sábado, 16 de octubre de 2010

NO TE ENGAÑE CAPITULO 12

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers .


Capitulo doce

BPOV


Lo mire atónita. Tenía el rostro tenso. De pronto comprendí que, aunque yo sabía que si podía tener hijos, él creía que no era posible.

–Claro que puedes –dije – Lo has hecho. Estoy embarazada y el padre eres tú.

–¡Por Dios Santo! – exclamó Edward, poniéndose de pie y mesándose el cabello – Ya es hora de dejar esa ridícula charada.

Aún sentada en la manta, estudié su rostro atentamente, intentando ver qué ocultaba su expresión. La brisa hizo que el flequillo le cayera hacia delante y él lo apartó con impaciencia.

Me levanté y me situé ante él. Instintivamente, puse una mano en su antebrazo. Tenía la piel cálida y suave, pero los músculos estaban duros como el acero.

–No puedo dejarlo porque es la verdad.

Ví que él estaba a punto de explotar y lo haría si yo no conseguía templar su ira.

–¿Por qué crees eso? – pregunté con voz suave – ¿Te hicieron pruebas?

Edward tomó aire y miró el lago, sin verlo.

–Heidi y yo no tuvimos éxito cuando decidimos tener familia –empezó–. Tras un tiempo, decidimos hacemos pruebas de fertilidad –hizo una pausa–. Era yo quien no podía tener hijos.

–Cometieron un error –dije automáticamente.

–No hubo ningún error –dijo Edward, seco–. Siéntate y come algo. Luego nos iremos –sacó el móvil de el bolsillo y pulsó una tecla de llamada rápida. Se dio vuelta y se alejó unos pasos mientras hablaba.

Me senté y lo contemplé atribulada. Todo lo ocurrido empezaba a tener sentido. El se creía infértil y por eso asumió que le había sido infiel cuando me quede embarazada. En su mente, era lo lógico. Eso explicaba su ira, pero no la excusaba.

Si me hubiera dicho la verdad en Semana Santa, habría intentado razonar con él, convencerle de que había habido un error. Podría haberse hecho nuevas pruebas de fertilidad. Era obvio que se trataba de un error o que algo había cambiado. Yo estaba embarazada y solo él podía ser el padre.

Lo mire hablar por teléfono. Con las montañas detrás, tenía un aspecto imponente, pero también parecía tan frío y duro como los agudos picos que se alzaban sobre los verdes valles.

Entendía que debía haberle dolido creer que no podía tener hijos, sobre todo siendo el último hombre de su estirpe. Pero también me había herido, echándome a la calle cuando no había hecho nada, y coaccionándome para aceptar un matrimonio que él veía sólo como algo temporal.

Debería haberme dicho la verdad y me había engañado. Primero, pidiéndome que tomara anticonceptivos aun creyendo que no eran necesarios. Después acusándome aunque no le había dado razones para que dudara de mi. Finalmente, y eso era lo peor, había utilizado lo que sabia de mi infancia para manipularme.

Súbitamente, sentí una intensa oleada de ira. Había confiado más en un informe medico que en la mujer con quien estaba compartiendo su vida. Me había tratado de forma penosa y lo había permitido. Pero no lo haría más.

–No has comido –dijo él, cuando finalmente concluyó su conversación y volvió a sentarse.

Lo mire y una corriente eléctrica paso entre nosotros. El abrió los ojos con sorpresa y supe que había reconocido la cólera que crecía en mi interior.

–Cuando regresemos te harás de nuevo las pruebas de fertilidad –afirmó con determinación.

–¿Por qué iba a someterme a esa humillación? –ladró Edward – Dadas las circunstancias, ¿no crees que sería mejor dejar esto ya? ¿O eres tan masoquista que deseas pruebas irrefutables de tu infidelidad?

–¡Quiero pruebas de mi inocencia! – grité – Y si no te las haces, haré una prueba de ADN cuando nazca el bebé.

–¿Estás loca? Si me niego a una prueba de fertilidad, ¿por qué crees que me haré una de ADN?

–Se lo pediré a André – declare – Su ADN demostrará el vínculo familiar.

Edward maldijo en italiano, se levantó y tiró de ella.

–¡Vas demasiado lejos! –grito. Me estremecí al sentir la fuerza de su ira. Nunca haría nada que pudiese herir a André, pero que Edward se negara a escucharme me había llevado a decir eso.

El rodeo mi cintura con un brazo y empezó a conducirme hacia el telecilla. Sentía la atronadora energía de su cuerpo. Era como estar rodeada por una tormenta a punto de alcanzar la máxima intensidad.

Pronto llegamos al sendero principal y Edward aflojó el brazo cuando nos acercamos a dos jóvenes montañeros. Les dijo algo en ingles y luego cambió al alemán.

No entendí lo que decía, pero cuando les entregó unos billetes y señaló en dirección a la pradera, comprendí que les había pagado para que recogieran la cesta de picnic y lo limpiaran todo. Edward estaba acostumbrado a dar órdenes y a ser obedecido.
Volamos de vuelta a Venecia en silencio y los días siguientes fueron muy tristes para mi. Edward se negaba a hablar conmigo y se mantenía alejado. Se marchaba a trabajar temprano, volvía por la noche y me hablaba solo cuando era estrictamente necesario.

Me sentía como si estuviera atrapada en una pesadilla sin escapatoria. Al principio pensó en irse de Venecia, pero no era tan sencillo.

No se trataba sólo del dolor que sentía al pensar en dejar a Edward. Mi embarazo estaba demasiado avanzado para que viajar resultara sencillo, y la idea de llegar a Londres casi a punto de dar a luz me aterrorizaba. Al menos en Venecia tenía atención médica.

Además, mi marcha devastaría a André. Yo sabía que el bebé era su bisnieto, pero si me iba, no sabía qué le diría Edward. Aunque me sentía traicionada por cómo me había utilizado Edward, compartía su deseo de hacer feliz a su abuelo. Tendría que esperar a que naciera el bebé antes de hacer nada.

Según pasaban los días, la ira que había sentido hacia Edward en el pradera se fue apagando y empezó a sentirme rechazada y solitaria.

El tiempo se hacía eterno y tenía la sensación de que estaría embarazada para siempre. Aún me quedaba más de un mes y no sabía cómo sobrellevarlo.

Visitaba a André cada mañana, haciendo el recorrido en barco, y por la tarde me refugiaba en mis libros de bolsillo. Dormía mucho. Cuando no dormía, leía o visitaba a André, me sentaba en la habitación del niño, intentando no pensar en la asombrosa revelación de Edward, que se creía estéril.

Al principio había sido como si se hiciera la luz en mi mente, porque eso explicaba que me creyera infiel. Después me había encolerizado su falta de confianza en mi. Y en este momento sentía otra cosa.

Me sentía rechazada.

Si Edward no se hubiera creído estéril, nunca se habría casado conmigo.

Desde el primer momento había sabido que Edward no quería un compromiso serio. Entonces no me había importado. Adoraba estar con él y había supuesto que su norma de <> no tenía que ver conmigo, sino que era su forma de vivir.

Pero había comprendido que sí se refería a mi.

Había sido lo suficientemente buena para ser su amante, pero no para ser su esposa. Al menos hasta que le di la oportunidad de darle a su abuelo algo que no creía poder conseguir de nadie mas.

Y aun así, había sido el empeoramiento de la salud de su abuelo lo que le había llevado a tomar una decisión. En un primer momento me había echado de su vida sin pensarlo un momento.

Una vez casados, comprendí que lo amaba. Me aferré a la esperanza de que, si conseguía convencerlo que no le había sido infiel, empezaría a abrirme su corazón.

Sin embargo, desde que sabía que él se creía infértil, mi esperanza había desaparecido. Cuando descubriera que no era infértil, nada lo ataría mi. Podría elegir a la mujer que quisiera como esposa.

–Pareces cansada –dijo André, quitándose las gafas y poniéndolas a un lado, junto al periódico.

–Un poco –admití, sentándome en el sillón que había junto a la cama – No sé por qué. No hago mucho últimamente.

–¿Qué quieres decir? –Exclamó él– Estás llevando a mi bisnieto en tu interior, ¡eso es mucho!

Sonreí. Visitar a André siempre me levantaba el ánimo.

–No falta mucho, pronto lo conocerás –dije, esperando que fuera verdad. Los médicos estaban satisfechos porque la salud de André se había estabilizado, pero seguía siendo un anciano muy frágil.

–No lo veré crecer –dijo él–. Pero no pienso irme de aquí hasta haberlo visto con mis propios ojos.

Se me llenaron los ojos de lágrimas. Parpadeé para ocultarlas, pero André no se había dado cuenta. Miraba hacia el frente y sonreía.

–Te prometo que oirá todo lo que me has contado sobre tu vida y sobre Venecia –dije.

–Me has hecho un hombre muy feliz –dijo André, mirándome – Solo los muy afortunados viven para ver a sus bisnietos. No sé si te he dicho alguna vez cuánto me alegra que tú seas la madre.

–Gracias. Siempre has sido muy bueno conmigo –contesté con voz temblorosa por la emoción.

–La espera ha merecido la pena –dijo él con una sonrisa–. Después de Heidi, me preocupaba que mi nieto no tuviera buen gusto con las mujeres.

–¿En serio? – Me picó la curiosidad, aunque era un tema potencialmente controvertido – Pero si hubieran seguido juntos, y tenido familia, habrías tenido más tiempo para conocer a tus bisnietos.

–¿Los hijos de Heidi? –dijo André con desagrado–. Nunca entendí por qué se casó con ella. Era veneciana, pero no era una buena esposa para él. Y habría tardado mucho tiempo en acceder a ser madre.

–¿Qué quieres decir? – No podía evitar querer saber más sobre la primera esposa de Edward.

–Estaba demasiado ocupada viviendo la vida, disfrutando de su egoísta existencia, gastándose su dinero en cosas frívolas –dijo André–. Sigue siendo igual, excepto que ahora está en Río de Janeiro, gastándose el dinero de su amante brasileño, según me dicen mis contactos.

–¿Contactos? –sonreí.

–¿Qué creías? –André sonó ofendido–. ¿Que porque soy viejo y estoy en la cama no sé nada?

–Claro que no – Me reí, pero me pregunté sabia sobre Edward y sobre mi.

– Yo lo se todo… no te preocupes todo se solucionará, yo me encargare de ello.

– ¿Qué sabes? – me atreví a preguntar.

– Se que últimamente mi nieto no te dedica el tiempo que mereces, por eso pareces tan cansada. El te quiere mi pequeña. No pienses en Heidi –añadió André–. Edward nunca la quiso como te quiere a ti. Cualquiera vería que sois almas gemelas, como mi querida Anna María y yo.

Forcé una sonrisa y me miré las manos, que tenía sobre el regazo. Sabia que Edward no me amaba.

–Casi lo olvido, tengo una sorpresa para ti.

–¿Una sorpresa? –repetí, agradeciendo el cambio de tema. No quería estar triste en su presencia. Espere que André no fuera a hacerme otro regalo de la herencia familiar. Me había encantado el collar antiguo que me dio el primer día, pero no había vuelto a verlo desde que Edward me lo quito.

–Sí. Hablar de mi Anna María me lo recordó... –dijo con expresión soñadora–. Recordé cuál era su cosa favorita cuando estaba embarazada, y pensé que a ti tal vez también te gustaría.

Sonreí expectante, intrigada por saber más de la mujer que había capturado el corazón de André.

–No puedo acompañarte para ver si te gusta –dijo él, pulsando un timbre para llamar al personal – Tendrás que decírmelo cuando vengas mañana.

El ama de llaves entró en la habitación y André le pidió que me enseñara su sorpresa. Por su actitud, resultó obvio que estaba al tanto de todo. André inició su siesta y ella me condujo a una parte del palazzo que nunca habla visitado.

Bajamos dos tramos de escaleras, cruzamos un precioso patio con árboles cítricos en gigantescos maceteros de cerámica y cruzamos una puerta doble. Me encontré ante la escena más atractiva que había visto en muchos días.

Una piscina azul de aspecto refrescante.

–¡Oh, vaya! –suspire, anhelando sumergir mi cuerpo cansado en el agua.

El ama de llaves me explicó que André había hecho que repararan y llenaran la piscina. Me mostró dónde estaba el vestuario y la ducha y, finalmente, me ofreció una selección de trajes de baño premamá.

Pocos minutos después, flotaba de espaldas sobre el agua, deliciosa y refrescante. Me di la vuelta y nade lentamente, admirando los mosaicos que decoraban el suelo y las paredes.

El regalo de André era perfecto en todos los sentidos. De repente, mis ojos se llenaron de lágrimas.

El abuelo de Edward había sido más generoso y amable conmigo que nadie en mi vida. Me trataba con respeto y se interesaba realmente por mi y por mis intereses. Mi propio padre nunca lo había hecho; ni siquiera había querido conocerme.

Y Edward, mi esposo, tampoco quería hacerlo.

EPOV
Caminaba impaciente por las callejuelas venecianas. Era primera hora de la tarde y había regresado pronto de la oficina por tercer día consecutivo, para descubrir que Bella no estaba en el palazzo. Desde nuestro regreso de la montaña, había empezado a pasar más tiempo en Pallazo Cullen. De hecho, casi nunca estaba en casa, y eso empezaba a molestarme.

Ese día mi abuelo me había mandado a llamar para hablar conmigo, no entendía que era lo que quería si Bella esta con el.
- ¡Nonno!, estas despierto.

- Si pasa.

- ¿Pensé que Bella estaba aquí? – dije buscándola con la mirada dentro de la habitación.

- Esta en piscina.

- ¿En la piscina de la abuela?

- Si, la mande a restaurar para tu mujer, le dije que fuera para por que tengo que hablar contigo.

- Tú dirás – le dije.

- Seré directo, desde hace unos días noto una sombra en los ojos de Bella, se ve que esta muy cansada y eso me preocupa.

- Creo que eso es normal, digo el hecho que este cansada, su estado es muy avanzando.

- Por eso mismo me preocupo, tanto ella como mi biznieto deben de estar sanos, y siento que ella esta triste.

- ¿Ella te ha dicho algo? – pregunte cuidadosamente, acaso Bella le había dicho algo a mi abuelo.

- No, ella es muy dulce conmigo pero también es muy discreta, pero eso no me quita la seguridad que tu tienes que ver con su estado de animo.

- ¿Yo?

- Si, tu, ella necesita todo tu cariño y tu atención en este momento, Quizás le dedicas mucho tiempo a el trabajo, hijo lo primero es la familia – me aconsejo.

Sus palabras mi hicieron recordar lo poco que Bella y yo nos habíamos tratado en estos últimos días.

- Edward, Bella esta embarazada sensible, debes mimarla, tiene una vida dentro de su cuerpo imagínate lo importante que es eso.

- Entiendo abuelo – dije sinceramente.

Hasta este momento me detuve a pensar en lo que Bella sufrió con todo esto, es decir además que el padre de su bebé la abandono, yo la he sometido a una presión muy cruel desde que nos casamos, es cierto que ella me había sido infiel y aunque esto me dolió hasta el alma, también le había dado felicidad a mi abuelo y eso no tenia con que pagárselo, yo he sido un maldito con ella sin importarme que estuviera embarazada, ahora comprendo mi error, en este momento ella era mi pareja y mi deber era estar con ella dándole mi apoyo en lugar de atormentarla
- Mas te vale, por que si no borras la tristeza de su mirada, la hago que te abandone, y esta de mas decir que tendrá todo mi apoyo.

- No te preocupes abuelo, yo me encargo de cumplir.

- Una cosa mas… Bella no es Heidi… aleja de ti esa sombra de tu anterior matrimonio. Solo así podrás ser feliz, ahora vete por que quiero dormir.

Salí a buscar a mi esposa, necesitábamos hablar apartar de este momento intentaría llevar una relación real y intentar también crear un lazo con el que seria mi hijo.

El que mi abuelo llenara la piscina para ella, algo muy considerado de su parte. Y por lo visto Bella adoraba nadar, algo que yo no sabía. Pero dudaba que pudiera pasarse todo el día en la piscina.

Recordaba demasiado bien la expresión desdeñosa del rostro de Heidi cuando agitó el informe médico que me declaraba infértil ante mi rostro.

Había sido joven e ingenuo cuando me case con Heidi, creyendo que sería la perfecta esposa veneciana que daría a luz a la siguiente generación de Cullen´s. No había sido así. Pero creía haber aprendido algo de la experiencia: a proteger mi orgullo.

Mi infertilidad había abierto una brecha en mi matrimonio. Para aliviar su decepción, Heidi se había entregado a una ajetreada vida de reuniones sociales y viajes. Nos habíamos distanciado y yo no había hecho ningún esfuerzo por salvar el matrimonio. Cuando Heidi me dejó, me alegró. Así no habría nada que me recordara mi vergüenza.

Pero, por más que lo había intentado, no había podido olvidar. Estaba acostumbrado al éxito y mi fracaso como hombre seguía hiriéndome sin piedad, si tan solo el bebé que Bella esperaba fuera mío.

Enfrentarme a esa sensación de humillación fue el reto más difícil de mi vida. Así que me jure no volver a dejar que una relación seria debilitara mis defensas.

No podía engendrar un hijo, así que un compromiso a largo plazo no tenia sentido.

Sólo el deseo de satisfacer el último deseo de mi abuelo me había llevado a casarme con Bella.

Bella no era como Heidi, no había reaccionado con desdén al descubrir que era infértil. Pero la noticia le había hecho mostrar su auténtico carácter. Y su comportamiento desde entonces demostraba lo que pensaba de mi.

Sabía que le había quitado sus argumentos. Ya no podía aferrarse a su historia de no haberme sido infiel. Al principio había parecido atónita, pero eso pronto se había transformado en ira, seguramente porque había hecho que quedara como una tonta.

Inmerso en mis pensamientos, entré al patio. Bella dormía en una mecedora, bajo el pasadizo techado que conducía a la piscina.

Me detuve para contemplarla. Estaba preciosa, encantadora y al tiempo vulnerable. Tumbada hacia un lado, con el sedoso cabello extendido como alas de ángel y los brazos sobre el vientre. Mirándola, todos los malos sentimientos que habían crecido mientras iba hacia allí se disolvieron. Era imposible sentirse enfadado ante esa visión de belleza celestial.

La había echado de menos.

Me senté en una silla, dispuesto a esperar a que se despertara naturalmente. No debía de ser un sueño profundo, porque se movió poco después.

–Ciao –salude, poniéndole un mechón de pelo detrás de la oreja – Pensé que te encontrarla aquí.

–¿Cuánto tiempo llevas ahí sentado? –preguntó Bella, incorporándose.

–No mucho. Acabo de llegar – mire a mi alrededor–. Hacía años que no estaba en este patio. Solía jugar al fútbol aquí.

–¿En serio? –ella miró los cítricos y los bancos de mármol que rodeaban la fuente que había en el centro–. Hay muchos obstáculos.

–Eso era bueno para practicar el regateo – sonreí al recordarlo–. No hay nada como tropezar con un banco de mármol, destroza las espinillas.

–También hay muchas ventanas – me contesto.

–Sí, rompí bastantes –dijo Edward – Al principio el ama de llaves lo ocultaba, pero cuando mi abuelo se enteró me leyó bien la cartilla-

Bella se recostó, estaba paliada y parecía desvalida, su aspecto me recordaron la platica con mi abuelo, debía ser mas cariñoso con ella, en su estado no era favorable que ella se sintiera angustiada.

–¿Estás bien? –Edward sonó preocupado.

–Sí. Solo cansada –agarró su vaso de agua, sin mirarme.

–Pareces triste – le toque el brazo – ¿Por qué eres infeliz?

–Porque solo te casaste conmigo por el bebé que llevo dentro –dijo ella con sinceridad.

–Lo sabias, te lo dije desde el principio – dejó caer la mano – ¿Acaso creías que había otra razón? – necesitaba conocer que era lo que ella sentía para saber si nuestra relación tenia futuro.

–Pensé, deseé, que hubiera algo entre nosotros, además del niño que sigues negándote a creer que pueda ser tuyo –puso los pies en el suelo– Ahora se que me equivocaba. Para ti no soy más que una maquina de hacer bebés.

Metió los pies en las sandalias y se levantó.

De repente vi un charco a sus pies.

–Has roto aguas –la alzó en brazos y fue hacia la entrada del palazzo–. Vamos directos al hospital.

 
HOLA!!
 
SIENTO MUCHISMO LA TARDANZA, SI PUEDO SUBO OTRO CAPI EL LUNES, SOLO FALTA UNO PARA QUE SE ACABE LA HISTORIA.
 
QUE LES PARECE EL CAMBIO DE EDWARD, RECUERDEN QUE AUNQUE ESTA ES UNA ADAPTACION A MI ME ENCANTA JUGAR CON NUEVAS SITUACIONES QUE LES GUSTARIA QUE PASARA?
 
GRACIAS POR SU APOYO
 
DEJENME SABER SU OPINION...
 
CARIÑOS VANESSA

13 comentarios:

  1. Me encanto!!!!
    Ojala puedas subir pronto.
    Ya quiero ver cuando sep aque es su hijo
    Besos :)

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    Respuestas
    1. Realmente faltaba a mi esposa cuando me dejó para otra persona. Yo estaba débil para cuidar de algunas situaciones y la dejé resbalar mis brazos. Tuve que hablar con mi compañero en la oficina que recientemente consiguió su marido. Ella me dijo que entrara en contacto con John Patience quien la ayudó a recuperar a su esposo con un hechizo de amor. Yo estaba muy seguro de esto porque John ha ayudado a mi pareja a recuperar su marido. Así que llamé a John Patience y le dije que perdí a mi amante y la quería de vuelta. Hde me animó y me dijo que fuera feliz. Él hizo lo suyo y me dijo que mi esposa estará de vuelta en 45 horas. Esperé por ese tiempo y mi esposa me llamó y me dijo que me había perdonado y listo para llevarme de vuelta en su vida. Desde entonces, mi esposa y yo hemos estado disfrutando de nuestro matrimonio con nuestros encantadores 4 niños. Estoy muy agradecido a John por lo que ha hecho por mí. Le aconsejo que le pida ayuda si tiene algún problema en su relación y algunos otros aspectos de la vida. Su correo electrónico es blessings434@gmail.com :)

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  2. siiiiiiiiii... ya quiero ver que hace cuando sepa que es su hijo... me imagino que sera igualito a el...No dejes que Bella lo perdone en dos oraciones...
    Publica el lunes, `PLEASE!!!!
    cariños =)

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  3. hay si que sufra mucho edward para que se le quite podre bells lo tiene que aguantar y el tonto es el pero en fin
    hombre tenia que ser jeje besos

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  4. es mas necio q una mulaa!!! pff!!!



    xoxo

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  5. yo estoy de acuerdo con Lauri R, odio que bella siempre perdone tan rapido, en mi opinion ese fue uno de los mayores errores de Meyer. Tambien espero que actualizes pronto.

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  6. HOLA....si fuera Edward por simple orgullo me aria de nuevo los examenes despues pedir perdon si es k se me esconcedido solucionarlo todo antes de perder a mi esposa e hijo.... me gusta la historia no me despido y nos seguimos leyendo

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  7. Hola...!!!!!


    Me encanto el capitulo... Edward es un estupido...!!!!


    Y me muero por leer cuando Bella le retriegue (disculpa si la palabra esta mal escrita) en la cara que es su hijo....!!!!


    SALUDOS...!!!!!!!!!!!!!!!1

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  8. Hola! me encanto el capi,pobre Bella,esta ahorita sufriendo,ojala q ya acabe todo,y nazca el bebe de una vez,para q el idiota de Edward abra sus ojos para q mire como ha sido su comportamento, la de un patan.

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  9. Dx quiero darle una buena sacudida a Edward
    haber si asi ya se le despeja un poco la mente
    que es lo que le pasa a ese tipo en la
    cabeza Dx

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  10. estaaa geniaaal ya kierooo
    k edward se estereee qe
    sii es su hijoooo

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  11. no me frieges esto es buenisismo ya quiero leer el sig capi

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  12. Realmente faltaba a mi esposa cuando me dejó para otra persona. Yo estaba débil para cuidar de algunas situaciones y la dejé resbalar mis brazos. Tuve que hablar con mi compañero en la oficina que recientemente consiguió su marido. Ella me dijo que entrara en contacto con John Patience quien la ayudó a recuperar a su esposo con un hechizo de amor. Yo estaba muy seguro de esto porque John ha ayudado a mi pareja a recuperar su marido. Así que llamé a John Patience y le dije que perdí a mi amante y la quería de vuelta. Hde me animó y me dijo que fuera feliz. Él hizo lo suyo y me dijo que mi esposa estará de vuelta en 45 horas. Esperé por ese tiempo y mi esposa me llamó y me dijo que me había perdonado y listo para llevarme de vuelta en su vida. Desde entonces, mi esposa y yo hemos estado disfrutando de nuestro matrimonio con nuestros encantadores 4 niños. Estoy muy agradecido a John por lo que ha hecho por mí. Le aconsejo que le pida ayuda si tiene algún problema en su relación y algunos otros aspectos de la vida. Su correo electrónico es blessings434@gmail.com :)

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