sábado, 10 de julio de 2010

AMOR O INTERES : CAPITULO 4

Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.

Capitulo 4

BPOV
Me senté en el asiento de piel de la limusina e intente controlar mis temblores. El asalto de Edward a mis sentidos me había demostrado que no me conocía en absoluto.
Sorprendida por mi propia reacción, intentaba racionalizar lo que había pasado.
No había estado preparada para ese beso.
Había sido oscuro, excitante, terrible. Edward me había descubierto una parte de yo que no conocía.
Tenía ganas de tocarme los labios para ver si había cambiado algo, pero no me atrevía con Edward sentado a mi lado. No quería que supiera lo que había causado en mi. Lo que me había hecho sentir.
Cerre los ojos. ¡Qué ironía de la vida! Había besado a otros hombres y no había sentido nada. ¿Por qué tenía que sentir lo que era un beso justamente con aquel nombre?
Abrí los ojos, aún sintiendo la humillación de que ni siquiera hubiera intentado apartarlo.
—¿Adónde vamos exactamente? —pregunté nerviosamente.
—A algún sitio más íntimo —sonrió él—. Ha llegado el momento de hacer efectivo "el acuerdo de negocios" en otro nivel. Y para eso no necesito público.
Deseé estar en el banquete antes que allí.
—¿Es lejos?
—Vamos a mi casa de Milán —respondió Edward quitándose la chaqueta y la corbata—. No es lejos. Pero no vas a dormirte, cara, aunque estés agotada. Todavía te queda el resto del acuerdo por cumplir. Y después de ese beso me parece que nos espera una noche muy interesante.
Me estremecí, y note un calor en la pelvis. Un deseo totalmente desconocido para mi me asaltó interiormente.
Vi el brillo burlón en los ojos de Edward, y trague saliva.
—No sé a qué te refieres…
—¿No? ¿Quieres que te lo recuerde?
Me acomode en el extremo opuesto del asiento del coche, presa de un repentino pánico y una sensación más compleja, que no podía reconocer.
Hasta aquel momento no había considerado a Edward un hombre. Sólo un enemigo, y la solución a los problemas de mi madre.
Hasta aquel beso.
El beso había despertado algo en mi. Me había cambiado.
Por primera vez lo veía como a un hombre. Y por primera vez me veía como a una mujer.
Lo mire, como si fuera un conejo en una trampa. Edward estaba relajado. Parecía otro.
Debajo de su superficie sofisticada se escondía un hombre primitivo, oscuro y peligroso. Un cazador.
Atravesamos unos portones con apertura electrónica y nos acercaron a una mansión rodeada de tierras.
Miré en silencio.
—Es enorme… —murmuré—. Y sólo eres tú…
Edward se rió.
—Pero, como has visto, tengo una familia extensa, a la que le suele dar por venir toda junta, y necesita espacio. También tengo reuniones de negocios aquí…
Mire a Edward y a la mansión alternativamente. ¿Le hacía falta tanto espacio? Yo solía vivir en una habitación pequeña.
—Espero que la casa venga con un plano… —inmediatamente me di cuenta de mi error al ver que Edward me miraba con curiosidad.
—Tú eres la nieta de un hombre muy rico. Tu abuelo tiene fama de tener casas muy lujosas. ¿Por qué te sorprende la mía?
Me mordí lengua.
—Nunca me he adaptado fácilmente a los lugares nuevos —intente arreglarlo.
—Por suerte, hay una sola habitación que necesitas encontrar, y ése es el dormitorio.
Me puse colorada. Edward me llevó en sus brazos.
—Puedo caminar…
—No lo hago por ti, amore mio, sino para que los empleados vean que llevo a mi esposa en brazos.
Me quede con la boca abierta. Luego me di cuenta de que un hombre como Edward tendría que tener personal doméstico. Si no, ¿cómo iba a hacer para llevar una casa como aquélla?
Edward entró en una habitación, cerró la puerta con el pie y me dejó en el suelo. Luego abrió las ventanas de par en par. Su necesidad de aire fresco y distancia me causó una pena que no pude descifrar. Al parecer, la representación había terminado.
¿Y ahora qué?
Mire la tensión en los hombros de Edward. No tenía actitud de amante.
—Oye… Ambos sabemos que esta situación es ridícula… No tenemos que hacer esto…
—Esto es parte de nuestro acuerdo —Edward se dio la vuelta—. ¿Qué sucede? —fue hacia mi—. ¿Te estás arrepintiendo? ¿Te has dado cuenta de repente de lo que has aceptado? —dijo él con dureza.
—Lo que hemos aceptado —lo corregí, dando un paso atrás.
—Aceptamos un matrimonio —me recordó él, desabrochándose la camisa lentamente—. Y eso es lo que tendremos, señora Cullen —se quitó la camisa y la dejó caer al suelo con descuido.
Di otro paso atrás y de pronto me di cuenta de que tenía la pared detrás. Que no había más sitio para alejarse.
Con gran esfuerzo desvié la mirada del pecho musculoso que tenía delante.
Oí el sonido de una cremallera que se bajaba, el crujir de seda que caía al suelo, y mis terminaciones nerviosas se erizaron.
En ese momento cerre los ojos. Sabía que estaba desnudo, pero estaba decidida a no mirar.
—¿Y, señora Cullen?
Sentí que se acercaba.
—¿Estás preparada para satisfacer esta parte del acuerdo?
—¡No es posible que me desees! —exclamé con los ojos cerrados aún—. Y yo ciertamente no te deseo.
Estaba demasiado cerca de mi. Podía oler su fragancia. Embriagaba ,mis sentidos… Y mis piernas se debilitaron.
—He pagado una indecente suma de dinero por ti. Y espero que tú te lo ganes —me recordó él.
Abrí los ojos y me reí, incrédula:
—¿En el dormitorio?
—¿Dónde si no? Evidentemente, no necesito tu ayuda en la junta directiva…
Pensé frenéticamente en una excusa para escapar de aquella tensión sexual que no me dejaba pensar.
—Tú ya tienes una amante…
—Varias —confirmó él—. Pero no te preocupes que no me afectará en el funcionamiento contigo en la cama.
Me estremeció de excitación. No sabía por qué reaccionaba así con aquel hombre. Era un disparate.
—Oye… Estoy intentando ser sincera y la verdad es que no tenemos que hacer esto. Tú puedes ir a ver a tu amante, a mí no me importa…
—Pero mi amante no me dará hijos —me recordó él—. Y yo quiero tener hijos. Y ésta es la forma en que se hacen los niños, ¿no lo recuerdas?
Lo miré con un brillo de culpa en los ojos. Fue un error. Los ojos verdes de Edward me atraparon. Aquellos ojos eran suficientes para que cualquier mujer se perdiera, pensé, mareada, tratando de recordar por qué no quería ir a la cama con él.
—Si estás nerviosa… Es posible que no me gustes como persona, pero ese beso nos ha demostrado que, a pesar de nuestros sentimientos, al menos físicamente hay una poderosa química entre nosotros.
—¿Química? —repetí cuando pude hablar—. ¿Piensas que hay química entre nosotros?
—Sé que la hay —Edward rodeó mi cintura y tiró de mi hacia él—. Y tú también lo sabes. Deja de fingir que no la sientes.
Con un movimiento magistral, Edward me desabrochó el vestido y yo exclame, asombrada, cuando cayó al suelo, dejándome sólo con unas braguitas de seda.
Me lleve las manos a los pechos desnudos, pero Edward me agarró las manos y las llevó hasta su cuello para que lo rodease. Luego me alzó en brazos.
—Éste no es el momento de cubrir lo que tienes de bueno —susurró con voz sensual Edward, llevándome a la cama y dejándome en el centro.
Antes de que me pudiera mover, él se puso encima de mi.
—Tendrás muchos defectos, pero tu cuerpo es fabuloso —comentó Edward deslizando una mano sobre mi cuerpo con torturadora lentitud, mientras me miraba con deseo—. Voy a serte sincero, amore mio. Pensaba rechazar este acuerdo fuese cual fuese el incentivo. Hasta que te vi.
—¿Ibas a rechazarlo? —yo apenas podía hablar.
—Por supuesto —me miró con ojos burlones—. Se supone que tenemos que dar descendencia a nuestras familias, amore. Y eso requiere cierta actividad de mi parte. Si no fueras atractiva, jamás habría aceptado este matrimonio. A pesar de los rumores que corren, soy extremadamente selectivo con las personas que llevo a la cama.
Lo miró. Mi resistencia se pulverizó con la caliente sexualidad de la mirada de Edward.
—¿Me encuentras atractiva? ¿De verdad?
Ningún hombre me había mirado dos veces. Pero era cierto que yo había evitado toda relación con ellos, excepto alguna platónica.
—De verdad.
Mire el cuerpo desnudo de Edward. Era la primera vez que veía un hombre desnudo. Un hombre desnudo, excitado. Y me intimidaba.
Ahora que llegaba el momento, me sentía presa del pánico. Él había tenido razón. Yo no había pensado en nada de aquello, me dije mientras él deslizaba la boca por mi mejilla.
¿Cómo se le había ocurrido pensar que podía fingir que tenía experiencia?
—Me desprecias —gemí—. Me desprecias… Es imposible que me desees…
Cuando estaba pensando qué tenía que hacer, Edward se giró conmigo y me dejó debajo. Luego me besó.
Edward estaba tan acostumbrado a dirigir la situación que lo único que tenía que hacer era quedarme allí, y dejar que él hiciera todos los movimientos. Edward me mostraría el camino.
Como la vez anterior, me olvide de todo al sentir su lengua en el interior de mi boca, la exploración sexual que me estremecía por completo, y me dejaba arqueándome contra él. Sentí su mano deslizarse hacia abajo, acariciar un pezón y detenerse en mi cadera.
Y mi cabeza empezó a dar vueltas. Ya no podía pensar con claridad. Mi corazón latía desesperadamente, mi pelvis ardía, y mis sentidos estaban embriagados por el calor del empuje de su lengua.
Cuando pensé que no aguantaría más, Edward dejó de besarme. Con un gemido, deslizó su boca por mi cuello, hasta que finalmente la posó en uno de mis pechos.
Al sentir la caricia de su lengua, gemí, sorprendida, volviéndome loca con aquella sensación. Cuando él se metió un pecho en la boca, arquee las caderas en un intento desesperado por aplacar el ardor que albergaba en la pelvis.
—Tienes unos pechos increíbles… —gimió Edward—. Fue lo único que noté cuando nos conocimos eso y tus increíbles piernas.
Una parte de mi cerebro registró aquello, pero no era capaz de reaccionar de ningún modo más que con una exclamación.
Yo quería más.
—Edward… —dije entre gemidos.
Él sonrió triunfalmente.
—Y la otra cosa que me gusta de ti es que debajo de esa apariencia remilgada, eres muy caliente. ¿Cómo se me ha podido ocurrir que eras americana y fría?
No pude contestar porque en aquel momento él separó mis piernas con un gesto posesivo, y se concentró en otra parte de mi cuerpo.
Con una mezcla de shock y vergüenza por estar desnuda delante de un hombre por primera vez, y con un placer tan aterrador que apenas podía respirar, Me reprimí un gemido de resistencia. Edward se opuso a la reacción instintiva de cerrar las piernas, y me sujetó firmemente. Usó su lengua con tal maestría que me hizo sollozar, extasiada. No podía creer que él me estuviera haciendo aquello y que yo lo estuviera animando.
—Edward… —abrumada por la explosión de sensaciones que él le había arrancado, me arquee de deseo, y apreté los dedos agarrando la sábana—. Edward…
Él se irguió levemente y me miró con satisfacción.
—Definitivamente, no eres fría —murmuró, agarrándome la muñeca cuando quise taparme con la sábana—. No… De ninguna manera. No te vas a cubrir hasta que te lo diga… Y no he terminado de mirarte.
Su mirada me dio más calor. Y él le puso una pierna áspera encima de las mías cuando yo me moví para aliviar el ardor que amenazaba con consumir mi cuerpo entero.
—¿Ocurre algo? —dijo él, suavemente, con tono apasionado—. ¿Hay algo más que quieras de mí además de mi dinero, cara?
Estaba derretida después de aquella seducción, me derretía por Edward. Por que él terminase lo que había empezado.
—Dilo —dijo Edward, colocándome nuevamente encima de mi.
Sentí su erección y lo rodee con mis piernas, invitándolo.
Pero él se refrenó.
—No seas tan reservada. Dime lo que quieres, amore —me ordenó.
Estaba a su merced. El corazón se me salía de deseo.
—A ti —gemí suavemente, moviéndome debajo de él para sentirlo más—. Te deseo a ti. Por favor…
Con un gruñido de satisfacción masculina, Edward deslizó el brazo por debajo de mis caderas, me levantó levemente y entró en mi refrenando levemente su fuerza.
Sorprendida por el poder de aquel asalto, gemí, y mis ojos se agrandaron mirándolo.
Notó la especulación en sus ojos, pero me hice la distraída. No quería que lo supiera. El breve dolor cedió, aplacado por mi deseo, y luego moví mis caderas debajo de él. Con los ojos aún fijos en mi, Edward me besó en la boca, jugando con su lengua, hasta que mi cuerpo se incendió completamente.
Entonces él se movió otra vez, más suavemente, como si estuviera tratando de no hacerme daño. Su inesperada ternura hizo que la experiencia se hiciera más erótica.
Me agarre a sus hombros y deslice mis manos hacia su poderosa espalda.
Sin dejar de besarme, me levantó con un brazo, cambiando su posición, y sentí explotar la excitación al cambiar de ángulo.
¿Cómo lo sabía? ¿Cómo sabía moverse de una determinada manera, tocarme del modo exacto?
Susurre su nombre contra su boca y él lanzó un gruñido de satisfacción y empujó con fuerza, cada empuje largo y profundo, hasta que llegue a la cima del placer con un grito de incredulidad, convulsionándose en oleadas de éxtasis que parecían no terminar.
Perdí totalmente el control, explotando frenéticamente. Lo escuche murmurar algo en italiano, y luego, con un gemido grave, sentí que se agarraba a mis caderas, hundiéndose en mi profundamente, sin darme la oportunidad de escapar de aquella tormenta que nos envolvió.
Sentí su dureza y su calor y luego el nudo de músculos, alerta, cuando me convulsionaba, lo que lo llevó a su propia cima. Edward me agarró la cabeza, mientras se liberaba dentro de mi.
Envuelta en el placer que se negaba a aplacarse, puse la mano en la espalda de Edward, y sentí su masculinidad vital, mientras trataba de serenar su respiración.
Edward aún tenía su cuerpo encima del de mío, en íntima comunión. Y pensé que nunca había estado tan cerca de alguien.
Durante un rato, me quede inmóvil, impresionada por lo que había sucedido.
Jamás había pensado que pudiera ser así. Que dos seres humanos pudieran estar tan cerca.
¿Qué había sucedido? Había empezado odiándolo… Y luego…
Aquella experiencia me hacía muy vulnerable, pero no me importaba. Porque había descubierto algo que no sabía que existía. Algo asombroso.
Sentí culpa y confusión. Habíamos compartido algo sincero. Sin embargo, yo le había dicho muchas mentiras…
Tal vez debería decírselo. Después de lo que habíamos compartido, necesitaba ser sincera.
Edward levantó la cabeza y me miró un largo momento. Luego se giró y se puso de espaldas, tapándose la cara con un brazo.
Me sentí incómoda. No quería ser la primera que hablase.
Todo parecía diferente después de aquello. Seguramente él sentía lo mismo. Tenían que hablar de ello.
—Me parece que voy a recibir tanto como lo que he pagado —dijo él fríamente.
Y sin mirarme se levantó de la cama con la gracia de un felino. Fue al cuarto de baño y cerró la puerta.

EPOV
Sin mirarla me levante de la cama. Fui al cuarto de baño y cerré la puerta.
Debajo de la ducha, intente recuperarme de lo que había sido la experiencia sexual más explosiva de mi vida. Mi mente estaba confusa, y mi cuerpo latía con aquel estado de excitación. Mire la puerta del cuarto de baño, debatiéndome entre las ganas de satisfacer el deseo y la necesidad de recuperar el control de mis emociones.
No estaba acostumbrado a sentirme de aquel modo.
Con un movimiento enérgico, abrí el agua fría. Deje que ésta cayera sobre mi cuerpo caliente.
No había otra opción: o hacía eso o volvía a la cama y le haría el amor nuevamente una y otra vez… Y eso no era lo que se suponía que sería aquel matrimonio.
Irritado por la obsesión de Bella con el dinero, la había llevado a la cama para hacerla sentir barata, para ver si podía arrancarle algún signo de conciencia. No había esperado que ella reaccionase con aquella desinhibición. No había esperado que la química entre nosotros fuera tan potente.
Y no había esperado que ella fuera virgen.
Cerré el grifo maldiciéndome y agarre una toalla.
Me molestaba aquella falta de control con una mujer como Bella, cuyos valores despreciaba.
Las mujeres con las que salía solían moverse en mi mismo círculo social, y solían tener amplia experiencia sexual. Me chocaba que la experiencia con Bella hubiera sido tan poderosa. Que hubiera sido tan tradicional como cualquier italiano, que había preferido una mujer que sólo se había entregado a mi.
No se me había ocurrido que mi futura esposa pudiera ser virgen. Y la verdad era que su inocencia había sido algo que había aumentado la experiencia física y emotiva.
Pero como no pensaba repetir la experiencia, no debía preocuparme. Ahora que había racionalizado mi reacción, seguiría adelante con mi vida, y dejaría que ella gastase mi dinero.
Y si no quedaba embarazada aquella vez, lo haría alguna vez más.
Era una suerte que fuera a estar tan ocupado en los siguientes meses.

BPOV
Me quede tumbada con los ojos cerrados, digiriendo la humillación que sentía. ¿Cómo podía ser tan hiriente Edward?
Y pensar que había pensado en decirle la verdad.
Suspire al recordar mi propia reacción con él. No había sabido que podía sentir con tanta intensidad.
¿Cómo había podido reaccionar de aquel modo con un hombre que ni siquiera me gustaba?
Me cubrí la cara con las manos.
Para el sólo había sido sexo, evidentemente. Mientras que para mi… Recordé cómo había sollozado su nombre, cómo le había rogado que me hiciera el amor… Evidentemente, yo había alimentado su ego.
Escuche el ruido de la ducha. No quería estar aquí cuando volviera él. Pero antes de que pudiera moverme se abrió la puerta del baño.
¿Y ahora qué? ¿Volvería al lecho nupcial?
Contra mi voluntad, Mire el vello del pecho de Edward. Deslice mi mirada hacia abajo, y me encontré con que la toalla ocultaba excitantes secretos.
Sentí mi inmediata reacción física ante aquel pensamiento.
Y cuando lo vi quitarse la toalla, no pudo evitar mirar aquel cuerpo perfecto. Y mi corazón empezó a latir aceleradamente de anticipación.
Intente recuperar el aliento. ¿Cómo no me había dado cuenta antes de lo atractivo que era?
Edward se acercó al borde de la cama. Me miró y luego agarró el Rolex que había dejado en la mesilla.
Lo observe alejarse y empezar a vestirse.
—¿Vas a volver a la cama? —pregunté sin poder reprimirse.
—¿Para qué? —Edward ni me miró—. Esto es un negocio, recuérdalo. Y por ahora, esta parte del acuerdo se ha terminado.
—¿Eso es todo? —susurré—. ¿Es todo lo que vas a decir?
Él se detuvo en la puerta y la miró, imperturbable.
—Hazme saber si quedas embarazada.
Dicho eso salió de la habitación.
Humillada, me hundí en la almohada.
¿Cómo podía ser tan frío?
Di vueltas en la cama para intentar calmar el desesperado deseo de mi cuerpo.
Daba igual lo que hubiera dicho o cómo ma hubiera tocado. ¡No volvería a dejar que se metiera en mi cama!

1 comentario:

  1. haaaaa si me gusta, hace mucho estuve esperando esta historia, como la borraste ya no regrese a buscarla, que bueno k la encontre denuevo, en el ff la tengo como favorita :)

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