Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.
Capitulo 4
BPOV
En menos de una semana estaría casada. El viernes, en mi propio Juzgado, ni más ni menos. De modo que Volturi y el resto de los jueces se enterarían de inmediato.
Pero por mucho que se dijera a mi misma que aquélla era la única solución, no podía evitar una sensación de culpa… y tampoco podía dejar de darle vueltas a la cabeza.
Estaría casada. ¡Con Edward Cullen!
El domingo por la noche, mientras intentaba dormir, ese pensamiento daba vueltas y vueltas en mi cabeza.
Me había ido a la cama temprano, agotada después de vaciar la habitación de invitados para dejar sitio a las cosas de Edward. A pesar de mis protestas, Edward había insistido en dejar su apartamento ya que, según él, parecería un poco sospechoso seguir pagando el alquiler. De modo que todos sus muebles tendrían que caber en la habitación y en el garaje.
Después de trabajar durante horas, estaba segura de que el cansancio me vencería, pero aquí estaba, con los ojos abiertos como un búho y el corazón trepidante.
Estaba tan nerviosa que me incorpore de un salto cuando sonó el teléfono.
—¿Jasper?
—No, soy Edward.
—¿Te he asustado?
—No, no, qué va. Es que no estoy acostumbrada a que llamen a estas horas.
—No es tan tarde.
Mire el reloj de la mesilla. Eran las 21:23. Sí, tenía razón. La mayoría de la gente seguiría viendo la televisión a esta hora.
—Pero supongo que las mujeres embarazadas se van a la cama temprano. Tendré que acostumbrarme.
—¿Qué querías, Edward?
—Estaba pensando en nuestra historia.
—¿Nuestra historia?
—La historia que vamos a contarle a la gente. Tenemos que ponernos de acuerdo porque nos harán preguntas.
Lo imaginé tumbado en el sofá, en chándal o medio desnudo, viendo algún canal de deporte…
—Muy fácil. Nos conocimos en la boda de Alice y Jasper.
—¿Nos conocimos hace ocho años y ahora, de repente, nos da por casarnos? No, eso no tiene sentido —rió Edward—. Veo que mientes fatal.
Encendí la luz de la lamparita.
—Soy juez. Se supone que no debo mentir.
—Sí, bueno, ya me imagino.
—Mira, yo creo que lo mejor es que nos atengamos lo más posible a la verdad. Así no meteremos la pata.
—¿Cómo se conocieron Alice y Jasper?
—No lo sé —conteste—. Me parece que en el último año de universidad. Sí, mi hermana trabajaba en un restaurante enfrente del campus, donde Jasper iba a comer. Jasper es vegetariano, ya lo sabes, pero siempre pedía un filete con patatas porque tardaban en hacerlo y así tenía más tiempo para mirar a mi hermana —sonreí—. Pero supongo que eso ya lo sabes.
—Sí, claro, pero ¿ves como tenía razón? Todo el mundo tiene una historia. La gente nos preguntará y tenemos que ponernos de acuerdo.
—Si tú lo dices.
—¿Cómo se conocieron tus padres?
Me mordí los labios, me sentí insegura. «Mis padres» se habían conocido en un bar y nueve meses después, cuando nació yo, mi madre no recordaba el nombre de mi progenitor. Lo único que sabía era que «debía ser el policía de Austin o el comerciante de Dallas. O el camionero de Ohio».
Pero no pensaba contárselo a Edward.
—Se conocieron en el instituto y se casaron muy jóvenes. Su primera cita fue en la fiesta de graduación.
No era una mentira del todo. Más bien, una mezcla de las historias de mis padres de acogida.
—¿Y los tuyos? ¿Cómo se conocieron?
Edward no contestó enseguida y me pareció oír que abría y cerraba una puerta. La nevera, seguramente, pensé. Un segundo después lo escuche tomar un trago. Una cerveza, seguro. Inmediatamente, lo imagine apoyado en el quicio de la puerta…
¿Por qué tenía que tomar un trago de cerveza antes de contestar a una pregunta tan sencilla?
—¿Edward? ¿Estás ahí?
—Sí, sí.
—¿Y?
—Mi padre rescató a mi madre de un edificio en llamas. Le salvó la vida.
—¿En serio?
—Sí, fue…
—Muy romántico.
Podía imaginarlo. El terror de estar atrapada en un edificio en llamas, la proximidad de la muerte. Y entonces, entre el humo aparece un atractivo bombero, de hombros anchos, que salva del peligro a la damisela en apuros. Era como un cuento.
—¿Romántico? Sí, bueno. Mi padre resultó herido y tuvo que jubilarse. Y mi madre no le perdonó nunca que dejara de ser bombero y se convirtiera en un hombre normal y corriente.
Algo en su tono de voz hizo que se me encogiera el corazón. Y esa vulnerabilidad me desconcertaba. Edward no parecía un hombre vulnerable.
—Bueno, tengo que colgar. Es muy tarde para una mujer embarazada.
—Pero aún no tenemos una historia.
—¿No puede esperar hasta mañana?
—Para entonces será demasiado tarde.
—¿Por qué?
—Si mañana vas a pedir hora para la ceremonia civil, supongo que tus compañeras te preguntarán.
—¿Qué quieres decir?
—No te hagas la ofendida. A las mujeres les encanta hablar de esas cosas.
Abrí la boca para llevarle la contraria, pero la cerré. Era verdad. En cuanto pidiera cita para casarme, mis compañeras, las secretarias, las alguaciles, todas me interrogarían. Por no hablar de los demás jueces. Y Mike.
¿Me atrevería a contarle la verdad?
—Estás muy callada. ¿Te has dormido?
Ojala.
—No, no. Bueno, vamos a ver, seguro que tú ya has inventado una historia, ¿no?
—¿Qué tal si nos conocimos en casa de Alice y Jasper, en la fiesta de fin de año? Podríamos decir que nos enamoramos de inmediato. Los dos estábamos en esa fiesta, ¿te acuerdas?
—Sí, claro.
Yo iba todos los años, aunque no solían gustarme las fiestas. Pero en Nochevieja no era plan quedarme en casa viendo Ley y Orden.
—Pero allí había por lo menos cincuenta personas y todos se acordarán de que apenas nos dirigimos la palabra.
—Nadie se acordará de eso. Era la fiesta de Nochevieja, mujer. La gente estaba borracha.
—Yo no —le recordé.
—No, claro, tú no.
—Oye…
—Seguro que nunca bebes en público. No estaría bien en una juez, ¿no?
En realidad, yo no bebía por miedo a acabar como mi madre. Pero eso no pensaba decírselo.
—Tú estabas sobria, ¿verdad?
—Claro.
—¿Y recuerdas lo que hacían los demás invitados?
En realidad, sólo recordaba el aburrimiento de escuchar a James, el contable de mi hermana y su cuñado, describir una excursión a un glaciar en Alaska. Pero, además de James, no recordaba a nadie más.
—Muy bien, entonces nos enamoramos en esa fiesta —suspiré.
—Habrá que inventarse más detalles, ¿no te parece?
—¿Qué detalles?
—Pues… no sé, creo que hacía una noche estupenda. Podríamos decir que salimos al jardín.
—Eso explicaría que la gente no nos hubiera visto juntos.
Alice y Jasper tienen una parcela de terreno muy grande. En las fiestas, colocan farolillos de papel en las ramas de los árboles y eso le da un toque romántico al jardín. El sitio ideal para enamorarse.
Aunque no había sido así, por supuesto.
—Suena bien. Para nuestra historia, quiero decir.
—Claro.
Parecía divertido, burlón. Como si intuyera que, momentáneamente, me había dejado llevar por esa fantasía.
—¿Y luego qué? —pregunté, un poco irritada.
—¿Qué?
—No podemos decir que empezamos a salir juntos. Alguien nos habría visto cenando o en el cine.
—Sí, es verdad. Pero podríamos decir que íbamos a Austin.
—Entonces, manteníamos la relación en secreto. ¿Por qué?
—Porque… para proteger tu reputación.
Por alguna razón, eso me pareció divertido.
—Qué noble por tu parte —reí.
—¿Qué pasa? ¿No te parezco noble?
—Oye, vas a casarte conmigo para proteger mi reputación. No se puede ser más noble.
—Pues no lo olvides.
—No te preocupes. Te debo un favor.
—Hablando de la boda, estaba pensando dónde te apetecería pasar la luna de miel —dijo Edward entonces.
—¿La luna de miel? —repetí, atónita.
—Claro. La gente esperará que vayamos a algún sitio.
¿Luna de miel? ¿Por qué no se me había ocurrido? ¿Y por qué, ahora que Edward lo había mencionado, mi mente se llenaba de imágenes de nosotros dos solos en algún sitio romántico… como una playa exótica o un hotelito rural?
—No —dije bruscamente—. De eso nada.
Dejar volar mi imaginación era una cosa, llevar a cabo esas fantasías, otra muy distinta.
—Oye, que no pensaba llevarte al motel Bates —protestó Edward—. Yo estaba pensando en ir a Fredericksburg un par de días.
Ya. Un par de días con sus noches en una de las ciudades históricas más encantadoras de Texas. Prefería el motel de Psicosis (la película).
—No —dije firmemente—. No iremos a ningún sitio.
—Pero…
—Pasaremos el fin de semana colocando tus muebles como habíamos acordado. Podemos decirle a la gente que haremos un viaje en otoño.
Antes de que pudiera protestar, le di las buenas noches y colgué.
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