Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación
Capitulo 12
BPOV
—Los que necesite —dijo una voz masculina desde la puerta.
Me sobresalté y mire a Edward.
Estaba en la puerta, con gesto serio. Parecía enfadado conmigo.
Luego desvié la mirada hacia mi madre.
—¡Dios mío! No sabía… Está viva… Sobrevivió a la explosión…
—Creí que estabas en París —dije.
No estaba preparada para aquella escena.
—¿Controlas mis movimientos, Isabella? Bueno, ahora estoy de vuelta…
Antes de que pudiera encontrar una respuesta, mi madre exclamó y se tapó la boca.
—¿Mamá? —me acerque y toque la frente de mi madre—. ¿Te encuentras peor? ¿Estás mareada? Llamaré a una enfermera —extendí la mano hacia el timbre, pero mi madre me la agarró.
—No —mi madre habló con voz débil y mirando a Edward—. He pensado en ti durante años. En mis sueños… En mis peores momentos siempre estabas ahí…
Miré consternada a mi madre. No había pensado que pudiera reconocer a Edward, pero era evidente que sí. Y estaba claro que lo odiaba. Lo que menos falta le hacía en aquel momento era ese shock.
—La estás disgustando… Creo que deberías marcharte —le rogué, agarrando la mano de mi madre—. Podemos hablar más tarde.
—Si eso es lo que quiere tu madre, por supuesto. Respetaré sus deseos. Pero hay cosas que hablar —se volvió hacia mi madre—. No tenía ni idea de que estaba viva.
Cerré los ojos.
—Por favor, ¿quieres marcharte?
—No quiero que se marche —mi madre extendió una mano hacia Edward con los ojos llenos de lágrimas—. No antes de que le dé las gracias. ¡Si supieras cuánto he querido agradecérselo! Pero no sabía cómo averiguar quién era, y no sabía su nombre…
Al oír aquella confusa declaración, miré a mi madre sin comprender nada. Y encima, Edward se acercó y aceptó la mano de mi madre.
—No hace falta que me dé las gracias. Ni entonces ni ahora… Hasta hace poco no tenía idea de quien era usted…
—Había tanta gente en el yate aquel día…
Los miré, sorprendida no entendía de que estaban hablando mi madre y mi marido.
—¿Mamá?
—¿Cómo te has puesto en contacto con él? —mi madre me miró. Tenía lágrimas en los ojos—. Tú sabías cuánto deseaba encontrar al hombre que te salvó. Sin su nombre, ¿cómo has podido encontrarlo?
¿El hombre que me había salvado?, no comprendía nada. Me quedé sin habla. Cuando por fin pude hablar pregunté:
—¿Éste es el hombre que te rescató cuando explotó el barco?
—A mí y a ti. También te rescató a ti —dijo mi madre—. Arriesgó su vida tirándose al agua… Yo te vi en la escalerilla segundos antes de la explosión. Sabía que estabas en el agua, probablemente demasiado herida como para poder ayudarte a ti misma. ¡Yo gritaba y gritaba que alguien salvara a mi niña…!
—Tu madre estaba atrapada —dijo Edward con los ojos tristes al recordarlo—No quiso aceptar mi ayuda hasta no rescatar a su niña.
Estaba en estado de shock. A mi mente acudieron imágenes del hombre.
—¿Eras tú?—dije casi imperceptiblemente—. El hombre que me rescató… El hombre que recuerdo… ¿Eras tú?
—No lo supe hasta la noche en que me contaste lo del accidente —me confesó Edward—. Me di cuenta entonces de que tenía que ser tu madre a quien había rescatado, pero no sabía que todavía estuviera viva. Swan nos informó que había muerto junto con Charlie.
—Eso es lo que quiso que creyera la gente. Quería borrarme de su vida. Tú te fuiste a rescatar a otros —dijo mi madre—. Y la ambulancia nos llevó al hospital. Le pregunté a todo el mundo por ti, pero nadie sabía nada. Luego Alessandro nos hizo volar a New York y a mí me prohibieron volver a visitar Italia. Mantuvimos nuestra identidad en secreto por instrucciones suyas.
Edward frunció el ceño.
—¿Cómo fue capaz de amenazarla de ese modo? ¿Cómo fue capaz de impedir que viniera de visita? ¿Y por qué?
Su madre cerró los ojos.
—Me odió desde el primer momento en que Charlie me llevó a Cerdeña. Cuando murió Charlie no hubo nadie que me defendiera. Me amenazó con quitarme a Bella. Realmente no la quería. Fue sólo una amenaza para castigarme. Poca gente sabe lo malo que es ese hombre… Yo no quería que estuviera cerca de mi hija de ninguna manera. Y acepté desaparecer, romper el contacto por completo. Y a él le pareció bien. Fue lo que siempre había querido.
—¿Le pagó para que desapareciera? —preguntó Edward.
Mi madre se rió, cansada.
—¿Pagar? ¿Alessandro? No, no me pagó nada.
—Pero usted estaba herida y con una hija pequeña que mantener… ¿Cómo se las arregló? ¿Tenía familia que se ocupara de usted?
—No tenía familia, y me arreglé porque mi hija es una persona muy especial —dijo mi madre.
Me puse colorada.
—Mamá… Creo que deberías descansar ahora…
—Todavía, no —Edward apretó más la mano de mi madre—. Por favor, si puede, realmente me gustaría oír el resto de la historia.
—Bella se recuperó considerablemente rápido de las heridas y era una niña brillante —sonrió—. Uno de los médicos que me estaba tratando y que conocía nuestras circunstancias, me sugirió que pidiera una beca en uno de los mejores internados. La aceptaron. Fue una decisión difícil, pero acertada. A mí me operaron interminables veces. Durante los veranos se quedaba con una de las tutoras y la traían a verme.
—Siga… —dijo Edward.
—En la época que tenía que ir a la universidad, yo necesitaba todo tipo de cuidados por los que teníamos que pagar —Mi madre me miró—. Bella trabajó día y noche para dármelos. Y cuando descubrió que era posible hacerme esta operación para poder caminar, consiguió ese estupendo trabajo en Italia…
Hubo un silencio tenso. Cerré los ojos, esperando que Edward le dijera a mi madre la verdad.
—Debería descansar ahora —dijo él—. Pero antes de que la dejemos quisiera hacerle otra pregunta. ¿Por qué cuando Isabella creció y su abuelo ya no podía quitársela, no le pidió dinero a Swan? Ustedes son su única familia. Él tenía la obligación de darles lo que necesitaban.
—Alessandro no sabe lo que es la obligación y nunca da dinero —dijo mi madre con dignidad—. Y no sabe lo que quiere decir la palabra familia.
—Entonces, es hora de que alguien lo eduque —Edward achicó los ojos—. Y le aseguro que será un buen alumno. Tendrá que asumir sus responsabilidades.
Mi madre cerró los ojos.
—No. No quiero ningún contacto con ese hombre. No quiero volver a oír el nombre Swan ni Cullen.
Me quedé helada. Al parecer, mi madre no sabía que Edward era un Cullen. ¿Qué diría cuando se enterase de que me había casado con él? ¿Y que me había acercado a mi abuelo para conseguir dinero?
—Quiero que descanse y que deje de preocuparse. Mañana traeré a Isabella nuevamente —dijo Edward.
Mi madre abrió los ojos y sonrió.
—¿Puedes quedarte otro día, Bella? ¿Cuándo tienes que volver?
Edward frunció el ceño.
—Puede quedarse lo que le haga falta —repitió.
Abrace a mi madre y luego corrí detrás de él.
—¡Edward, espera! —finalmente lo alcance—. Por favor, no te marches así. Sé que todavía estás enfadado conmigo, pero tenemos que hablar. Salvaste mi vida. No puedo creer que hayas sido tú…
Edward me quemó con la mirada. Luego me agarró los brazos y me acorraló contra una pared.
—Podría haberlo sabido antes si hubieras sido sincera conmigo. ¿Cuándo vas a confiar en mí y a decirme la verdad? Todos los días me entero de cosas nuevas de mi esposa… ¡Hoy me entero de que tu madre está viva! ¿Por qué me lo has ocultado? ¿Y por qué me ocultaste que tú estabas en el barco también?
—Porque si te lo hubiera dicho habrías sabido que Alessandro nos despreciaba. Y si sabías eso, habrías sabido que su deseo de que nos casáramos era por venganza. Tenía demasiado miedo de decirte la verdad… —tragué—. Y entonces no te habrías casado conmigo. Y yo necesitaba que te casaras conmigo. Era la única forma que veía de conseguir el dinero para la operación de mi madre. Es una nueva operación y la Seguridad Social no la cubre. Yo estaba desesperada.
—Debí darme cuenta de las señales en aquella primera reunión. Tenías tanto miedo de tu abuelo… Pero mi padre deseaba tanto que la empresa volviera a él… Y yo también me distraje con otras cosas. Si no, me habría dado cuenta de que algo no iba bien.
Preguntándome qué otras cosas lo habrían distraído, sonreí.
—Bueno, ahora ya lo sabes todo —dije—. Me casé por tu dinero, porque lo necesitaba para mi madre.
—Tu abuelo tiene que rendirte cuentas de muchas cosas —dijo Edward—. Éste no es un lugar adecuado para hablar de esto. Vámonos de aquí.
Edward me acompañó al ascensor.
—¿Qué tipo de hospital es éste? —preguntó.
—Es un hospital muy viejo. Pero el cirujano tiene mucho prestigio y quería probar una nueva técnica. Así es como he gastado tu dinero.
—Tu dinero —me corrigió Edward—. Era tu dinero. Ahora comprendo por qué no ibas de compras. No te ha quedado nada para tus gastos.
—No me hacía falta nada. Y el hospital es muy caro, aunque el edificio sea muy viejo. ¿Cómo supiste cómo encontrarme? —pregunte cambiando de tema.
—Te han seguido. Mis hombres de seguridad tenían instrucciones de no perderte de vista.
—¿Por qué?
—Porque eres una Cullen ahora. Y hay mucha gente con ganas de sacar dinero.
—¿Crees que podría raptarme alguien?
—Siempre existe esa posibilidad. Pero no te preocupes demasiado. Te soltarían enseguida al ver lo que comes.
—¿Estas muy enfadado conmigo?
—Me has tenido en vilo desde el día que te conocí, así que no es nada nuevo esto. Y la próxima vez que quieras volar, usa mi avión. Te guste o no, eres mi esposa, y no quiero que tomes vuelos comerciales.
Una corriente de ternura recorrió mi ser. Tendría que haberme enfadado por su actitud autoritaria, pero en parte me gustaba que fuera posesivo. Y que quisiera cuidarme.
—Debiste echar mucho de menos a tu madre.
—Para serte sincera, era tan pequeña cuando sucedió todo, que me acostumbré a ello. Acepté que mi madre no era como otra gente. Que nuestra vida era diferente.
—¿Cómo no ha descubierto la prensa que tu madre está viva?
—Como tú, no indagaron. Nosotras volvimos a New York. Mi abuelo quiso que mi madre volviera a usar el apellido de soltera, y yo usé el mismo nombre. Nos llamamos Dwyer. No fue difícil.
—Por eso no respondiste a tu nombre de señorita Swan cuando nos conocimos. Y aceptaste ese nombre por presión de tu abuelo, ¿no?
—Odiaba usar su nombre, pero era parte del plan de mi abuelo. Por eso tardaba en reaccionar cuando me llamabas así. Toda mi vida me he llamado Dwyer.
—Tu madre es una mujer muy valiente.
—Es verdad. Toda su vida odió la guerra entre nuestras dos familias. No podemos decirle que me he casado con un Cullen. La mataría.
—Deja de preocuparte. Estás muy pálida. Tienes que descansar.
Desee poder relajarme.
—No podré descansar hasta que no decidamos qué le vamos a decir. No sabía qué decirle para justificar mi ausencia, así que le dije que había conseguido un trabajo en Italia y…
—Deja de preocuparte. De ahora en adelante yo me ocuparé de esto.
—Pero…
—No te preocupes. No le haré más daño a tu madre.
—¿Por qué quieres hacer todo esto?
—Por muchas razones. Confía en mí. Y porque si hubiera querido decirle la verdad a tu madre, ya se la habría dicho.
—Lo siento —dijo.
—No te preocupes. Comprendo que has tenido que tomar muchas decisiones importantes desde que eras una niña. Pero ahora ya no estás sola, Bella. El problema es mío. Y lo voy a solucionar.
Por un momento, me sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima, y luego recordé que él lo estaba haciendo sólo porque se sentía responsable de mi, porque la explosión había sido en el barco de la familia de Edward.
Lo miré y sentí la punzada del deseo.
—¿Adónde vamos?
—A una suite en Mandarin Oriental , donde no nos interrumpirán. Tenemos muchas cosas de las que hablar.
Yo no quería hablar.
—¿Es un hotel elegante? Siempre he tenido ganas de pedir servicio de habitaciones…
—Sí, es muy elegante. Será otra nueva experiencia para ti —de pronto Edward me miró con preocupación—. Sigues pálida… ¿Te encuentras enferma todavía?
—Ha sido un día muy duro… Ver a mi madre así… Y luego tu aparición…
—¡Es increíble los sacrificios que has hecho por tu madre!
—Mi madre también ha hecho grandes sacrificios por mí. Habría preferido que estuviera con ella, pero me envió al internado porque pensó que eso sería mejor para mí.
—Tu abuelo tendría que rendir cuentas por todo esto —dijo Edward.
—Mi abuelo es como es. Jamás cambiará.
—Eso lo veremos.
Entramos por una puerta trasera del hotel y subimos a la suite.
—¡Es increíble!
—Suelo quedarme aquí cuando estoy en New York. Llama al servicio de habitaciones cuando quieras…
—¿Puedo pedir lo que quiera? —.
—Por supuesto —Edward se quitó la chaqueta.
Se miraron a los ojos. Me estremecí de deseo.
—Edward…
—Me he prometido que me mantendría alejado de ti… —dijo él.
—Yo no quiero que lo hagas. ¡Todavía no puedo creer que fueras tú quien me salvó la vida!
—Algo bueno que he hecho —me besó y me desnudó con movimientos lentos. Luego me alzó en brazos.
—Puedo caminar…
—Me gusta llevarte… —dijo él con voz sensual.
—Te gusta dominarme —bromeé.
Edward me dejó en la cama y se puso encima de mi.
—Me encanta saber que soy el único hombre que te ha hecho esto —empezó a besarme todo el cuerpo.
Perdí totalmente el control.
—Edward, por favor, ahora…
El deslizó un dedo para investigar, y me sobresalté.
—Eres tan caliente —susurró él.
El siguió volviéndome loca, haciéndome sentir un placer casi increíble. Y cuando pensé que ya no podía aguantar, me levantó y se adentró en mi con un gemido de satisfacción.
Abrí los ojos, asombrada ante aquella sensación. Entonces él le sonrió y siguió moviéndose, llevándome cada vez a un placer más alto, sin dejar de besarme. Hasta verme explotar de goce. Me aferré a él, sumida en olas y olas de placer.
Edward giró conmigo y se puso boca arriba conmigo encima.
—Ha sido impresionante… El mejor sexo del mundo —dijo.
Cerré los ojos, y traté de convencerme de que no importaba que no me amase mientras me deseara.
Sonó el teléfono móvil de Edward.
—He dado instrucciones de que no me molesten —protestó mientras extendía una mano para contestar.
Escuchó unos segundos y luego dijo algo en italiano antes de colgar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario