Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.
Capitulo 3
BPOV
Pálida y sintiéndome muy desgraciada, temblaba vestida de novia. No me sentía como una novia.
A pesar de la alianza que llevaba en el dedo, todavía no podía creer que hubiera hecho aquello.
Hacía sólo quince días desde que lo había visto en la isla. Y desde entonces había habido una actividad frenética. Abogados trabajando día y noche, papeles firmados, organización de la boda del siglo.
Para mi la ceremonia había sido una pesadilla. No había imaginado la atracción que aquel evento sería para la prensa, que siempre habían estado fascinados por Edward Cullen. Y el hecho de que se hubiera casado con la nieta de su enemigo había sido una noticia bomba. Los flashes no habían dejado de brillar, pidiéndome una mirada, una sonrisa, así todo el tiempo.
La presencia de mi abuelo en la boda había despertado mucho interés, puesto que éste no solía aparecer en público. Y todos querían ver el encuentro entre Swan y Cullen.
Yo no quería despertar el interés de la prensa, y no había levantado la vista del suelo. No quería que los periodistas empezaran a hurgar en mi vida. No quería que nada impidiese aquella boda y la operación de mi madre.
Me había puesto el vestido de novia que mi abuelo me había dado y había intentado representar el papel de heredera de Swan , algo nuevo para mi.
Cuando tomé consciencia de que estábamos casados, sintí un gran alivio.
Varias veces había pensado que esta no era una boda como debía ser. Pero yo no había tenido expectativas de boda, así que tampoco me había sentido decepcionada.
—Podrías intentar parecer una novia excitada en lugar de alguien a quien se ha llevado a la tortura, ¿no crees? —me dijo Edward—. Esto es lo que querías, después de todo. Te has hecho multimillonaria. Sonríe.
Agarré la copa que me ofreció el camarero, agradecida, y bebí. Mi desprecio por Edward Cullen aumentaba cada vez más. Era frío, horrible. Yo al menos me sentía incómoda con la situación. Pero a él no parecía importarle que ni siquiera se gustasen.
De acuerdo, yo me casaba por dinero. Pero lo hacía porque estaba desesperada, no como él. Edward ya tenía una empresa. ¡Era asquerosamente avaricioso por querer dos!
Es como mi abuelo. Rico, exitoso, codicioso.
Decidí que una copa de champán podría ayudarme. No solía beber alcohol. Pero necesitaba adormecer los sentidos para soportar aquello.
—Yo no esperaba todo esto…
—Se llama boda —me dijo Edward, sonriendo a una mujer deslumbrante que lo había mirado—. Y es una de las cosas por las que has firmado el acuerdo. Disfrútala. Cuesta mucho dinero.
El dinero. Hacía bien Edward en recordármelo.
Tomé otro sorbo de champán. Lo que tenía que hacer era recordar el dinero. Nada más. No importaba que me sintiera la persona más desgraciada del mundo. Lo que importaba era que por fin, mi querida madre recibiría el tratamiento que necesitaba.
Miré al hombre que tenía a mi lado. Estaba relajado, como si todos los días se casara con una extraña. Era el tipo de hombre por el que se morían las mujeres. Sofisticado, caprichoso, y tan terriblemente rico que jamás comprendería lo que podría sentirse siendo pobre. Lo que era necesitar tan desesperadamente el dinero como para hacer cualquier cosa para conseguirlo.
El traje le quedaba perfecto, resaltando sus anchos hombros, su complexión atlética. Y se movía con la seguridad de alguien que ha vivido con cubertería de plata toda la vida.
No había vivido nunca la pobreza ni la dureza de la vida.
¿Cómo iba a poder comprender lo que me había llevado a aquel momento?
De pronto sentí miedo de que se arrepintiese de nuestro acuerdo y no me diera el dinero. Debía haber ido al banco, pensé.
Lo miré y pregunté:
—¿Han transferido el dinero a mi cuenta? —en cuanto lo dije me arrepentí.
—Me extraña que no te hayas ido de la fiesta para empezar a gastarlo…
Me relaje, y me dije que la opinión de Edward no debía importarme. No estaba en posición de criticarme por querer dinero.
Miré el reloj de pulsera que llevaba. Sólo eso valía más que lo que yo gastaba en todo un año.
—¿Y la empresa de mi abuelo?
—Ahora me pertenece, junto con una gran cantidad de deudas y problemas con la plantilla. Así que estaré muy ocupado arreglando sus problemas en el futuro. Me temo que eso demorará nuestra luna de miel, Cara.
"¿Luna de miel?" pensé. Lo miré.
—No… No pensaba que tendríamos una luna de miel…
—Los amantes tienen luna de miel. Y se supone que nosotros lo somos. Pero de momento, no tengo tiempo para una esposa. Así que no habrá luna de miel.
Respiré, aliviada. Una luna de miel habría sido insoportable.
Con suerte, Edward estaría tan ocupado que no tendría tiempo para mi y podríamos llevar vidas separadas.
Mire el jardín que era escenario del banquete, observando el glamour y el lujo. Habían venido invitados de todo el mundo para asistir a la boda de Edward Cullen, y adonde mirara había mujeres ricas y elegantes, y hombres poderosos y seguros.
¿Se notaría que ella no pertenecía a ese círculo a pesar de ser la esposa de Cullen y la nieta de Swan? ¿Qué no tenía un céntimo? ¿Qué trabajaba de camarera para ganar dinero extra?
Pero ahora tenía dinero, me recordé, llevándome la copa a los labios. Gracias a mi marido ahora era una mujer muy rica. En los papeles. En la realidad el dinero ya estaba gastado. Había firmado un acuerdo con el banco de manera que el dinero era transferido inmediatamente para pagar los gastos médicos de mi madre.
—Me pregunto qué estás planeando —me dijo Edward—. Tienes aspecto de mujer que está tramando algo.
—Yo… No… no estoy tramando nada.
—¿No? Entonces serás la primera mujer que no lo hace.
Antes de que pudiera contestar, Edward levantó una mano y me quitó una horquilla del cabello.
Exclamé al ver que mi pelo caía suelto sobre mis hombros.
—¿Qué estás haciendo?
—He pagado por ti. Y has sido muy cara, mi amore. Por lo tanto tengo derecho a usarte como quiera.
Casi me atraganto de rabia.
—Tú no eres mi dueño…
—Oh, sí, lo soy. Soy tu dueño, Bella. De cada una de tus partes. Soy el dueño de tu pelo sedoso y de esos ojos increíbles que casi me convencen de que eres inocente aunque sé que eres una mujer codiciosa. Soy dueño de ese cuerpo fabuloso que debes haber usado en numerosas ocasiones para convencer a los hombres de que gastasen su dinero en ti. Soy dueño de todo, Bella. El acuerdo que firmamos ha sido una compra por mi parte.
Cerré los ojos.
—Me haces sentir una… una…
—¿Una prostituta? Supongo que es difícil ver la diferencia, pero tú estás satisfecha con la carrera que has elegido, ¿y quién puede culparte? Hay formas peores de ganar una suma sustancial de dinero.
—¡Yo no soy promiscua! —exclamé, furiosa.
—No me extraña, con lo que cobras… —dijo él mirándome cínicamente—. Sabes muy bien cómo ser exclusividad de un hombre. Sólo pueden permitírselo los más ricos.
—Te odio —respondí, ofendida.
—Es posible —él sonrió—. Pero necesitas mi dinero, cara lo que dice mucho de tu personalidad, ¿no crees?
Me sentí tentada de decirle exactamente por qué necesitaba su dinero, pero me reprimí las ganas de darle un bofetón y me quedé mirándolo.
No podía decírselo.
Me puse de pie, decidida a poner distancia entre nosotros, pero unos dedos me rodearon la cintura.
—Si vas a hacer una escena, piénsatelo nuevamente —me aconsejó Edward—. Ahora eres mi esposa y espero que te comportes como tal. Éste no es momento ni lugar para pataletas. Todo el mundo te está mirando. Siéntate.
Intente soltarme, pero él apretó más la mano en mi cintura. Y me volví a sentar en la silla preguntándome cómo diablos iba a hacer para sobrevivir a la siguiente hora con aquel hombre, y menos a toda una vida con él.
Alce la mirada y me encontré con una atractiva rubia mirándome.
—Ahora comprendo lo que quieres decir con eso de que la gente nos mira. Esa mujer parece disgustada —dije a Edward, mirándolo de lado—. ¿Me equivoco al pensar que a ella le gustaría estar sentada donde estoy yo?
Edward fijó los ojos en la mujer en cuestión y sonrió.
—Unas cuantas mujeres querrían estar sentadas donde estás tú, así que deberías considerarte afortunada.
—¿Ni siquiera te importa que esté disgustada? —dije—. Realmente no tienes sentimientos. Tal vez estuviese enamorada de ti, y le hayas roto el corazón.
—Curioso… Jamás habría pensado que eras una persona romántica. Después de todo, te acabas de casar para tener más dinero… ¿Es que vas a decirme que crees en el amor?
—Evidentemente, esa mujer está disgustada…
—Tú también lo estarías si vieras amenazar tu glamuroso estilo de vida. Relájate. Su afecto está basado en mi cartera. Sus heridas serán curadas por el próximo hombre rico que la mire.
Lo miré, estupefacta.
—¿Con qué tipo de gente te has pasado la vida? ¿De dónde sacas una opinión tan baja de las mujeres?
—¿De gente como tú, quizás?
Tuve que callarme. No podía contradecirlo.
—Será mejor que no finjamos que creemos en cuentos de hadas ni en el amor. Evidentemente, tú no crees en ellos, si no, no estarías sentada aquí ahora.
Miré mi plato, y luego me sobresalte al sentir la mano de Edward encima de la mía. Alce la mirada, e inmediatamente fui hechizada por el brillo seductor de sus ojos verdes. Era una mirada que anticipaba algo. Y por un momento me sintí presa y no pude apartar los ojos de aquella sexualidad.
Él tenía algo que yo jamás había conocido. Un magnetismo…
Edward se inclinó hacia mi y yo contuvo la respiración.
—Mi madre va a venir a vernos y a hablar contigo —murmuró Edward suavemente a mi oído. Sus dedos jugaron con un mechón de mi cabello —. Y tú no dirás nada que pueda disgustarla, ¿has comprendido? Para ella estamos locos el uno por el otro. Un solo movimiento en falso de tu parte y el dinero deja de llegarte.
Me estremecí. Aquel tono implacable contrastaba con el brillo seductor de sus ojos.
—Seguramente sabrá que esto es un acuerdo de negocios… —murmure—. Nos hemos conocido hace sólo dos semanas.
—Mi madre es una romántica —sonrió Edward—. Cree que estamos hechos el uno para el otro. Ella cree que esto termina con el enfrentamiento entre las familias.
Apenas podía respirar cuando él estaba tan cerca. Trague saliva y luego me giré para saludar a la mujer que se había acercado a nosotros mientras estaban hablando. Me la había presentado brevemente antes de la ceremonia, pero nada más. Yo había estado muy nerviosa para prestarle atención.
Su madre era otro miembro de la familia Cullen, responsable de la muerte de mi padre como todos, desde mi punto de vista.
Esme Cullen nos miró a los recién casados con ternura y orgullo. Y de pronto Sentí que no podía odiarla, ni la podía ver como a una enemiga. Era simplemente la madre de alguien. Una madre asistiendo a la boda de su amado hijo. Orgullosa. Nerviosa.
—Estás muy guapa, Bella —dijo la mujer—. Tu madre habría estado muy orgullosa de ti si hubiera podido verte…
El que me recordase que mi madre ni siquiera sabía que me había casado me rompió el corazón. Mi madre se habría horrorizado de saber que me había casado y con quién.
Incapaz de hablar por un momento, sabiendo que no podía revelar que mi madre estaba viva, luché con un torbellino de emociones que amenazaban con salir al exterior.
—Éste es un día muy feliz para nuestras familias. Me alegro de que tu abuelo haya venido hoy —Esme se sentó en una silla cerca de mi—. Todos quieren tener a la familia cerca en el día de su boda.
"¿Familia?", pensé. Mi madre no estaba enterada de mi boda. Y a mi abuelo lo había conocido hacía dos semanas, nunca habían tenido relación en el pasado y jamás la tendrían.
Tuve que reprimirme para no decir que mi abuelo no era mi familia. Había mucho en juego. Si descubrían que mi madre estaba viva y que mi abuelo nos había desheredado, adivinarían que aquella boda era una venganza.
Me sentí culpable por engañar a la madre de Edward y cambie de tema.
—No sabía que Edward tenía una familia tan grande —comente.
Mirase donde mirase, había hermanas, primos y tías abrazándolo y niños esperando trepar a su regazo.
Su madre sonrió y dijo:
—Ahora son tu familia también —la mujer agarró mi mano—. No sabes cuánto he esperado este momento. Creí que Edward no sacrificaría nunca su vida de soltero por una chica. Había perdido las esperanzas de que encontrase a alguien que lo mereciera.
Al ver que la mujer estaba sinceramente conmovida, Me sentí incómoda. No podía fingir…
—Mi madre es una romántica —dijo Edward, dejando a los niños de la familia y dirigiéndose a los mayores—. Sólo sueña con finales felices… —hubo una mirada de advertencia a para mi.
—Siempre he soñado con tener nietos —confesó su madre—. Como supongo que lo ha hecho tu abuelo.
Sentí una punzada en el corazón.
Aquello era lo que jamás podría darle…
Cerré los ojos, diciéndome que no debía importarme lo que quería la familia Cullen, que los odiaba, al igual que odiaba a mi abuelo y a todo lo italiano, porque representaba todo lo que había arruinado la vida de mi madre.
Entonces, ¿por qué sentía aquel cargo de conciencia?
EPOV
Observe a mi flamante esposa. Estaba acostumbrado a las mujeres interesadas en su dinero, pero Bella ni siquiera se había molestado en fingir ningún otro interés. Era lo único que me había preguntado, si el dinero había sido transferido a su cuenta.
Había estado desesperada toda la ceremonia, ansiosa, angustiada, pálida. Hasta el punto de que había empezado a preguntarme si no le pasaba algo serio a mi consorte.
Cualquiera que hubiera pensado que necesitaba el dinero. Pero yo sabía que no era más que codicia.
Consciente de que mi madre los seguía mirando, Intenté sacar un tema de conversación que les interesara a los dos.
—Dime, ¿cuál será tu primera compra con tu nueva riqueza? ¿Mil pares de zapatos de diseño? ¿Un yate? ¿Un caballo de carrera o dos?
Bella levantó la mirada de su plato de comida intacto y me miró:
—¿Cómo dices?
Por primera vez noté sus ojeras. No debía haber dormido.
—Te estaba preguntando cómo vas a gastar mi dinero —repetí, dándome cuenta de que ella no me estaba prestando la mínima atención, algo a lo que no estaba acostumbrado—. Creo que debería saber algo por lo menos de mi esposa.
—Oh —ella dudó—. Yo… No lo sé todavía. Supongo que… iré de compras.
Tendría que comprar hasta hartarse para poder gastar aquella suma de dinero, pensé. Y evidentemente, le llevaría mucho tiempo gastarlo, por lo que no vería mucho a mi esposa.
Extendí la mano, me puso de pie y dije:
—Es hora de que te empieces a ganar ese dinero. Se supone que tenemos que bailar.
—¿Bailar? ¿Tú y yo?
—El novio y la novia deben bailar, según la tradición.
Sin darle tiempo a discutir, tire de ella hacia y le sonreí.
Ella se sorprendió de aquel gesto.
—Es hora de que le demos al público lo que ha estado esperando, mi amore.
La lleve a la pista de baile rodeándole la cintura, un afectuoso gesto de cara a los invitados. Pero yo sospechaba que si la soltaba, ella huiría.
Bella lo miró como si se hubiera vuelto loco.
—Sonríeme como si yo fuera el único hombre en el mundo —le ordene suavemente cuando la situé en el medio de la pista y me dispuse a bailar—. Somos el centro de atención y no quiero decepcionar a los invitados.
—Esto es ridículo. Creí que habíamos acordado que no jugaríamos juegos. Que seríamos sinceros el uno con el otro.
—En privado, sí. Pero al mundo exterior hay que darle la impresión adecuada. Mi madre necesita pensar que este matrimonio es real, el mercado financiero necesita pensar que este matrimonio es real. Así que les vamos a hacer pensar que lo es…
Por un momento, Me fije en la forma perfecta de su boca, y olvide lo que estaba diciendo del mercado financiero. Vi cómo se entreabrían sus labios, suaves y delicados.
Mi cuerpo se tensó en una reacción masculina primitiva al ver el movimiento nervioso de su lengua, un gesto de vulnerabilidad.
—Te estás engañando. Nadie que nos esté mirando pensará que somos más que un matrimonio de conveniencia.
Desvié la mirada de su boca.
—Entonces, habrá que probarles que se equivocan —sin pensarlo, la apreté contra mi con un movimiento posesivo, y note que ella se estremecía al sentir mi cuerpo.
Una corriente eléctrica pasó entre los dos. Respire profundamente, sorprendido por la inesperada fuerza de aquella sensación. Fue como si nuestros cuerpos hubieran reconocido algo que no habíamos sido capaces de notar.
La fragancia suave de Bella embriagó mis sentidos y seducía mi mente para que me olvidase de todo, excepto de la mujer que tenía en mis brazos.
No habló ninguno de los dos, pero vi que ella respiraba irregularmente, noté que las pupilas de aquellos increíbles ojos café chocolate se dilataban al sentir aquella atmósfera opresiva.
La sentí temblar y entonces tome conciencia de lo frágil que era. La primera vez que la había visto, ella había mostrado un escote generoso y un cuerpo formidable. Pero me había equivocado en mi primera impresión. El resto de Bella era delicado y frágil.
Puse mi mano en la espalda de Bella. Al parecer, a mi libido no le importaba que ella fuera una mujer codiciosa. Pero, ¿qué había de malo en eso? Codiciosa o no, era increíblemente hermosa, y tenía que alegrarme de que mi flamante esposa tuviera sus compensaciones. Mientras no tuvieran que mantener grandes conversaciones, la noche que nos esperaba distaba mucho de ser aburrida.
Desde que le había soltado el cabello, éste caía como un telón de seda sobre su espalda. Y me vi tentado de hundir mi cara en aquella fragancia sedosa.
Ella intentó apartarse, pero la sujetaba firmemente.
—¿No es asombroso? ¿Qué nuestros cuerpos puedan sentir algo que nuestras mentes no quieren registrar?
Ella puso una mano en mi pecho de como para separarse de mi.
—No sé de qué estás hablando.
—Oh, sí lo sabes. Lo sabes perfectamente.
—¿Qué estás haciendo? Nos están mirando todos…
—Para ser una persona inescrupulosa, pareces demasiado sensible —murmuré, rodeándola con la otra mano y apretándola más contra mi—. ¿Cómo es que te preocupa lo que piense la gente?
—No me gusta que me miren, simplemente.
Me reí burlonamente.
—Entonces, será mejor que te vayas acostumbrando. Toda mi vida me han estado mirando.
Otras parejas se unieron a nosotros en la pista de baile y me di cuenta entonces de que ella apenas se estaba moviendo, sino que estaba aferrada a mi como si fuera a caerse.
¿De dónde sacaba aquella vulnerabilidad?
Tuvo que recordarme que aquel matrimonio era el fruto de su falta de principios. Su vulnerabilidad debía ser parte de su representación para cazar hombres ricos. La verdad era que ella era una mujer especuladora, manipuladora, que estaba dispuesta a cualquier cosa por acumular dinero.
—No voy a dejarte marchar. Tú has firmado por esto cuando has aceptado casarte conmigo por mi dinero.
—No he firmado para hacer representaciones públicas.
—Has aceptado ser mi esposa, con todos los detalles. ¿Sabes lo que pienso, cara! Creo que te has enceguecido tanto con mi dinero, que no has visto el resto del trato. Creo que sólo has pensado en el dinero…
Noté que ella se ponía rígida. Noté el pulso en su cuello, la tensión emanando de su delicioso cuerpo. Y volví a excitarme.
¿Cómo había podido pensar que la heredera de Swan era fría?
Podía ser americana y reservada en la superficie, pero ahora no tenía ninguna duda de que en sus venas corría una sangre caliente italiana que me aseguraría una vida sexual muy entretenida.
Baje la cabeza, tan cerca de la boca de Bella que nuestros labios casi se tocan.
—Has conseguido lo que querías. Ahora me toca a mí.
—Tú también has conseguido lo que querías: la empresa de mi abuelo.
—La empresa de mi padre —la corrigí suavemente, deslizando mi mano hacia el cuello de Bella—. Y eso sólo era parte de lo que quería. Ahora es el momento de tomar el resto.
Baje la cabeza y la besé, algo que había estado deseando desde que la había visto en la isla. Con aquel beso le demostraba a la heredera de Swan qué había entregado por dinero. Quería demostrarle que la codicia tenía un precio.
Su boca era tibia y suave, y mis sentidos explotaron, haciéndome perder el control. Sentí un calor en mis partes bajas, y un ardiente deseo se apoderó de mi.
La apreté más para satisfacer aquel deseo de poseerla. Pero aquello no hizo más que aumentar el deseo.
Estaban tan cerca que podía sentir cada leve estremecimiento de su cuerpo. Sentía que Bella temblaba en mis brazos. Vi el shock en sus ojos chocolate. Luego los cerró, y apoyó sus dedos en el pecho de mi camisa como buscando sujeción.
Mi último pensamiento fue que aquello no era como lo había planeado.
Una parte de mi cerebro me decía que me apartase, que cortase aquello. Pero aquella boca suave y delicada embriagaba mis sentidos y no me dejaba separarme de ella. Al contrario, quería más.
Decidí llenarse de ella. Su fragancia era intoxicante; no me dejaba respirar. Y la sangre en mi cabeza golpeaba nublándome la razón. El deseo se apoderó totalmente de mi. Me consumía un fuego que jamás había experimentado, y yo me adentraba más y más en sus llamas.
Como a la distancia, oí un suave gemido de asombro y de deseo, y ese leve sonido fue suficiente para romper el hechizo sensual con el que ella me había envuelto.
Deje de besarla, turbado. Por primera vez sabía lo que era perder totalmente el control.
¿A qué estaba jugando? Siempre me había considerado un hombre disciplinado. Entonces, ¿por qué había perdido el control?
Mi cuerpo todavía anhelaba el de Bella, y mi sexo se quejaba de excitación.
La idea de que ella me excitase tanto me molestaba, y quería recuperar la racionalidad. Encontrar alguna explicación para aquello.
La miré. No era como para sorprenderse. Mi esposa podía ser cualquier cosa, pero indudablemente era hermosa. Y proyectaba un aire de vulnerabilidad e inocencia muy tentadores para un macho italiano, me dije. No habría sido humano si no hubiera reaccionado.
La solución estaba en llevarla a la cama. Las mujeres no solían interesarme más de una o dos noches, aunque fuesen hermosas. Después de eso, sería capaz de pensar con claridad y seguir adelante.
Agarré la muñeca de Bella y la lleve hacia la salida sin decir nada.
Y para que los invitados no dudasen de mis sentimientos hacia mi esposa, la levanté en brazos y le di otro beso. Sonreí a mi madre, que estaba tratando de contener sus lágrimas del brazo de mi padre, y salí hacia el jardín en dirección a la limusina que nos estaba esperando.
Bella no se movió. Tenía la cabeza apoyada en mi hombro, como si estuviera resignada. Y nuevamente me sentí conmovido, un sentimiento que rápidamente quise borrar de mi corazón.
La deje en el asiento de la limusina. "Una noche", me dije.
La dejaría embarazada esa primera noche y eso sería todo. No tendría que volver a tocarla. Cada uno podría vivir su vida a partir de entonces.
Hola, leia esta historia en ff...pero ya no estaba qeu bueno que la seguiste en tu blog.
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