Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.
Capitulo 11
EPOV
—¿No crees que se me nota mucho el embarazo? frené en un semáforo y giré la cabeza para mirarla. Llevaba unos jeans que quizá había comprado después de la discusión sobre el tamaño de su trasero y el embarazo estaba escondido bajo una ancha camisa de lino que llevaba abierta sobre una camiseta roja, el pelo cayendo en ondas sobre sus hombros. Estaba preciosa.
Tuve que hacer un esfuerzo para no dar la vuelta y llevarla a casa para .hacerle el amor otra vez. Cómo desearía hacer eso.
¿Cómo podía desearla tanto? ¿Cómo podía desearla si era todo lo contrario de lo que siempre había buscado en una mujer?
Pero la deseaba. Desesperadamente. Y no era un mero deseo sexual. Era algo más. Algo que no había sentido nunca.
Lo supe por la noche, cuando la miré a los ojos y le dije que no había estado con nadie. En ese momento quise que me creyera, que confiara en mi por completo.
Y aunque entendía que no hubiera confiado del todo, algo dentro de mi se rompió cuando sacó el preservativo.
El semáforo se puso en verde y pise el acelerador.
—Estás muy guapa. No te preocupes.
—Ya, claro, pero todos tus amigos estarán en la barbacoa.
—¿Y qué? Les gustarás a todos, a los que te conocen y a los que no.
—Lo dudo.
—¿Por qué?
—Porque no siempre caigo bien a la primera. No suelo dar una buena impresión.
—¿En serio?
—En serio. Alice dice que me ven fría y que pongo nerviosa a la gente.
—Sólo tienes que relajarte. No te pongas nerviosa, sé tú misma.
—¿De verdad tenemos que ir?
—Es sólo una barbacoa, Bella. No tienes por qué temer nada. Los McCarty la hacen todos los años.
—Pero podrías haber ido solo.
—Sí, claro. Y los dos sabemos que eso parecería un poco raro, ¿no? Al fin y al cabo, somos recién casados.
—¿Y no parezco demasiado embarazada? —Insistió Bella—. Ya sé que tendremos que decirlo en algún momento, pero cuanta menos gente sepa que estoy embarazada menos confusión habrá cuando nos divorciemos y Alice y Jasper se queden con el niño.
—Sí, claro —murmure, sin mirarla. —Aunque se van a quedar de piedra de todas formas cuando se enteren. Pero no quiero que tus amigos piensen que te has casado conmigo porque estoy embarazada.
—No creo que lo piensen porque no estamos en 1952. Además, seguramente lo que se preguntarían es cómo demonios me he ligado a una juez.
Bella soltó una carcajada.
—Sí, sí.
—Estás preciosa, Bella, no te preocupes.
—¿Por qué todo el mundo le dice a las mujeres embarazadas que están preciosas? Es como si temieran que nuestra autoestima estuviera por los suelos.
La mire. No sabía si las demás embarazadas estaban preciosas, pero desde luego mi Bella lo estaba.
Quizá porque por fin había conseguido dormir ocho horas seguidas. O quizá porque estaba esperando un niño. Pero yo sospechaba que tenía mucho que ver con lo que había pasado por la noche. Y por la mañana.
Fuera cual fuera la razón, estaba más guapa que nunca.
Bella podría estar preocupada por impresionar a mis amigos, pero lo único que me preocupaba era impresionarla a ella.
BPOV
¿Que me relajase? ¿Que fuera yo misma? Sí, estaba funcionando, seguro.
Apreté la lata de refresco y sonreí al grupo de mujeres que me rodeaba. Al menos, media docena de mujeres me habían acorralado en el jardín para interrogarme sobre mi boda con Edward. Ahora que se habían quitado eso de encima, estaban hablando de los niños, del colegio, de los impuestos, de los programas de televisión.
Y todas parecían… felices. Busque señales de frustración o de rabia, pero no encontré ninguna. Estas mujeres parecían enamoradas de sus maridos, contentas con sus hijos y, en general, satisfechas con sus vidas.
¿Los años que había pasado en la judicatura me habrían convertido en una cínica?, me pregunté si. ¿Existía la posibilidad de ser feliz? Mi infancia había sido para un trauma, pero ya lo había superado. ¿O no?
En ese momento, una de las mujeres, la anfitriona, se me llevó aparte.
—Yo creo que necesitas otro perrito caliente —dijo en voz alta.
—Ah, gracias.
Pero cuando nos acercábamos a la barbacoa, alejadas de las otras mujeres, me dijo:
—En realidad, lo que pareces necesitar es un respiro.
—¿Por qué dices eso?
—Las chicas son encantadoras, pero supongo que esto tiene que ser un poco abrumador para ti. Has conocido a cincuenta personas esta tarde y todo el mundo siente tanta curiosidad… Seguro que no te acuerdas de mi nombre.
—Pues…
—Rosalie Hale McCarty.
—Ah, es verdad —hice una mueca—. Olvidar el nombre de la anfitriona no me hace quedar nada bien, ¿no?
—No te preocupes, es normal. Tú has tenido que aprenderte cincuenta nombres y yo sólo uno; al fin y al cabo, tú eres la invitada de honor —rió Rosalie—. Mira, quedan muchos perritos calientes, pero si te apetece otra cosa hay ensalada de patata. La pasta ni la toques. No sé quien la ha traído, pero es horrorosa… ay, Dios mío, no la habrás traído tú, ¿verdad?
—No, yo he traído una ensalada de judías verdes. Y no sabía que fuera la invitada de honor.
—Pues claro que sí. Hacemos esto cada vez que se casa algún miembro del parque de bomberos.
—Ah. Pero Edward me dijo que hacíais esto todos los años…
—Seguramente no querría ponerte nerviosa. Además, con todos los que se han casado, creo que en realidad hacemos esto todos los años. Y es curioso que Edward siga acudiendo a estas fiestas.
—¿Por qué?
—Porque ya no es bombero. Ahora es investigador, desde hace dos años más o menos. Entonces le dije a Emmett que dejaría de salir con nosotros. Nuevo trabajo, nuevos amigos, pero no ha sido así.
—Ahora que lo dices, creo que sólo conozco a uno de sus compañeros nuevos. James me parece que se llama. Vino a la boda.
—Y James también trabajaba antes en el parque de bomberos. Él fue quien le recomendó que se hiciera investigador cuando llegó a teniente. Edward es muy ambicioso, pero no se olvida de los amigos.
Asentí. No se me había ocurrido pensar que era relativamente joven para el puesto que ocupaba. O que hubiera llegado a teniente antes de hacerse investigador.
Pero sí sabía que era una persona leal y de confianza. Una persona que haría cualquier cosa por un amigo.
—Edward es un buen tipo —siguió Rosalie—. Por eso, Emmett y yo estamos muy contentos de que haya encontrado a su media naranja.
¿Cómo podía contestar a eso sin mentir?, me pregunte. En realidad, me sentía como un fraude desde que llegue a la fiesta. No, desde que me puse el vestido blanco y me casó con Edward delante de todos sus amigos.
—Pues… sí, claro, lo entiendo. Edward no es de los que se casan. Antes de conocernos, claro.
—¿Eso es lo que te ha dicho? Los hombres tienen una memoria selectiva, me parece a mí. Edward siempre había dicho que quería casarse.
—¿Ah, sí?
—Claro. Ya sabes cómo es.
Me obligue a mi misma a sonreír. Si no tenía cuidado, Rosalie descubriría que, en realidad, sabía muy poco sobre Edward Cullen. Y ése sí sería un cotilleo interesante.
—Antes de ti, siempre salía con chicas que eran…
—¿Cómo?
—No sé, diferentes.
—¿En qué sentido?
—Más débiles. Mujeres que salían con él sólo porque era bombero. Hay mujeres así, ¿sabes?
—Sí, me imagino.
—Son de las que siempre están buscando alguien que las rescate.
—Ya.
—Edward es un buen chico y siempre caía en la trampa. Quizá les pasa a todos los bomberos. Les encanta hacerse los héroes. Afortunadamente, a la mayoría se les pasa con el tiempo.
—¿Y a Edward no?
—Hasta que apareciste tú, no —sonrió Rosalie.
«Hasta que apareciste tú».
Casándose conmigo, Edward me había rescatado. Como si me hubiera sacado de un edificio en llamas.
Desde mi punto de vista, necesitaba que alguien me rescatara. Como las otras mujeres que se habían sentido atraídas por él. Pero cuando todo hubiera terminado y mi trabajo estuviera seguro, ya no tendría que seguir rescatándome. Y entonces, ¿qué sería de nuestra relación?
Intente seguir la conversación de Rose como me pidió que la llamara, pero por dentro mi corazón… bueno, no se estaba rompiendo, nada tan dramático, pero sí se me estaba desgarrando un poco. Y no sabía por qué.
Mi matrimonio era un acuerdo mutuo, algo temporal. Nada más.
Ésta era la regla que yo misma había establecido.
Y no tenía ninguna esperanza secreta de que durase más de seis meses.
¿O sí?
¿Importaba que el ideal de mujer de Edward fuera lo opuesto a mí?
No. Absolutamente no.
En absoluto.
Pero podría habérselo dicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario