Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.
Capitulo 13
BPOV
El lunes por la mañana, encontré una nota de Edward en la mesa de la cocina diciendo que lo habían llamado por la noche para un servicio urgente y no había querido despertarme. En cierto sentido, fue un alivio. Después de la discusión de la noche anterior, no sabía muy bien qué decirle o cómo portarme.
Al día siguiente ocurrió lo mismo, pero Edward no dejó una nota.
El tercer día, mis miedos e inseguridades afloraron de tal modo que olvide lo que me decía el sentido común: que Edward sólo estaba haciendo su trabajo.
Aunque tenía dudas sobre nuestra relación, estaba enfadada conmigo misma ese comportamiento tan infantil, tan inseguro, era algo que despreciaba. Yo soy mucho más lista que eso. Al menos, siempre había pensado que lo era.
Qué decepcionante descubrir que no era así.
Si Edward me había estado evitando, era también cierto que yo estaba evitando a mi hermana. Pero ya no podía seguir haciéndolo.
Tenía que hablar con Alice.
De modo que el jueves, después de trabajar, me dirigí a la comunidad de pequeños ranchos a las afueras de la ciudad donde vivía mi hermana.
Alice estaba en la cocina, cortando verduras para una ensalada y, al verla, se me encogió el corazón. Antes de la inseminación, solía cenar muchas veces con Alice y mi cuñado…
Alice levantó la mirada y cruzó la habitación para darme un abrazo.
—Has estado evitándome, bruja.
—Es que he estado ocup…
—Siempre estás ocupada, pero nunca has estado tanto tiempo sin llamarme. Si Jasper no hubiera hablado con Edward todos los días, me habría preocupado.
—¿Jasper habla con Edward de mí?
—Nos mantiene informados, sí.
—Pero…
—Un par de semanas después de la boda, cuando me di cuenta de que intentabas evitarme, tuve que pedirle a mi marido que hablase con Edward para que le diera el parte.
Lo decía tan tranquila, como si fuera lo más normal del mundo. Pero en fin, el amor fraternal, pensé, resignada.
—Es que las cosas están siendo…
—¿Complicadas?
—Sí, supongo que sí.
—Déjalo, no tienes que darme explicaciones. Entiendo perfectamente que estés resentida.
—No estoy resentida, Alice —protesté. Pero me encontre mutilando a un pobre pimiento en lugar de mirar a mi hermana.
—Si lo estás y con toda la razón. Después de todo lo que has hecho por nosotros, tendrías que ser una santa para no estar enfadada.
Alice no parecía enfadada, ni dolida. Y eso hizo que me sintiera peor.
—Sí, bueno, supongo que me sentía un poco resentida, sí.
—¿Sólo un poco?
—Alice…
—Bella, por favor, tienes que dedicarnos un año entero de tu vida. Vas a tener un niño por nosotros, te has casado con un extraño porque estar embarazada podría causarte problemas profesionales y, al final, todo era innecesario. Es normal que estés resentida. Incluso furiosa —Alice dejó escapar un suspiro—. Y encima yo lo he hecho fatal, me he portado como una egoísta. Cuando descubrí que estaba embarazada me sentí tan feliz que sólo pensé en mí misma. Se me olvidó que mi sueño sería una pesadilla para ti.
—Yo no usaría el término pesadilla —sonreí—. No todo ha sido malo.
Durante los últimos meses había vivido experiencias muy positivas; lo asombroso de tener un niño creciendo dentro de mi, ver la primera ecografía, vivir con Edward, conocerlo y entender que era mucho más profundo, mucho mejor persona de lo que había pensado, dormir con él, hacer el amor con él… cosas que no habría experimentado de no haberme convertido en madre de alquiler.
¿Cómo iba a estar resentida con Alice por ponerme en esa posición? ¿Y cómo podía ella pensar que el niño era innecesario?
Amaba a mi niño y jamás lamentaría todo lo que estaba pasando para traerlo al mundo.
—Ha habido muchos cambios en mi vida, es verdad, pero no todos han sido malos. En absoluto.
—Me alegro de que digas eso —sonrió mi hermana—. ¿Y el trabajo qué tal?
—Aún no he hecho el anuncio oficial en el Juzgado.
—¿Y qué dice el juez Volturi?
—Volturi está tan ocupado con su campaña que apenas se acuerda de mí. Sigue dando vueltas como un buitre alrededor del caso Black, pero la vista no empezará hasta la semana que viene, así que ya veremos qué pasa.
Lo curioso era que el caso Black había dejado de importarme. El trabajo en general había dejado de importarme. Nueve meses antes era lo único importante en mi vida, era vital para mi. Ahora el trabajo era sólo eso, trabajo.
Me lo tomaba en serio; un juez tenía que tomarse muy en serio su trabajo, naturalmente, pero ya no era el centro de mi vida. Otras cosas habían ocupado ese lugar: el niño, Edward.
Lo cual me llevaba al propósito de mi visita.
Le conté a mi hermana lo que había ocurrido entre Edward y yo y Alice me escuchó en silencio.
—Y ahora crees que te evita.
—No lo creo, es que lleva tres días fuera de casa. Es evidente que intenta evitarme a toda costa.
—A lo mejor tiene mucho trabajo. A ti a veces te ha pasado. Te pones a trabajar como una posesa y no hay quien te localice en varios días.
—Sí, pero… estoy convencida de que está enfadado conmigo y no sabe cómo salir de esta situación.
—No te preocupes, Edward es…
—Lo sé, un chico estupendo —termine la frase por ella—. Lo sé y ése es el problema. Sé que no querría hacerme daño y que se siente obligado. Y yo no quiero que se sienta obligado a nada.
Por una vez en mi vida, quería que alguien me quisiera por mi misma.
—No soporto estar todo el día pensando en él, necesitarlo de esta forma…
Alice tuvo la cara de soltar una risita.
—¿Esto te hace gracia?
—Hija, perdona. No es que quiera que lo pases mal, es que… me alegra comprobar que eres un ser humano.
—¡Alice!
—Quiero decir que no siempre tienes todas las repuestas —se apresuró a explicar mi hermana.
—¿Qué significa eso?
—Bella, eres mi hermana y no podría quererte más, así que no te lo tomes a mal, pero siempre has sido tan autosuficiente… Siempre sabías qué había que hacer, cómo solucionarlo todo. Incluso de niña no necesitabas a nadie.
—Eso no es verdad.
—Sí lo es. Es una de las cosas que más admiraba de ti, pero…
—¿Pero qué?
—Pero da un poco de miedo, la verdad. Siempre me ha hecho sentir… no sé… débil por comparación.
Hice una mueca.
—Tu no eres débil, Alice. Eres la persona más generosa y más encantadora que conozco.
—Gracias. Pero me gusta que hayas venido a pedirme consejo. Me hace sentir importante. Llevo toda mi vida queriendo ayudarte, hacer de hermana mayor.
—¿De hermana mayor?
—Como siempre has sido tan independiente, tan segura de ti misma, nunca he tenido oportunidad de hacer nada por ti. Y me gustaría mucho hacerlo.
—Yo… no sé que decir. Lo siento, supongo.
—No, no, no tienes que sentir nada. Pero a veces dejar que otros cuiden de ti está bien. No es un signo de debilidad. Es una forma de equilibrar las relaciones.
Cuando salí de su casa, no estaba más tranquila sobre mi situación con Edward, pero sentía como si mi relación con mi hermana hubiera cambiado para siempre.
Nunca se me había ocurrido pensar que Alice quisiera cuidar de mi. Ni que mi independencia privase a los demás de algo.
Nunca había querido mostrarme distante o fría, era más bien una defensa natural. En las primeras casas de acogida, había deseado cariño y atención, pero no tarde mucho en darme cuenta de que no iba a conseguir nada de eso. Los abrazos y los besos eran todos para las niñas como Alice; niñas encantadoras, de ojos claros pelito siempre arreglado, niñas que nunca daban problemas.
De hecho, en algunas casas de acogida no nos habrían tenido juntas si el juez no hubiera insistido en que Alice y yo no podíamos separarnos.
Por eso aprendí muy pronto que la única persona en la que podía confiar era yo misma. Yeso era lo que había hecho desde siempre. Mi independencia, mi negativa a confiar en los demás, me habían protegido.
Pero ahora empezaba preguntarme cuánto me había costado eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario