martes, 28 de septiembre de 2010

MI HIJO? CAPITULO 14

Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.


Capitulo 14

EPOV


A no me gusta pensar que soy una persona débil. Bueno, seguramente a nadie le gusta pensar eso. Pero Bella… Bella era mi debilidad.

Ella hace que me cuestione decisiones que solía tomar con toda seguridad, sin pensarlo dos veces. Hace que desee cosas que no podía tener. Como a ella, por ejemplo. O el niño.

Por primera vez en mi vida, no deseaba a una mujer sólo sexualmente. Quería su amor. Su confianza.

Y Bella no confiaba en mi.

Eso había quedado claro la noche que sacó un preservativo de la mesilla cuando yo acababa de prometerle que no había estado con ninguna otra mujer desde que nos hicimos las pruebas para la inseminación.

Y no confiaba en mi lo suficiente como para sincerarse.

Cualquiera que la hubiese oído hablar la otra noche pensaría que ya estaba redactando los papeles del divorcio. Yo sabía que nos divorciaríamos en cuanto el juez Volturi fuera elegido para el Tribunal Supremo y su carrera estuviera a salvo. Incluso era posible que nuestra relación no significara nada para ella.

Sí, había sabido desde el principio que esta era una situación temporal, pero las cosas habían cambiado.

Hacer el amor con Bella lo había cambiado todo.

Pero tendría que convencerla. Tendría que demostrarle que podía confiar en mi. Y, maldición, pensaba hacerlo antes de hacer el amor con ella.

Al menos, ése había sido el plan el lunes por la mañana, cuando sali temprano de casa y pase por la consulta del médico. Pero el resultado de la prueba había tardado más de lo que esperaba. Tres días para ser exactos.

Pero el jueves por la tarde tenía en mis manos la prueba de que estaba sano. Lo que necesitaba para demostrarle a Bella que podía confiar en mi.

A las cinco y media entre en casa. Bella no había llegado todavía, pero eso no me preocupó en absoluto. Podría haberse quedado a trabajar en el Juzgado, podría estar en un atasco, podría haber ido a comprar algo…

Pero a las ocho y media empezaba a dejar una marca en la alfombra del salón de tanto pasear arriba y abajo. Sí, ella solía trabajar hasta tarde, pero aquello era demasiado. La llame al móvil varias veces, pero estaba fuera de cobertura.

A las nueve y media, estaba en la cocina con los codos apoyados en las rodillas, sin saber qué hacer.

Cuando por fin se abrió la puerta a las diez, ya no sabía lo que sentía: miedo, ansiedad o rabia.

—Es muy tarde —le espete, a modo de saludo.

Bella arrugó el ceño, sorprendida.

—He cenado en casa de mi hermana.

—Deberías haber llamado para decírmelo —replique, exasperado.

—No he llamado porque no sabía que estarías en casa.

—Aun así, deberías haber llamado.

—Tú no has llamado estos últimos días —me recordó ella, cruzándose de brazos.

—Estaba trabajando —me defendí —. Y sabías que llegaría tarde a casa.

¿Por qué estábamos discutiendo cuando lo que yo quería era tomarla entre mis brazos?

—Ya, claro, yo tenía que saber que llegarías tarde a casa tres días seguidos porque el lunes dejaste una nota diciendo que llegarías tarde.

Me pase una mano por el pelo, nervioso.

—Mira, no era de esto de lo que quería hablar contigo.

—¿Y de qué querías hablar entonces? Seguro que se te ocurrirá alguna otra crítica, pero esta noche no estoy de humor.

La mire, sorprendido. ¿Crítica? ¿Sentía que la criticaba? Pero no era eso…

Fuera lo que fuera, no pensaba dejar que saliera de la habitación sin aclarar las cosas.

—Espera, Bella.

—¿Qué?

—Yo no quería…

¿Qué?, me pregunte a mi mismo: «¿Portarme como un completo idiota? ¿Hacer que te enfadaras?»

Por fin, en lugar de admitir mi culpa, decidí explicárselo:

—Es que estaba muy preocupado por ti.

La expresión de Bella se suavizó un poco.

—No quiero que te preocupes por mí. Sé cuidar de mí misma.

—Eso ya lo sé.

Pero saberlo no impedía que quisiera protegerla, hacerla mía.

Aunque eso lo guarde para mí mismo. Ella era tan fuerte, tan independiente. Nunca aprobaría esos deseos tan cavernícolas. Tampoco yo los aprobada, pero no podía contenerlos.

—He ido al médico.

—¿Por qué? ¿Qué te pasa? —preguntó Bella.

—Nada, nada. Me he hecho la prueba otra vez.

—¿Qué prueba?

Le di el informe.

—Estoy como un roble —intenté bromear.

BPOV

No leí el informe porque ya imaginaba lo que era.

—¿Has hecho eso por mí?

—Quería que supieras que no te había mentido.

—¿Por qué?

—Porque quiero que confíes en mi, Bella.

—¿Por qué te importa tanto que confíe en ti?

—Porque me importas —contestó él—. ¿No vas a mirar el informe?

—No me hace falta —conteste, casi sin voz.

Le importaba. Edward me había dicho que le importaba.

Entonces pense en lo que Alice me había dicho, que era demasiado independiente, que los demás querían cuidar de mi, pero no me dejaba.

Después de tantos años confiando únicamente en mí misma, ¿podría confiar en otra persona? ¿Y podría perdonarme a mí misma si no lo intentaba al menos?

—Muy bien —murmure, devolviéndole el sobre.

—¿Muy bien?

—Lo intentaré. Intentaré confiar en ti.

Me habría gustado decir algo más concreto que «lo intentaré», pero él pareció aceptarlo como un paso adelante.

Y cuando me tomó entre sus brazos, sentí no sólo el familiar cosquilleo de deseo, sino un cierto miedo. Todo aquello era tan nuevo para mi . Pero aparte el miedo a un lado, decidida.

Sólo había dicho que intentaría confiar en él. Y podía hacerlo sin que me rompiera el corazón, estaba segura.

EPOV

Desperté con el olor del cabello de Bella en la almohada y el sonido de la ducha en el cuarto de baño.

Me quede en la cama durante unos minutos, escuchando y recordando. Mi erección se hizo más patente bajo los calzoncillos de algodón al recordar lo apasionada que había sido Bella por la noche, al recordar sus gemidos cada vez que chupaba sus pezones, como repetía mi nombre una y otra vez mientras llegaba al éxtasis.

Nunca olvidare lo hermoso que era hacer el amor con Bella. Pero había un recuerdo que atesoraría más que ningún otro: su sonrisa cuando me dijo que intentaría confiar en mi.

No entendía, por mucho que lo intentara, por qué me afectaba tanto, más que ninguna otra mujer en toda mi vida. Quizá porque era la madre de mi hijo. Pero estaba seguro de que no era eso.

Aquel deseo loco de hacerle el amor, de protegerla, de estar con ella, de conocerla profundamente, eso era lo que yo no podía entender.

Hasta que lo hiciera, estaba más que dispuesto a sublimar todo lo demás y quedarme con lo que conocía bien: Bella en mi cama. Quería dejar una huella en ella, en su cuerpo, en su alma…

Me levante de un salto. No podía esperar más. Algún día, cuando tuviera el niño, le haría el amor en un baño de burbujas pero, por el momento, la ducha tendría que valer.

Nunca olvidare su cara de sorpresa cuando me vio apartar la cortina. Tenía el cabello lleno de espuma y el agua acariciaba sus pechos, sus pezones, de un tono rosado oscuro en contraste con su piel blanca, sus caderas estrechas a pesar del abultado abdomen, sus largas piernas…

Estaba preciosa.

No lo hubiera creído posible, pero mi erección aumentó de tamaño. Sólo entonces me di cuenta de que nunca la había visto desnuda a la luz del día.

Y sentí una ridícula punzada de orgullo al mirar aquel vientre abultado tras el que mi hijo dormía tranquilamente…

—Lo creas o no, solía estar en forma —dijo ella entonces.

Su inseguridad me hizo gracia. Sobre todo, porque a mi me parecía preciosa. Pero no era un crío y sabía que no debía reírme o Bella me echaría de la ducha a patadas.

—Ninguna mujer me ha parecido más preciosa que tú ahora mismo.

—Sí, seguro, una modelo de calendario. Caderas anchas, vientre abultado…

La interrumpí con un beso.

—Dijiste que confiarías en mí.

—Sí.

—Pues entonces, hazlo. Nunca te mentiría, Bella. Jamás.

Ella me miró a los ojos, como buscando allí la verdad, o una mentira que yo sabía que no podría encontrar.

—No te imaginas cómo me excita verte desnuda. Verte así, saber que éste es nuestro niño… es lo más erótico que he visto en toda mi vida.

Bella sonrió tímidamente y eso me pareció aún más erótico. De nuevo, la apreté contra mi pecho y volqué todas sus emociones en un beso para hacerle saber lo que sentía por ella.

Con ternura, levante su cara con las dos manos y empece a aclararle el cabello y a besar su cuello al mismo tiempo. Podría pasarme la vida entera besándola, sintiendo el pulso que latía en su garganta, oyéndola murmurar mi nombre, deslizando las manos por mi espalda…

Quería que aquel momento durase para siempre. Quería grabarlo en mi memoria, pero una fuerza más poderosa me pedía que la hiciera mía, que me enterrara en ella.

Deslice una mano por su vientre hasta encontrar el triángulo de rizos que escondía su intimidad.

Ella abrió las piernas un poco y enseguida encontré el receptivo capullo. Masajeándolo con el pulgar, introduje un dedo en su interior. La escuche gemir y vi que cerraba los ojos mientras el placer crecía con cada caricia.

La sostuve entre mis brazos mientras se convulsionaba, observando sus gestos, el éxtasis que distorsionaba sus facciones. Saber que yo la había llevado allí me proporcionaba un placer inaudito.

—Quiero estar dentro de ti.

—Sí —murmuro ella—. Sí, ahora.

Iba a cerrar el grifo, pero antes de que pudiera hacerlo, Bella se volvió y apoyó las manos en la pared.

No me hizo falta ninguna otra indicación. Abriendo sus piernas con la rodilla, busque y encontré la entrada y la penetre con una sola embestida. Los dos dejamos escapar un gemido de ansia.

El placer era tan intenso que al principio no podía moverme. Bella arqueó la espalda, empujando hacia atrás, y yo coloque la mano entre sus piernas para acariciarla mientras empujaba una y otra vez. Sus húmedos pliegues internos parecían masajear mi miembro, proporcionándome un goce incomparable, un placer que jamás había sentido con otra mujer.

Aunque ya no recordaba a ninguna otra mujer. Con Bella, sólo existía Bella. Sólo ella y el agua cayendo sobre su espalda, sólo los movimientos de sus caderas llevándome al éxtasis, haciendo que perdiera la cabeza.

La intensidad del orgasmo me dejó temblando.

Porque con ella no era suficiente.

Nunca sería suficiente.

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