lunes, 27 de septiembre de 2010

NO TE ENGAÑE CAPITULO 10

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers .


Capitulo diez

EPOV


Bella seguía dormida cuando me vestí para ir a trabajar. Me moví sin hacer ruido para no despertarla. Era la primera vez desde que volvió a Venecia que la veía dormir profundamente. La mayoría de las mañanas ya se había levantado cuando me preparaba para ir a trabajar. Y la mayoría de las noches, aunque estuviera en la cama simulando dormir, estaba inquieta.

Se dio la vuelta, llevó la mano a la almohada y le dio la vuelta para acurrucarse de nuevo. Sonreí. Incluso dormida le gustaba el lado frío de la almohada. Era una criatura de sangre tan caliente que siempre buscaba cosas frías. Agua con hielo, helado.

Desde que estaba embarazada, era como si un horno diminuto brillara en su interior. Me pregunté cómo aguantaría cuando llegara el verano. Tendría que llevarla a la finca de Veneto. O incluso a mi refugio en las montañas. Pero sin perder de vista la atención médica, no podía permitir que les ocurriera nada a ella y al bebe, aunque no fuere mió, no quería que dada les pasara

Por primera vez en meses me permití contemplarla de verdad, sabiendo que ella no me vería. Estaba de costado, con una pierna encogida y la otra estirada. Parecía una gacela en el punto más alto de un grácil salto.

Sentí una inesperada desazón y reconocí a que se debía: había echado de menos a Bella y lo que creía que habíamos compartido antes de descubrir su traición.

Este matrimonio tenía el único fin de satisfacer el deseo de mi abuelo: morir sabiendo que su legado no moriría con él. Pero si seguía el curso de la noche anterior, iba a ser mucho más placentero de lo que había esperado.



BPOV



Dormí hasta tarde y me desperté envuelta en un resplandor de lánguida satisfacción sensual. Me estiré y me sorprendió al ver la hora que era. Tras la total desinhibición que le había mostrado a Edward la noche anterior, me alegró que ya no estuviera aquí. No sabía si estaba lista para verlo cara a cara.

Llené la bañera, me recogí el pelo sobre la cabeza y me sumergí en un sensual baño de burbujas. Me sonrojé al pensar en lo apasionada que había sido con él. Sus caricias me habían encendido. Habíamos hecho el amor muchas veces antes, pero nunca había sido tan intenso. Tal vez mi cuerpo había querido hacerle saber que lo amaba.

Hasta la noche anterior mi mente había rechazado esa realidad. Pero era imposible cambiar la realidad de mis sentimientos diciéndome lo que debía creer. Mi corazón seguía sabiendo la verdad.

Sin embargo, amarlo me hacia vulnerable. Suspiré y salí de la bañera. No podía permitir que él conociera mis auténticos sentimientos.

Me sequé y vestí para ir a ver a André . Me gustaba ponerse guapa para él. No veía a demasiada gente y solía alabar mi apariencia.

Capté mi imagen en el espejo y me detuve. Miss ojos brillaban, tenía las mejillas encendidas y mi pelo caía sobre mis hombros en un alboroto de rizos.

¡No podía ir a ver a André así! El astuto anciano adivinaría de inmediato a qué se debía mi cambio. Me sentiría como una virgen después de la noche de bodas, preguntándome si todo el mundo adivinaría lo que había experimentado solo con verme.

Se senté ante el tocador para alisarme el pelo. Edward había dicho que le gustaba rizado y, si volvía a alisarlo, podía darle la impresión de que su opinión me daba igual. Por otro lado, no quería que pensara que me lo dejaba al natural para complacerlo.

Al final opté por peinarme como había hecho desde que regrese a Venecia. No podía perder tiempo pensando en tonterías. Era más importante prepararme por si André me preguntaba si había aclarado las cosas con Edward y puesto punto final a la tensión.

Por suerte, André estaba cansado, y pasó gran parte de la visita dormitando. Cuando se despertaba me hablaba de la inundación de 1966. Habían pasado más de cuarenta años, pero describió con viveza y todo lujo de detalles cómo el nivel del mar había subido dos metros, inundando la planta baja de Palazzo Cullen y causando grandes daños en la ciudad.

Mientras volvía a casa, Bella reflexioné sobre mi amistad con André. Según sus médicos, no viviría mucho, pero yo daba gracias por cada minuto que pasaba con él. Me había aceptado en su familia y sus historias sobre su vida y la ciudad significaban mucho para mi.

Pasara lo que pasara con Edward, en el futuro le contaría a mi hijo lo feliz que había sido André al saber que su bisnieto estaba en camino. Le contaría sus historias para que supiera cosas de su familia italiana, incluso si Edward se negaba a reconocerlo.



EPOV

Me paseaba impaciente por el despacho. Había vuelto a casa para ver a Bella, pero ella no había regresado de visitar a mi abuelo. Se retrasaba y necesitaba verla de inmediato.

Había pasado la mañana distraído y al final me había rendido al deseo de volver a casa y seducirla.

El sexo con Bella siempre había sido bueno, la noche anterior me había llevado a otro nivel. Había sido increíble y no podía dejar de rememorarlo. Fui hacia la ventana y me maldije por mi falta de control.

Me pregunte por qué permitía que Bella me afectara tanto. Tal vez se debiera a que llevaba demasiado tiempo sin una mujer y la noche anterior había recordado a mi cuerpo lo que me estaba perdiendo.

Miró mi reloj, preguntándome cuándo regresaría. Pensé en salir a buscarla, pero podía regresar por Varios caminos distintos. De repente, me pregunté por qué visitaba a mi abuelo a diario, sabiendo que eso no incidiría en su futuro. ¿Que pretendía ganar con eso?

No había impedido las visitas porque mi abuelo disfrutaba con ellas. Pero lo sorprendía que Bella pareciera disfrutar tanto como él.

No era como ninguna otra mujer a la que hubiera conocido. No parecía interesada en mi riqueza ni en mi estatus; solo me pedía que pasara tiempo con ella. Como eso me hacía cuestionarme ciertas cosas, enterré el pensamiento en lo más profundo de mi cerebro.



BPOV



Llegue a casa más tarde de lo habitual. Cuando subía las escaleras hacia el palazzo, tuve la sensación de que estaba siendo observada.

–Te he estado esperando.

Sobresaltada, me detuve y alce la cabeza. Edward estaba en la puerta de su despacho. Verlo apoyado en el umbral, rezumando seguridad y atractivo sexual por cada poro de su increíble cuerpo, me aceleró el pulso. Una bandada de mariposas aleteó dentro de mi estómago.

–He ido a visitar a tu abuelo –trague saliva al notar que mi voz sonaba ronca.

–¿Cómo estaba? –el sedoso acento italiano fue como una caricia para mi, que senti que mi compostura se fundía y disolvía, llevándose mis defensas.

–Bien, pero muy cansado. Me ha hablado de la riada –empece a subir la escalera hacia él, sin dejar de mirarlo.

Contemple cómo se quitaba la chaqueta oscura y se aflojaba la corbata. No parecía dispuesto a mantener su aspecto inmaculado mucho tiempo. Se paso los dedos por el pelo y lo apartó de su rostro perfecto y levemente bronceado. Era la viva imagen de la salud y el vigor. Sus intensos ojos verdes me escrutaban sentí que mi piel se templaba con la caricia de sus ojos. Un escalofrío recorrió mi espalda.

Llegue al último escalón y él no se movió. Me planteé si evitarlo y seguir andando, pero era difícil moverme o pensar en algo que no fuera Edward. El calor de su cuerpo traspasaba la tela del vestido y su respiración me acariciaba los oídos.

Su aroma me envolvía como un velo. Una potente mezcla de masculinidad y colonia exótica, pura esencia de hombre, que me mareaba.

El puso las manos en mi cintura y el impacto fue instantáneo. Una corriente de electricidad que pasó de uno a otro. Eche la cabeza hacia atrás y abrí los ojos de par en par. El descendió hacia mi boca, expresando sus intenciones sin dejar lugar a duda.

Mi respiración se volvió entrecortada. Asome la punta de la lengua y me humedecí los labios, ya rojos y sensibles, anticipando su beso.

–He vuelto a casa para hacerte el amor.

Sus palabras fueron como fuego que fundió mis últimas defensas y azuzaron las llamas de mi deseo. Alce la mirada hacia él, consciente de que debía llevar lo que deseaba escrito en la cara.

Edward dio un paso atrás y me hizo entrar en el estudio. La puerta se cerró de golpe y él echo el pestillo.

–No he podido dejar de pensar en ayer por la noche –dijo, abrazándome.

–Yo también he pensado en eso – me tembló la voz. El ya había encontrado los diminutos botones de perla que cerraban la delantera de mi vestido y empezaba a desabrocharlos.

–Fue increíble –Edward agarró el bajo del vestido y me lo sacó por la cabeza. Lo dejó a un lado y empezó a acariciar mi piel desnuda, haciéndome temblar.

Lo miré con ojos nublados por la excitación. Ese hombre increíble iba a hacerme el amor. Tenía el corazón desbocado y me temblaban las piernas, igual que la noche anterior. Sólo había hecho falta que me tocara para encender un fuego en mi interior.

Alce las manos y empecé a tirar de su ropa. El, sabiendo lo que quería, se desnudó rápidamente.

Admiré su magnífico cuerpo, pura perfección masculina, antes de que su erección me atrajera como un imán. Quería y necesitaba tocarlo. Rodeé su miembro con los dedos y empecé a mover la mano como sabía que a él le gustaba.

La respiración de él se agitó de inmediato, adquiriendo un ritmo irregular. Ladeó la cabeza al ver que se lamía los labios, sentí un irresistible deseo de besarlo. Sin soltarlo, me acerque más. Me puse de puntillas y lo atraje hacia mi boca.

El me besó con hambre y pasión, devastando mi boca con intimidad erótica, mientras yo seguía acariciándolo y percibiendo su reacción al movimiento de mis dedos a través de su beso. De repente, él se apartó, tomó aire y agarró mi muñeca para detenerme.

–No más. Ahora no –jadeó. Entendí lo que quería decir. Quería que durase más para ambos.

–Eres bellísima –murmuró antes de lamer el lóbulo de mi oreja–. Mírate en el espejo. Quiero que veas lo mismo que yo.

Alce la mirada y contemplé mi reflejo. El estaba detrás de mi rodeándome posesivamente; solo llevaba un sujetador y braguitas de encaje.

Vi como las manos de él se movían hacia la parte delante de mi cuerpo. Observar y sentir al mismo tiempo era muy extraño. El deslizó una gran mano bajo el encaje de mi sujetador. El pezón se tensó contra la palma de su mano y él bajó el encaje para liberar mi seno.

Sentí una corriente erótica. Moldeado desde abajo, mi seno se alzó hacia el espejo; el pezón era un capullo rosado y tenso que atraía la mirada.

–¿Te hago daño? –susurró él contra mi oreja, haciéndome cosquillas con el aliento.

–No –moví la cabeza, consciente de mi seno, de la tensión del pezón que anhelaba ser tocado.

El deslizó la mano bajo el otro pecho y lo liberó también. Los dos pechos se alzaron, tensos y llenos, esperando la caricia de las manos de Edward.

No tuve que esperar mucho. Edward empezó a masajearlos con las palmas de las manos, haciéndome gemir y arquear la espalda animándolo. Cuando apretó mis pezones, gemí y cerre los ojos, apoyando la cabeza en sus hombros.

–Mírate –ronroneó él–. Eres bellísima.

Abrí los ojos a tiempo de ver como su mano derecha soltaba un pecho y se deslizaba por encima de mi estómago y seguía hacia abajo.

Contuve el aliento, esperando su diestra caricia. Tenía la piel sonrosada y mis ojos brillaban. El introdujo los dedos bajo el encaje de mis braguitas y localizó el punto central de mi deseo.

Un instante después mi cuerpo se perdió en un estallido de maravillosas sensaciones. Gemí y me apoye contra él mientras seguía acariciándome.

Basculé las caderas, restregándome contra su mano mientras las sensaciones se intensificaban. Me removí en sus brazos, casi como si quisiera detenerlo, pero eso era lo último que quería. Me había llevado casi hasta la cima y necesitaba llegar al final para liberar la tensión que se volvía insoportable.

Como si quisiera demostrar lo bien sincronizados que estaban nuestros cuerpos, me soltó un momento para bajarme las braguitas del todo. Después me dobló sobre el enorme escritorio forrado de cuero.

Aún no había captado su intención cuando lo sentí empujar desde atrás. Tenía las piernas entreabiertas y me dejé caer hacia delante, apoyando los antebrazos en el escritorio. El agarró mis caderas para equilibrarme y me penetró con un movimiento fluido.

Deje escapar el aire de golpe al sentir una oleada de placer. Me sentía viva y todo mi cuerpo pulsaba. Cuando él empezó a moverse, retirándose y entrando de nuevo, me perdí en la marea de sensaciones. Mi corazón latía desbocado y en mis oídos tronaba el rumor de la sangre. Era imposible pensar cuando me dominaba la increíble experiencia de sentir a Edward moviéndose dentro de mi.

Me eche sobre el escritorio y apoye la cabeza en los brazos. Edward me sujetaba desde atrás, buscando el mayor contacto posible con cada movimiento. Las piernas no me sostenían, era Edward quien lo hacía.

Inicié un vuelo en espiral ascendente hacia el éxtasis, hasta que de repente mi mundo estalló convirtiéndose en un universo tachonado de estrellas.

Edward me acompañó un segundo después, gritando mi nombre y apretándome mas fuerte mientras se convulsionaba con un poderoso orgasmo.

Estaba sobre su pecho en el sofá de cuero del estudio, envuelta en el glorioso resplandor de la satisfacción sexual. No había esperado volver a casa y encontrarme con eso, pero no tenía ninguna queja.

–Hemos perdido demasiado tiempo –dijo Edward, pasando los dedos por mi muslo.

–Podemos compensarlo – le sonreí con timidez – Sobre todo si vienes a casa a comer a diario.

–No he venido a comer –dijo Edward acariciando mi cuerpo con la vista. Deslizó una mano bajo mi muslo coloque la pierna sobre su regazo, de modo que volví a estar abierta a sus caricias – Hoy no volveré a la oficina. Me he tornado la tarde libre.

Sentí otro pinchazo de deseo, a pesar de que había estado totalmente satisfecha un momento antes.

–¿Cómo puedes hacerme eso, con solo una mirada? –susurre, consciente de que mi piel volvía a sonrojarse con un rubor de excitación.

–¿Hacerte qué? –bromeó él, alzando la mano para apartar mi cabello y dejar mis senos a la vista. Los pezones se tensaron como si buscaran su atención.

–Encenderme –musite – Hacer que te desee con cada fibra de mí ser.

–Tal vez porque eso es lo mismo que me ocurre a mí cuando te miro –tocó mi rostro con ternura y vi en sus ojos que decía la verdad.

En ese segundo, supe que acabábamos de compartir un momento poderoso. Parecía que fuera la primera vez que habíamos sido totalmente sinceros el uno con el otro.

Sólo se trataba de un aspecto de nuestra relación, la parte física. Pero era importante. Me sentía mucho más unida a Edward que el día anterior. Y tal vez siguiéramos acercándonos cada vez que hiciéramos el amor.

–Ni siquiera necesito verte para desearte –dijo Edward – Pensar en ti basta para excitarme. Esta mañana no he podido trabajar ni un momento.

–¿En serio? –pregunte con timidez siempre había pensado que Edward siempre mantenía el control en cualquier situación.

–Basta de conversación –la voz de Edward sonó ronca y grave mientras me sentaba sobre él – Esta vez iremos mucho más lento.


hola!! lo siento! me tarde mucho les dejo el capi ya falta poco para el fina dejenme saber su opinion

cariños

SC

8 comentarios:

  1. Me encanto el capi!!!! ya quiero ver la cara de Edward cuando sepa que si es su hijo. Te estaba extrañando, actualiza pronto igual que JUNTOS.
    Besos :)

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  2. orale ya extrañaba la historia muy buen cap besossssssssss

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  3. me encanta la historia, y por lo menos por el momento se ve que se llevan un poco mejor, pero ya veremos que pasa =)

    Besoss!!

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  4. Hola! me encanto el capi.pero me hecho espera mucho tiempo.x far actualiza mas pronto posibre!

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  5. heyy mujer nos dejas en ascuas espero verte mas seguidoooo!!

    xoxo

    M

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  6. hola me fcina la hilstoria creo k el orguyo de Edward esta decallendo jajaja me facina la historia nome despido y nos seguimos leyendo

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  7. kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ya quiero leer el sig capi no crea q me olvide de este fic solo estube un poco ocupada pero lo amo x fa actualiza

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  8. menos mal que has vuelto...
    me voy a leer el otro capi...
    cariños =)

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