Capitulo cuatro
BPOV Coloque el jarrón con tulipanes amarillos sobre la mesa. Al lado puse una nota manuscrita para Alice. No quería desaparecer de la vida de mi amiga tan bruscamente como había llegado, pero no podía explicárselo en persona, el avión no esperaría. Además, temía que, si hablaba con ella cara a cara, me desmoronaría y le contaría la verdad. El futuro de mi bebé dependía de que representara la charada exigida por Edward. No podía fallar ante el primer obstáculo.
Las flores eran fantásticas y sabía que el tulipán era la flor favorita de Alice. Las vi en una floristería mientras regresaba al apartamento y no dude en comprar un ramo para mi amiga.
El chófer de Edward intento pagarlas, pero me negó. Estaba acostumbrada a que los empleados de Edward aparecieran ante la caja con dinero en metálico o una tarjeta de crédito, pero las flores eran para mi querida amiga, que me había ayudado en un mal momento, no ensuciaría el regalo permitiendo que Edward lo pagara. Aunque hubiera accedido a casarme con él, no permitiría que me comprara.
El chófer de Edward intento pagarlas, pero me negó. Estaba acostumbrada a que los empleados de Edward aparecieran ante la caja con dinero en metálico o una tarjeta de crédito, pero las flores eran para mi querida amiga, que me había ayudado en un mal momento, no ensuciaría el regalo permitiendo que Edward lo pagara. Aunque hubiera accedido a casarme con él, no permitiría que me comprara.
Mire el lugar donde había vivido durante seis semanas. No lo sentía como mi hogar, pero había agradecido la reconfortante presencia de Alice. En Venecia no tendría a nadie que me reconfortase.
Tardé poco en recoger mis cosas; viajaba ligera desde que deje Venecia. Baje y el chófer salió corriendo de la limusina a ocuparse del equipaje.
Me quede de pie en la acera, mirando las llaves que tenía en la mano.
Me quede de pie en la acera, mirando las llaves que tenía en la mano.
–¿Quiere que me ocupe yo? –pregunto el conductor con cortesía–. ¿Hay algún vecino de confianza a quien pueda dárselas? ¿O las meto en el buzón?
Lo mire un momento. Todos los empleados de Edward eran honestos y se desvivían por ayudar. Pero esa tarea me correspondía mi.
–No, gracias –le sonreí con tanta calidez como pude. Estaba totalmente agotada y me sentía fatal–. Sólo tardaré un momento.
Subí las dos plantas y entré en el piso por última vez. Deje las llaves en la mesa, junto a la nota y el jarrón, salí de nuevo y cerré la puerta. Cuando oí el clic del pestillo, me sentí como si mi vida hubiera quedado dentro, y yo encerrada fuera. Sabía que estaba diciendo adiós a mi libertad.
Unas horas después estaba sentada junto a Edward, contemplando la ciudad de Venecia mientras el avión iniciaba el descenso. Parecía una ciudad muy distinta de la que había abandonado seis semanas antes, el día después de decirle a Edward que estaba embarazada. Por la mañana la niebla se había disipado y el aeropuerto volvió a funcionar, pero la ciudad parecía descolorida y el agua de la laguna tenia un tono gris metálico.
En ese momento brillaba el sol, y el agua tenía un color azul intenso, teñido con el oro del inicio del ocaso. La isla de Venecia era impresionante desde el aire, como una maqueta perfecta que hubiera caído en la laguna. Los monumentos clave se veían perfectamente y, durante un instante, tuve la sensación de no haberme ido nunca. Pero ya nada sería igual.
–¿Tienes fuerzas para andar hasta el muelle? - Me volví hacia Edward con sorpresa. El muelle donde estaría esperando su barco privado no estaba lejos. Siempre habíamos ido andando.
–Me gustaría andar – contesté – Gracias por preguntarlo – aún llevaba los zapatos de tacón alto que me había puesto para la presentación y empezaban a dolerme los pies, pero el aire fresco me sentaría bien.
–Me gustaría andar – contesté – Gracias por preguntarlo – aún llevaba los zapatos de tacón alto que me había puesto para la presentación y empezaban a dolerme los pies, pero el aire fresco me sentaría bien.
Poco después surcábamos el agua en dirección a la ciudad. Siempre me había encantado la idea de que fuera la única forma de llegar y que la gente llevase más de mil años haciéndolo así. Pronto nos encontramos en el laberinto de canales, acercándonos al embarcadero del palazzo gótico de Edward.
Recordé la última vez que había desembarcado allí. Esa tarde la niebla me había dejado alterada, y me preocupaba la reacción de Edward ante mi embarazo. Pero, a pesar de todo, me había sentido optimista. Nunca habría predicho su incomprensible reacción; primero echándome y luego convenciéndome para que me casara con él, por razones que aún no entendía.
Pise el acceso de mármol con tristeza. Dejar el palazzo y mi vida con Edward había sido devastador, pero volver en esas condiciones era igual de duro.
–Sin duda querrás descansar esta tarde –Edward me condujo a hacia la escalera, mientras varios empleados salían para ocuparse de nuestro equipaje.
–Creo que sería lo mejor – contesté, sintiendo que las lágrimas me quemaban los ojos. Volver al lugar donde había sido tan feliz estaba afectándome más de lo que había esperado.
Edward me llevó al dormitorio que había compartido con él y se marchó sin decir una palabra, me quede parada, mirando la habitación que me era tan familiar y que, sin embargo, me parecía ajena. Tomé aire y fuihacia mi bolsa para sacar el neceser y el camisón.
Estaba cansada y emocional, pero no iba a rendirme. No pensaría en lo que había aceptado.
–Creo que sería lo mejor – contesté, sintiendo que las lágrimas me quemaban los ojos. Volver al lugar donde había sido tan feliz estaba afectándome más de lo que había esperado.
Edward me llevó al dormitorio que había compartido con él y se marchó sin decir una palabra, me quede parada, mirando la habitación que me era tan familiar y que, sin embargo, me parecía ajena. Tomé aire y fuihacia mi bolsa para sacar el neceser y el camisón.
Estaba cansada y emocional, pero no iba a rendirme. No pensaría en lo que había aceptado.
Edward había hecho que jugara a su juego, pero yo me mantendría fuerte y positiva. No le mostrarla mi vulnerabilidad. Alce las manos y me solté el cabello. Fui al cuarto de baño para ducharme y prepararme para la cama.
Aunque afuera había oscurecido, era temprano, pero el embarazo y las tensiones del día me habían dejado agotada. Suponía que Edward se reuniría conmigo más tarde, pero con suerte ya estaría dormida.
Estaba sola en la cama cuando me desperté por la mañana, mire el precioso techo pintado y la araña de cristal de Murano y me di cuenta de que había dormido muy bien. Y me sentía mucho mejor que en los últimos días. Tal vez las náuseas matutinas empezaban a disminuir por fin.
Me senté con cautela y vi que había un vaso de agua con hielo en la mesilla y un plato con mis bollos favoritos.
Hice una mueca. Comer antes de ducharme y vestirme haría que mi estómago se asentara, pero me molestaba que Edward siguiera demostrando lo bien que me conocía y que entendía mi estado. Alce el vaso y tome un sorbo, pensando que tal vez debería decirle que mi nueva preferencia era la leche fría. Estaba terminando un bollo cuando se abrió la puerta y entró Edward.
Estaba sola en la cama cuando me desperté por la mañana, mire el precioso techo pintado y la araña de cristal de Murano y me di cuenta de que había dormido muy bien. Y me sentía mucho mejor que en los últimos días. Tal vez las náuseas matutinas empezaban a disminuir por fin.
Me senté con cautela y vi que había un vaso de agua con hielo en la mesilla y un plato con mis bollos favoritos.
Hice una mueca. Comer antes de ducharme y vestirme haría que mi estómago se asentara, pero me molestaba que Edward siguiera demostrando lo bien que me conocía y que entendía mi estado. Alce el vaso y tome un sorbo, pensando que tal vez debería decirle que mi nueva preferencia era la leche fría. Estaba terminando un bollo cuando se abrió la puerta y entró Edward.
Como siempre, estaba impresionante, perfectamente vestido de la cabeza a los pies. Llevaba zapatos de cuero, pantalones de vestir y un suéter de Cachemira color negro que le quedaba perfecto; la lujosa y suave lana enfatizaba su poder masculino.
Recordé lo que era sentirme envuelta por sus brazos y apoyada en ese suéter. Deseche el recuerdo y alce los ojos hacia su rostro.
–Bien, estás despierta –me miró desde los pies de la cama – Tienes mucho mejor aspecto que ayer.
–No me sorprende –mantuve su mirada, resistiéndome al nerviosismo, me alegre de llevar puesto mi viejo camisón de manga larga y cuello cerrado. Edward siempre lo había odiado. Prefería verme con las prendas vaporosas y transparentes que disfrutaba regalándome – Ayer fue casi el peor día de mi vida.
–Quiero que conozcas a alguien esta mañana –dijo él, ignorando mi reproche–. Mi abuelo ha estado enfermo. Una visita nuestra lo animará. Lo mire sorprendida. Había vivido con él cinco meses, pero nunca me había llevado a visitar a su abuelo. Sabía que vivía muy cerca y que Edward lo veía a menudo. Pero había entendido que mi papel de amante no me permitía conocer a su familia.
–¿Vas a decírselo, verdad? –dije por fin, inquieta por tanto cambio.
–Claro, es mi abuelo. No te traje aquí para casarme contigo en secreto – replicó Edward – Pensé que lo habla dejado claro.
–Si. Pero fue una decisión muy repentina. Quizá deberías tomarte un tiempo para reflexionar antes de que las cosas se compliquen – cruce los brazos sobre el pecho pensando que cuando hiciéramos público lo de la boda seria imposible dar marcha atrás.
–La decisión está tomada – dijo Edward – Sólo falta comunicárselo a la gente importante para nosotros y empezar con los preparativos de la boda. Como dije ayer, será lo antes posible. Desvié la mirada, desconcertada al pensar en decirle a la gente que iba a casarme. En mi nota a Alice no había dado tantos detalles. Sabía que a mi amiga le habría parecido extraño algo tan súbito, sobre todo sabiendo que Edward me había echado de su casa.
–No me sorprende –mantuve su mirada, resistiéndome al nerviosismo, me alegre de llevar puesto mi viejo camisón de manga larga y cuello cerrado. Edward siempre lo había odiado. Prefería verme con las prendas vaporosas y transparentes que disfrutaba regalándome – Ayer fue casi el peor día de mi vida.
–Quiero que conozcas a alguien esta mañana –dijo él, ignorando mi reproche–. Mi abuelo ha estado enfermo. Una visita nuestra lo animará. Lo mire sorprendida. Había vivido con él cinco meses, pero nunca me había llevado a visitar a su abuelo. Sabía que vivía muy cerca y que Edward lo veía a menudo. Pero había entendido que mi papel de amante no me permitía conocer a su familia.
–¿Vas a decírselo, verdad? –dije por fin, inquieta por tanto cambio.
–Claro, es mi abuelo. No te traje aquí para casarme contigo en secreto – replicó Edward – Pensé que lo habla dejado claro.
–Si. Pero fue una decisión muy repentina. Quizá deberías tomarte un tiempo para reflexionar antes de que las cosas se compliquen – cruce los brazos sobre el pecho pensando que cuando hiciéramos público lo de la boda seria imposible dar marcha atrás.
–La decisión está tomada – dijo Edward – Sólo falta comunicárselo a la gente importante para nosotros y empezar con los preparativos de la boda. Como dije ayer, será lo antes posible. Desvié la mirada, desconcertada al pensar en decirle a la gente que iba a casarme. En mi nota a Alice no había dado tantos detalles. Sabía que a mi amiga le habría parecido extraño algo tan súbito, sobre todo sabiendo que Edward me había echado de su casa.
No quería que Alice se preocupara, así que le había dejado un mensaje alegre y sencillo, comentándole que me había encontrado con Edward, que habíamos arreglado las cosas y que volvía a Venecia con él.
Si iba a casarme, debía decírselo a mi madre, pero no me apetecía compartir la noticia con ella, ni con nadie cercano. Aunque debía seguir adelante porque era lo mejor para el niño no me gustaba cómo me había tratado Edward. Ni cómo me seguía tratando.
No sabía si podría simular que éramos un matrimonio feliz y normal ante la gente que me conocía y quería. Pero no podía revelar la verdad, Edward lo había dejado muy claro. El futuro de mi hijo dependía de eso.
–Saldremos en cuanto estés preparada –dijo Edward, yendo hacia la puerta–. Mi abuelo está mejor por la mañana. Suele dormir por la tarde.
Salí de la cama y fui al cuarto de baño. Media hora después estaba sentada ante el tocador, terminando de maquillarme mientras esperaba a Edward.
Sentí aprensión respecto a conocer a su abuelo y había intentado calmar mis nervios cuidando con esmero mi apariencia. Tenía el pelo recién lavado y alisado, de modo que caía como una cortina castaña hasta por debajo de los hombros, mi maquillaje ligero y de aspecto natural. Decidí ponerme el traje de lino color marfil de nuevo. Estaba algo arrugado, pero todo lo demás seguía en las maletas y no tendría mejor aspecto. Me miré en el espejo y aunque no glamurosa, estaba presentable.
Se abrió la puerta y Edward entró.
–Estoy lista –dije agarrando el bolso.
–Estoy lista –dije agarrando el bolso.
EPOV
La contemplé, notando los detalles que diferían del día anterior. No parecía tan pálida y con el cabello suelto y brillante se parecía más a la bella joven con la que compartí mi vida durante el invierno. Pero llevaba el poco favorecedor traje del día anterior.
–Se que el traje no es perfecto –dijo Bella, como si hubiera leído mi mente, o interpretado mi expresión. Aunque su traición la había convertido en una extraña para mi, habíamos vivido juntos cinco meses y sin duda había llegado a conocerme bastante bien en ese tiempo – Pero no tengo nada más adecuado – añadió.
–Un vestido sería mejor – fui hacia el armario que había en mi lado de la cama – Preferiblemente con algo de color, que alegre la mañana de mi abuelo.
–Pero... – Bella miró el armario con sorpresa – Toda mi ropa.
–No te la llevaste contigo.
–Pero... – Bella miró el armario con sorpresa – Toda mi ropa.
–No te la llevaste contigo.
Elegí un vestido de seda color Azul que le había comprado en Milán. A Bella la atraían los colores naturales y pálidos, susfavoritos eran el crema y el marfil, y a pesar de que le quedaban bien, siempre intentaba que eligiera cosas más vivas.
–Supuse que ninguna de las cosas que te compré te gustaban de verdad – dije, cuando se fue y me di cuenta que dejo su ropa, fue como si ahondaran en mi herida, ya que sentí que las todo lo que yo le había regalado no tenia ni el mas mínimo valor para ella.
–No las pagué yo –dijo Bella – Eran todas caras y no pensé que fueran mías para llevármelas.
–Claro que lo eran – me senti molesto, disfrute comprándole cosas y ver que las dejo aquí fue un brutal recordatorio de cómo me engaño, además de serme infiel–. ¿Qué pensabas que iba a hacer yo con ellas?
–No lo sé – Bella se paso lo mano por el cabello, un gesto indicativo de nerviosismo – Venderlas. O regalarlas. No esperaba que siguieran en el armario.
–Supuse que ninguna de las cosas que te compré te gustaban de verdad – dije, cuando se fue y me di cuenta que dejo su ropa, fue como si ahondaran en mi herida, ya que sentí que las todo lo que yo le había regalado no tenia ni el mas mínimo valor para ella.
–No las pagué yo –dijo Bella – Eran todas caras y no pensé que fueran mías para llevármelas.
–Claro que lo eran – me senti molesto, disfrute comprándole cosas y ver que las dejo aquí fue un brutal recordatorio de cómo me engaño, además de serme infiel–. ¿Qué pensabas que iba a hacer yo con ellas?
–No lo sé – Bella se paso lo mano por el cabello, un gesto indicativo de nerviosismo – Venderlas. O regalarlas. No esperaba que siguieran en el armario.
Me di la vuelta con rostro inexpresivo y deje el vestido sobre la cama. No me permití pensar en por qué no me había librado de todas las cosas que ella dejo en mi dormitorio.
A lo largo de los años había invitado a muy pocas mujeres a compartir mi hogar. Y cuando decidía que se había acabado, era definitivo. En general se llevaban todo, especialmente las cosas de valor, como vestidos de diseño y joyas. Me deshacía de cualquier cosa que quedara rápidamente, erradicando toda evidencia de que alguien hubiera compartido mi casa.
Pero cuando mi ama de llaves preguntó respecto a las cosas de Bella, le grite que las dejara. La pobre mujer no se atrevio a mencionar el tema de nuevo y aquí seguían. Fuera de mi vista, en armarios y cajones. Pero no del todo fuera de mi mente.
–Dejaste la ropa y las joyas –dije – Pero te llevaste toda la lencería que te compré.
–La ropa, las joyas... costaron mucho –dijo Bella. Se sonrojo y a mi se me aceleró el corazón.
–La lencería también era cara –di un paso hacia ella y me gusto que ella no retrocediera, a pesar de que había invadido claramente su espacio personal.
–¿Que ibas a hacer con mi lencería? – sus ojos chocolate chispearon y alzó la barbilla desafiante – Ni siquiera tú venderías ropa interior de segunda mano.
–No quería venderla –dije con voz deliberadamente seductora – La quería para mí. Te habías ido, las noches eran largas.
–No seas tan.., tan... – Bella se quedo sin habla.
–No te asombres tanto. Es algo natural. Sabes lo buenos que éramos juntos... físicamente –dije – No hay nada malo en querer algo para recordarte.
–La ropa, las joyas... costaron mucho –dijo Bella. Se sonrojo y a mi se me aceleró el corazón.
–La lencería también era cara –di un paso hacia ella y me gusto que ella no retrocediera, a pesar de que había invadido claramente su espacio personal.
–¿Que ibas a hacer con mi lencería? – sus ojos chocolate chispearon y alzó la barbilla desafiante – Ni siquiera tú venderías ropa interior de segunda mano.
–No quería venderla –dije con voz deliberadamente seductora – La quería para mí. Te habías ido, las noches eran largas.
–No seas tan.., tan... – Bella se quedo sin habla.
–No te asombres tanto. Es algo natural. Sabes lo buenos que éramos juntos... físicamente –dije – No hay nada malo en querer algo para recordarte.
BPOV
–Calla –dije con pánico. La voz de Edward resonaba en mi interior, haciéndome recordar cómo fue hacer el amor con él.
–Quería sujetar las delicadas prendas en mis manos mientras pensaba en los buenos ratos que habíamos pasado juntos –ronroneó él, con ojos seductores y párpados caídos – Anhelaba sentir su sedosidad, pensar en el tacto de tu piel en la mía.
–Déjalo –las mejillas me ardían – Podías haber comprado lencería si estabas tan desesperado.
–No habría sido lo mismo –contestó Edward con una significativa y sensual sonrisa – Era saber que la seda había estado junto a tu cuerpo, rozando tus partes más íntimas...
Me mordí el labio, buscando una respuesta cortante que pusiera fin a la conversación. No estaba acostumbrada a oír a Edward hablar así; aunque me inquietaba, también era excitante. Una oleada de calor invadía mi cuerpo, despertando sus sentidos.
–¿Ahora llevas puesto algo que te comprara yo? –Edward me escrutó como si tuviera rayos X en los ojos y pudiera ver mi ropa interior a través del traje – ¿O te has librado de ella, al igual que hiciste con el respeto a nuestra relación?
–No es asunto tuyo lo que lleve bajo el traje – dije, avergonzada por cómo se estaba acelerando su respiración.
–Solía serlo – Edward se arrodilló a mi lado y puso sus grandes y cálidas manos en mis caderas. Me atrajo hasta apoyar la mejilla en mi vientre – Solía gustarte que volviera del trabajo y te apretara contra mí. Te encantaba que subiera las manos por tus piernas, las metiera bajo tu falda y pasara los dedos por encima de la seda y el encaje que cubría la parte más sensible de tu cuerpo.
–Eso se acabó – intente mantener la voz firme, aunque las palabras de Edward estaban provocando una reacción en cadena de sensaciones. Era verdad que había adorado sentir sus manos en el cuerpo y lo que me hacía sentir – Eso fue antes de que me trataras de esa manera tan horrible.
–Si –Edward dejó que sus manos se deslizaran lentamente por mis caderas y muslos – Ese tiempo acabó. Pero ahora empezamos una nueva etapa en nuestra relación. Pronto seremos marido y mujer.
–No es asunto tuyo lo que lleve bajo el traje – dije, avergonzada por cómo se estaba acelerando su respiración.
–Solía serlo – Edward se arrodilló a mi lado y puso sus grandes y cálidas manos en mis caderas. Me atrajo hasta apoyar la mejilla en mi vientre – Solía gustarte que volviera del trabajo y te apretara contra mí. Te encantaba que subiera las manos por tus piernas, las metiera bajo tu falda y pasara los dedos por encima de la seda y el encaje que cubría la parte más sensible de tu cuerpo.
–Eso se acabó – intente mantener la voz firme, aunque las palabras de Edward estaban provocando una reacción en cadena de sensaciones. Era verdad que había adorado sentir sus manos en el cuerpo y lo que me hacía sentir – Eso fue antes de que me trataras de esa manera tan horrible.
–Si –Edward dejó que sus manos se deslizaran lentamente por mis caderas y muslos – Ese tiempo acabó. Pero ahora empezamos una nueva etapa en nuestra relación. Pronto seremos marido y mujer.
Estaba completamente inmóvil, pendiente del movimiento de sus manos. La familiaridad del contacto estaba desencadenando un caos de emociones conflictivas. Mi cuerpo lo conocía, sabía el exquisito placer que podía darme.
Pero mi corazón se sentía traicionado. ¿Cómo podía responder cuando me había tratado tan mal?
–No será lo mismo –dije, pensando en lo especial que había sido hacer el amor con él. Siempre lo había considerado más que mero sexo.
–Será mejor –sus dedos empezaron a bajar la cremallera de la falda – Será el cemento que una nuestro matrimonio. Ninguno de nosotros queremos que fracase, hay demasiado en juego.
–Será mejor –sus dedos empezaron a bajar la cremallera de la falda – Será el cemento que una nuestro matrimonio. Ninguno de nosotros queremos que fracase, hay demasiado en juego.
Mi corazón se detuvo cuando la falda cayó al suelo. Una parte de mi deseaba correr al baño y ponerme un enorme albornoz. Pero una parte mucho mayor estaba disfrutando de cómo Edward miraba las braguitas de encaje francés que llevaba puestas.
–¿Llevas el sujetador a juego? – se levantó y empezó a desabotonarme la chaqueta.
Me estaba resultando imposible seguir quieta. Deseo líquido surcaba mis venas, haciendo que me sintiera más viva que en mucho tiempo. Era como si hubiera estado subsistiendo, esperando volver a los brazos de Edward.
Me estaba resultando imposible seguir quieta. Deseo líquido surcaba mis venas, haciendo que me sintiera más viva que en mucho tiempo. Era como si hubiera estado subsistiendo, esperando volver a los brazos de Edward.
Sabía que ese momento era inevitable. Era un hombre de sangre caliente y de libido poderosa. El celibato era contrario a su naturaleza. Para que el matrimonio funcionase, el sexo tendría que jugar un papel importante.
Pero las manos de él se movían muy despacio. Estaba tardando demasiado en quitarme la ropa. Anhelaba sentir sus manos, su piel desnuda junto a la mía. Y quería que me hiciera el amor. Después podría simular que las cosas habían vuelto a la normalidad, que no me había echado, que las últimas seis semanas habían sido un mal sueño.
Por fin me quito la chaqueta y reveló la sencilla camisola de encaje elástico. Agarro el borde y me la sacó por la cabeza. Después dio un paso atrás y me recorrió con la mirada.
Estaba de pie con mis braguitas y sujetador de encaje, aún con medias y zapatos de tacón alto. Sentía los pechos pesados y tenía los pezones erectos y duros, apretados contra el encaje.
Apenas me había tocado y un cosquilleo sexual recorría mi cuerpo, centrándose en el punto más íntimo, y haciendo que mi deseo por él fuera casi insoportable. Noté que mi piel desnuda se teñía de rubor, traicionando mi deseo sexual.
Apenas me había tocado y un cosquilleo sexual recorría mi cuerpo, centrándose en el punto más íntimo, y haciendo que mi deseo por él fuera casi insoportable. Noté que mi piel desnuda se teñía de rubor, traicionando mi deseo sexual.
Los ojos verdes de él se oscurecieron mientras me contemplaba y supe cómo lo estaba afectando verme, escuche el cambio en su respiración, reconocí la expresión en su rostro que significaba que quería hacerme el amor. Pero no se movió hacia mi. Bajó los parpados y se dio la vuelta para agarrar el vestido.
–Has perdido peso –dijo–. Pero el corte de este vestido debería ser indulgente con eso.
–¿Indulgente? –la palabra fue como un bofetón.
–¿Indulgente? –la palabra fue como un bofetón.
En ese momento comprendí que él nunca me perdonaría por lo que creía que había hecho. Daba igual que estuviera equivocado, que no hubiera pruebas de mi pecado contra él, seguiría estando sordo ante mi alegato de inocencia.
–Tú eres el que necesitas indulgencia, por la horrible forma en que me trataste. ¡Y por cómo sigues tratándome! –recogí mi ropa del suelo y la sujeté contra mi cuerpo.
El nunca había tenido intención de hacerme el amor. Esa mañana solo había pretendido humillarme . Pero yo había hablado sin pensar en las consecuencias y casi palpé la furia de Edward cuando él me dio la espalda.
–No sigas con eso –masculló con los dientes apretados, intentando controlar su ira–. No ganarás. No puedes ganar. Sería mejor para todos que no siguieras recordándome tu traición, el hecho de que llevas el hijo de otro hombre dentro de ti.
–Pero...
El nunca había tenido intención de hacerme el amor. Esa mañana solo había pretendido humillarme . Pero yo había hablado sin pensar en las consecuencias y casi palpé la furia de Edward cuando él me dio la espalda.
–No sigas con eso –masculló con los dientes apretados, intentando controlar su ira–. No ganarás. No puedes ganar. Sería mejor para todos que no siguieras recordándome tu traición, el hecho de que llevas el hijo de otro hombre dentro de ti.
–Pero...
No hizo falta que Edward volviera a hablar para callarme. Cuando nuestros ojos se encontraron y vi la tortura que mostraba su mirada, comprendi que lo estaba destrozando la idea de que lo había engañado.
Yo no tenia la culpa de que él pensara que le había sido infiel. Era una locura seguir con alguien que me creía capaz de eso. Pero había tomado una decisión, casarme con él por el bien del bebé.
Más adelante tendría que intentar descubrir por qué creía eso de mí. Pero de momento era mejor dejarlo pasar. La ira y tensión que irradiaba su poderoso cuerpo indicaba que no era momento de presionarlo. Sería imposible mantener una conversación razonable con él en ese estado.
Más adelante tendría que intentar descubrir por qué creía eso de mí. Pero de momento era mejor dejarlo pasar. La ira y tensión que irradiaba su poderoso cuerpo indicaba que no era momento de presionarlo. Sería imposible mantener una conversación razonable con él en ese estado.
–Póntelo –Edward me entregó el vestido.
Me lo puse, aparte el pelo a un lado y me di la vuelta para que me subiera la cremallera. Erguí los hombros para demostrarle que tenía tanta voluntad como él. No pelearía, pero tampoco dejaría que la brutal fuerza de su personalidad me aplastara.
Él subió la cremallera lentamente, sin tocarme, solté el aire lentamente, para que no notara que había contenido el aliento por si rozaba mi espalda con los dedos. Luego me volví hacia el espejo.
Apenas me reconocí. La chica que había llevado ese vestido y vivido en ese dormitorio, esa chica pertenecía a otro tiempo. Un tiempo más feliz.
Apenas me reconocí. La chica que había llevado ese vestido y vivido en ese dormitorio, esa chica pertenecía a otro tiempo. Un tiempo más feliz.
Si quería sobrevivir a este matrimonio, tendría que ser firme. Demostrarle a Edward que, a pesar de sus amenazas y su innegable poder, no podía pisarme.
–Eso ira muy bien –dijo Edward con irritante condescendencia. Me dio el bolso y fue hacia la puerta – Es hora de ir a ver a mí abuelo.
–Espera – clavé los pies en el suelo.
–¿Qué pasa? –preguntó Edward con impaciencia.
–Ese suéter –dije, soltando el bolso sobre la cama y acercándome – No está bien. No puedes ponerte un deprimente suéter negro si de veras pretendes animar a tu abuelo.
–No me mirará a mí... –Edward calló cuando agarre el suéter y empece a alzarlo.
–Debes ponerte algo más ligero y fresco. ¿Tal vez el suéter azul claro? –me costó mantener la voz firme, pero me enorgullecí de lo práctica que sonaba. Sobre todo cuando descubrí que no llevaba nada debajo y capte el intoxicante y puramente masculino aroma de su piel. Me temblaron las piernas.
–Espera – clavé los pies en el suelo.
–¿Qué pasa? –preguntó Edward con impaciencia.
–Ese suéter –dije, soltando el bolso sobre la cama y acercándome – No está bien. No puedes ponerte un deprimente suéter negro si de veras pretendes animar a tu abuelo.
–No me mirará a mí... –Edward calló cuando agarre el suéter y empece a alzarlo.
–Debes ponerte algo más ligero y fresco. ¿Tal vez el suéter azul claro? –me costó mantener la voz firme, pero me enorgullecí de lo práctica que sonaba. Sobre todo cuando descubrí que no llevaba nada debajo y capte el intoxicante y puramente masculino aroma de su piel. Me temblaron las piernas.
Di un paso atrás y lo contemplé un segundo. Sentí un escalofrío de admiración sensual y comprendí que mi plan de recuperar cierto control peligraba.
Edward se dio la vuelta y fue hacia su armario, fui incapaz de desviar la mirada. Siempre había adorado mirarlo sin camisa, me fascinaba y excitaba el movimiento de los bien definidos músculos.
–Lo que tú quieras –señaló los suéteres bien doblados y apilados en su armario, tuve impresión de que no hablaba sólo de la ropa. Había visto como yo lo miraba y captado mi reacción.
¿Me estaría diciendo que, si yo daba el primer paso, estaba dispuesto a hacerme el amor? Rechace la idea con un esfuerzo de voluntad. Seguramente estaba jugando conmigo otra vez y no pensaba someterme a más humillaciones.
–Este color es alegre –le dije, eligiendo uno azul, que casualmente iba perfecto con el tono de mi vestido – Ese alegrará el día a tu abuelo.
Edward se lo puso en silencio. Después, sin mirarse al espejo, agarró mi mano y me llevó hacia la puerta.
¿Me estaría diciendo que, si yo daba el primer paso, estaba dispuesto a hacerme el amor? Rechace la idea con un esfuerzo de voluntad. Seguramente estaba jugando conmigo otra vez y no pensaba someterme a más humillaciones.
–Este color es alegre –le dije, eligiendo uno azul, que casualmente iba perfecto con el tono de mi vestido – Ese alegrará el día a tu abuelo.
Edward se lo puso en silencio. Después, sin mirarse al espejo, agarró mi mano y me llevó hacia la puerta.
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