martes, 28 de septiembre de 2010

MI HIJO? : CAPITULO2

Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.


Capitulo 2

EPOV


—Pues a menos que estés pensando mudarte a mi casa, no veo cómo vas a ayudarme —Ella río, pero yo estaba siendo serio, y mi rostro lo reflejaba—. Lo dirás de broma ¿no? —Murmuró—Lo dices en serio. Crees que deberíamos vivir juntos.

Bella se echó hacia atrás en el asiento.

—¿Te has vuelto loco?

Sí, bueno, podía haber sido un poquito más amable.

—Escúchame…

—Bueno, yo ya sabía que estabas un poco loco. Eso de meterte en edificios en llamas y tal, pero esto…

Sí, seguía siendo muy amable, demasiado amable.

—¿O estás de broma? Porque esto no tiene ninguna gracia – me dijo.

—No estoy de broma. Y si dejas que te explique…

Pero antes de que pudiera explicar nada, se acercó la camarera con nuestra cena.

Bella se mantuvo en silencio mientras distribuían los platos, mirándome como si quisiera acusarme de desacato.

—Muy bien, habla —me espetó cuando se alejaba la camarera—. Pero no voy a creer que albergas el secreto deseo de atender a una embarazada.

La mire, muy serio, estudiándola, intentando averiguar cual era la razón para el temperamento de esta mujer… pero solo pude llegar a confirmar lo que ya sabia… que ella era hermosa, con su complexión de porcelana y el precioso cabello castaño que le caía en suaves ondas por sus hombros y aun con ese traje tan serio que llevaba estaba preciosa, tendría que estar muerto para no darme cuenta de lo guapa que era. No se parecía a las mujeres con las que solía salir pero, por alguna razón, despertaba mi interés. Inteligente, sexy, fieramente independiente… Era un reto, una mujer que siempre resultaría interesante sin ser exigente emocionalmente.

Aunque ni se me ocurriría intentar ligar con ella en ese momento.

—No tendríamos que vivir juntos, pero podría ayudarte. Alice y Jasper están preocupados por ti.

Ella levantó los ojos al cielo.

—Alice y Jasper siempre están preocupados por mí. Si no fuera por esto sería por otra cosa… el barrio en el que vivo, las horas que trabajo. Alice siempre se preocupa por todo.

—Pero esta vez se siente responsable. Te guste o no, tu vida va a cambiar y yo puedo ayudarte.

—¿Y en qué sentido crees que necesito ayuda?

—En lo que sea. Puedo ir a la compra, hacerte la colada, cocinar. No tienes que hacerlo todo sola por cabezonería – esta mujer era difícil de convencer, pero a partir de la llamada de Jasper informándome del embarazo de Alice, Bella y el bebé que esperaba eran mi responsabilidad, pero como hacerle entender a esta cabeza dura que no esta sola, que el bebé era de ambos.

—No estoy siendo cabezota, es que puedo cuidar de mí misma. No soy problema tuyo y… nada de esto tiene que ver contigo.

—Venga, por favor. Hasta tú tienes que admitir que esto tiene algo que ver conmigo – como se atrevía a decirme que yo no tenía nada que ver, si el ser que llevaba en su vientre era una parte mía y la otra de ella.

Ella hizo un gesto con la mano.

—Sí, sí, tú has colaborado, naturalmente. No quiero desdeñar tu contribución, que consistió en encerrarte en una habitación durante veinte minutos, con un vaso de plástico en una mano y en la otra… —¡Dios esta mujer era terrible!, casi causo que me sonrojara, pero no terminó la frase—. Pero yo diría que has hecho más que suficiente. Esto es responsabilidad mía.

—En serio, Bella, no tienes que hacerlo sola.

Ella se aclaró la garganta.

—Tengo que hacerlo.

—Pero…

—Mira, aunque tus intenciones sean buenas, estamos hablando de seis meses de tu vida. Te aburrirías de jugar a las casitas.

—No…

—No lo decía como un insulto —me aseguró ella—. Estamos hablando de medio año. Medio año dejando de hacer las cosas que haces normalmente para atender a una mujer embarazada. Tendrías que ser un santo y, seamos serios, no lo eres.

—No tienes ni idea —murmuré, incapaz de quitarme de la cabeza las cosas que le haría a esta charlatana.

—Precisamente. ¿De verdad crees que podrías pasar tus horas libres haciendo mi colada en lugar de salir por ahí con tus amigos? Ahora mismo, esto del embarazo te parece muy interesante, pero te aseguro que la novedad pasa pronto.

—Y crees que cuando haya pasado la novedad, no cumpliré con mi palabra.

—Mira, no me apetece depender de nadie que luego me deje colgada.

Me eché hacia atrás en el asiento.

—No tienes una buena opinión de mí, ¿eh?

—No te lo tomes como algo personal. No tengo una buena opinión de casi nadie.

—Ésa es una actitud muy cínica.

—Cínica no, realista. Veo lo peor todos los días en el Juzgado. Sé de lo que son capaces los seres humanos, cómo se hacen daño, cómo se traicionan, se matan… incluso entre personas que dicen quererse. Si he aprendido algo después de cuatro años como juez es que la única persona en la que realmente puedes confiar es en ti mismo.

—¿Y Alice y Jasper?

—Claro que confío en ellos. Pero no espero que cuiden de mí. Especialmente ahora que van a tener un hijo propio. No te preocupes, yo sé cuidarme, lo he hecho siempre.

Y, después de decir eso, sacó un billete de veinte dólares del bolso, lo dejó sobre la mesa y se levantó sin decir una palabra más.

Miré el billete, percatándome de la ironía. Aquélla era la primera vez que intentaba comprometerme con una mujer y ella ni siquiera me dejaba invitarla a cenar.

Sonriendo, saque el móvil del bolsillo y llamé a Jasper.

—Tenías razón.

—Ya te dije que no iba a aceptar.

—Yo creo que se ha sentido insultada.

Jasper soltó una risita.

—Pues claro. Básicamente, le has dicho a una mujer adulta, una juez nada menos, que no puede cuidar de sí misma.

—No exactamente. Pero yo creo que no le caigo bien.

—No, seguramente no.

Genial. De todas las mujeres que había conocido en mi vida la única a la que no caía bien era precisamente la que esperaba un hijo mío.

Cuando nos conocimos, ocho años atrás, yo era mucho más joven y mucho más tonto. Demasiado joven como para saber que a algunas mujeres la simpatía y la caballerosidad les parecía una mezcla sospechosa.

Bella se llevó una mala impresión entonces y yo nunca hice ningún esfuerzo para demostrarle que no era un completo imbécil.

—¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó Jasper.

—No puedo hacer nada. La pelota está en su tejado. ¿Por qué no es como Alice? Alice habría aceptado mi oferta.

—Alice es una mujer de una sola cara.

Bella también, pensé, mientras volvía al coche.

Isabella Swan no se parecía a ninguna mujer que yo hubiera conocido. Dura, cínica, cabezota. Madre mía, qué cabezota era.

Sabía que ella necesitaría ayuda durante los últimos meses de embarazo, pero no tenía ni idea de cómo convencerla. Aun así, la admiraba por su independencia. Era una mujer compleja e interesante. Muy interesante.

En estas circunstancias, seguramente debería darle las gracias al cielo porque hubiera rechazado mi oferta. Lo había intentado, al menos. Jasper no podría echármelo en cara.

Entonces, ¿por qué no podía quitarme de encima la impresión de que algo se me había escapado de las manos?

No podía explicarme. No podía explicarme por qué quería estar con ella durante el embarazo.

Mientras volvía a casa, me decía a mí mismo que debería estar encantado de seguir siendo libre. Y no quise preguntarme por qué no lo estaba.

BPOV

La semana, que había empezado mal, continuó peor.

Primero, la noticia del embarazo de Alice, luego la extraña cena con Edward y ahora Esto: que me llamara el juez Volturi a su despacho el jueves por la mañana.

Dos años antes, el juez Volturi había sido elegido juez del distrito por una plataforma conservadora y eso lo convertía en mi jefe. No me hacía gracia porque, desde que trabajamos juntos en la oficina del fiscal del distrito, nunca nos habíamos llevado bien, pero como podía hacerme la vida imposible, solía apartarme de su camino. Hasta este momento.

Mientras atravesaba el laberinto de pasillos de vuelta a mi despacho intenté calmarme, pero no me resultó fácil. Mike Newton, otro de los jueces y mi amigo personal, estaba esperándome, echando un vistazo a los papeles que había sobre mi mesa.

—¿Qué tal ha ido?

—¿Cómo sabes que me ha llamado el juez Volturi?

—En este Juzgado las noticias vuelan.

Hice una mueca. No hacía falta que me lo recordara.

—¿Qué tal ha ido la reunión? ¿Sólo quería ponerte sobre la parrilla un ratito?

—Igual que en todas mis reuniones con él. El juez Volturi ha sido condescendiente y grosero y yo he mantenido la boca cerrada.

—Buena chica. Sé que te pone mala, pero lo mejor es callarse. Además, dentro de seis meses se habrá ido de aquí.

Me deje caer sobre la silla.

—Si se va de aquí, será juez del Tribunal Supremo de Texas. O sea, que no sé que es peor.

Mike se encogió de hombros.

—Cierto, pero al menos no tendremos que verle la cara. Desde que anunció que se presentaba a la elección ha sido como una patada en el trasero.

Suspiré. Ésa era la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

—Quiere llevar personalmente el caso Black.

Mike lanzó un silbido.

—Deberíamos haberlo imaginado. ¿Y qué vas a hacer?

—Ese caso es mío. Llevo meses trabajando en él.

—¿Un divorcio tan escandaloso como ése? Pues me extraña que no te lo arrebatase desde el principio.

Jacob y Leah Black eran un matrimonio millonario, famoso en la ciudad, y todo el mundo quería conocer los detalles del jugoso divorcio.

—Hasta hace poco sólo salía en los periódicos locales, pero ahora que la historia ha salido en el Austin y el Houston Chronicle, Volturi quiere ponerle las manos encima. Supongo que pensará que es bueno para su campaña.

—¿Bueno para su campaña? Esa clase de cobertura vale una fortuna. Lo mejor es que le dejes el campo libre, Bella.

Lo miré, incrédula.

—¿Y dejar que esa víbora convierta el divorcio de esos dos pobres en un circo sobre los valores morales de la familia? Imagínate cómo los haría quedar. Y lo que sufrirían sus hijos. No pienso darle el caso a menos que no tenga más remedio.

Mike sacudió la cabeza.

—Mira, ten cuidado con él.

—No pienso dejar que me robe el caso. Sí, ya sé que puede hacerme la vida imposible, pero así no logrará llevar a cabo sus ambiciones políticas.

Mike levantó una ceja, como si yo hubiera olvidado algo fundamental.

—¿Qué puede hacerme?

—¿Tú qué crees?

—No puede despedirme —dije, con falsa despreocupación. Pero Mike no se estaba riendo—. ¿Crees que puede despedirme? Eso es ridículo. Ni siquiera él se atrevería. No se puede echar a un juez sin montar un escándalo… ¿o sí?

—Yo creo que si le das razones, es capaz de cualquier cosa. Especialmente si encuentra algo moralmente cuestionable en tu vida.

—¿Qué?

—Piénsalo, serías el primer juez despedido en cuarenta años. Saldría en todos los periódicos y él aprovecharía la oportunidad para recordarle a todo el mundo sus valores conservadores.

Estudié a mi amigo.

—¿Tú estás preocupado por tu puesto?

—¿Yo? No, yo tengo mucho cuidado. Además, tú eres la única que lo sabe —Mike no se atrevió a mencionar la palabra gay entre aquellas paredes tan conservadoras—. Además, a mí no me odia. Pero si se libra de ti, se quedaría con el caso Black y conseguiría salir en los periódicos todos los días.

Mientras escuchaba a Mike, empecé a experimentar una extraña sensación en el estómago. ¿Y si tenía razón? ¿Y si Volturi estaba buscando alguna razón para montar un escándalo y echarme del Juzgado?

Me comportaba perfectamente, soy una persona respetable. Pero…

Pero ahora estaba embarazada. Y no tenía planes de casarme.

Cuando acepte ser la madre de alquiler para Alice y Jasper todo me había parecido muy sencillo. Pero eso fue cinco meses antes de que Volturi anunciara sus planes de presentarse al puesto de juez del Tribunal Supremo. Sí, se me había ocurrido pensar que algunos de mis colegas más conservadores no verían mi embarazo con buenos ojos, pero nadie podría criticarme por ser madre de alquiler para mi hermana… ni aunque hubiera decidido tener un hijo sin casarme.

—¿O eso sería moralmente cuestionable en el caso de un juez?

Mike debió percatarse de mi preocupación porque se apresuró a tranquilizarme.

—No te preocupes, mujer. Tú eres demasiado lista como para darle una razón.

—¿Y si hubiera hecho algo que pudiera ser criticable o que Volturi pudiera utilizar en mi contra?

—¿Tú? —Rió Mike, escéptico—. ¿Doña Perfecta? Tú no has metido la pata en tu vida.

—Hablando hipotéticamente, si hubiera hecho algo… cuestionable o que no todo el mundo viera con buenos ojos… Volturi es sólo un juez. ¿No tendría que convencer a los otros siete jueces del distrito para echarme de aquí?

—Yo diría que depende.

—¿De qué?

—De que los otros piensen que tu comportamiento podría incapacitarte para una posición de autoridad. En este ambiente tan conservador, podría ser cualquier cosa. Especialmente con Volturi enfocando su campaña en los valores morales. Lo último que querrían los demás jueces es parecer demasiado liberales… Pero tú no has hecho nada cuestionable.

—Sí, claro —murmuré.

Cuando Mike salió del despacho, no dejaba de darme vueltas a la cabeza. Miraba mi escritorio preguntándome una y otra vez si podía tener razón…

Desgraciadamente, la única respuesta que se me ocurría era sí.

Pronto, todo el mundo sabría que estaba embarazada y eso era algo que un sinvergüenza como Volturi podría usar contra mí.

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