Capitulo siete
BPOV
Lo mire sonriendo al ver cómo le caía el flequillo sobre la cara. Alce la mano y acaricié su cabello.
De repente, me pareció muy íntimo tocarle el pelo. Era una tontería, tras lo que había ocurrido en el barco y lo que estaba a punto de ocurrir. Pero en ese momento me encontré pensando que todo iría bien. Casi podía imaginar que las últimas seis semanas no habían existido.
–He echado esto de menos –dijo Edward, quitándome el vestido. Miró mi cuerpo sólo cubierto por un sujetador de encaje, un tanga, medias y zapatos de tacón.
–Eres bellísima –murmuró, tomando un seno con cada mano. Sus dedos se sentían deliciosamente cálidos sentí como mis pezones se tensaban instantáneamente contra sus palmas.
Con dedos hábiles me desabrochó el sujetador y lo tiró a un lado. Sus pupilas se dilataron de deseo me arquee hacia atrás, ofreciéndole mis senos. El supo exactamente qué deseaba.
–¡Ah! –grite cuando su boca se cerró sobre un pezón. Sentí un glorioso cosquilleo recorrer todo mi cuerpo mientras la lengua de él hacia magia con mi carne–. ¡Oh, Edward! –gemí, no podía creer que estuviera ocurriendo por fin. Edward me estaba haciendo el amor y todo volvía a ser como antes.
El movía las manos por mi cuerpo, quemándome, mientras me quitaba las braguitas y las medias, haciendo que mi pulso se acelerara cada vez más.
Desnuda en la cama, jadeaba cuando Edward alzó la cabeza para mirarme. Me tense de excitación sexual. Sabía que él me deseaba en la misma medida.
Pero llevaba demasiada ropa. Necesitaba sentir su piel contra la mía, tocar su cuerpo duro y musculoso. Alce las manos para quitarle la camisa.
Pero llevaba demasiada ropa. Necesitaba sentir su piel contra la mía, tocar su cuerpo duro y musculoso. Alce las manos para quitarle la camisa.
–Eso está bien –dijo Edward con voz ronca, mirando cómo mis dedos peleaban con los botones–. Debería haberlo recordado, cenar fuera siempre te excitaba.
–No ha sido eso –proteste, librándome por fin su camisa. Hice una pausa y lo mire. Era verdad que la mayoría de nuestras noches románticas se habían iniciado cenando fuera.
–Ah, ahora lo recuerdas –dijo Edward, quitándose e1 cinturón.
–No era por cenar fuera –insistí.
–No ha sido eso –proteste, librándome por fin su camisa. Hice una pausa y lo mire. Era verdad que la mayoría de nuestras noches románticas se habían iniciado cenando fuera.
–Ah, ahora lo recuerdas –dijo Edward, quitándose e1 cinturón.
–No era por cenar fuera –insistí.
Sentí un extraño vacío al comprender que en realidad había sido por tener su atención. Cuando pasaba una velada conmigo, en vez de trabajando, hacía que me sintiera especial. Deseada. Digna de él.
Cuando se acostaba a mi lado tras volver tarde de la oficina, siempre lo recibía con los brazos abiertos. Pero era distinto. Me complacía que me buscara tras un largo día de trabajo. Pero no era igual que cuando había pasado tiempo conmigo.
–Mañana probaremos de nuevo –dijo Edward besando mi estómago y haciéndome cosquillas con el aliento – Iremos a Marco's.
Me tensé involuntariamente. Edward se incorporó y escrutó mi rostro.
–¿Qué pasa? –exigió con voz fría y dura–. Cuando mencioné Marco's antes también reaccionaste de forma extraña. Dime qué ocurre.
–Nada – me apoye en los codos y, de repente, me avergoncé de estar desnuda.
–Dímelo –Edward se puso de pie con ira – ¿Es él? ¿Es con quien me traicionaste?
–¡No! –grite, subí las rodillas hasta el pecho y las rodeé con los brazos, asustada. Se había producido un aterrorizador cambio en él, sus facciones se habían oscurecido y vibraba de cólera.
–¡Se lo preguntaré! –agarró la camisa y empezó a ponérsela otra vez.
–¡No! –grité con horror. No podía permitir que Edward fuera a enfrentarse a Marco. Había sido mi ángel guardián aquella noche y no podía permitir que sufriera la ira de Edward por su bondad – Escúchame. No es lo que crees... te contaré lo ocurrido.
–Habla rápido –dijo Edward alcanzando su chaqueta – Después, tras escuchar tus mentiras, iré a ver qué tiene que decir Marco.
–Te dirá que me encontró sola, sin lugar a donde ir, la noche que me echaste –lo miré dolida por el recuerdo.
–Sigue –ordenó Edward con furia.
–Cerraron el aeropuerto por la niebla –tome aire, pero sabía que me temblaba la voz – Era justo antes de Semana Santa y todo estaba ocupado. No encontraba un hotel...
–¿Estás diciendo que todas las habitaciones de hotel de Venecia estaban llenas? –exigió Edward – No seas ridícula.
–Ya era tarde cuando salí de aquí –dije, recordando lo triste y enferma que me había sentido recorriendo hotel tras hotel – Me quede parada junto al callejón donde está Marco's, pensando en qué hacer. Me vio allí de pie, sola con mi equipaje.
–Sigue –el ceño de Edward era amenazador, dos profundas líneas verticales marcaban su frente.
–Fue muy amable. Me llevó a casa de su madre, porque tenía un dormitorio libre. Eso es todo –lo miré, ansiosa porque me creyera, tanto por el bien de Marco como por el mío. Pero él siguió en silencio.
–¿Qué pasa? –exigió con voz fría y dura–. Cuando mencioné Marco's antes también reaccionaste de forma extraña. Dime qué ocurre.
–Nada – me apoye en los codos y, de repente, me avergoncé de estar desnuda.
–Dímelo –Edward se puso de pie con ira – ¿Es él? ¿Es con quien me traicionaste?
–¡No! –grite, subí las rodillas hasta el pecho y las rodeé con los brazos, asustada. Se había producido un aterrorizador cambio en él, sus facciones se habían oscurecido y vibraba de cólera.
–¡Se lo preguntaré! –agarró la camisa y empezó a ponérsela otra vez.
–¡No! –grité con horror. No podía permitir que Edward fuera a enfrentarse a Marco. Había sido mi ángel guardián aquella noche y no podía permitir que sufriera la ira de Edward por su bondad – Escúchame. No es lo que crees... te contaré lo ocurrido.
–Habla rápido –dijo Edward alcanzando su chaqueta – Después, tras escuchar tus mentiras, iré a ver qué tiene que decir Marco.
–Te dirá que me encontró sola, sin lugar a donde ir, la noche que me echaste –lo miré dolida por el recuerdo.
–Sigue –ordenó Edward con furia.
–Cerraron el aeropuerto por la niebla –tome aire, pero sabía que me temblaba la voz – Era justo antes de Semana Santa y todo estaba ocupado. No encontraba un hotel...
–¿Estás diciendo que todas las habitaciones de hotel de Venecia estaban llenas? –exigió Edward – No seas ridícula.
–Ya era tarde cuando salí de aquí –dije, recordando lo triste y enferma que me había sentido recorriendo hotel tras hotel – Me quede parada junto al callejón donde está Marco's, pensando en qué hacer. Me vio allí de pie, sola con mi equipaje.
–Sigue –el ceño de Edward era amenazador, dos profundas líneas verticales marcaban su frente.
–Fue muy amable. Me llevó a casa de su madre, porque tenía un dormitorio libre. Eso es todo –lo miré, ansiosa porque me creyera, tanto por el bien de Marco como por el mío. Pero él siguió en silencio.
Me pregunté cómo se sentiría Edward. ¿Le importaría que hubiera estado sola y desprotegida en Venecia, sin nadie a quién recurrir? Me abrace las rodillas con más fuerza, apoye la frente en ellas y deje que mi cabello cayera hacia delante como un velo.
A él no le importaba. yo nunca le había importado. Aquella noche un conocido se había preocupado más por mi bienestar que Edward.
Me sentí humillada. No sabía qué hacia allí, con un hombre a quien no le importaba y que no tenía ni el más mínimo respeto por mi.
–No te escondas de mí – Alce la cabeza a tiempo para ver que estiraba el brazo hacia mi. Me levante de un salto.
–No me escondía –Me eche el cabello sobre los hombros, desafiante, a pesar de que eso exponía mis senos a la vista, estaba desnuda y él casi vestido, pero no iba preocuparme por eso.
–No volveremos a hablar de la noche que te fuiste de Venecia –dijo Edward – Mañana cenaremos en Marco's y demostraremos a todos que somos una pareja feliz que está a punto de casarse.
–Como quieras –conteste cortante, pensando que Marco se preguntaría qué había ocurrido.
–Es inaceptable que recurrieras a Marco –siguió Edward con voz cargada de intensidad – Escúchame bien, nunca volverás a sacar nuestros problemas de este dormitorio. Pase lo que pase, nuestros asuntos son privados.
-¿Me echaste! –me defendí.
–Pero ahora estás de vuelta –recorrió mi cuerpo desnudo con la mirada – Y tendrás que asumir las consecuencias de tus actos.
–¿Que se supone que significa eso?
–Que eres mía –dijo con voz teñida de posesión sexual - Y harás todo lo que yo quiera.
–Siempre he hecho lo que querías – comprendí, para mi vergüenza, que era verdad. Pero lo cierto era que cuando habíamos estado juntos había querido lo mismo que él.
–No siempre –gruñó Edward, agarrándome con rudeza y atrayéndome hacia él. Introdujo las manos entre mi pelo y echo mi cabeza hacia atrás – Pero ahora eres mía, solo mía. Ningún otro hombre volverá a tocarte.
–No me escondía –Me eche el cabello sobre los hombros, desafiante, a pesar de que eso exponía mis senos a la vista, estaba desnuda y él casi vestido, pero no iba preocuparme por eso.
–No volveremos a hablar de la noche que te fuiste de Venecia –dijo Edward – Mañana cenaremos en Marco's y demostraremos a todos que somos una pareja feliz que está a punto de casarse.
–Como quieras –conteste cortante, pensando que Marco se preguntaría qué había ocurrido.
–Es inaceptable que recurrieras a Marco –siguió Edward con voz cargada de intensidad – Escúchame bien, nunca volverás a sacar nuestros problemas de este dormitorio. Pase lo que pase, nuestros asuntos son privados.
-¿Me echaste! –me defendí.
–Pero ahora estás de vuelta –recorrió mi cuerpo desnudo con la mirada – Y tendrás que asumir las consecuencias de tus actos.
–¿Que se supone que significa eso?
–Que eres mía –dijo con voz teñida de posesión sexual - Y harás todo lo que yo quiera.
–Siempre he hecho lo que querías – comprendí, para mi vergüenza, que era verdad. Pero lo cierto era que cuando habíamos estado juntos había querido lo mismo que él.
–No siempre –gruñó Edward, agarrándome con rudeza y atrayéndome hacia él. Introdujo las manos entre mi pelo y echo mi cabeza hacia atrás – Pero ahora eres mía, solo mía. Ningún otro hombre volverá a tocarte.
Me apretó contra él y frotó las caderas contra las mias. Después capturó mis labios e inició un beso apasionado. Su lengua volvió a encender el fuego de unos momentos antes. senti que el deseo surcaba mis venas nuevamente.
Una sensación pulsante se inició entre mis piernas y el tacto de esas manos recorriendo mi cuerpo exacerbó mi necesidad de tocarlo.
El se apartó de repente y empezó a desvestirse de nuevo. 1o contemple, temblorosa. Cuando mire su rostro se me paralizó el corazón. Estaba furioso.
Sus ojos eran brasas de ira y tenía el rostro tenso. Seguía colérico con respecto a mi supuesta infidelidad e iba a realizar un acto de venganza.
–No – di un paso atrás.
–Ahora ya no hay vuelta atrás –Edward fue hacia mi y alzó una mano hasta mi seno. Empezó a frotar el pezón con el pulgar y volvi a sentir un espasmo de deseo – Eres mía y te tomaré siempre que quiera.
–No vas a hacerme el amor motivado por la ira –dije, intentando ignorar el placer sensual que me provocaban sus caricias.
–Voy a recuperar lo que es mío.
–Siempre fui tuya –mi voz sonó tenue pero firme, a pesar de las tumultuosas emociones y sensaciones físicas que me asaltaban.
–Ahora ya no hay vuelta atrás –Edward fue hacia mi y alzó una mano hasta mi seno. Empezó a frotar el pezón con el pulgar y volvi a sentir un espasmo de deseo – Eres mía y te tomaré siempre que quiera.
–No vas a hacerme el amor motivado por la ira –dije, intentando ignorar el placer sensual que me provocaban sus caricias.
–Voy a recuperar lo que es mío.
–Siempre fui tuya –mi voz sonó tenue pero firme, a pesar de las tumultuosas emociones y sensaciones físicas que me asaltaban.
Casi antes de que acabara de hablar, él volvió a tomarme entre sus brazos. Introdujo la lengua en mi boca como si me reclamara de la forma más básica.
Mi traicionero cuerpo respondió. Por más que mi mente clamaba que no estaba bien, que debía detenerlo si quería mantener un ápice de autoestima, mi carne ardía de deseo por él. Anhelaba sentirlo encima de mi penetrándome una y otra vez. Haciéndome suya de nuevo.
El se apartó de repente.
Con la respiración agitada, me miró fijamente. Después giró sobre los talones y se marchó.
Me quede inmóvil. Eso era lo que había deseado. ¿Por qué entonces me sentía tan abandonada?
Me quede inmóvil. Eso era lo que había deseado. ¿Por qué entonces me sentía tan abandonada?
No hay comentarios:
Publicar un comentario