muy doloroso para ella, esto solamente lo logra el amor de una madre por su hijo.

Aunque el pequeño ser que descasaba en los brazos de mi esposa, no llevaba mi sangre, seria mi hijo y querría como tal, me prometí a mismo cuando lo vi nacer que lo protegería y lo amaría incondicionalmente, ya me amaba a su madre, por fin podía admitirlo me enamore de Isabella Swan y al entrar de nuevo a la habitación donde encontraba mi esposa y mi hijo se lo diría.

Termine de llamar a mi abuelo como Bella me lo habia pedido y estaba entrando a la habitación cuando escuche la vos de ella, estaba abrasando al bebpe de forma protectora, su expresión era de pánico.

–No entiendo de qué me habla.

–Estaba explicándole lo de tu grupo sanguíneo –me dijo el medico.

–No me ha explicado nada –Bella me miró angustiada - ¡Sólo que debíamos averiguarlo por si algo iba mal!

–Sólo es una precaución –dijo el medico sentándose a su lado y poniendo los utensilios necesarios en una pequeña bandeja, en la mesilla.

–¿Por qué no me hablaste de esto? –Bella me miró de forma acusadora, manteniendo al bebé fuera del alcance del medico.

Me quede como quieto como un palo, con expresión inescrutable, pero Bella conocía la respuesta a su pregunta. No se lo había dicho porque que el bebé no llevaba mi sangre.

–Estoy seguro de que no quería preocuparle –dijo el medico – Es improbable que el bebé lo haya heredado.

–¿Y silo ha hecho? –preguntó Bella con miedo.

–Bueno, como ya habrá visto, su marido es fuerte como un toro. Solo seria un problema si necesitara una transfusión de sangre.

–¿Qué ocurriría entonces? –presionó Bella.

–Es más difícil encontrar un donante. Por eso queremos estar preparados, para evitar sorpresas innecesarias –se levantó y apartó la mantita que cubría al bebé–. Si lo sujetas, acabaremos enseguida.

–¿Y si no encontráis el tipo de sangre necesario? –preguntó Bella, cada vez más asustada.

–No hay razón para creer que vayamos a necesitar hacer una transfusión –afirmó el medico – Pero, si fuera así, la encontraremos. Es solo que tal vez habría que pedirla.

Bella inspiró con fuerza y puso el bebé en su regazo. Cuando la aguja atravesó su frágil piel, abrió los ojos con horror. Un momento después abrió la boca y empezó a llorar. Bella abrazó a su hijo, temblorosa; era insoportable verla sufrir.

–Llevaré la muestra al laboratorio –dijo el medico, marchándose.

–Bella... yo... – las palabras no me salían, no me podía mover quería abrasarla y consolarla decirle que todo iba a ir bien con el niño.

–Déjame sola –dijo.

Se desabrochó el camisón y se colocó al bebé al pecho, el bebé volvió a llorar.

Me arrodillé. Puso una mano en la cabeza del bebé y lo guió hacia el pecho de Bella, ayudándole a que cogiera el pezón.

Bella miró a su bebé chupar con fruición, apoyado en los talones, seguía mirando al niño, aun no había abierto sus ojos por lo que no sabia que color eran, su cabello era rubio, era piel blanca, era muy lindo rozar su piel fue una experiencia maravillosa, nunca antes la sentí.

–Te he pedido que me dejaras sola –dijo ella, alzando los ojos para mirarlo.

–Pero... – de nuevo las palabras no salían de mi boca.

–No te quiero aquí –dijo con voz helada. Tu orgullo te ha hecho egoísta. No puedo creer que fueras tan arrogante y testarudo para dejar que tu falta de confianza en mí te llevara a callar algo que podía afectar al bienestar de nuestro hijo.

Sus palabras me hicieron reaccionar, ella debía saber que la amaba y ya había comenzado a amar al pequeño bebé.

- Bella, cara yo… tengo algo que decirte.

- Vete Edward, no quiero escucharte, déjame sola.

- Amor, escúchame.

- Yo no soy ningún amor tuyo, no tienes nada que decirme, déjame sola – ella se estaba alterando y eso no le hacia bien al bebé.

- Esta bien me voy, regresare mañana,

- Vete.

- Solo quiero que sepas que te amo – le dije ella centro su atención en el pequeño inorándome completamente – te amo – le dije de nuevo antes de cerrar la puerta.

La reacción de Bella me desconcertó, ella parecía estar segura que el bebé fuera mío, y si esto fuera posible, si ese pequeño ser tan perfecto fuera mi hijo en realidad.

BPOV

Mire con éxtasis al bebé que dormía en mis brazos. Era una belleza. Se me encogió el corazón al ver lo pequeño y perfecto que era, no podía dejar de mirarlo.

Había llegado de repente. Para cuando llegamos al hospital ya había dilatado bastante. Todo había ido bien y el niño había nacido a las nueve y media de la noche, con un peso de dos kilos setecientos gramos.

Edward había estado increíble durante la dilatación y el parto; una torre de fuerza y ánimo. Había sabido exactamente cuándo sujetarme, frotarme la espalda o susurrarme palabras de ánimo al oído. No se había apartado de mi lado hasta hacia unos minutos, cuando yo le había pedido que telefoneara a su abuelo.

La puerta de la habitación se abrió y ella alce la mirada, esperando ver a Edward. Pero era el medico.

–Veo que el bebé ya ha mamado un poco –dijo – Eso es bueno. Es fuerte para su tamaño. Pero me temo que tengo que molestarlo para tomarle una muestra de sangre.

–¿Para qué? –pregunte, suponiendo que sería una prueba rutinaria – ¿Tiene que hacerlo ahora que está dormido?

–Creo que es mejor averiguar cuanto antes si ha heredado el poco frecuente grupo sanguíneo de su padre –contestó el medico, hablando como si yo supiera a qué se refería – Con treinta y seis semanas de gestación no hay por qué esperar problemas –siguió –Pero dadas la circunstancias es prudente saber qué tipo de sangre tiene.

–No entiendo de qué me habla –Bella abrace al bebé, protectora. En ese momento Edward regresó lo miré con expresión de pánico.

–Estaba explicándole lo de tu grupo sanguíneo –le dijo el medico a Edward.

–No me ha explicado nada – mire de un hombre al otro angustiada–. ¡Sólo que debíamos averiguarlo por si algo iba mal!

–Sólo es una precaución –dijo el medico sentándose a mi lado y poniendo los utensilios necesarios en una pequeña bandeja, en la mesilla.

–¿Por qué no me hablaste de esto? – Bella mire a Edward acusadora, manteniendo al bebé fuera del alcance del medico.

–Estoy seguro de que no quería preocuparle –dijo el medico–. Es improbable que el bebé lo haya heredado.

–¿Y silo ha hecho? –pregunte con miedo.

–Bueno, como ya habrá visto, su marido es fuerte como un toro. Solo seria un problema si necesitara una transfusión de sangre.

–¿Qué ocurriría entonces? –presione.

–Es más difícil encontrar un donante. Por eso queremos estar preparados, para evitar sorpresas innecesarias –se levantó y apartó la mantita que cubría al bebé–. Si lo sujetas, acabaremos enseguida.

–¿Y si no encontráis el tipo de sangre necesario? –pregunte, cada vez estaba más asustada. Todo le parecía complicado y preocupante.

–No hay razón para creer que vayamos a necesitar hacer una transfusión –afirmó el medico–. Pero, si fuera así, la encontraremos. Es solo que tal vez habría que pedirla.

Inspire con fuerza y puso el bebé en mi regazo. Cuando la aguja atravesó su frágil piel, abrió los ojos con horror. Un momento después abrió la boca y empezó a llorar. Abrace a mi bebé, me partió el corazón verlo sufrir.

–Llevaré la muestra al laboratorio –dijo el medico, marchándose.

–Bella... yo... –Edward estaba cerca de mi, pero no lo mire. Por primera vez, me pareció oír duda en su voz, pero en ese momento yo sólo tenia ojos para mi hijo recién nacido.

–Déjame sola –dije. Me sentía como si hubiera recibido un puñetazo en el estómago.

Me desabroche el camisón y me coloque al bebé al pecho. Pero no estaba en la postura correcta y, tras un momento de silencio, el bebé volvió a llorar.

Sin decir una palabra, Edward se arrodilló ante nosotros. Puso una mano en la cabeza del bebé y lo guió hacia mi pecho. Justo cuando el bebé abría la boca para lanzar un grito, Edward empujó su cabeza hacia delante y el niño atrapó el pezón.

Mire a mi bebé chupar con fruición. Edward, apoyado en los talones, seguía mirando al niño.

–Te he pedido que me dejaras sola –dije, alzando los ojos para mirarlo. Edward parecía preocupado, pero estaba demasiado enfadada para pensar en eso.

–Pero...

–No te quiero aquí –dije, no podía escucharlo en este momento estaba demasiado enfadada lo único que quería era estar con mi hijo – Tu orgullo te ha hecho egoísta. No puedo creer que fueras tan arrogante y testarudo para dejar que tu falta de confianza en mí te llevara a callar algo que podía afectar al bienestar de nuestro hijo.

- Bella, cara yo… tengo algo que decirte – me dijo.

- Vete Edward, no quiero escucharte, déjame sola – no quería verlo.

- Amor, escúchame – amor? Me llamaba amor no lo entendía, pero tampoco quería intentar averiguarlo.

- Yo no soy ningún amor tuyo, no tienes nada que decirme, déjame sola – me sentía agotada

- Esta bien me voy, regresare mañana,

- Vete – le dije.

- Solo quiero que sepas que te amo – sus palabras me dejaron fría y sin palabras por lo que centre mi atención en mi hijo – te amo – escuche de nuevo antes de escuchar el sonido de la puerta cerrarse.


Esa noche fue la más larga de todas, me pase viendo a mi hijo dormir, las palabras de Edward venían una y otra vez a mi mente durante la noche “te amo”, me dijo que me amaba, una parte mi sabia que era cierto un hombre como Edward no dice esas palabras sino fueran ciertas, pero la otra parte estaba enojada con el por no haberse preocupado por la salud de nuestro hijo en el momento adecuado. Aunque también pesaba mucho la manera en que en se había comportado conmigo durante las ultimas horas que estuvimos juntos.

Unos golpes en la puerta me trajeron de vuelta a la realidad, pensé que era Edward pero el rostros que apareció me tranquilizo.

- Buenos Días Mi pequeña rosa inglesa, no sabes lo feliz que me has hecho.

- Buenos días André, ¿Qué haces aquí? Tu no puedes salir del palazzo – lo regañe.

- No te alegras de verme pequeña mía.

- Claro, que si, déjame pido a la enfermera que traiga al bebé para que lo conozcas, se lo llevaron para que yo descansara un momento.

- No hija, solo vine un momento a verte a ti, y si mi biznieto viene me entretendré mucho, mi medico me dio permiso de salir de casa pero el tiempo es corto y es un viejo cascarrabias que es capaz de prohibirme salir por lo que resta de vida.

Se acerco a mi y me vio a los ojos.

- Dime que sucede pequeña.

- Nada, estoy un poco cansada, tu biznieto es un poco demandante.

- Le dije al idiota de nieto que tengo, que se arreglara contigo, no lo ha hecho por lo que veo, pero como todo sucedió tan rápido creo que no han hablado.

- Edward estuvo conmigo durante el parto – le dije.

- Entonces en como suponía, aun no ha hablado contigo, quiero decirte que tienes todo mi apoyo. Pero hija quiero pedirte un favor – a el no podía negarle nada.

- Lo que querías – dije.

- Escúchalo, y si después decides no seguir con el, haremos lo que tu quieras, tu y mi biznieto pueden vivir conmigo aquí en Venecia o nos vamos a Inglaterra como tu quieras.

- ¿Harías eso por mi? – pregunte.

- Lo que sea, te has ganado mi corazón, te quiero como si fueras mi nieta.

- ¿Pero por que me ofreces todo esto?, no entiendo por que piensas que tengo problemas con Edward eso… - no me dejo terminar.

- Yo lo se todo hija, no me digas nada, tienes que descansar y yo también, este sera nuestro secreto - su comentario me sorprendio.

- Prométeme que lo escucharas, aunque es un idiota yo se te ama, si quieres hacerlo sufrir un poco, cuenta conmigo.

- Te lo prometo.

- Ahora me voy y no le digas a Edward que vine –me dio un beso en frente y se fue.

Lo escucharía si intentaba hablar conmigo, solo por que se lo prometí a André, para que me hago tonta, si que se lo amo y me muero por que me abrase, pero no se pondría tan fácil, Si Edward Cullen quiere algo conmigo lo hare sufrir un poco y tendrá que demostrarme que me ama.

HOLA

LO SIENTO NO PUDE SUBIR AYER, MIL GRACIAS POR SUS COMENTARIOS.

DEJENME SABER QUE LES PARECIO EN CAPI, EL COMPORTAMIENTO DE EDWARD Y ANDRE , QUE CREEN QUE PASARA EL PROXIMO CAPI, ESTE SE SUPONE QUE IBA A SER EL ULTIMO PERO SE ME ALARGO MUCHO, POR LO ME HABRA UNO O TALVES DOS MAS.

CARIÑOS

SC

sábado, 16 de octubre de 2010

NO TE ENGAÑE CAPITULO 12

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers .


Capitulo doce

BPOV


Lo mire atónita. Tenía el rostro tenso. De pronto comprendí que, aunque yo sabía que si podía tener hijos, él creía que no era posible.

–Claro que puedes –dije – Lo has hecho. Estoy embarazada y el padre eres tú.

–¡Por Dios Santo! – exclamó Edward, poniéndose de pie y mesándose el cabello – Ya es hora de dejar esa ridícula charada.

Aún sentada en la manta, estudié su rostro atentamente, intentando ver qué ocultaba su expresión. La brisa hizo que el flequillo le cayera hacia delante y él lo apartó con impaciencia.

Me levanté y me situé ante él. Instintivamente, puse una mano en su antebrazo. Tenía la piel cálida y suave, pero los músculos estaban duros como el acero.

–No puedo dejarlo porque es la verdad.

Ví que él estaba a punto de explotar y lo haría si yo no conseguía templar su ira.

–¿Por qué crees eso? – pregunté con voz suave – ¿Te hicieron pruebas?

Edward tomó aire y miró el lago, sin verlo.

–Heidi y yo no tuvimos éxito cuando decidimos tener familia –empezó–. Tras un tiempo, decidimos hacemos pruebas de fertilidad –hizo una pausa–. Era yo quien no podía tener hijos.

–Cometieron un error –dije automáticamente.

–No hubo ningún error –dijo Edward, seco–. Siéntate y come algo. Luego nos iremos –sacó el móvil de el bolsillo y pulsó una tecla de llamada rápida. Se dio vuelta y se alejó unos pasos mientras hablaba.

Me senté y lo contemplé atribulada. Todo lo ocurrido empezaba a tener sentido. El se creía infértil y por eso asumió que le había sido infiel cuando me quede embarazada. En su mente, era lo lógico. Eso explicaba su ira, pero no la excusaba.

Si me hubiera dicho la verdad en Semana Santa, habría intentado razonar con él, convencerle de que había habido un error. Podría haberse hecho nuevas pruebas de fertilidad. Era obvio que se trataba de un error o que algo había cambiado. Yo estaba embarazada y solo él podía ser el padre.

Lo mire hablar por teléfono. Con las montañas detrás, tenía un aspecto imponente, pero también parecía tan frío y duro como los agudos picos que se alzaban sobre los verdes valles.

Entendía que debía haberle dolido creer que no podía tener hijos, sobre todo siendo el último hombre de su estirpe. Pero también me había herido, echándome a la calle cuando no había hecho nada, y coaccionándome para aceptar un matrimonio que él veía sólo como algo temporal.

Debería haberme dicho la verdad y me había engañado. Primero, pidiéndome que tomara anticonceptivos aun creyendo que no eran necesarios. Después acusándome aunque no le había dado razones para que dudara de mi. Finalmente, y eso era lo peor, había utilizado lo que sabia de mi infancia para manipularme.

Súbitamente, sentí una intensa oleada de ira. Había confiado más en un informe medico que en la mujer con quien estaba compartiendo su vida. Me había tratado de forma penosa y lo había permitido. Pero no lo haría más.

–No has comido –dijo él, cuando finalmente concluyó su conversación y volvió a sentarse.

Lo mire y una corriente eléctrica paso entre nosotros. El abrió los ojos con sorpresa y supe que había reconocido la cólera que crecía en mi interior.

–Cuando regresemos te harás de nuevo las pruebas de fertilidad –afirmó con determinación.

–¿Por qué iba a someterme a esa humillación? –ladró Edward – Dadas las circunstancias, ¿no crees que sería mejor dejar esto ya? ¿O eres tan masoquista que deseas pruebas irrefutables de tu infidelidad?

–¡Quiero pruebas de mi inocencia! – grité – Y si no te las haces, haré una prueba de ADN cuando nazca el bebé.

–¿Estás loca? Si me niego a una prueba de fertilidad, ¿por qué crees que me haré una de ADN?

–Se lo pediré a André – declare – Su ADN demostrará el vínculo familiar.

Edward maldijo en italiano, se levantó y tiró de ella.

–¡Vas demasiado lejos! –grito. Me estremecí al sentir la fuerza de su ira. Nunca haría nada que pudiese herir a André, pero que Edward se negara a escucharme me había llevado a decir eso.

El rodeo mi cintura con un brazo y empezó a conducirme hacia el telecilla. Sentía la atronadora energía de su cuerpo. Era como estar rodeada por una tormenta a punto de alcanzar la máxima intensidad.

Pronto llegamos al sendero principal y Edward aflojó el brazo cuando nos acercamos a dos jóvenes montañeros. Les dijo algo en ingles y luego cambió al alemán.

No entendí lo que decía, pero cuando les entregó unos billetes y señaló en dirección a la pradera, comprendí que les había pagado para que recogieran la cesta de picnic y lo limpiaran todo. Edward estaba acostumbrado a dar órdenes y a ser obedecido.
Volamos de vuelta a Venecia en silencio y los días siguientes fueron muy tristes para mi. Edward se negaba a hablar conmigo y se mantenía alejado. Se marchaba a trabajar temprano, volvía por la noche y me hablaba solo cuando era estrictamente necesario.

Me sentía como si estuviera atrapada en una pesadilla sin escapatoria. Al principio pensó en irse de Venecia, pero no era tan sencillo.

No se trataba sólo del dolor que sentía al pensar en dejar a Edward. Mi embarazo estaba demasiado avanzado para que viajar resultara sencillo, y la idea de llegar a Londres casi a punto de dar a luz me aterrorizaba. Al menos en Venecia tenía atención médica.

Además, mi marcha devastaría a André. Yo sabía que el bebé era su bisnieto, pero si me iba, no sabía qué le diría Edward. Aunque me sentía traicionada por cómo me había utilizado Edward, compartía su deseo de hacer feliz a su abuelo. Tendría que esperar a que naciera el bebé antes de hacer nada.

Según pasaban los días, la ira que había sentido hacia Edward en el pradera se fue apagando y empezó a sentirme rechazada y solitaria.

El tiempo se hacía eterno y tenía la sensación de que estaría embarazada para siempre. Aún me quedaba más de un mes y no sabía cómo sobrellevarlo.

Visitaba a André cada mañana, haciendo el recorrido en barco, y por la tarde me refugiaba en mis libros de bolsillo. Dormía mucho. Cuando no dormía, leía o visitaba a André, me sentaba en la habitación del niño, intentando no pensar en la asombrosa revelación de Edward, que se creía estéril.

Al principio había sido como si se hiciera la luz en mi mente, porque eso explicaba que me creyera infiel. Después me había encolerizado su falta de confianza en mi. Y en este momento sentía otra cosa.

Me sentía rechazada.

Si Edward no se hubiera creído estéril, nunca se habría casado conmigo.

Desde el primer momento había sabido que Edward no quería un compromiso serio. Entonces no me había importado. Adoraba estar con él y había supuesto que su norma de <> no tenía que ver conmigo, sino que era su forma de vivir.

Pero había comprendido que sí se refería a mi.

Había sido lo suficientemente buena para ser su amante, pero no para ser su esposa. Al menos hasta que le di la oportunidad de darle a su abuelo algo que no creía poder conseguir de nadie mas.

Y aun así, había sido el empeoramiento de la salud de su abuelo lo que le había llevado a tomar una decisión. En un primer momento me había echado de su vida sin pensarlo un momento.

Una vez casados, comprendí que lo amaba. Me aferré a la esperanza de que, si conseguía convencerlo que no le había sido infiel, empezaría a abrirme su corazón.

Sin embargo, desde que sabía que él se creía infértil, mi esperanza había desaparecido. Cuando descubriera que no era infértil, nada lo ataría mi. Podría elegir a la mujer que quisiera como esposa.

–Pareces cansada –dijo André, quitándose las gafas y poniéndolas a un lado, junto al periódico.

–Un poco –admití, sentándome en el sillón que había junto a la cama – No sé por qué. No hago mucho últimamente.

–¿Qué quieres decir? –Exclamó él– Estás llevando a mi bisnieto en tu interior, ¡eso es mucho!

Sonreí. Visitar a André siempre me levantaba el ánimo.

–No falta mucho, pronto lo conocerás –dije, esperando que fuera verdad. Los médicos estaban satisfechos porque la salud de André se había estabilizado, pero seguía siendo un anciano muy frágil.

–No lo veré crecer –dijo él–. Pero no pienso irme de aquí hasta haberlo visto con mis propios ojos.

Se me llenaron los ojos de lágrimas. Parpadeé para ocultarlas, pero André no se había dado cuenta. Miraba hacia el frente y sonreía.

–Te prometo que oirá todo lo que me has contado sobre tu vida y sobre Venecia –dije.

–Me has hecho un hombre muy feliz –dijo André, mirándome – Solo los muy afortunados viven para ver a sus bisnietos. No sé si te he dicho alguna vez cuánto me alegra que tú seas la madre.

–Gracias. Siempre has sido muy bueno conmigo –contesté con voz temblorosa por la emoción.

–La espera ha merecido la pena –dijo él con una sonrisa–. Después de Heidi, me preocupaba que mi nieto no tuviera buen gusto con las mujeres.

–¿En serio? – Me picó la curiosidad, aunque era un tema potencialmente controvertido – Pero si hubieran seguido juntos, y tenido familia, habrías tenido más tiempo para conocer a tus bisnietos.

–¿Los hijos de Heidi? –dijo André con desagrado–. Nunca entendí por qué se casó con ella. Era veneciana, pero no era una buena esposa para él. Y habría tardado mucho tiempo en acceder a ser madre.

–¿Qué quieres decir? – No podía evitar querer saber más sobre la primera esposa de Edward.

–Estaba demasiado ocupada viviendo la vida, disfrutando de su egoísta existencia, gastándose su dinero en cosas frívolas –dijo André–. Sigue siendo igual, excepto que ahora está en Río de Janeiro, gastándose el dinero de su amante brasileño, según me dicen mis contactos.

–¿Contactos? –sonreí.

–¿Qué creías? –André sonó ofendido–. ¿Que porque soy viejo y estoy en la cama no sé nada?

–Claro que no – Me reí, pero me pregunté sabia sobre Edward y sobre mi.

– Yo lo se todo… no te preocupes todo se solucionará, yo me encargare de ello.

– ¿Qué sabes? – me atreví a preguntar.

– Se que últimamente mi nieto no te dedica el tiempo que mereces, por eso pareces tan cansada. El te quiere mi pequeña. No pienses en Heidi –añadió André–. Edward nunca la quiso como te quiere a ti. Cualquiera vería que sois almas gemelas, como mi querida Anna María y yo.

Forcé una sonrisa y me miré las manos, que tenía sobre el regazo. Sabia que Edward no me amaba.

–Casi lo olvido, tengo una sorpresa para ti.

–¿Una sorpresa? –repetí, agradeciendo el cambio de tema. No quería estar triste en su presencia. Espere que André no fuera a hacerme otro regalo de la herencia familiar. Me había encantado el collar antiguo que me dio el primer día, pero no había vuelto a verlo desde que Edward me lo quito.

–Sí. Hablar de mi Anna María me lo recordó... –dijo con expresión soñadora–. Recordé cuál era su cosa favorita cuando estaba embarazada, y pensé que a ti tal vez también te gustaría.

Sonreí expectante, intrigada por saber más de la mujer que había capturado el corazón de André.

–No puedo acompañarte para ver si te gusta –dijo él, pulsando un timbre para llamar al personal – Tendrás que decírmelo cuando vengas mañana.

El ama de llaves entró en la habitación y André le pidió que me enseñara su sorpresa. Por su actitud, resultó obvio que estaba al tanto de todo. André inició su siesta y ella me condujo a una parte del palazzo que nunca habla visitado.

Bajamos dos tramos de escaleras, cruzamos un precioso patio con árboles cítricos en gigantescos maceteros de cerámica y cruzamos una puerta doble. Me encontré ante la escena más atractiva que había visto en muchos días.

Una piscina azul de aspecto refrescante.

–¡Oh, vaya! –suspire, anhelando sumergir mi cuerpo cansado en el agua.

El ama de llaves me explicó que André había hecho que repararan y llenaran la piscina. Me mostró dónde estaba el vestuario y la ducha y, finalmente, me ofreció una selección de trajes de baño premamá.

Pocos minutos después, flotaba de espaldas sobre el agua, deliciosa y refrescante. Me di la vuelta y nade lentamente, admirando los mosaicos que decoraban el suelo y las paredes.

El regalo de André era perfecto en todos los sentidos. De repente, mis ojos se llenaron de lágrimas.

El abuelo de Edward había sido más generoso y amable conmigo que nadie en mi vida. Me trataba con respeto y se interesaba realmente por mi y por mis intereses. Mi propio padre nunca lo había hecho; ni siquiera había querido conocerme.

Y Edward, mi esposo, tampoco quería hacerlo.

EPOV
Caminaba impaciente por las callejuelas venecianas. Era primera hora de la tarde y había regresado pronto de la oficina por tercer día consecutivo, para descubrir que Bella no estaba en el palazzo. Desde nuestro regreso de la montaña, había empezado a pasar más tiempo en Pallazo Cullen. De hecho, casi nunca estaba en casa, y eso empezaba a molestarme.

Ese día mi abuelo me había mandado a llamar para hablar conmigo, no entendía que era lo que quería si Bella esta con el.
- ¡Nonno!, estas despierto.

- Si pasa.

- ¿Pensé que Bella estaba aquí? – dije buscándola con la mirada dentro de la habitación.

- Esta en piscina.

- ¿En la piscina de la abuela?

- Si, la mande a restaurar para tu mujer, le dije que fuera para por que tengo que hablar contigo.

- Tú dirás – le dije.

- Seré directo, desde hace unos días noto una sombra en los ojos de Bella, se ve que esta muy cansada y eso me preocupa.

- Creo que eso es normal, digo el hecho que este cansada, su estado es muy avanzando.

- Por eso mismo me preocupo, tanto ella como mi biznieto deben de estar sanos, y siento que ella esta triste.

- ¿Ella te ha dicho algo? – pregunte cuidadosamente, acaso Bella le había dicho algo a mi abuelo.

- No, ella es muy dulce conmigo pero también es muy discreta, pero eso no me quita la seguridad que tu tienes que ver con su estado de animo.

- ¿Yo?

- Si, tu, ella necesita todo tu cariño y tu atención en este momento, Quizás le dedicas mucho tiempo a el trabajo, hijo lo primero es la familia – me aconsejo.

Sus palabras mi hicieron recordar lo poco que Bella y yo nos habíamos tratado en estos últimos días.

- Edward, Bella esta embarazada sensible, debes mimarla, tiene una vida dentro de su cuerpo imagínate lo importante que es eso.

- Entiendo abuelo – dije sinceramente.

Hasta este momento me detuve a pensar en lo que Bella sufrió con todo esto, es decir además que el padre de su bebé la abandono, yo la he sometido a una presión muy cruel desde que nos casamos, es cierto que ella me había sido infiel y aunque esto me dolió hasta el alma, también le había dado felicidad a mi abuelo y eso no tenia con que pagárselo, yo he sido un maldito con ella sin importarme que estuviera embarazada, ahora comprendo mi error, en este momento ella era mi pareja y mi deber era estar con ella dándole mi apoyo en lugar de atormentarla
- Mas te vale, por que si no borras la tristeza de su mirada, la hago que te abandone, y esta de mas decir que tendrá todo mi apoyo.

- No te preocupes abuelo, yo me encargo de cumplir.

- Una cosa mas… Bella no es Heidi… aleja de ti esa sombra de tu anterior matrimonio. Solo así podrás ser feliz, ahora vete por que quiero dormir.

Salí a buscar a mi esposa, necesitábamos hablar apartar de este momento intentaría llevar una relación real y intentar también crear un lazo con el que seria mi hijo.

El que mi abuelo llenara la piscina para ella, algo muy considerado de su parte. Y por lo visto Bella adoraba nadar, algo que yo no sabía. Pero dudaba que pudiera pasarse todo el día en la piscina.

Recordaba demasiado bien la expresión desdeñosa del rostro de Heidi cuando agitó el informe médico que me declaraba infértil ante mi rostro.

Había sido joven e ingenuo cuando me case con Heidi, creyendo que sería la perfecta esposa veneciana que daría a luz a la siguiente generación de Cullen´s. No había sido así. Pero creía haber aprendido algo de la experiencia: a proteger mi orgullo.

Mi infertilidad había abierto una brecha en mi matrimonio. Para aliviar su decepción, Heidi se había entregado a una ajetreada vida de reuniones sociales y viajes. Nos habíamos distanciado y yo no había hecho ningún esfuerzo por salvar el matrimonio. Cuando Heidi me dejó, me alegró. Así no habría nada que me recordara mi vergüenza.

Pero, por más que lo había intentado, no había podido olvidar. Estaba acostumbrado al éxito y mi fracaso como hombre seguía hiriéndome sin piedad, si tan solo el bebé que Bella esperaba fuera mío.

Enfrentarme a esa sensación de humillación fue el reto más difícil de mi vida. Así que me jure no volver a dejar que una relación seria debilitara mis defensas.

No podía engendrar un hijo, así que un compromiso a largo plazo no tenia sentido.

Sólo el deseo de satisfacer el último deseo de mi abuelo me había llevado a casarme con Bella.

Bella no era como Heidi, no había reaccionado con desdén al descubrir que era infértil. Pero la noticia le había hecho mostrar su auténtico carácter. Y su comportamiento desde entonces demostraba lo que pensaba de mi.

Sabía que le había quitado sus argumentos. Ya no podía aferrarse a su historia de no haberme sido infiel. Al principio había parecido atónita, pero eso pronto se había transformado en ira, seguramente porque había hecho que quedara como una tonta.

Inmerso en mis pensamientos, entré al patio. Bella dormía en una mecedora, bajo el pasadizo techado que conducía a la piscina.

Me detuve para contemplarla. Estaba preciosa, encantadora y al tiempo vulnerable. Tumbada hacia un lado, con el sedoso cabello extendido como alas de ángel y los brazos sobre el vientre. Mirándola, todos los malos sentimientos que habían crecido mientras iba hacia allí se disolvieron. Era imposible sentirse enfadado ante esa visión de belleza celestial.

La había echado de menos.

Me senté en una silla, dispuesto a esperar a que se despertara naturalmente. No debía de ser un sueño profundo, porque se movió poco después.

–Ciao –salude, poniéndole un mechón de pelo detrás de la oreja – Pensé que te encontrarla aquí.

–¿Cuánto tiempo llevas ahí sentado? –preguntó Bella, incorporándose.

–No mucho. Acabo de llegar – mire a mi alrededor–. Hacía años que no estaba en este patio. Solía jugar al fútbol aquí.

–¿En serio? –ella miró los cítricos y los bancos de mármol que rodeaban la fuente que había en el centro–. Hay muchos obstáculos.

–Eso era bueno para practicar el regateo – sonreí al recordarlo–. No hay nada como tropezar con un banco de mármol, destroza las espinillas.

–También hay muchas ventanas – me contesto.

–Sí, rompí bastantes –dijo Edward – Al principio el ama de llaves lo ocultaba, pero cuando mi abuelo se enteró me leyó bien la cartilla-

Bella se recostó, estaba paliada y parecía desvalida, su aspecto me recordaron la platica con mi abuelo, debía ser mas cariñoso con ella, en su estado no era favorable que ella se sintiera angustiada.

–¿Estás bien? –Edward sonó preocupado.

–Sí. Solo cansada –agarró su vaso de agua, sin mirarme.

–Pareces triste – le toque el brazo – ¿Por qué eres infeliz?

–Porque solo te casaste conmigo por el bebé que llevo dentro –dijo ella con sinceridad.

–Lo sabias, te lo dije desde el principio – dejó caer la mano – ¿Acaso creías que había otra razón? – necesitaba conocer que era lo que ella sentía para saber si nuestra relación tenia futuro.

–Pensé, deseé, que hubiera algo entre nosotros, además del niño que sigues negándote a creer que pueda ser tuyo –puso los pies en el suelo– Ahora se que me equivocaba. Para ti no soy más que una maquina de hacer bebés.

Metió los pies en las sandalias y se levantó.

De repente vi un charco a sus pies.

–Has roto aguas –la alzó en brazos y fue hacia la entrada del palazzo–. Vamos directos al hospital.

 
HOLA!!
 
SIENTO MUCHISMO LA TARDANZA, SI PUEDO SUBO OTRO CAPI EL LUNES, SOLO FALTA UNO PARA QUE SE ACABE LA HISTORIA.
 
QUE LES PARECE EL CAMBIO DE EDWARD, RECUERDEN QUE AUNQUE ESTA ES UNA ADAPTACION A MI ME ENCANTA JUGAR CON NUEVAS SITUACIONES QUE LES GUSTARIA QUE PASARA?
 
GRACIAS POR SU APOYO
 
DEJENME SABER SU OPINION...
 
CARIÑOS VANESSA

viernes, 1 de octubre de 2010

NO TE ENGAÑE CAPITULO 11

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers .


Capitulo once



BPOV



Gracias por acompañarme –dije, cuando salíamos del hospital tras la ecografía.


–No tienes por qué agradecérmelo –Edward me dio la mano para ayudarme a bajar al barco – Era mi deber.


Lo mire, pero el destello del agua me deslumbró y no pude leer su expresión. Durante la ecografía había estado frío y distante, una actitud muy distinta a la de las dos últimas semanas. Desde que habíamos hecho el amor apenas existía tensión entre nosotros.


Pensé, con tristeza, que seguramente era porque lo único que hacíamos juntos era hacer el amor. Al principio me había alegrado por nuestra nueva intimidad y disfrute mutuo. Era un amante sorprendente y generoso que me trataba como a una princesa.


Cada vez que lo miraba el corazón me daba un vuelco y mi amor por él había seguido creciendo, un preciado secreto de mi corazón. Pero el tiempo pasaba y necesitaba más. Quería poder compartir con él algo más que el sexo.


Sería fantástico poder hablar con él, mantener una conversación real. En cuanto iniciaba algo que no fuera una conversación de cama, él me silenciaba. Con un beso, una caricia o sugiriendo algo deliciosamente exquisito que deseaba hacer con mi cuerpo.


–¿Te molestó que preguntara el sexo del bebé? –saque las gafas de sol del bolso. Quería poder interpretar su expresión, saber cómo se sentía.


–A mi abuelo le agradara que sea un niño –el tono de su voz no reveló su estado de ánimo.


–¿Quieres alguna? –pregunte, alzando las fotos del feto que me había dado el ecógrafo.


–Estoy seguro de que a mi abuelo le gustará verlas todas –sacó el móvil del bolsillo y lo encendió para ver si había recibido alguna llamada o mensaje mientras estábamos en el hospital–. Guárdalas.


Lo mire en silencio. La brisa alborotaba su pelo cobrizo y hacia que su chaqueta se agitara, pero tenía el rostro rígido como una estatua. No parecía enfadado, sino más bien carente de toda emoción.


Sabía que debía ser duro para él creer que el niño no era suyo. Seguía sin saber por qué, pero tras la intimidad que habíamos adquirido últimamente, al menos en el dormitorio, me parecía fatal que siguiera creyendo algo que no era cierto.


Unos minutos después nos encontrábamos en el Gran Canal. Aunque había estado allí multitud de veces, no pude evitar sentirme impresionada por los magníficos edificios que bordeaban el agua. André había empezado a contarme la fascinante historia de los palazzi que se veían desde su dormitorio.


–He pensado que tal vez te gustaría pasar por Palazzo Cullen –dijo Edward–. A no ser que estés cansada y prefieras que te deje en casa antes de ir a la oficina.


–Prefiero visitar a André –dije – Quiero ver su rostro cuando sepa que tendrá un bisnieto –mire a Edward de reojo, incómoda al comparar el placer de su abuelo con el obvio desinterés de Edward.


–Seguramente empezará a elegir nombres. Nombres tradicionales, adecuados para el nuevo Cullen –contestó Edward – Pero no te preocupes. No le pondremos al niño un nombre que no te guste.


Me aparte el pelo de la cara y lo miré con interés. Justo cuando pensaba que mostraba tanta emoción y comprensión como una estatua de mármol, volvía a sorprenderme. Era la primera vez que expresaba que tendría en cuenta mis sentimientos.


–Me gustaría elegir un nombre que haga feliz a André – dije. Lo cierto era que me emocionaba saber que el bisabuelo de mi hijo lo quería de verdad y quería llamarlo siguiendo la tradición familiar. Pero era un pensamiento agridulce, dado que Edward no sentía lo mismo que su abuelo.


–Esta noche volveré tarde –dijo Edward, saltando del barco para ayudarme a bajar ante el embarcadero de Palazzo Cullen – Tengo trabajo retrasado.


Observe como el barco se reincorporaba al Gran Canal. Me había sentido muy feliz en la ecografía, viendo las imágenes de mi bebé. Pero el peso de la tristeza empezaba a descender sobre mi.


Había sido maravilloso volver a pasar tiempo con Edward durante las últimas dos semanas. Había intentado no pensar en el futuro, diciéndome que la intimidad que habíamos redescubierto me ayudaría a restablecer la confianza de él en mi.


Pero su reacción a la ecografía había dejado claro que no había cambiado nada. Ni siquiera ver el diminuto bebé lo había ablandado.


Las semanas siguientes siguieron la misma pauta. Parecía imposible que pasara tiempo con Edward sin terminar en sus brazos.


Cada vez se enamoraba más de él y una diminuta semilla de esperanza había arraigado en mi corazón. Si pudiera convencerlo de mi inocencia, tal vez todo iría bien entre nosotros, dentro y fuera del dormitorio.


Según avanzó el embarazo, mi vida adoptó una rutina similar a la que había seguido cuando llegue a Venecia a vivir con Edward. Empezo a pasear conmigo por la ciudad y a llevarme a restaurantes, dándome por fin la oportunidad de hablar con él.


Pero, aunque era lo que llevaba deseando semanas, sabía que tenia que ir despacio, mantener las conversaciones en terreno neutral. Estaba intentando cimentar lo que sería la vida futura de mi hijo mientras tuviera la oportunidad. No podía arriesgarme a estropearlo todo con un comentario desafortunado.


Una noche, él me sorprendió llevándome a Marco’s. Era la primera vez desde la terrible discusión en la que Edward había expresado sus sospechas sobre él.


Me tensé inconscientemente cuando entramos. Era terrible que me hubiera llevado allí, sobre todo cuando últimamente nos llevabamos tan bien. Marco haría algún comentario y no sabía cómo reaccionaría Edward.


–¡Bella, Edward! –Marco fue hacia nosotros e hizo una extravagante reverencia–. Me alegra veros después de tanto tiempo.


–Marco –Edward saludó al dueño del restaurante con voz neutra.


–Mamma mia! ¡Enhorabuena! –exclamó, contemplando mi abultado vientre.


–Gracias –Edward me condujo a la mesa y me apartó la silla él mismo.


–Me alegra verte de nuevo en Venecia tras la última vez –dijo Marco, dirigiéndose a mi. Luego miró a Edward y sus ojos destellaron con un brillo protector–. Debió de preocuparte mucho pensar en tu amor recorriendo sola las calles una noche fría y neblinosa.


Era el comentario que tanto había temido. Me había esforzado mucho para arreglar las cosas con Edward, por el bien de mi hijo nonato y por mi propia felicidad. En ese momento, me pareció más fácil asumir la culpa para que Marco no pensara lo peor de Edward.


–Fue un tonto malentendido – dije.


–No, era mi responsabilidad –dijo Edward con calma, poniendo su mano sobre las mías – Quiero darte las gracias por cuidar de Bella cuando yo no lo hice.


–Debes de estar encantado de tenerla de vuelta –dijo Marco. Seguía teniendo una mirada suspicaz yo deseé poder cambiar de tema.


–Es... fantástico estar aquí –balbuceé.


–Ahora es mi esposa –añadió Edward, con voz grave.


–Molte congratulazioni! –Marco sonrió de oreja a oreja y su severidad se esfumó. Llamó a un camarero para que llevara una botella de Prosecco.


Sentí la presión de la mano de Edward y miré su rostro. Estaba tan guapo como siempre, pero no pude leer su expresión. ¿Intentaba decirme que no creía que hubiera tenido una aventura con Marco?


Tal vez solo quería que entendiera que, a pesar de que me consideraba infiel, si no con Marco con otro, simularía para garantizar la felicidad de su abuelo.


Nos sirvieron vino y siguió una serie de brindis por los recién casados, así que dejé de pensar en eso.










–Tienes un aspecto terrible –dijo Edward, ayudándome a subir los últimos escalones y conduciéndome al sofá del estudio.


–Gracias – intente sonreír, pero no me sentía bien.


–Llamaré al medico –dijo Edward, arrodillándose ante mi para mirarme bien.


–No hace falta. Fui a revisión hace dos días. Todo va bien, me acaloré volviendo de visitar a André.


Edward juró entre dientes y fue a la zona del bar para prepararme un vaso de agua mineral con hielo.


–Perdona –dijo, ofreciéndomelo – Debí pensar en traerte algo de beber inmediatamente.


–No importa – me emocionó su preocupación – Necesitaba sentarme antes que nada.


–No deberías caminar con este calor. Tienes que descansar unos días. Cuando te recuperes, si quiere ir a visitar a mi abuelo, debes hacerlo en barco.


–No necesito descansar unos días –protesté – Mañana estaré bien. Y necesito andar para hacer algo de ejercicio, eso es bueno.


–Voy a llamar al medico –afirmó él–. Quiero enterarme yo mismo de lo que te conviene. No permitiré que hagas más de lo necesario.


Lo miré con asombro y consternación. Embarazada de siete meses aún estaría trabajando a tiempo completo, si no tuviera el privilegio de estar casada con un hombre rico.


–Tienes los tobillos hinchados –Edward se inclinó para quitarme las sandalias – ¿Eso es normal?


–Creo que sí –dije. Edward empezó a masajearme los pies para borrar las marcas dejadas por las tiras de las sandalias y luego siguió subiendo hasta las rodillas – A no ser que sea excesivo. La comadrona siempre lo comprueba, pero no sé qué significa.


–Se lo preguntaré al medico.


–En serio, ya estoy bien –proteste de nuevo. El vaso e agua me había refrescado y me sentía mejor. Más que mejor. Sentir los dedos de Edward empezaba a disparar mi libido. Estar en el tercer trimestre de embarazo no había disminuido mi deseo físico por él – Pero creo que estaría mejor si me refrescara en la ducha.


Edward me alzó en sus fuertes brazos y me subió al dormitorio. Me llevó al cuarto de baño y me dejó en el suelo de mármol. Estaba deliciosamente frío y, como siempre que estaba junto a Edward, senti plena conciencia de mi propio cuerpo. Cada milímetro de mi piel anhelaba tocarlo o ser tocado por él.


–¿Necesitas ayuda? –preguntó él. Sus ojos se oscurecieron y adivine que sabía exactamente lo que necesitaba.


–Me encantaría algo de ayuda –tragué aire mientras él abría la ducha. Luego, se agachó, agarró el bajo del amplio vestido de verano y me lo sacó por la cabeza.


Él se libró de su ropa rápidamente y la lanzó hacia el dormitorio de un puntapié.


–Eres bellísima –dijo, acariciando el vientre hinchado al tiempo que empezaba a quitarme las braguitas.


Me apoye en sus hombros para ayudarlo. El seguía adorando mi cuerpo, a pesar de lo avanzado de mi embarazado. Era muy inventivo a la hora de encontrar formas de disfrutar haciendo el amor a pesar de los cambios de mi cuerpo. Su modo de tratarme me daba esperanzas con respecto al futuro.


Me desabrochó el sujetador y luego, desnudos, entramos juntos a la ducha. Suspire cuando Edward empezó a aplicarme gel. Estar con él era increíble.










Esa tarde Edward me llevó a su casa en las montañas Dolomite. En cuanto descendi del helicóptero, noté que mi cuerpo se relajaba con el frescor. No me había dado cuenta de que siempre tenia calor en Venecia; el palazzo tenía aire acondicionado, pero el aire de la montaña era mucho más refrescante.


–Es increíble –dije, mirando las vistas.


–El chalé es un refugio muy útil –dijo Edward – Y será un buen lugar para que descanses.


–No se puede decir que haga mucho en Venecia –proteste, volviéndome para mirar lo que suponía era el chalé de Edward. No encajaba con mi idea de lo que era un chalé, basada en las pequeñas casitas de vacaciones en las que a veces nos habíamos alojado mi mamá y yo en verano. No en un impresionante edificio de madera que parecía un exclusivo centro de esquí alpino – Estoy embarazada, no inválida.


–El medico dijo que te iría bien salir de la ciudad – Edward tomó mi mano y subimos los escalones de madera hasta el un impresionante balcón corrido que parecía rodear todo el edificio – Y estoy de acuerdo.


Entramos en la zona de estar de la planta baja, organizada para sacar el máximo partido a las increíbles vistas.


–Siéntate y descansa mientras hablo con el ama de llaves sobre la cena.


Me hundí en un cómodo sillón. Mis pies me lo agradecieron, a pesar de que acababa de bajar del helicóptero. Y había pasado casi toda la tarde durmiendo, hasta que Edward me despertó porque había llegado el medico.


El diagnostico fue que todo iba bien, y que podía salir de la ciudad unos días. Cuando se marchó, le dije a Edward que no quería interferir con su trabajo, pero descubrí que Edward había hecho el equipaje mientras yo dormía.


Sabía que, cuando Edward decidía algo, era imposible hacer que cambiara de opinión. Y me emocionó que se hubiera molestado en hacer mi equipaje. Nadie me había hecho una maleta en mi vida. Si hacia un breve viaje con Renée, era yo quien comprobaba que no olvidáramos nada esencial.


EPOV






Te he traído una bebida – me detuve en el umbral con un vaso de agua con hielo en la mano, y la contemple admirando las vistas.


Estaba preciosa. Sus mejillas tenían un suave resplandor, llevaba el pelo recogido en la nuca, pero algunos rizos castaños se habían escapado y se arremolinaban junto a un lado de su rostro.


–Gracias –se volvió hacia mi y sonrió, iluminando aún más su ya radiante rostro. Me alegre de haberla sacado de la ciudad. Podía tenerla entera para mi, sin distracciones. Pronto nacería el niño y nada sería igual. Bella tendría otro centro de interés en su vida y la agradable rutina que habíamos establecido cambiaría.


–He supuesto que querrías beber algo, últimamente siempre tienes sed –le pasé el vaso y me senté frente a ella.


–No sabía que tenías esta casa –dijo Bella, tras tomar un largo trago de agua–¿La usas a menudo?


–Para esquiar en invierno –dije, recordando que había pasado casi dos semanas, tras la marcha de Bella, lanzándome por las pistas – Y es un sitio tranquilo para alejarse del bullicio en verano.


–Nunca me habías traído aquí –dijo Bella.


–No nevó hasta tarde este año, y para entonces ya tenías lo que creímos era un virus estomacal.


–Ah –Bella se llevó la mano al cabello. Se dio cuenta de que era una masa de rizos, tras haber hecho el amor en la ducha. Yo la había dejado durmiendo en la cama y después no había tenido tiempo de alisárselo de la forma habitual antes de salir de la ciudad.


–Si recuerdo haberte dicho que me gustaba tu cabello liso –dije de repente–. Tiene un brillo precioso cuando lo alisas, pero me encantan como cae en ondas cuando no lo haces.


Bella me miró, atónita por mi confesión.


–Entonces, ¿por qué dijiste que no te gustaba liso?


–No quería decir eso –conteste, deseando no haber sacado el tema – Es solo que lo prefiero rizado.


–Bueno, me alegro –dejó el vaso en la mesita de café y se levantó para venir hacia mi. Eche la cabeza hacia atrás para mirarla mientras se sentaba en el brazo del sillón y me pasaba los dedos por el cabello – Porque ése es su estilo natural.


Mi cuerpo reaccionó de inmediato, como siempre. Sólo mirarla era suficiente para excitarme. Era maravillosa. Incluso con el cambio de su cuerpo, no me cansaba de ella.


–Te he traído aquí para descansar –alce la mano y acaricié su pómulo con los dedos.


–Pues será mejor que me enseñes el dormitorio – me dijo. Sus ojos brillaron con una invitación sexual.










BPOV






Durante los dos días siguientes, llegue a pensar que no había sido tan feliz en toda mi vida. Había decidido no preocuparme por el futuro y me concentre por completo en el presente, consciente de que podría ser mi última oportunidad de estar a solas con Edward.


Nunca había pasado tanto tiempo seguido con él. El había ignorado su móvil y su ordenador portátil para concentrarse en mi. Era el paraíso.


Edward era maravilloso. Atento a todas mis necesidades, me cuidaba y me llevaba a visitar sitios bonitos durante el día. Por la noche me hacía el amor de forma exquisita.


–Tienes suerte de haber crecido cerca de aquí –suspire, admirando el paisaje. Edward me había llevado a una bonita pradera alpina, cubierta de flores silvestres, para hacer una comida campestre.


–Siéntate y descansa –dijo él, extendiendo una manta sobre la hierba–. Aún tienes que regresar al telecilla andando.


–Estoy algo cansada – admití, pasándome una mano protectora por el vientre y curvando la espalda para frotarme las lumbares.


–Deja que lo haga yo –Edward se agacho a mi lado y empezó a masajear el punto exacto que me dolía.


–Ah, qué maravilla –murmuré inspirando con deleite y disfrutando de la presión de su mano – Ojala tuviera energía suficiente para bajar allí –añadí, mirando el cristalino lago de montaña.


–Te llevaré mañana –ofreció Edward – Conozco una ruta diferente y más corta.


–Me mimas demasiado –Me volví para mirarlo – ¿No tienes que regresar a la ciudad?


–Los negocios pueden esperar –Edward encogió los hombros–. Pronto acabará el verano, y aunque esto es precioso en invierno, hace demasiado frío para comer fuera. Vamos a disfrutarlo –Edward abrió la cesta y sacó una botella de agua mineral, zumo de frutas y la deliciosa comida que había preparado el ama de llaves.


–Creo que no deberíamos pasar demasiado tiempo fuera – dije – Odio pensar que André esté solo, sin visitas.


–Tiene visitas –contradijo Edward, con voz seca – No era un recluso antes de que llegaras tú.


–No he dicho que lo fuera –dije, molesta por la súbita brusquedad de Edward – Creí que te gustaba que le hiciera compañía.


–Y yo creí que eras feliz aquí –dijo Edward – Pero si prefieres volver a casa, volaremos esta tarde.


–¿Por qué siempre tiene que ser todo o nada contigo? – exprese mi frustración sin pensarlo. Me gustaba que Edward fuera fuerte y decisivo, pero a veces deseaba que no lo viera todo blanco o negro.


–No entiendo lo que quieres decir –me paso un plato de comida, lo acepte con cierta desgana.


–Quiero decir que he sido feliz aquí, muchísimo – explique - Eso no impide que piense en André. Pero no quería decir que nos fuéramos de inmediato.


–Tiene a gente que se ocupa de él veinticuatro horas al día –Edward mordió el pan con furia.

EPOV


Pensé en mi abuelo. Le debía hacer felices sus últimos días. Y, aunque en cierto sentido me irritaba, sabia cuánto lo alegraban las visitas de Bella.


Maldije mi egoísmo por querer mantener a Bella alejada de la ciudad por mi propio placer. Tendrían que volver a Venecia.


–Quiero a tu abuelo –dijo Bella de repente – Me acepta y no me juzga.


–No sabe lo que has hecho –dije con voz controlada pero tensa, deseando que Bella no me hubiera recordado su traición – Yo sí lo sé, pero no soy quien sigue sacando el tema. Conozco la verdad.


–Nuestro hijo crecerá sin conocer a su bisabuelo –dijo Bella como si, pérdida en sus pensamientos, no me hubiera oído – Pero André quiere que crezca conociendo la historia de su familia, sabiendo de dónde viene y a lo que pertenece.


La miré, incapaz de creer que siguiera hablando así. Apreté los puños e intenté controlar mi creciente ira. ¿Por qué se empeñaba en decir cosas que me recordaban su infidelidad?


–Yo nunca sentí que perteneciera a nada. Mi padre no me quería y mi madre apenas conseguía salir adelante – dijo – Por encima de todo, quiero que nuestro hijo sepa que es deseado y querido de verdad. Que sepa que pertenece a su familia.


–Mi abuelo es viejo ahora –dije apretando los dientes – No te habría parecido tan agradable hace unos años. Era un hombre formidable.


–Ya lo sé. Sigue siéndolo –contestó ella rápidamente–. Obviamente, es cosa de familia.


–Sabe que le queda poco tiempo –dije – Creo que eso ha intensificado sus deseos.


–Estoy de acuerdo. De eso estamos hablando.


–Estamos hablando de su deseo de un bisnieto.


–Y es lo que vamos a darle –dijo Bella.


–Es lo que él cree que vamos a darle – masculle – El hecho de que esté dispuesto a reconocer al niño como mío, por la felicidad de mí abuelo, no implica que haya olvidado la verdad.


–Yo tampoco la he olvidado –Bella se apartó el pelo de la cara con un gesto de exasperación.


–Déjalo ya –dije – Puedes simular que el niño es mío ante el resto del mundo, pero no me insultes hablándome como si yo no supiera la verdad.


–No pareces saberla. Y no sé por qué no me das una oportunidad. Accedí a no volver a mencionarlo porque sabía que no arreglaríamos nada Si seguíamos discutiendo. Pero creía que habíamos empezado a crear un vínculo y no entiendo por qué sigues negándote a escucharme.


Apreté mas los puños. Me sacaba de quicio que siguiera alegando inocencia. No lo soportaba más.


–Se que no es mío porque no puedo tener hijos




HOLA
hoy no me tarde tanto... estoy intentando a marchas  forzadas terminar esta historia pronto para enforcarme en la otra historia!!

muchas gracias por su apoyo! y por sus comentarios... dejenme saber que les parece el comportamiento de Edward...

cariños

Vanessa