Capitulo tres
BPOV
¿Casarnos? –repetí, mirándolo atónita. No podía creer lo que había oído– Si eso es alguna cruel broma, no me hace gracia.
–No es broma –Edward habló con seriedad y siguió mirándome con esa dura expresión a la que empezaba a acostumbrarme – Nos casaremos enseguida.
–¿Cómo puedes siquiera pedírmelo? – gemí, seis meses antes habría aceptado sin dudarlo.
¿Casarnos? –repetí, mirándolo atónita. No podía creer lo que había oído– Si eso es alguna cruel broma, no me hace gracia.
–No es broma –Edward habló con seriedad y siguió mirándome con esa dura expresión a la que empezaba a acostumbrarme – Nos casaremos enseguida.
–¿Cómo puedes siquiera pedírmelo? – gemí, seis meses antes habría aceptado sin dudarlo.
Habría sido un sueño hecho realidad. Pero en este momento era más bien una pesadilla.
– Después de cómo me has tratado, estaría loca si me casara contigo.
–No te lo estoy "pidiendo"–dijo Edward – Estoy diciendoque nos casaremos. Y por lo que respecta al mundo, el bebé que llevas es mío. Él o ella crecerá como heredero de los Cullen.
Me daba vueltas la cabeza. Edward se convertía en un desconocido segundo a segundo.
–No te lo estoy "pidiendo"–dijo Edward – Estoy diciendoque nos casaremos. Y por lo que respecta al mundo, el bebé que llevas es mío. Él o ella crecerá como heredero de los Cullen.
Me daba vueltas la cabeza. Edward se convertía en un desconocido segundo a segundo.
Mi madre, Renée me había advertido lo fácilmente que cambiaban los hombres. Mi padre había pasado de amante entregado a bruto amenazador de un día para otro, cuando mi madre le dijo que estaba embarazada. Y descubrió que Eleazar ya estaba casado.Tenía esposa y tres hijas. A pesar de sus dulces palabras de seducción, solo había querido una aventura. El embarazo puso fin a eso. Se jugaba demasiado.
Si su esposa o su suegro descubrían su infidelidad, Eleazar podía perderlo todo: su familia, su estatus profesional y, lo más importante, la posibilidad de hacerse cargo de un negocio de éxito cuando su suegro se retirara.
Para protegerse, Eleazar instalo a mi madre en una diminuta casita de campo. Pagaba el alquiler y una mísera pensión de manutención para mí, pero con el acuerdo estricto de que mi madre no revelarla su existencia o la de su hija ilegítima a la familia.
–Mira, no sé a qué estás jugando conmigo – puse mis manos en las caderas y mire a Edward a los ojos. Mi infancia había estado marcada por la duplicidad de mi padre y tenía la sensación de haber vivido ya demasiada deshonestidad y secretismo–. Pero sea lo que sea, no me interesa. Si quieres comprar el sistema de conferencia en web, perfecto, necesito la comisión para buscar un apartamento. Si no lo quieres, no importa. Deja que me marche y siga con mi vida. Tengo que encontrar un trabajo permanente.
Tenía que encontrar un trabajo para poder mantener a mi bebé. No acabaría como mi madre. Ni en una situación aún más precaria financieramente hablando.
Mi madre había quedado devastada cuando mi padre le mostró su auténtico carácter. Le había resultado insoportable que el hombre de quien se había enamorado comprara su silencio. Pero sin nadie a quien recurrir y con un bebé en camino, había aceptado su apoyo económico.Había perdido la confianza en sí misma y en los demás y fue incapaz de encontrar un trabajo que pudiera compaginar con cuidarme a mí. Finalmente había encontrado la paz trabajando como voluntaria en una residencia para enfermos desahuciados. Dedicaba su energía y amor a manualidades y proyectos artísticos y que les dieran algo de felicidad en sus últimos días. Quería mucho a mi madre, a pesar de que mi infancia había sido muy difícil. Sabia que le rompería el corazón enterarse de que estaba embarazada y sola. Pasara lo que pasara, tenia que proteger a mi mamá de la verdad, al menos hasta que mi situación fuera mejor. Lo primero era encontrar trabajo para que mi futuro fuera más seguro a nivel financiero.
–No has escuchado ni una palabra –Edward parecía tan frío e inconmovible que sentí una intensa desazón–. No necesitas trabajo, ni un apartamento.
–Te he escuchado, pero no has dicho nada con sentido –replique, intentando librarme de mi inquietud–. Necesito trabajo y donde vivir; desde que me echaste he estado durmiendo en el sofá de mi amiga.
–Necesitas un marido que los mantenga a ti y al bebé –dijo Edward – Yo te ofrezco mucho más que eso.
–¡No vivimos en la Edad Media! – exclame – ¿Qué es eso tan maravilloso que ofreces? ¿Dinero? Claro que sería fantástico tener un marido rico, pero si no puedo tener un marido que me quiera, a mí y a su hijo, prefiero estar sola.
–¿Lo dices en serio? – preguntó Edward – Criar a un ilegitimo sola no es fácil.
–No he dicho que lo fuera –sabía demasiado bien lo difícil que le había resultado a mi madre. También había sido duro para mi vivir con alguien con tendencia a la depresión y al pánico, alguien que solo era realmente feliz cuando se entregaba a algún proyecto artístico.
–Piensa en el bebé –presionó Edward – ¿Cómo puedes negarle, a él o a ella, la posibilidad de crecer como heredero de los Cullen?
–Estás loco –me lleve la mano al pelo con gesto exasperado – Primero me acusas de ser infiel y niegas que el bebé sea tuyo..., después quieres casarte conmigo y convertirlo en tu heredero. ¿Qué se supone que debo pensar? Es surrealista.
–Te he escuchado, pero no has dicho nada con sentido –replique, intentando librarme de mi inquietud–. Necesito trabajo y donde vivir; desde que me echaste he estado durmiendo en el sofá de mi amiga.
–Necesitas un marido que los mantenga a ti y al bebé –dijo Edward – Yo te ofrezco mucho más que eso.
–¡No vivimos en la Edad Media! – exclame – ¿Qué es eso tan maravilloso que ofreces? ¿Dinero? Claro que sería fantástico tener un marido rico, pero si no puedo tener un marido que me quiera, a mí y a su hijo, prefiero estar sola.
–¿Lo dices en serio? – preguntó Edward – Criar a un ilegitimo sola no es fácil.
–No he dicho que lo fuera –sabía demasiado bien lo difícil que le había resultado a mi madre. También había sido duro para mi vivir con alguien con tendencia a la depresión y al pánico, alguien que solo era realmente feliz cuando se entregaba a algún proyecto artístico.
–Piensa en el bebé –presionó Edward – ¿Cómo puedes negarle, a él o a ella, la posibilidad de crecer como heredero de los Cullen?
–Estás loco –me lleve la mano al pelo con gesto exasperado – Primero me acusas de ser infiel y niegas que el bebé sea tuyo..., después quieres casarte conmigo y convertirlo en tu heredero. ¿Qué se supone que debo pensar? Es surrealista.
Miré sus ojos verdes y, al ver cómo me miraba, sentí un cosquilleo sensual en la piel. Era como si volviéramos a estar en el ascensor, confinados en un espacio pequeño y cargado de electricidad.
–Esto es real.
Dio dos pasos hacia mi. No me tocó, pero supe exactamente de qué hablaba. Atracción sexual. Una oleada de calor recorría mi cuerpo, hacía llamear a mis nervios. Quería que volviera a tocarme, a sentir sus manos recorrer mi cuerpo.
–Puede que sea real – me asombré al notar lo ronca que sonaba mi voz, mientras él me recorría con la vista–. Pero solo es hormonal, no significa nada.
–Tu virginidad significó algo para mí –dijo Edward. Sus ojos parecían imposiblemente oscuros y un músculo palpitaba en su mandíbula – Hasta que descubrí que para ti no lo era y lo poco que tardaste en entregar tu cuerpo a otra persona.
–Tu virginidad significó algo para mí –dijo Edward. Sus ojos parecían imposiblemente oscuros y un músculo palpitaba en su mandíbula – Hasta que descubrí que para ti no lo era y lo poco que tardaste en entregar tu cuerpo a otra persona.
De repente su rostro adquirió una expresión casi salvaje, me agarró y atrapó mi boca con la suya.
El corazón dio un bote cuando me besó. Intenté apartarme, pero él me tenía firmemente agarrada. Aunque nunca había sido brusco conmigo antes, mi cuerpo respondió de inmediato, con ardor.
El corazón dio un bote cuando me besó. Intenté apartarme, pero él me tenía firmemente agarrada. Aunque nunca había sido brusco conmigo antes, mi cuerpo respondió de inmediato, con ardor.
A pesar de la débil protesta de mi mente, la tensión de mis músculos cedió y me relajé en sus brazos. El me apretó contra si para que sintiera el calor de su cuerpo. Mis labios se ablandaron y abrieron bajo los de él, dando entrada libre a su lengua.
Lo había echado muchísimo de menos, habia anhelado estar cerca de él. No era sólo por la intimidad física, aunque estaba respondiendo a su beso con pasión. Había echado de menos lo que yo había creído que era una relación fantástica. Muchísimo.
El agarró mi cabeza y la inclinó hacia atrás mientras arrasaba mi boca con un beso que provocaba en mi, remolinos y espirales de deseo. Aunque él ya no me sujetaba, se apreté contra él, disfrutando del poder masculino que irradiaba su cuerpo.
Introduje los brazos bajo su chaqueta y me aferre a él. Después, instintivamente, mis manos empezaron tirar de su camisa. Anhelaba sentir su piel bajo las yemas de mis dedos, notar como sus músculos se contraían y relajaban bajo mis manos.
De repente, comprendí lo que estaba haciendo.
–¡Para! – con un monumental esfuerzo de voluntad, interrumpí el beso y me obligue a dar un paso atrás – Esto no es lo que quiero – jadeé, acercándome hacia enorme ventanal.
- ¿Qué quieres? –preguntó él con brusquedad.
–Quiero que las cosas vuelvan a ser como eran – dije, dejándome llevar por el sentimiento.
–Entonces deberías haberlo pensado dos veces antes de serme infiel –espetó Edward.
–¡Nunca te fui infiel! – grité – Pero eso ya no tiene importancia.
–Claro la tiene... eso lo cambió todo! –dijo Edward.
–Nuestra relación... nada era lo que parecía –sentí las lágrimas en los ojos y bajé la cabeza para ocultarlas–. No eras el hombre que creía que eras, o no me habrías acusado de algo horrible que no hice.
- ¿Qué quieres? –preguntó él con brusquedad.
–Quiero que las cosas vuelvan a ser como eran – dije, dejándome llevar por el sentimiento.
–Entonces deberías haberlo pensado dos veces antes de serme infiel –espetó Edward.
–¡Nunca te fui infiel! – grité – Pero eso ya no tiene importancia.
–Claro la tiene... eso lo cambió todo! –dijo Edward.
–Nuestra relación... nada era lo que parecía –sentí las lágrimas en los ojos y bajé la cabeza para ocultarlas–. No eras el hombre que creía que eras, o no me habrías acusado de algo horrible que no hice.
Me di la vuelta hacia la ventana, pero en vez de la vista de Londres, vi mi reflejo: una mujer con ojos muy abiertos, de mirada perdida, con un traje de lino arrugado. Bastantes rizos rebeldes habían empezado a escaparse del recogido que me había hecho esta mañana, a toda prisa. Me pase las manos por la chaqueta, estirándola, tome aire y me volví hacia él.
–Me marcho –Me enorgullecí de la serenidad de mi voz, que no denotaba mi torbellino interior.
–No. No te marchas –la voz de Edward sonó fría como mármol–. Aún no lo has pensado bastante.
–No hay nada que pensar –dije – Has dejado muy claro lo que opinas de mí. ¿Por qué iba a casarme contigo?
–Por el bien de tu hijo ¿Quieres que crezca siendo ilegitimo? ¿Sin un padre? –se acercó y puso las manos en mis brazos, sujetándome para recalcar la importancia de sus palabras–. ¿Quieres que tu bebé sea el sucio secreto de alguien?
–No. No te marchas –la voz de Edward sonó fría como mármol–. Aún no lo has pensado bastante.
–No hay nada que pensar –dije – Has dejado muy claro lo que opinas de mí. ¿Por qué iba a casarme contigo?
–Por el bien de tu hijo ¿Quieres que crezca siendo ilegitimo? ¿Sin un padre? –se acercó y puso las manos en mis brazos, sujetándome para recalcar la importancia de sus palabras–. ¿Quieres que tu bebé sea el sucio secreto de alguien?
Lo miré atónita. Sentí unas náuseas horribles y las manos de él me parecieron cadenas.
–¿Por qué has dicho algo tan horrible? – mi voz tembló de emoción. Las palabras de Edward habían hecho diana. Reflejaban demasiado bien la inseguridad que me había asolado en mi infancia.
–Porque sabes lo que eso sería para tu hijo –dijo él–. Toda tu vida has sabido lo que implicaba ser el sucio secreto de Eleazar Denali.
–Porque sabes lo que eso sería para tu hijo –dijo él–. Toda tu vida has sabido lo que implicaba ser el sucio secreto de Eleazar Denali.
Lo miré con horror. Por un momento me olvide de respirar, mi corazón se paró.
Y de repente supe que tenía que escapar, salir de allí lo antes posible. Me aparte de Edward y alce las manos con miedo a chocar contra la ventana.
La cabeza me daba vueltas. Desde esa altura nada parecía real: personas, coches y árboles parecían de juguete. Era como estar viviendo una pesadilla. Se me nubló la vista y sentí que se hundía en la oscuridad.
Y de repente supe que tenía que escapar, salir de allí lo antes posible. Me aparte de Edward y alce las manos con miedo a chocar contra la ventana.
La cabeza me daba vueltas. Desde esa altura nada parecía real: personas, coches y árboles parecían de juguete. Era como estar viviendo una pesadilla. Se me nubló la vista y sentí que se hundía en la oscuridad.
–¡Bella!
Manos de acero aferraron mis brazos para impedir que cayera al suelo y luego me depositaron en el enorme sillón de cuero que había junto al escritorio.
–Bella –Edward se arrodilló ante de mi. Por un momento cometí el error de creer que estaba preocupado, pero cuando mis ojos volvieron a enfocar comprobé que su expresión seguía siendo tan fría como antes. Solo se había arrodillado para verme más de cerca, y seguramente para asegurarse de que yo también lo miraba y prestara atención a sus palabras.
–Estás muy pálida –dijo él–. ¿Has comido hoy?
–Claro que estoy pálida –masculle, entre dientes. Sentía unos horribles espasmos estomacales y tuve miedo de acabar vomitando–. He tenido un montón de sorpresas desagradables esta mañana.
–¿Has comido? –insistió él–. ¿Qué hará que te sientas mejor?
–Alejarme de ti – me levante tan rápido que Edward se tambaleó en los talones, pero fue un error. Sentí otra oleada de náuseas y tuve que agarrarme al escritorio para no caer al suelo.
–Siéntate –ladró Edward – No voy a dejar que salgas y te desmayes en la calle, si es que liegas tan lejos.
–Estás muy pálida –dijo él–. ¿Has comido hoy?
–Claro que estoy pálida –masculle, entre dientes. Sentía unos horribles espasmos estomacales y tuve miedo de acabar vomitando–. He tenido un montón de sorpresas desagradables esta mañana.
–¿Has comido? –insistió él–. ¿Qué hará que te sientas mejor?
–Alejarme de ti – me levante tan rápido que Edward se tambaleó en los talones, pero fue un error. Sentí otra oleada de náuseas y tuve que agarrarme al escritorio para no caer al suelo.
–Siéntate –ladró Edward – No voy a dejar que salgas y te desmayes en la calle, si es que liegas tan lejos.
Puso una mano en mi hombro para obligarme a sentarme y con la otra levantó el teléfono, escuche que daba una lista de instrucciones, pero solo procese que estaba pidiendo comida y bebida.
Cerré los ojos y respire profundamente. Por más que odiara a Edward en este momento, no soportaba la idea de avergonzarme vomitando ante él, ya me sentía demasiado vulnerable, ésa sería la humillación final de la que estaba empezando a parecer el peor día de mi vida.
Unos minutos después, escuche las puertas del ascensor y los pasos de Edward sobre la moqueta. Abrí los ojos y lo vi poner una bandeja en el escritorio.
Cerré los ojos y respire profundamente. Por más que odiara a Edward en este momento, no soportaba la idea de avergonzarme vomitando ante él, ya me sentía demasiado vulnerable, ésa sería la humillación final de la que estaba empezando a parecer el peor día de mi vida.
Unos minutos después, escuche las puertas del ascensor y los pasos de Edward sobre la moqueta. Abrí los ojos y lo vi poner una bandeja en el escritorio.
–Bebe –me dio un vaso de agua con hielo.
Lo acepte en silencio, incapaz de hablar. Estaba recordando cómo me había servido agua con hielo mi último día en Venecia. Podía no ser el amante tierno y preocupado que yo había creído, pero seguía sabiendo qué cosas me gustaban.
Lo acepte en silencio, incapaz de hablar. Estaba recordando cómo me había servido agua con hielo mi último día en Venecia. Podía no ser el amante tierno y preocupado que yo había creído, pero seguía sabiendo qué cosas me gustaban.
De hecho, a juzgar por la crueldad con la que me había restregado mi infancia por la cara, sabía mucho más de lo que yo había creído.
–Investigaste mi pasado –lo mire, esperando ver al menos un atisbo de vergüenza en su rostro. Pero no lo hubo. Siguió impertérrito.
–Por supuesto. Estabas viviendo conmigo, investigar tu pasado era imprescindible –aseveró él – Podías acceder a todo tipo de información confidencial.
–Por supuesto. Estabas viviendo conmigo, investigar tu pasado era imprescindible –aseveró él – Podías acceder a todo tipo de información confidencial.
Lo mire con desagrado. A mi nunca se me habría ocurrido investigarlo así. Sabía que había estado casado antes. Pero nunca había indagado para saber por qué había fracasado su matrimonio.
–Tal vez yo debería haber hecho lo mismo respecto a ti – tome un sorbo de agua helada. Mi estómago se estaba asentando, pero mis emociones seguían siendo un caos – Habría descubierto a tiempo la clase de hombre con la que estaba relacionándome.
Me aparte un mechón de pelo de los ojos y desvié la vista. Me costaba creer lo que había ocurrido. No debería haber ido a Empresas C&H esta mañana. Sabía que Edward era socio mayoritario de la empresa. Pero tenía otros muchos negocios en Londres. Había pensado que, incluso si estaba en la ciudad, las posibilidades de que estuviera en ese edificio eran remotas. Y más que asistiera a la presentación.
Tal vez, muy en el fondo, una diminuta parte de mi había deseado volver a verlo, a pesar de la imperdonable forma en que me había tratado, pero nunca habría imaginado que ocurriría algo así. Que Edward, el hombre del que había creído estar enamorada, me restregaría la humillación de mi infancia por la cara. Y encima me propondría matrimonio.
–Ser el sucio secreto de alguien no es agradable –la voz fría e insensible de Edward rompió el silencio–. No hagas que tu hijo sufra el mismo destino. No tienes por qué actuar como hizo tu madre.
–¡Eres tú quien lo está convirtiendo en sucio! – conteste con ira – Y no metas a mi madre en esto; vive muy feliz en el campo, ayudando a los pacientes terminales de la residencia.
–Pero tú no eres feliz –contrapuso Edward – Y tu infancia estuvo muy lejos de serlo.
–No sabes nada de mi infancia.
–Se que tu padre se negó a reconocerte. Que pagó a tu madre para comprar su silencio. Que nunca lo has visto, ni tampoco a tus tres hermanastras, y que es improbable que eso llegue a ocurrir. A no ser que quieras que tu madre pierda su casa y su ayuda económica para satisfacer tu curiosidad por el hombre que nunca te quiso.
–¿Por qué iba a querer conocerlo? –respondí automáticamente–. No es nada para mí.
–Quieres decir que tú no eres nada para él.
–Pero tú no eres feliz –contrapuso Edward – Y tu infancia estuvo muy lejos de serlo.
–No sabes nada de mi infancia.
–Se que tu padre se negó a reconocerte. Que pagó a tu madre para comprar su silencio. Que nunca lo has visto, ni tampoco a tus tres hermanastras, y que es improbable que eso llegue a ocurrir. A no ser que quieras que tu madre pierda su casa y su ayuda económica para satisfacer tu curiosidad por el hombre que nunca te quiso.
–¿Por qué iba a querer conocerlo? –respondí automáticamente–. No es nada para mí.
–Quieres decir que tú no eres nada para él.
Edward se dio la vuelta y eligió un bollo de la bandeja. Lo mire con ira.
–Eres vil –le dije, mirando el plato que tenía en la mano por no mirarlo a él. Me pregunte cómo podía comer en un momento así. Por lo visto daba tan poca importancia a sus crueles comentarios que le parecía bien combinarlos con un tentempié.
Había pasado toda una vida intentando no pensar en el rechazo de mi padre. Y quería seguir así. Podría haberlo buscado e intentar que me reconociera. Pero siempre había sabido que no saldría nada bueno de eso. Además, nunca haría nada que pudiera causarle problemas a mi madre.
–Toma, come esto –Edward me quito el vaso de agua y me entregó un plato negro con el bollo.
–No tengo hambre –dije rebelde, pero reconfortada porque no hubiera sido para él.
–Pero debes comer –insistió Edward – Te sentirás mejor cuando te suba el nivel de glucosa. Esa palidez es excesiva, incluso para ti.
–¿Incluso para mí? – espete – No hables como si me conocieras… puede que conozcas mi secreto, una forma para coaccionarme. Pero eso no implica conocer a una persona.
–No es coacción –dijo Edward – Simplemente te ayudo a reconocer las implicaciones de intentar criar sola a un hijo ilegitimo. De hecho, sólo tienes que recordarlo, porque lo sabes de primera mano.
–No fue tan terrible como insinúas –proteste, pero en el fondo de mi corazón sabía que había sido duro vivir con las continuas depresiones de mi madre y mi propio sentimiento de abandono y decepción.
–¿No quieres proteger a tu bebé? –preguntó Edward – Cásate conmigo y él o ella se librará de la tristeza que amargó tu infancia.
–Mi infancia no fue amarga –insistí oí el tono inseguro de mi voz, pero me parecía una deslealtad hacia mi madre pensar en eso.
–Siendo mi heredero tu bebé tendrá todas las oportunidades –siguió Edward – Y tú te librarás de las dificultades a las que tuvo que enfrentarse tu madre.
–No sé –dije. La propuesta de Edward era inesperada y abrumadora. No sabía qué pensar–. No sé qué decir.
Había pasado toda una vida intentando no pensar en el rechazo de mi padre. Y quería seguir así. Podría haberlo buscado e intentar que me reconociera. Pero siempre había sabido que no saldría nada bueno de eso. Además, nunca haría nada que pudiera causarle problemas a mi madre.
–Toma, come esto –Edward me quito el vaso de agua y me entregó un plato negro con el bollo.
–No tengo hambre –dije rebelde, pero reconfortada porque no hubiera sido para él.
–Pero debes comer –insistió Edward – Te sentirás mejor cuando te suba el nivel de glucosa. Esa palidez es excesiva, incluso para ti.
–¿Incluso para mí? – espete – No hables como si me conocieras… puede que conozcas mi secreto, una forma para coaccionarme. Pero eso no implica conocer a una persona.
–No es coacción –dijo Edward – Simplemente te ayudo a reconocer las implicaciones de intentar criar sola a un hijo ilegitimo. De hecho, sólo tienes que recordarlo, porque lo sabes de primera mano.
–No fue tan terrible como insinúas –proteste, pero en el fondo de mi corazón sabía que había sido duro vivir con las continuas depresiones de mi madre y mi propio sentimiento de abandono y decepción.
–¿No quieres proteger a tu bebé? –preguntó Edward – Cásate conmigo y él o ella se librará de la tristeza que amargó tu infancia.
–Mi infancia no fue amarga –insistí oí el tono inseguro de mi voz, pero me parecía una deslealtad hacia mi madre pensar en eso.
–Siendo mi heredero tu bebé tendrá todas las oportunidades –siguió Edward – Y tú te librarás de las dificultades a las que tuvo que enfrentarse tu madre.
–No sé –dije. La propuesta de Edward era inesperada y abrumadora. No sabía qué pensar–. No sé qué decir.
Dos meses antes la propuesta me habría hecho completamente feliz. Sin embargo ahora comprendía que no me amaba y ni siquiera confiaba en mi. Pero estaba ofreciendo una oportunidad para mi bebé y eso era lo más importante. ¿Cómo podía negarle a mi hijo la vida que Edward podía ofrecerle?
–Si sabes qué decir. Debes aceptar mi propuesta. Y, dadas las circunstancias, debemos organizar la boda lo antes posible. Volaremos a Venecia esta tarde.
EPOV
La mire, sentada tan rígida, y pensé que ella había tenido razónal decir que no la conocía. La chica inocente y dulce que creía que era nunca habría tomado un amante e intentado que aceptara como suyo el hijo de otro hombre.
Ni siquiera tenía el mismo aspecto que la amante apasionada y al mismo tiempo inocente con la que había vivido conmigo casi medio año. Ese defensivo lenguaje corporal era nuevo para mi, y la pérdida de peso había vuelto su cuerpo anguloso y huesudo.
Las ojeras de cansancio bajo los ojos color chocolate acentuaban su tamaño, haciendo que parecieran enormes en el rostro delgado. Y en los cinco meses que habíamos pasado juntos nunca la había visto con el pelo recogido de esa manera.
Pero, a pesar del cambio de aspecto, la atracción que ejercía sobre mi no había disminuido en absoluto.
Era tan intensa como la primera vez que la había visto: de pie ante un grupo de ejecutivos en otra de mis empresas, presentando una versión anterior del mismo programa informático que había vendido esta mañana. Y también había irrumpido en la reunión, con la firme intención de descubrir quién era.
De repente, me había parecido imperativo invitarla a cenar, conocerla... acostarme con ella.
Y el deseo urgente que me había invadido entonces, seguía surcando mis venas como lava ardiente.
Y el deseo urgente que me había invadido entonces, seguía surcando mis venas como lava ardiente.
Deseaba alzarla del suelo y besarla hasta que desapareciera la tensión de su cuerpo. Sabia que lo conseguiría, había notado su reacción antes. A pesar de sus protestas, me deseaba tanto como yo a ella.
Quería deslizar las manos por su cuerpo hasta conseguir que se fundiera contra mi. Quería soltarle el moño y dejar que sus rizos flotaran alborotados. Solo había visto su cabello en su estado rebelde y natural al final de nuestras apasionadas sesiones de sexo. Ella pasaba horas alisándolo y estirándolo para adoptar peinados sofisticados. A mi me gustaba salvaje. Hacía que pensara en sexo desenfrenado.
–Incluso si acepto, no estaré lista para viajar esta tarde –la voz de Bella interrumpió mis reflexiones–. Tengo cosas que hacer, gente con la que hablar.
–Claro que estarás lista. Deja los detalles técnicos en mis manos. Cuando lleguemos a Venecia puedes llamar a quien quieras para informarles de tu cambio de dirección.
–Claro que estarás lista. Deja los detalles técnicos en mis manos. Cuando lleguemos a Venecia puedes llamar a quien quieras para informarles de tu cambio de dirección.
Contuve una sonrisa de satisfacción por mi victoria. No me había permitido considerar la posibilidad de que ella rechazara mi oferta de matrimonio.
El que me hubiera sido infiel y lo hubiera negado demostraba que me había equivocado al evaluar su carácter. Pero sabía cómo había sido su infancia. Y confiaba en que mis francos comentarios al respecto llevaran a Bella a aceptar mi propuesta.
Sabía que había herido sus sentimientos al echarla de mi casa, pero estaba seguro de que su instinto maternal con respecto a su futuro hijo ganaría la partida.
Sabía que había herido sus sentimientos al echarla de mi casa, pero estaba seguro de que su instinto maternal con respecto a su futuro hijo ganaría la partida.
–No, necesito... –empezó Bella.
–Supongo que el equipo que trajiste para la presentación pertenece a la empresa informática – alce el teléfono–. Un mensajero ira a devolverlo.
–Supongo que el equipo que trajiste para la presentación pertenece a la empresa informática – alce el teléfono–. Un mensajero ira a devolverlo.
La tenía en mis manos. Solo quedaba organizarlo todo lo más rápidamente posible. Después le daría a mi abuelo la noticia que llevaba años deseando oír: el apellido Cullen no se perdería.
Mi abuelo moriría feliz, creyendo que había un nuevo heredero. Después, cuando Bella ya no tuviera utilidad para mi, me vengaría librándome de ella. Y del bebé.
Mi abuelo moriría feliz, creyendo que había un nuevo heredero. Después, cuando Bella ya no tuviera utilidad para mi, me vengaría librándome de ella. Y del bebé.
Un divorcio rápido y mi vida volvería a la normalidad. Bella, y la prueba de su infidelidad, desaparecerían de mi vida.
–Pero no puedo irme a Italia sin más –protestó Bella – La gente se preocupará por mí.
–Anunciar que volvemos a estar juntos y vamos a casarnos solucionará ese problema.
–Pero no puedo irme a Italia sin más –protestó Bella – La gente se preocupará por mí.
–Anunciar que volvemos a estar juntos y vamos a casarnos solucionará ese problema.
BPOV
–No lo creerán –dije , preguntándome cómo reaccionaria Alice , mi independiente amiga, al saber que me casaba con Edward solo para garantizar seguridad y estabilidad a mi futuro hijo. ¿Cómo podría explicar que no soportaba la idea de someterlo a una infancia tan dura como la mia? – Todos saben lo mal que me trataste, no se creerán ninguna historia que les cuente.
Al menos, no Alice. A mi madre no le había dado detalles de por qué estaba de vuelta en Londres.
–No –la palabra cortó el aire como acero–, Nadie debe saber nunca que éste no es un matrimonio completamente normal.
–Pero... – callé cuando él agarró mis manos y me puso en pie con brusquedad. Sentí la intensidad que irradiaba de él. Hablaba completamente en serio.
–Nadie lo sabrá nunca –los ojos de Edward destellaron–. Harás que crean que es un matrimonio normal y que el hijo que Llevas es mío. Si no lo haces, os echaré a ti y al bebé.
Lo mire desconcertada.
No quería que mi bebé pasara por lo que había pasado yo. Las palabras "sucio secreto" resonaron en mi mente. El había evaluado con certeza lo que habla sido mi infancia.
Una madre deprimida, escasez de dinero, la falta de una figura paterna y, además, las burlas malintencionadas de otros niños hablan sido difíciles de sobrellevar.
Una madre deprimida, escasez de dinero, la falta de una figura paterna y, además, las burlas malintencionadas de otros niños hablan sido difíciles de sobrellevar.
Pero lo que realmente me rompía el corazón era saber que mi propio padre no quería conocerme, que deseaba que no hubiera nacido. No permitiría a que mi hijo creciera sin conocer a Edward; sabía con toda seguridad que el bebé era hijo suyo.Tenía que aceptar. Por el bien de mi bebé nonato tenia que casarse con Edward
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