Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.
Capitulo 8
BPOV
Le había mentido. No tenía sueño. El vaso de leche caliente no me había ayudado nada. Y estuve despierta durante horas, mirando por la ventana, intentando entender cómo habíamos acabado discutiendo.
—Parece que has tenido una infancia difícil, Edward —murmuré para mí misma—. ¿Por qué no me lo cuentas todo mientras yo te pincho con un palo afilado?
Levanté los ojos al cielo. ¿Quién me creía que era, una psicoanalista?
Los padres podían ser espantosos, abusivos, malvados y, sin embargo, nada podía evitar que un niño necesitara su amor. Y si ese amor se terminaba, el niño acababa por sentirse culpable.
Yo misma había tenido que luchar contra esa situación durante años antes de admitir que era normal estar furiosa con mi madre por abandonarnos y con mi madre adoptiva porque, desde el primer día, había mostrado su preferencia por Alice. Al hacer eso, había conseguido hacer las paces con Renée.
Por supuesto, estar en paz con mis sentimientos y obligar a Edward a que me contara su vida eran dos cosas muy distintas. Además, supuestamente debía mantener las distancias. Aunque fuera el padre de mi hijo.
Me lleve una mano al vientre. Aunque no tenía intención de quedarme con el niño, resultaba difícil no sentirme atada a él, no encariñarme.
Aunque era mejor dejarme de tonterías. ¿Qué esperaba, que Edward y yo nos enamoráramos y viviéramos felices para siempre?
Eso sólo pasaba en las novelas.
La lección que había aprendido de mi madre y de los trabajadores de los Servicios Sociales, que nos mandaron de una familia a otra durante años, se veía reforzada por los hombres que había conocido en mi vida. Hombres que no podían soportar que yo fuera tan independiente.
Y Edward no sería de otro modo.
No, había aprendido mucho tiempo atrás que lo mejor era no depender de nadie. Era la única forma de ser feliz.
De modo que mantener las distancias con Edward era fundamental. Porque los lazos que hay entre nosotros son ya demasiado fuertes.
Por la mañana, estaba exhausta. Llevaba muchos días durmiendo apenas unas horas y el embarazo en sí era agotador. Pero tenía que ir a trabajar.
Encontré a Edward en la cocina, haciendo el desayuno.
—Buenos días.
—Buenos días. Te he traído magdalenas de melocotón. Kate, la chica de la panadería, me ha dicho que son tus favoritas.
El inesperado gesto me sorprendió. La noche anterior me había metido en su vida sin que Edward me invitara y, sin embargo, él se tomaba la molestia de ir a comprarme el desayuno…
—Muchas gracias.
Además de las magdalenas, había bollos con chocolate y un par de donas.
—Es que no sabía qué te apetecería esta mañana —sonrió Edward.
—No tenías por qué haberte molestado. Además, no puedo comer chocolate, no quiero engordar.
—No es molestia. Y los bollos de la panadería no llevan conservantes ni nada de eso. Son muy sanos.
—Ya —murmuré, perpleja.
—Te estás tomando esto de la maternidad muy en serio, ¿no?
—Pues claro. Es una responsabilidad muy grande.
—Desde luego que sí. Pero de vez en cuando no está mal darse un capricho, ¿no crees?
Sonreí.
—Oye, quería hablar de lo de anoche.
—¿De qué?
—Tengo que pedirte disculpas. No quería meterme en cosas que no son de mi incumbencia.
—Pues yo iba a disculparme por ponerme a la defensiva. Es que no estoy acostumbrado a hablar de ella, aunque ahora nos llevamos bien.
Levanté una ceja.
—¿Ah, sí? ¿No le guardas rencor?
—No —contestó él—. Cuando era joven sí, pero ahora nos entendemos bastante bien.
—Tu madre te abandonó y tú… ¿la has perdonado?
—¿Por qué te parece tan extraño?
—Porque lo es —contesté levantándome.
Entonces me di cuenta de que, para ser una disculpa, me estaba saliendo fatal.
—Bueno, lo que quiero decir es que si sientes rencor por ella lo mejor es reconocerlo. Los padres también son imperfectos, Edward. No pasa nada por enfadarse con ellos.
—Y tampoco pasa nada por perdonarlos.
Lo había dicho de una forma…
—¿Qué quieres decir?
—Tú nunca has intentado hacer las paces con tu madre, ¿verdad?
—¿Hacer las paces con ella? No, gracias. No puedo.
—Pero…
—Los Servicios Sociales tuvieron que hacerse cargo de Alice y de mí cuando ella tenía diez años y yo ocho. Mi madre ni siquiera intentó recuperarnos —lo interrumpí—. ¿Qué quieres, que le dé las gracias?
—Pero después de todos estos años sigues dejando que tu madre influya en tu vida.
—Mi madre no influye en mi vida para nada.
—Yo creo que sí.
—Ya, claro. Ahora vas a decir que Alice ha logrado superarlo, que ella ha conseguido confiar en alguien otra vez.
—No, no iba a decir eso. No estamos hablando de Alice, estamos hablando de ti.
Me apoyé en la encimera, agotada. No me gustaba estar así: amargada y resentida. Y no sólo con mi madre, sino con los empleados de los Servicios Sociales, con los padres de acogida que no entendían mi dolor…
A veces, aunque me daba un poco de vergüenza admitirlo, incluso me sentía furiosa con Alice, para quien todo había sido mucho más fácil porque, de inmediato, se convertía en la favorita.
—Sí, supongo que tienes razón. No es sobre Alice, pero…
—¿Pero?
—A veces me gustaría parecerme un poco a ella. Pero nuestra experiencia en la vida ha sido muy diferente. Ella se enamoró de Jasper muy joven y desde entonces tuvo a alguien a su lado, alguien en quien apoyarse. Yo no he tenido esa suerte —incómoda con el giro de la conversación, aparté la mirada—. Yo siempre he sido la fuerte, la responsable, la autosuficiente. Y me gusta que sea así. Yo soy la única persona en la que puedo confiar.
Iba a salir de la cocina, pero Edward me tomó del brazo y, sin que pudiera evitarlo, me apretó contra su pecho.
—Eres una persona muy fuerte. Y muy valiente. Y eso es admirable. Pero ya no estás sola. Yo estoy aquí para ayudarte, Bella. Puedes confiar en mí.
Me gustaba tanto que me abrazara, sentir su calor, su fuerza. Su torso era tan sólido que parecía una pared, sus hombros tan anchos. Cerrando los ojos, me deje llevar un momento. Edward Cullen era todo lo que siempre había querido y no había encontrado jamás.
Cómo me gustaría creerlo. Fingir, aunque fuera durante unos minutos, que podía compartir mi carga con alguien. Que la presencia de Edward en mi vida no era sólo temporal.
Lo hacía con buena intención, estaba segura, pero al final se iría.
Como todos.
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