viernes, 16 de julio de 2010

NO TE ENGAÑE CAPITULO 2

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers

Capitulo dos
BPOV
Abrí los ojos, mire el reloj adormilada y maldije. Era tarde.
–¿Aún no estás levantada? –preguntó Alice, ya vestida para el trabajo y acercándose desde la cocina americana–. Creí que tenías esa presentación esta mañana. Ya sabes..., la que puede decidir tu futuro.
–Sí, es a las nueve – me senté en el sofá. Le agradecía mucho a mi amiga que me hubiera acogido cuando Edward me echo, pero este sofá no era especialmente cómodo para dormir.
–Dios, tienes un aspecto horrible –dijo Alice–. Creía que las náuseas matutinas solo duraban las primeras semanas.
–Eso creía yo –me moví e inspire lentamente, intentando controlar mi estómago.
–Toma –Alice puso un vaso de leche en la mesita de café–. Que tengas suerte esta mañana –me deseó, ya camino de la puerta.

Tome un sorbo de leche. Estaba fresca y me asentó el estómago lo suficiente para poder darme una ducha rápida y prepararme para el trabajo. Era una suerte que Alice hubiera recordado que una de sus colegas decía que la leche había sido milagrosa para controlar las náuseas durante su embarazo.

Cuarenta y cinco minutos después, baje de un taxi que no podía permitirme y, parada en la acera londinense, mire el imponente edificio de acero y cristal que era sede de Empresas C&H. Era una compañía subsidiaria del imperio Cullen, y me estremecí al pensar que Edward pudiera estar dentro. Pero si hubiera creído, ni siquiera un momento, que él podía estar cerca, no habría accedido a hacer la presentación.

Tome aire, aferre el asa del pesado maletín y entre al edificio. Un rizo castaño bailó ante mis ojos y me lo puse detrás de la oreja. Por falta de tiempo, me había conformado con recogerme el pelo en la nuca, pero ya empezaba a demostrar su rebeldía.

Era importante tener éxito esa mañana. Aún no había encontrado el trabajo fijo que necesitaba desesperadamente. Si tenía suerte, ése seria mi día. Mi antiguo jefe de la empresa de programas informáticos en la que había trabajado antes de conocer a Edward, me había ofrecido una oportunidad, como favor personal. Si podía venderle a Empresas C&H su programa de conferencias por web, me pagaría comisión y me buscaría un puesto fijo.

–¿No fue Jessica Stanley quien hizo la oferta? –había preguntado, pensando en la atractiva rubia que había ocupado mi puesto cuando renuncie para trasladarme a Venecia con Edward.
–Cierto –había concedido Emmett, mi antiguo jefe–. Pero, la verdad, Bella, ella fracasaría. Empresas C&H es dura de pelar. Créeme, Jess se alegrará de que hagas túla presentación, incluso intentó convencerme de que me encargara yo.
–¿Y por qué no lo haces? –había sonreído, comprendiendo que estaba arriesgando un posible empleo al decirlo.
–Porque tú eres mejor –había contestado Emmett con toda sinceridad. Aunque era un genio de la programación y su empresa era un éxito, las ventas no eran su fuerte–. Tú sabes lo que haces –me entregó todos los documentos necesarios para la presentación–. Y no dejarás que esos ejecutivos estirados te hagan perder el Norte.

Así que allí estaba, entrando en las oficinas de una empresa de Edward Cullen, el hombre que me había echado a las calles de Venecia, como si fuera basura, por haber cometido el error de quedarme embarazada.

Habían pasado seis largas semanas desde ese horrible día de marzo, pero seguía atónita por cómo me había tratado. Me había asombrado mi suerte por estar con un hombre tan maravilloso y había creído que todo iba bien entre nosotros. Hasta descubrir, de la peor manera, que no era en absoluto maravilloso, cuando me abandonó sin pensarlo en el momento en que necesite su apoyo.

Hice un esfuerzo para enterrar los recuerdos de Edward y de cómo me habia tratado. Me concentre en la tarea que tenía entre manos, fui al mostrador de recepción y di sus datos. Así había conseguido sobrevivir las últimas seis semanas, negándome a pensar en la brutal traición de Edward, hacia mi y a mi bebé.

No tenía otra opción. Necesitaba mantener la cordura porque necesitaba un trabajo para crear un hogar para y para mi hijo.

–La esperan –dijo la recepcionista sin sonreír, entregándome un pase de visitante–. Peter la llevará a la sala de reuniones.
–Gracias – sonreí y me puse la tarjeta en la solapa del traje de lino color marfil. Vi que un joven de cara seria se acercaba y supuse que era Peter.

Lo seguí hasta el ascensor, subimos a la planta ejecutiva y él me condujo a la sala de reuniones.
Edward había descrito Empresas C&H como uno de sus negocios menores. Pero la sala de paredes de cristal, con una enorme mesa con sobre de cristal ahumado y sillas de cuero negro no daba la impresión de algo en absoluto menor.

Acababa de acomodarme cuando escuche una voz.
–La señorita Stanley, ¿supongo?
Esboce una sonrisa radiante y gire para ver a unhombre alto y casi rubio vestido con un traje oscuro. Lo reconocí por su foto en la página web de la empresa: era el director de Comunicaciones.
– Isabella Swan, de hecho –dije, ofreciéndole la mano–. Encantada de conocerlo, señor Newton.
–Parece que han decidido echar el resto, ¿eh?–sonrió Newton, sujetando mi mano más del tiempo estrictamente necesario.
–Podría decirse eso, supongo –sonreí. Una de las reglas más importantes en tratos comerciales era aparentar una gran confianza, incluso ante una broma de mal gusto. Retire la mano y controle el deseo de limpiármela en la falda– Empresas C&H es, potencialmente, un cliente muy importante, y yo tengo la experiencia necesaria para explicar nuestro producto en detalle.
–Hum –Newton no pareció en absoluto impresionado–.
Empecemos entonces –dijo, sentándose ante la enorme mesa de cristal mientras un grupo de ejecutivos entraba en la sala. Una mujer, que lucia unos tacones altísimos, hablaba por el móvil con voz alta e insistente. Otro, un joven de poco más de veinte años, se sentó, abrió el ordenador portátil y empezó a consultar su correo electrónico.
Mire al grupo, preguntándome si debía dejar que la mujer concluyera su llamada antes de empezar. Era un grupo arrogante y había aprendido a no esperar mucha cortesía de ese tipo de gente; si no captaba su atención rápidamente, pronto estarían todos hablando por teléfono o mirando sus ordenadores.
–¿A qué espera? –ladró Newton–. No tenemos todo el día.
Enderece los hombros, sonreí y empecé mi presentación.
EPOV
Atravesé el edificio con un humor de perros. No podía quitarme de la cabeza mi última visita a mi abuelo.

André Cullen siempre había sido importante en mi vida, cabeza de familia, modelo a seguir y, sobre todo, una figura paterna cuando mis padres en un accidente.
Pero en la actualidad era un hombre enfermo que se aferraba tenazmente a sus últimos meses de vida.
–Hazme feliz antes de que muera, Edward –había dicho.
–Nonno, sabes que haría cualquier cosa por ti
Me había sentado a su lado y agarrado la frágil mano. Me había asustado notar la debilidad y temblor de sus dedos.
–Dime que mi apellido no se perderá.
Había apretado la mano de mi abuelo, pero había sido incapaz de hablar. Sabía lo que me pedía, pero no podía hacerle una promesa que no cumpliría.
–Tienes treinta y dos años. Es hora de que te asientes –había afirmó –. Vas de mujer en mujer como si nada, pero tienes que parar y pensar en el futuro. Tengo los días contados. Antes de morir, quiero saber que mi bisnieto está en camino.
Me había levantado para mirar los barcos que navegaban en el Gran Canal. Mi abuelo era testarudo. A pesar de su mala salud, se había negado a abandonar el palazzo barroco, en una de las zonas más céntricas y bulliciosas de Venecia.
Había sido su hogar durante más de setenta y años, y decía que el ruido constante de turistas y comercios no lo molestaba, que lo que acabaría con el sería que lo llevaran a una de las fincas rurales de la familia, en las afueras. Y lo cierto era que a mi me gustaba tenerlo en la ciudad y supervisar su tratamiento medico.
Tenía la esperanza de que pudiera vivir en casa hasta el final. Sin duda, mi fortuna cubriría los costes médicos necesarios para atenderlo.
–Todo irá bien, Nonno –le dije, dándole un afectuoso beso en la mejilla. No podía partirle el corazón diciéndole que el linaje Cullen acabaría con él.
Deje de pensar en eso y seguí paseando por los pasillos enmoquetados de la planta ejecutiva,. No estaba de humor para tratar con los directores de Empresas C&H, pero aun así asistiría a la reunión de junta directiva.
De repente, me detuve y contemple la sala de reuniones a través del cristal, sin dar crédito a mis ojos.
Bella Swan.
Verla allí fue como recibir un martillazo en el estomago. Su traición seguía siendo una herida sin cicatrizar y, verla, fue como si ella ahondara en la herida. La noche en que descubrí lo que había hecho, sufrí tal golpe que me limite a echarla. Era mucho menos de lo que ella se merecía.
Por si eso no bastara para irritarme, era obvio que a ella le habla ido bien. Porque allí estaba, haciendo una presentación a mi equipo de comunicaciones, fresca como una lechuga. Como si notuviera ninguna preocupación en el mundo. Y nada que temer de él.
La mire de arriba abajo, buscando indicios de su embarazo, pero aún no se notaba. Si acaso, habia perdido peso, estaba increíblemente delgada. El traje de lino le quedaba demasiado suelto y llevaba el cabello recogido atrás, con un moño severo.
Pero aunque no tenía su mejor aspecto, era incapaz de quitarle los ojos de encima. El cabello rubio claro y el traje de tono pálido hacía que destacara como un faro entre tantos ejecutivos vestidos de oscuro.
¿Por qué lo había hecho?, la pregunta se impuso en mi mente. Aprete los dientes, intentando que mi pensamiento no siguiera ese rumbo. Yo siempre tenía el control, era quien mandaba, tanto en mi vida privada como en los negocios.
Todas las mujeres de mi vida lo sabían. Nada permanente. Ninguna atadura. Pero con total fidelidad por ambas partes, mientras durase. No había sido problema hasta que ocurrió lo de Bella. Era lo bastante hombre para cualquier mujer. O eso había creído.
La contemple con los ojos entrecerrados, a través del cristal. Solo tarde un momento en comprender que habia vuelto a su antiguo trabajo, vender programas informáticos para conferencias en web.
Aunque estaba pálida y cansada, estaba serena y controlaba la reunión, pero yo sabía que no llegaría lejos con ese grupo. No me gustaba el director de Comunicaciones de C&H, y sabia que no invertiría en un sistema nuevo, aunque era exactamente lo que necesitaba la empresa.
¿Por qué me había sido infiel Bella?
La pregunta martilleaba en mi cabeza.
Todo habla ido bien entre nosotros, tanto dentro como fuera del dormitorio. El tiempo que habíamos pasado juntos había sido un excelente contrapunto al ajetreo y a la tensión de mi vida ejecutiva. Y el sexo... El sexo había sido increíble.
Ella me había entregado su virginidad, algo que había considerado un regalo muy especial. Y eso empeoraba aún más que hubiera tardado tan poco en caer en la cama de otro hombre.
La idea de Bella con otro hombre era insoportable. Una vena latió en mi sien; abri la puerta y entre en la sala de reuniones.
BPOV

Lo mire atónita.
Me quede sin respiración. Mi peor pesadilla se había hecho realidad: Edward estaba allí.
–¿Que...? –empezó Newton, pero calló al comprender que el intruso era su jefe veneciano.
Tome aire y mi corazón volvió a ponerse en marcha y latir con fuerza, mientras miraba a Edward.
Lo había echado muchísimo de menos, pero él me había hecho mucho daño. Anhele cruzar la habitación y perderme en la cálida fuerza de su abrazo, pero sabía que ya no encontraría calor. Lo había dejado muy claro cuando me echo de su casa.
A pesar del dolor de verlo, lo mire de arriba abajo. Estaba magnífico. El traje ejecutivo le quedaba como un guante, sin quitarle un ápice de virilidad. Recordé bien la fuerza atlética de su cuerpo y lo que sentía cuando esos músculos me rodeaban.
Me estremecí al ver la intensidad de su expresión. La piel blanca tensa sobre los pómulos marcados y un músculo pulsaba en su angulosa mandíbula. Tenía los ojos verdes clavados en mi.
Le devolví la mirada y un gélido escalofrío recorrió mi espalda al reconocer la ira de sus ojos. Solo la había visto antes aquel último día en Venecia. Era un brutal recordatorio de cómo habían acabado las cosas entre nosotros.
–Dígame por qué cree que Empresas C&Hdebería invertir en su producto –dijo Edward.
Me agarre las manos y mire a Edward con sorpresa. No había esperado eso. Había creído que me echaría o llamaría a Seguridad para que hiciera el trabajo sucio por él. No sabía qué pretendía, pero no tenía más opción que seguirle el juego. No iba salir corriendo con el rabo entre las piernas.
De repente, un fuerte olor a café me asaltó y sentí náuseas. Baje la vista y vi que un charco de café solo se extendía sobre el cristal de la mesa hacia mi ordenador portátil. La súbita entrada de Edward debía de haber sobresaltado a Newton, que habia derramado el café, pero él no hacía intención de limpiarlo.
La mire y comprendí, atónita, que esperaba que lo limpiase yo. El muy arrogante. Pero con Edward allí, tenía preocupaciones más urgentes que el café. Tome aire, inhalando otra bocanada del desagradable olor y aparte mi portátil. Después, mirando de frente a Edward, empecé a hablar.
Mi voz resonó clara y serena en el ominoso silencio de la sala de reuniones, mientras me concentraba en hacer su presentación.
- …así que este nuevo sistema ofrece las mejores prestaciones para conferenciar en la web, ahorrándoles tiempo y trabajo, y además les librará de las inconveniencias de un sistema anticuado que falla a menudo y no garantiza unas prestaciones básicas.
Acabe mi charla y seguí mirando a Edward. Sabía que era inútil. Emmett había tenido razón. Empresas C&H era dura de pelar. Pero con la llegada de Edward, en vez de difícil, la venta sería imposible.
Siguió un silencio mortal mientras todos en espera a que Edward hablase, de repente, pense en mi hijo nonato. El hijo de Edward. Seguía sin parecerme real; a veces hasta olvidaba que estaba embarazada unos minutos. Pero después, si las náuseas no bastaban para recordármelo, mi constante preocupación por conseguir un trabajo que me permitiera mantener al bebé, me devolvía a la realidad de golpe.
Recordé todas las advertencias que me había hecho mi madre sobre los hombres. Estaba en la misma situación en la que había estado mi madre: abandonada por cometer el error de quedarse embarazada.
Mi padre se había negado a reconocerme y había amenazado a mi madre para que nunca revelara mi existencia. Tenía su familia real a quien proteger: una esposa y tres hijas que vivían en una bonita casa de las afueras.
Mi madre y yo no éramos lo bastante buenas. Éramos algo vergonzoso y debíamos permanecer escondidas en el campo, donde no pudiéramos dañar su impecable reputación.
Yo sabia que mi padre era un hipócrita de primera categoría y cuando me hice mayor me dije que había sido una suerte no tenerlo conmigo. Pero había sido duro crecer sin padre. A mi madre le costaba apañarse y mi infancia había sido inestable y difícil.
–Compraremos su sistema de videoconferencia tras un periodo de prueba de tres meses –dijo Edward de repente–. Newton, limpia esto. Después sube el equipo de la señorita Swan a mi despacho.
–Pero... –durante un segundo Newton pareció irritado por la decisión de su jefe, pero después se puso de pie–. Por supuesto, será un placer hacer negocios con usted –dijo, ofreciéndome la mano con tono casi desesperado–. El sistema que ofrecen suena impresionante. Lo organizaré todo, nuestro departamento de compras se reunirá con el suyo y…
En otras circunstancias, ver cómo Newton pasaba de maleducado a amable me habría parecido divertido, pero Edward se limitó a clavar en mi, una mirada penetrante que me dejó sin aliento.
–Señorita Swan, usted vendrá conmigo –su voz sonó como un trueno. Temblé por dentro, nunca me había hablado así.
–Yo... debería organizar la operación con el señor Newton –me excuse. Una parte de mi anhelaba ir con Edward, pero la parte sensata de mi mente le decía que era mejor mantenerme lejos de él.
No era el hombre que yo había creído conocer, el amante tierno que me había cuidado y hecho que me sintiera segura. Ese era un hombre muy diferente, una bestia sin corazón que me había echado de su casa una horrible y fría noche de marzo.
Una noche que se había convertido en una pesadilla. El aeropuerto había cerrado por causa de la niebla, dejándome sin vía de escape ni lugar a donde ir.
–Venga conmigo –sonó como una orden, y di un paso hacia él, incluso antes de que la mano de Edward se cerrara sobre mi brazo.
Gemí al sentir el contacto y perdí el paso. Era como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
Gire para mirarlo y cualquier esperanza que hubiera podido alojar mi corazón se extinguió al sentir el cuchillo de su mirada. La ira de sus ojos verdes era tan fría y despiadada que fue como si dardos de hielo me atravesaran el alma.
Desee escapar, pero no había escapatoria. Desee correr hacia la puerta, dispuesta a sacrificar la venta y mi posible trabajo, pero Edward agarraba mi brazo.
Aunque sus ojos eran fríos, el calor de su mano empezaba a quemarme a través de la manga de la chaqueta de lino, extendiéndose por mis venas, haciéndome consciente de cada poro de mi piel.
Unos segundos después estábamos dentro del ascensor privado, solté el aire de golpe cuando se cerraron las puertas, alejándonos del resto del mundo en un espacio que parecía demasiado pequeño para contener a Edward. El poder de su presencia se extendía en todas las direcciones, rebotando en las paredes de espejo del ascensor y agrandándose por momentos.
Me sentía como si estuviera atrapada en una capsula totalmente saturada por su poderosa aura. El aire que pasaba alrededor de su cuerpo, entre su ropa de diseño y sobre su piel, también me acariciaba a mi. Cada bocanada de aire que respiraba estaba cargada con su familiar aroma, encendía mis nervios y hacía que el diminuto espacio que compartíamos fuera más real y vibrante que el mundo exterior.
Seguía agarrando mi brazo, pero por el cosquilleo que sentía en la piel y el ritmo acelerado de mi corazón, se diría que el contacto se extendía mucho más. Como si estuviera deslizando las manos por mi cuerpo desnudo. Y el ascensor seguía subiendo, alejándome del mundo exterior. De la posibilidad de escapar.
De repente, las puertas se abrieron y salimos. Parpadee con sorpresa cuando él me soltó el brazo, momentáneamente desconcertada por el espacio cavernosodonde me encontraba.
–¿Qué es esto? –dije lo primero que me vino a la mente. El suelo estaba cubierto con una lujosa moqueta gris claro, pero no había muebles, excepto un imponente escritorio, junto a las ventanas que iban del suelo al techo.
–La suite de la última planta –contestó Edward–. No la utilizo; la están reconvirtiendo.
Mire a mi alrededor y recuperé un poco de estabilidad al alejarme de Edward. Era increíble cómo mi cuerpo habla respondido a estar a su lado.
Mire a mi alrededor y vi las marcas que habían dejado los muebles y sombras en los lugares donde habían colgado cuadros. Era un espacio sin alma, como una casa destripada.
No me gustaba estar en un sitio tan sombrío con Edward. Mis recuerdos lo asociaban al palazzo de Venecia, o a pasear con él. No echaba de menos la comodidad y el lujo, sino estar juntos. Estar con Edward había sido como estar en casa. Y yo ya no tenía hogar.
–¿Dónde estás viviendo? –preguntó Edward.
–En Londres –conteste, dado el modo en que me habia tratado, no veía razón para informarle de la precariedad de mi situación.
–¿Sola? –inquirió él.
–No es asunto tuyo –Me enfrente a su dura mirada. No quería que pensara que me intimidaba, aunque me sentía temblorosa e insegura. Y estaba segura de que él había percibido cómo me afectaba su proximidad en el ascensor.
–El padre del niño –masculló él–. ¿Vives con él?
Por segunda vez esa mañana, se me paró el corazón un segundo. Las palabras de Edward no tenían sentido. No podía estar insinuando lo que creía.
–¿De qué estás hablando? – me puse la mano sobre mi vientre aún plano–. Se que no fue un embarazo planificado pero, por supuesto, el padre eres tú.
Él me miraba con el ceño fruncido y la luz de la mañana daba a sus ojos un brillo escalofriante, ése no podía ser el hombre con quien había compartido cinco maravillosos meses de mi vida.
–Guárdate tus mentiras –dijo Edward – Dime si estás en contacto con él. ¿Sabe que estás embarazada?
–Has cometido un error –dije, intentando procesar sus palabras–. Sabes que solo he estado contigo.
–Puede que haya sido tu primer amante –dijo –. Pero no he sido el único.
–¿Por qué piensas eso? – gemí – No lo entiendo. ¿A1guien te ha dicho algo sobre mí?
–Dime si el padre lo sabe –gruñó Edward.
–¡Tú eres el padre! – grité – No hay nadie más, ni nunca lo ha habido.
Él me escrutó un momento, como si estuviera evaluando fríamente un asunto de negocios.
–Por lo que dices, no lo sabe, o no quiere saberlo –dijo Edward– Sea lo que sea, a partir de ahora, en lo que respecta al mundo, ese bebé es mío.
–Es tuyo –musite, me sentía como si me estuvieran golpeando la cabeza contra una pared.
Edward asintió, sin dejar de mirarme.
–Nos casaremos inmediatamente –anunció.

NO TE ENGAÑE CAPITULO 1

NO TE ENGAÑE

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers .

Sumario:

El magnate implacable y su amante embarazada tendrían un matrimonio… de conveniencia.

Edward Cullen tenía todo lo que un hombre pudiera desear: dinero, poder y cualquier mujer que se le antojara.

Edward creía que Bella Swan no era como las cazafortunas de clase alta con las que solía acostarse. Pero cuando la inocente joven inglesa le dijo que estaba embarazada, Edward creyó que era una trampa para atraparlo… y la abandonó de inmediato.Ahora quería a su hijo porque necesitaba un heredero para satisfacer los deseos de su abuelo moribundo. Por eso le ofreció a Bella un matrimonio de conveniencia… aunque su intención era hacer que ella cumpliera con sus obligaciones como esposa.

Capitulo uno

BPOV


Tiritaba en la parte trasera del taxi de agua mientras recorría el neblinoso canal veneciano. El frío y la humedad atravesaban mi chaqueta de ante, helándome hasta los huesos, pero agradecía el aire fresco. Hacía más calor dentro de la cabina de madera del taxi, pero no había bastante aire y el movimiento del barco me mareaba. Últimamente todo me mareaba, pero al fin sabía por qué.

Estaba embarazada.

Cerré los ojos e inspire con fuerza. Embarazada.

¿Cómo iba a decírselo a Edward?

Llevaba viviendo con él cinco meses, y durante ese tiempo había sido el amante más asombroso y atento que podría haber imaginado. Pero siempre había sabido que para él no era más que una relación temporal.

Edward me había prometido exclusividad desde el primer momento y, a cambio de su fidelidad, había exigido lo mismo de mi. Pero siempre había dejado claro que era una relación sin futuro. No habría compromiso a largo plazo y, categóricamente, nada de niños.

Pero yo estaba embarazada de ocho semanas. Lo que había empezado corno una gastroenteritis se había convertido en náuseas matutinas. Probablemente la gastroenteritis había sido la causa de que fallara la píldora.

Me estremecí de nuevo y mire mi reloj. Edward estaría esperándome en el palazzo, para saber qué me habla dicho el medico. Llegaría a casa en unos minutos.

De repente, a pesar de mi aprensión con respecto a darle a Edward la noticia, me encontré deseando estar con él. Un bebé podía no entrar en sus planes, pero yo no me había quedado embarazada a propósito. Edward lo entendería. Era un hombre rico y poderoso, acostumbrado a que las cosas fueran como él quería, pero era razonable. Se sorprendería, incluso molestaría, pero estaba segura de que cuando tuviera tiempo de absorber la noticia, todo iría bien.

Yo siempre había deseado tener familia y, la verdad, no se me ocurría nadie a quien prefiriera como padre de mis hijos. Era un hombre de negocios influyente con éxito, pero también había visto su lado tierno. No rechazaría a su propio hijo solo porque no hubiera entrado en sus planes.
El taxi de agua se detuvo ante la puerta del palazzo. La niebla apagaba los sonidos de la ciudad y sólo oía el golpeteo del agua contra los escalones de mármol. Pague al conductor y acepte su ayuda para bajar del barco. Edward salió para darme la bienvenida.

Me quede sin aire y titubeé en el escalón superior, absorbiendo la perfección masculina de Edward Cullen, mi amante. Media más de uno ochenta, era ancho de espaldas y se movía con la gracia y fuerza de un atleta. Tenía el pelo cobrizo, despeinado, dejando a la vista su frente y su bellísimo rostro.

Me había preguntado con frecuencia si llegaría a superar lo increíble que era. Daba igual que él hubiera estado de viaje de negocios unos días, o que hubiéramos estado separados unos minutos, cada vez que lo veía mi corazón se aceleraba y se tensaba de excitación. Tras conocerlo durante diez meses y vivir cinco con él, seguía apabullándome lo maravilloso que era estar con él.

–Por fin has vuelto –Edward me acarició con sus ojos verdes, se acercó y me rodeó con los brazos.
–Mmm –me acurruque contra su pecho y apoye la mejilla en el aterciopelado suéter negro de cachemira. Inspire con fuerza, inhalando su aroma. En sus bazos me sentía segura, mucho mejor. Las náuseas que había tenido en el taxi se convirtieron en algo del pasado.
–He intentado llamarte –Edward alzó mi rostro y me dio un beso suave–. Pero vi que te habías dejado el teléfono en el dormitorio.
–Lo siento –mire su atractivo rostro. Como siempre, su beso tenía el poder de hacerme olvidar todo–. Me olvidé de cargar la batería.
–¿Estás bien? – agarró mis manos–. Estás pálida y fría. Entra y siéntate. ¿Quieres beber algo caliente?
–Me apetece más un vaso de agua fría –conteste, dejando que Edward me guiara al estudio.

Después me pase los dedos por el pelo, volviendo a sentir aprensión. Por fin sabía por qué habían dejado de apetecerme el café y el té, y tendría que decírselo a Edward.

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–Creía que Carlo iba a llevarte a la consulta –dije, mientras ponía hielo y agua mineral en un vaso–. No me gusta que utilices taxis públicos, sobre todo cuando no te encuentras bien.
–Estaba bien –me tranquilizó – Pensé que así andaría un poco, el aire fresco me sienta bien.
–Si hubiera sabido que no irías con Carlo, te habría acompañado yo –dije, rodeando su cintura con un brazo y llevándola hacia el sofá que había junto a la ventana–. No sé cómo me convenciste para que no cancelara la reunión.

Volvió a pasarse la mano por el largo pelo castaño mientras se sentaba. La humedad había hecho que se rizara.

–¿Qué ha dicho el medico? –pregunte, mirándola con preocupación. Su rostro estaba increíblemente pálido y bajo sus ojos color chocolate había profundas ojeras–. ¿Necesitas tomar antibióticos?
–No –contesto. Volvió a pasarse la mano por el pelo y reconocí el gesto de nerviosismo. Con el tiempo me habla acostumbrado a su lenguaje corporal, pero no podía imaginar por qué estaba nerviosa.
–¿Que tienes entonces?

El temor de que fuera algo grave me atravesó como una flecha. Me arrodille a su lado y agarre sus manos. Pensar que Bella estuviera enferma era insoportable.
–¿Qué ha dicho el medico? –presione. ¿Tienes que hacerte más pruebas?

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–No –lo mire y dude. Sus cejas se habían juntado creando dos arrugas verticales entre sus ojos. Volví a maravillarme el increíble color verde.
Estaba preocupado. Debía decirle la verdad.
–Estoy embarazada.
No estaba preparada para lo que ocurrió continuación. Había esperado sorpresa, incluso Pero no ese dramático cambio en su expresión..., como si sus rasgos se volvieran duro y acero. Ni la brutalidad de sus palabras.–Haz el equipaje –se levantó de un salto y soltó mis manos como si no soportara tocarme. Y sal de casa.

domingo, 11 de julio de 2010

AMOR O INTERES EPILOGO

Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.

ESTE ES UN REGALO PARA TODAS USTEDES QUE SIGUIERON LA HISTORIA

Epilogo

BPOV
¿Necesitas ayuda amore?- me pregunta mi marido desde la puerta de la habitación de mi hijo Edward, de mi precioso bebé que ya cumplió dos meses y según mi suegra es igualito a su papá.
Mi relación con Edward cambio en un cien por ciento desde que ambos nos confesamos nuestros sentimientos, desde ese día no hay mas mentiras ni secretos en nuestro matrimonio, mi madre salio del hospital en New York y fue traslada a uno en Milán donde inicio su rehabilitación y ya es capas de caminar solo con la ayuda de un bastón, estoy muy feliz por ella ya que no solo se esta recuperando si no que también encontró el amor en Phil el medico encargado de su tratamiento.
No, ya termine de cambiar a Eddy – mi esposo hace un adorable puchero.
A nuestro hijo no le gusta que le llames Eddy.
Umm! Pues mi bebé nunca se a quejado ¿verdad amor? – le pregunte a mi hijo mientras lo acomodaba en mis brazos – Yo creo que al que no le gusta que le llamen Eddy es a tu papá - le dije.
Creo que es mejor que dejemos esta conversación para mas tarde en nuestra habitación te daré un par de argumentos que tal vez te convenzan tesoro mió.
Ok! Tu ganas!... ahora bajemos ya por que la familia nos espera, además tengo muchas ganas de ver a Alice y Rose, hace una semana que no las veo.
Alice y Rose son las esposas de los Emmett y Jasper los primos de mi esposo, y ella se han convertido en mis mejores amigas, tenemos muchas cosas en común, ellas son americanas como yo y las tres nos encantan las compras, pues si mi querido esposo me enseño el placer de comprar ya que durante los primeros meses de mi embarazo acompañe a Edward a sus viajes de negocios en los que aprovechamos y conocimos un muchos lugares juntos, bueno mejor dicho yo los conocí y el me los mostró.
Bajamos y en nuestra sala nos esperaba mis suegros, mi mamá, Phil, mis amigas con sus respectivos esposos.
Por fin bajan ¡Yo pensé que ya estaba encargando a mi nuevo sobrinito!- me dijo Emmett sonriendo, ya me había acostumbrado a sus bromas, la primera vez que se burlo de mi me puse del mismo color que una fresa.
Amor, no seas inoportuno! – lo reprendió su esposa.
Buenas noches! Disculpen la tardanza pero estaba cambiando a Edward! – me disculpe.
¡Wow primito yo pensé que ya te podías cambiar solito! ¡No te da vergüenza tan grandote!- agrego Emmett ganándose un golpe por parte de Rose – ¡Auh! Esta bien ya no diré nada.
Familia, el motivo de esta reunión como sabrán es para celebrar que hace un año exactamente uní mi vida a la una maravillosa mujer, queme ha hecho los mejores regalos su amor y mi hijo.

EPOV
Gracias amor! – dijo mi esposa antes acercarse y rozar sus labios con los míos.
¡Ustedes dejen su celebración privada para más tarde!- dijo Alice y interrumpiéndonos.
Alice tiene razón además hay menores presentes – dijo Rose tomando a mi hijo de los brazos de mi esposa para luego dirigirse al comedor con el resto de la familia.
Ti amo Bella mía (Te amo mi Bella )
tesoro del mio cuore, ti amo (Tesoro de mi corazón, te amo).
Me encanta cuando hablas italiano amore, pero estas equivocada mio figlio e tu sei il tesoro della mia vita (Mi hijo y tu son el tesoro de mi vida). – le dije antes de besarla y aprovechar los segundos que teníamos a solas.
Debemos hacerle caso a Alice y continuar con esto después – dijo Bella separándose y tomándome la mano.
¿Por qué debemos hacer eso? – pregunte inocentemente.
Por que tenemos invitados señor Cullen y por que su hijo aun esta despierto.
Esta bien… esperare, pero me tendrá que compensar señora Cullen.
La cena trascurrió de forma perfecta, y tengo que decir que mas que perfecta fue la celebración privada que tuve con mi mujer, después que mi hijo se durmiera claro esta, ya que mi pequeño tiene el temperamento Cullen y demanda muchísimo la atención de su madre, es cómico para mi, ya que a mi edad es la primera vez que me toca compartir y tiene que ser nada mas y nada menos que a mi esposa.
Isabella y mi hijo se convirtieron en el eje de mi vida, por ellos haría cualquier cosa, no voy a decir que nuestra convivencia era perfecta por que seria mentir, ya que como todas las parejas discutíamos, ya que mi preciosa mujer tenia mucho carácter y pues yo aunque la amo con todo mi corazón, tampoco soy fácil de tratar, pero por supuesto siempre la reconciliación terminaba en el dormitorio.
En la celebración de nuestro segundo aniversario, mi esposa me dio un maravilloso regalo, me anuncio que estaba embarazada, me volví loco de alegría.
Gracias Amore.
No me agradezcas, cariño tu contribuiste mucho, a este bebé no lo hice yo solita.
Tienes razón, yo hice un gran trabajo para poder crear a mía principessa.
¿Princesa? ¿Estas seguro que es una niña, Edward?
No Bella no estoy seguro, pero me gustaría tener a una bambina igualita a ti.
La verdad que mi bebita no llego, pero a faltan de una hija, recibí dos hijos Carlisle y Charles Cullen, dos niños idénticos con el color de cabello de su madre y mi color de ojos. Que al igual que mi esposa y mi hijo mayor se convirtieron el lo mas importante para mi.
A pesar de tener tres niños pequeños, Bella se negaba a contratar a alguien para que la ayudara, decía que ella podía perfectamente cuidar a nuestros hijos.

BPOV
Bella, tesoro ¿déjame contratar a alguien para que te ayude?
¿Una nana? … no, no, me niego, yo crecí sola lejos de mi madre, por voy a permitir que mis pequeños estén al cuidado de extraños, además yo puedo perfectamente cuidar a los gemelos y a Edward o ¿Acaso lo dudas?.
Yo… Bella… no, no dudo cariño, los atiendes, juegas con ellos todo el día, además que eres la mejor de las esposas y una maravillosa amante – me tomo de la cintura con ambas manos y me pego a su cuerpo, para luego depositar un beso húmedo en mi cuello.
Edward si quieres esta conversación la podemos tener mas adelante, en este momento no es necesario contratar a nadie.
Esta bien cara como tu quieras.
Los niños están dormidos vamos a la habitación – le dije.
No se lo tuve que repertir, a pesar de tener tres hijos y de cuatro años de matrimonio, mi esposo era igual o mas insaciable que cuando recién nos casamos, esa noche hicimos el amor toda la noche.
Aunque Edward de tres años y los gemelos de uno, eran tres revoltosos traviesos, no necesitaba que nadie me ayudara, pero le dije a mi esposo que habláramos mas adelante sobre eso por que estaba buscando un nuevo miembro para nuestra familia, mi esposo deseaba a una niña y esperaba poder dársela.
Diez meses después de nuestra conversación tenia en mis brazos al nuevo Cullen, que no fue niña, sino mi hermoso hijo Anthony que tenia el color de cabello de su padre y los hermosos ojos azules de su abuelo Carlisle.
Deje de buscar tener una niña y me dedique a disfrutar de mis hombres, aunque no lo crean aun después del nacimiento de Anthony no contrate a nadie.
Mis hijos y mi esposo eran la luz y la adoración de mi vida, los cuatro tenían el temperamento Cullen, eran exactamente iguales de demandantes y celosos que su padre, los cuatro estaba unidos a mi por un lazo invisible como dice mi esposo.
El primer día de escuela de mi pequeño Edward fue traumático para mi, dejar a mi bebé al cuidado de su maestra fue terrible, lo bueno es que mi que ha Charlie y Carlisle les faltan dos años para llegar a eso y Anthony apenas tiene 6 meses.
Bella, cara, no llores!
Eres un insensible es que no te duele, dejar a nuestro bebé, con personas desconocidas.
No llores, corazón.- me abraso intentando calmar mis sollozos.
Que tienes un corazón de piedra o que?, lo siento señor pero, yo no puedo, estar tranquila cuando me acaban de separar de mi pequeño.
Se es difícil dejar a nuestro hijo aquí, pero es por su bien y para que pueda compartir con otros niños que no sean sus hermanos.
Tienes razón, discúlpame mi amor, disculpa por lo de insensible y por lo de corazón de piedra.
Gracias por la disculpa, y puede que tenga corazón de piedra y pero tus lagrimas me desarman. – limpio mis lagrimas con sus dedos – no llores mas si.

EPOV
Mas de seis años había pasado desde que mi Bella y yo nos casamos cuando recibe la cereza del pastel de mi felicidad. A mi pequeña Renesmee.
Amor, por fin tenemos a nuestra princesa – me dijo Bella mientras yo veía idiotizado a mi hija. – esta pequeña es mas traviesa que sus hermanos, vino a nosotros cuando menos lo esperábamos.
Bella tenia razón, Mi hija llego en el momento que habíamos dejado de buscar tener una niña., Renesmee es una copia exacta a su madre, su mismo color de ojos y cabello.
Esta pequeña seria la debilidad de mi vida y también me daría los dolores de cabeza más grandes, cuando fuera grande y hermosa como su madre, tendría que amenazar a todo aquel que osara poner sus ojos en mi princesita.
Te tiene en sus manos mi amor – escuche la voz de mi esposa.
Creo que si, es igualita a su madre – le dije aun viendo a mi hija dormir en su cuna.
¿En que pensabas cuando entre a la habitación? Estabas muy distraído no te diste cuenta de mi presencia.
Pensaba en lo hermosa que será mi hija cuando crezca y que tendré graves problemas para espantar a los babosos que se atrevan a acercarse a mi niña. Lo bueno es que tienes cuatro hermanos mayores que me ayudaran a cuidar a nuestra joya.
Créeme que no lo dudo… si nuestros hijos son la mitad de celosos y posesivos que tu, pobre de mi pequeña… lo bueno es que tiene a su mamá para ayudarla.
Aunque también tengo la opción de doblar la seguridad de mi hija.
Ya basta amor, piensa en eso después, Renesmee es aun una bebita, falta mucho para que sea una adolescente.
Tienes razón – le di un beso a mi hija – buenas noches princesa
¿Los niños ya se durmieron? – pregunte mientras salíamos de la habitación,
Si, después de tres cuentos y dos canciones mis angelitos se durmieron – me dijo sonriendo.
¿Explícame como esta eso de celoso y posesivo?
No le explicare mi amor, solo recuerda como dejaste a aquel hombre que se me acerco, en un centro comercial en Madrid.
Se atrevió a tomarte del brazo amore. Solo le di lo que se merecía
Edward… el hombre salio corriendo aterrado.
Era un cobarde… además yo no soy celoso… solo cuido lo que es mió.
Ah! Si ¿Y se puede saber que es tuyo?
Tu, Bella, eres mía, completamente mía.
Eso no le discuto… soy tuya eso ya lo sabes.
La cargue y la lleve directo a nuestra cama, estaba ansioso por hacerla mía, desde que nació mi hija, no habíamos podido estar juntos íntimamente hablando.
Te he extrañado mucho amore mio – le dije depositadota en medio de la cama.
Yo también te extrañado mucho – se coloco de rodillas en borde de la cama y inicio lentamente a desabrochar mi camisa, por cada botón depositaba un beso en mi pecho.
¿Quieres matarme?
No quiero todo lo contrario… quiero sentirte completamente vivo.
Serás mi perdición – no me di cuenta en que momento la desnude. Como pude me quite en pantalón y mi ropa interior.
¿Ansioso? – pregunto mi esposa
Muy ansioso – le respondí.
Entonces que esperas… ven por mi.
Eso exactamente lo que pienso hacer – la tire sobre la cama.
Estaba perfecta, tan hermosa, su cuerpo había cambiado después de 4 embarazos, era simplemente una diosa.
No me mires así… se que aun no me recupero de todo – se levanto intentado cubrirse con la sabana.
¿Adonde crees que vas? – la tome de la cintura y la acerque a mi – te miraba por que estas exquisita y para que no lo dudes siéntelo por ti misma. – la apreté mas contra mi para que se diera cuenta del estado de excitación en el que estaba.
Te amo!- busco mis labios y yo la recibí gustoso.
Yo también te amo… pero esta noche no tendrás descanso – la sentencie.
¿Es una promesa o una amenaza?
Ambas – la bese furiosamente mientas la recostaba sobre la cama, me situé sobre ella.
Bese su cuello, deslice mi lengua por cada centímetro de su cremosa piel, lentamente baje hasta el nacimiento de sus senos, estaban mas grandes y mas llenos que la primera vez que se entrego a mi.
Subí una mano que se encontraban en su cintura hasta su seno izquierdo, acariciando todo a su paso. Comencé a masajearlo, mientras que la otra mano la deslice hasta su pierna derecha para subirla a mi cintura.
Acerque mi boca al seno que se encontraba desatendido trazando círculos con mi lengua antes de meter su rosado pezón completamente en mi boca.
Edward – la escuche gemir- así amor. Me encanta!.
Su cuerpo vibraba bajo el mió, pero sentí un liquido amargo en mi boca, no es la primera vez lo sentía.
¿Leche? – pregunte.
Mi esposa sonrió – Amor recuerda que estoy amamantando a Renesmee.
Esto es muy erótico – le dije, esto ya nos había ocurrido antes, cuando Bella se encontraba amamantando a Edward, a los gemelos y a Anthony.
Te necesito – jadeo
Seré tierno amore- le dije posicionadome sobre su entrada.
No quiero que seas tierno, te quiero rudo.
Tu lo pediste – mi miembro entro de un solo golpe completándola – ¿Me sientes?
Te siento amor, te siento más grande que antes, pero aun así quiero mas - enredo su otra pierna en mi cadera abrasándome completamente con ellas.
Salí casi por completo, para volver a entrar furiosamente, el vaivén de nuestros cuerpos era cada vez más fuerte y rápido.
Así, nena – gruñí en su oído.
Sentí como sus paredes comenzaban a tensarse alrededor de mi miembro, estaba cerca de llegar.
Dime a quien le perteneces Isabella – embestida- dilo o me detengo – embestida – Dímelo!.
A ti te pertenezco a ti – embestida – soy tuya Edward.
Repítelo.
Soy tuya.
Si tesoro eres mía!
Ambos terminamos al mismo tiempo… y solo era la primera ronda
Hace años no hubiera creído que podía ser tan feliz, o que tendría una esposa, maravillosa que además es una madre ejemplar , a mis cuatro diablillos y a mi princesa.
Ni después del nacimiento de mi hija, pude convencer a Bella que contratáramos una nana.
Mi familia era feliz y no podía pedir nada mas, bueno solamente ver la cara del medico que le dijo a mi Bella que no podría tener hijos, enterándose que hoy tiene cinco.
Años después Alessandro Swan murió, después pasar 10 años en la cárcel, para sorpresa de todo le dejo toda su fortuna y una carta a Bella.
Estas segura de lo harás.
Estoy completamente segura – me dijo mi esposa – pero necesito tu ayuda.
Sabes que la tienes.
Así inicio el Centro de Rehabilitación Charles Swan, que se construyo y se mantiene con la herencia que Alessandro le dejo a Bella, en este centro se atienden a victimas de accidentes de forma física y psicológica.
Llego en momento de Leer la nota ¿me acompañas? – me pregunto Bella la noche de la inauguración del edificio.
Tome su mano y salimos de la fiesta, cuando nos encontrábamos lejos del ruido de la música Bella saco la nota y la leyó,
Ya te perdone abuelo – dijo al terminar de leer, me entrego la nota y me indico que la leyera
Isabella:
Se que debes odiarme, por que siempre te aparte de mi lado, y por que te utilice para mi venganza, se que te hice mucho daño, pero aunque, no creas siempre te quise y si nunca te lo demostré era por que me recordabas a tu padre no tanto físicamente sino por tu carácter y eso me lastimaba, por eso te mantuve lejos. Se que eres Feliz, y que lo yo creía imposible sucedió no solo le diste un hijo a tu marido sino cinco, quise vengarme y me salio el tiro por culata. La foto que te adjunto a este papel es de tu familia, tu suegro me la hizo llegar, se que uno de tu hijos se llama Charles como tu padre, espero que sea como el y como tu.
No lo merezco, pero quiero pedirte que perdones
Alessandro Swan

BPOV
Eres muy noble amore Tu abuelo te hizo mucho daño y tu lo perdonas.
Edward gracias a el pude conocerte, de cierto modo le debo la felicidad de amarte haber realizado el sueño que yo creía imposible… ser madre, tengo muchos motivos para ser feliz. Yo ya no le guardo ningun rencor.
Te amo – le dije antes de besarla.
Yo también a ti.
Mami te encontré…- grito Anthony corriendo a mis brazos, mi hijo de cinco años.
Mi amor… ¿donde están tus hermanos?.
NESSIE! – le grito a sus hermana
Papi! – mi hija salto hacia su papá para que la cargara… a sus cuatro años lo tenia en la palma de su mano, El imponente empresario Edward Cullen era hipnotizado por su hija para que jugara al te con ella… quien lo diría.
¡Princesa!
Te quiero Papi!
¿Y yo que? – pregunte.
También te quiero mami – me sonrió mi niña.
También yo mami – me abrazo Anthony.
Nosotros también te queremos – entraron corriendo Edward que a sus nueve años se parecía cada vez mas a su papá y mis preciosos Charles y Carlisle de siete años.
Así como llegaron también se fueron a jugar con sus primos… la única que se quedo con nosotros fue mi hija.
Mi princesa tiene sueño.
Quiero con mami – le dijo Edward me la paso.
¿Tienes sueño bebé?
Asintió con su cabecita y luego la puso sobre mi hombro.
¿Mami?
Dime cariño.
¿Verdad que yo soy tu bebé? – me pregunto afligida.
Claro… tu eres mi bebita.
Sophie… dice que ya no soy un bebé – Sophie era la hija de Alice y Jasper.
Tu eres mi bebé princesa… siempre lo serás… ahora duerme.
Tengo una la mejor de la vistas – me dijo Edward.
¿Cuál es?
La de mis dos mujeres… te ves hermosa con nuestra hija en los brazos

AMOR O INTERES CAPITULO 14

ni los persinajes ni la historia me pertenecen

Capitulo 14

BPOV
—Y por ello estaré eternamente agradecido — rodeo mi cintura con su brazo—. De no haber sido por tu malicioso plan, jamás habría conocido a Isabella —me sonrió—. Y eso habría sido una pena porque ella ha enriquecido mi vida.
Me conmoví.
—Debe ser que no ves más que su cuerpo. Es hora de que sepas la verdad. No puede darte hijos. No habrá más descendientes de Cullen —dijo mi abuelo.
Me encogí de dolor yo deseaba haberle podido dar un hijo a Edward.
—Mis sentimientos por mi mujer no tienen nada que ver con eso. Y si insultas a mi esposa una vez más, te arrepentirás, Swan. A diferencia de ti, yo sé proteger a los míos.
Contuve la respiración. Nadie había luchado por mi ni me había protegido jamás. Toda la vida había sido yo la que había luchado por mi madre. Había sido yo contra el mundo.
Se me hizo un nudo en la garganta. ¡Lo amaba tanto!
—Convéncete, Cullen, he ganado. Te has hecho con la empresa. Pero a estas alturas ya sabrás que es imposible salvarla. Y aunque finjas que te da igual tener hijos o no, tú y yo sabemos que no es verdad. Tú eres italiano. Está todo dicho.

EPOV
Miré al viejo con gesto serio.
—En primer lugar, la empresa ha vuelto a su dueño por derecho: la familia Cullen. Has llevado a la empresa casi a la quiebra, pero mis esfuerzos harán que salga a flote. Y en cuanto a Bella… Ha demostrado ser leal, fuerte y cariñosa, las tres características más importantes en una esposa Italiana…
—No puede darte hijos. Y según el contrato no puedes buscar otra esposa.
—Entonces es una suerte que no quiera otra esposa —respondí.
Renée no salía de su asombro.
Volví a mirar a mi enemigo y dije:
—Creo que el disgusto de verte no le ha hecho bien a la madre de Bella. Así que quiero que te marches. Se acabó. No vuelvas a acercarte a mi familia.
—También son mi familia. Así que, si quiero, me quedo.
—No estoy de acuerdo. Has perdido el derecho a llamarlos familia al no darles lo que necesitaban, aunque el único pecado de Renée haya sido amar a tu hijo. Has perdido el derecho a llamarlos familia cuando usaste a Isabella como instrumento para vengarte de mí. Ya no son tu familia, Swan. Son mi familia. Y yo siempre protejo lo que es mío.
—¿Y eso qué se supone que quiere decir? —preguntó Alessandro.
—Tú has culpado a mi familia de la explosión. Pero tú y yo sabemos que esa explosión fue responsabilidad tuya. Tú has sido el responsable de la muerte de tu propio hijo.
Hubo un silencio espeso en la habitación. Escuche a la madre de Bella exclamar por el shock.
—¿Crees que he querido matar a mi propio hijo?
—No. Creo que querías matar a mi padre porque estuvo intentando convencer a Charlie de enterrar el ridículo odio entre las familias para siempre y aliarse en los negocios.
—¡Es ridículo! Mi hijo no debería haber estado en ese barco.
—Provocaste la explosión contra mi familia, pero las circunstancias cambiaron, y cuando ellos finalmente subieron a bordo, tu hijo y su esposa estaban con ellos. Y fue tu hijo quien murió junto con mi tío. Y tú fuiste responsable. ¿No crees que es hora de acabar con este asunto, Swan?
Con la respiración agitada, Alessandro corrió hacia la puerta, pero varios hombres le bloquearon el paso.
—Las autoridades Italianas quieren hablar contigo —dije—. Están interesados en varios sucesos que tuvieron lugar, incluidas algunas inversiones que has hecho últimamente.
Alessandro se detuvo en la entrada y me miró.
—Te va a costar una fortuna tu mujercita.
—Le insisto en que use mi tarjeta de crédito y no lo hace… Bella es única. Nuevamente, gracias por presentármela. Yo había perdido las esperanzas de encontrar una mujer como ella.
Cuando Alessandro fue sacado de la habitación, Bella se hundió en una silla, temblando.
—¿Es cierto que fue él quien puso la bomba? —preguntó Renée, abatida.
Asentí.
—Siempre hemos sospechado que fue él quien la puso. Pero, no ha habido pruebas. No obstante, se ha metido en algunos negocios sucios… Me parece que lo esperan unos años entre rejas, sea como sea.
Renée cerró los ojos.
—Es un hombre muy malvado, realmente. Yo creo que hasta Charlie lo veía. Era el motivo por el que quería asociarse con tu padre. Quería empezar de nuevo. Yo intenté convencerlo de que no lo hiciera. Siempre me daba miedo lo que pudiera hacer Alessandro. Y tenía razón.
—Ha pagado un precio muy alto, señora Dwyer —dije.
—Y tú has tenido que pagar un alto precio también —dijo Renée, abriendo los ojos—. Tuviste que casarte con Bella para recuperar la empresa de tu padre.
—No ha sido ningún sacrificio —sonreí—. Se lo aseguro. Su hija es deslumbrante en todo sentido. Bella y valiente.
Renée me miró un momento y dijo:
—¿Éste es el trabajo que has conseguido, Bella? ¿Te has casado por dinero?
—No había otro modo de pagar la operación —dijo Bella con desesperación.
—Bella hizo lo que debía hacer. Y le pido que no se preocupe por nuestra relación. Amo a su hija, y me alegro de que se haya querido casar conmigo.
—Y ahora, debe descansar… Creo que hoy ha mejorado mucho. Quiero que sepa que en cuanto esté mejor, la llevaremos a Italia, a mi casa. El sol es muy bueno para la salud.
—¿A Italia? —preguntó Renée—. No creí que volvería a Italia, aunque fue mi hogar hace tiempo…
Me acerque y le di un beso en la frente, un gesto que sorprendió a Bella.
—Volverá a ser su casa —le dije.
Cuando volvimos al hotel, Bella se hundió en un sofá.
—Gracias por todo lo que le has dicho —dijo ella—. Y por enfrentarte a mi abuelo. Debes ser la única persona que se ha atrevido a hacerlo.
—Nos hemos deshecho de él —la miré, preocupado—. Estás agotada. No debí llevarte conmigo.
—Estoy bien. Sólo estoy cansada.
—Come algo. Y luego puedes dormir.
Me alejé para pedir el servicio de habitaciones. En ese momento Bella se puso de pie, pero se mareó y se desmayó.

BPOV
Cuando volví en mi, Edward estaba a mi lado, pálido.
—¡Qué susto me has dado! —exclamó.
—Lo siento. No sé qué me pasa.
—Yo, sí. Has estado con una presión muy grande… Han sido muchas cosas…
—No me las recuerdes… Me siento muy culpable por no poder darte los hijos que deseas… —Me cubrí la cara con las manos—. Yo había decidido no casarme con nadie, porque no me parecía justo…
—Debía ser por ese motivo que eras virgen —dijo él.
—No dejaba que se acercasen los hombres. No quería verme involucrada en una relación.
Volví a sentir mareo, y me eche hacia atrás en el sofá.
—He llamado a un médico. Vendrá en un momento —dijo él.
—No es nada…
—Sea lo que sea, quiero que se te pase.
Hubo un golpe en la puerta.
Apareció un hombre alto con un maletín junto a uno de los hombres de seguridad de Edward.
El médico le hizo muchas preguntas, algunas un poco incómodas, tomo unas muestras de sangre, salio un momento de la habitación y luego volvió a entrar.
Edward miraba, ansioso al médico.
—¿Cuánto tiempo llevan casados? —preguntó el doctor.
—Seis semanas.
—Entonces, les doy mis felicitaciones. Van a tener un bebé.
—Pero… ¡Eso no es posible! —exclame.
El médico sonrió.
—Supongo que es normal que piense eso después de la historia clínica que me ha contado. Pero puedo asegurarle que está embarazada, señora Cullen, la muestra de sangre nos dio un resultado positivo.
—Pero…
—Tengo treinta años de experiencia y aunque un médico puede dudar de un diagnóstico, esta vez estoy seguro. El mareo que tiene es debido al embarazo. Se le pasará en unas semanas, así como el cansancio. A partir de entonces, disfrutará de la experiencia.
No podía creerlo.
—Pero, ¿cómo es que los médicos dijeron que no podía quedar embarazada? —preguntó Edward.
—El tema de la fertilidad es complicado. Se sabe mucho, y se desconoce mucho —dijo el hombre yendo hacia la puerta—. Y si no, vea la cantidad de parejas que hay que adoptan un niño y luego las mujeres quedan embarazadas. Usted ha vivido uno de esos milagros, señor Cullen.
Cuando el médico se fue, seguí en el sofá.
—Me da miedo moverme…
—No me extraña —Edward me levantó en brazos.
—¿Qué estás haciendo?
—Te llevo a descansar.
Cerré los ojos.
—¿Te das cuenta de lo que significa esto? —dije.
—¿Qué? —Edward me depositó en la cama.
—Que una vez que tengamos un hijo podemos divorciarnos.
—Vete a dormir. Mañana hablaremos.
Estaba embarazada, debía estar contenta. Pero de pronto me sentía vacía. Cuando me desperté, Edward estaba en un rincón de la habitación, observándome.
—¿Edward, qué haces ahí?
—Tengo miedo de que desaparezcas, y tenemos que hablar. Quédate ahí y no te muevas.
Se marchó de la habitación y volvió con galletas y una bebida.
Me incorpore y pregunté:
—¿Qué es eso?
—El médico me ha dicho que unas galletas secas por la mañana antes de levantarte podrían ayudarte a que se te pase el mareo —me las ofreció y esperó a que las probase—. ¿Estás mejor?
—Sí.
—Bien, porque tenemos que hablar y no quiero que tengas excusas para abandonar la habitación. Y antes de que digas nada, quiero que sepas una cosa. Puedes pedirme lo que quieras, pero el divorcio, no. Así que no vuelvas a pedírmelo.
—No eres responsable de lo que ha pasado, Edward. Ha sido todo culpa de mi abuelo. Me pregunto si ése será el motivo por el que no soportaba tenernos a mi madre y a mí cerca. Quizás eso intensificara su culpa, recordándole lo que había hecho.
—Supones que es capaz de sentir culpa y remordimientos, pero lo dudo. Y la razón por la que no quiero que te marches no tiene nada que ver con mi sentimiento de responsabilidad sino con lo que siento por ti.
Sonreí, temblorosa. Edward era italiano, y se sentía responsable de haberme dejado embarazada.
—Lo dices porque sabes que estoy embarazada…
—Lo que siento por ti no tiene nada que ver con eso. Aunque no te niego que estoy encantado de que lo estés. Porque eso te ata a mí. No creo que una mujer tan generosa y leal como tú prives a tu hijo de su padre.
—Edward, esto es ridículo. Tú has dejado bien claro lo que piensas de mí. Siempre has dicho que soy una codiciosa…
—Eso era cuando no te conocía. Me siento muy culpable por el modo en que te he tratado.
—No te culpo por ello.
—Pero deberías hacerlo. Te olvidas de que yo también tengo parte de culpa. Tú te viste obligada a casarte por dinero, y yo di por hecho que eras como otras mujeres que había conocido.
—No puedo negar que no me guste usar cosas bonitas, y comer comidas deliciosas…
—Entonces, quédate conmigo. Yo te enseñaré cosas sobre el sexo, y te enseñaré a gastar y gastar, y a ir a fiestas… Te lo mereces.
—No es suficiente, Edward. Te aburrirás.
—No, tú me sorprendes constantemente.
—Tú te cansas de las mujeres…
—Contigo nunca tengo suficiente…
—Eso es sólo sexo.
—No es sólo sexo. Te amo y sé que tú no sientes lo mismo, pero no puedo dejarte marchar…
—Tú no me amas. Sólo lo has dicho por mi madre.
—Lo he dicho porque es cierto —Edward me acarició el pelo—. Yo no creía que existiera el amor hasta que te conocí. Y aunque el sentimiento no sea recíproco, aun pienso que puedo hacerte feliz.
No podía creerlo.
—No es posible que me ames. Si después de nuestra noche de bodas no fuiste capaz de quedarte siquiera…
—¡No me recuerdes lo cruel que he sido!
—Porque me odiabas.
—No, porque no podía dejar de hacerte el amor… Lo que sentía por ti me asustaba…
—¿Y por eso te marchaste quince días?
—Sí… Pero estoy decidido a conseguir que me ames…
—El sentimiento es mutuo, Edward —susurré—. Te amo desde el momento en que me di cuenta del tipo de persona que eres…
—Dímelo otra vez.
—Te amo —sonreí.
—Ningún hombre va a descubrir lo ardiente que eres —me dijo él, abrazándome.
—Además de tener muchas virtudes, también eres muy posesivo…
—Soy italiano, amore mio, ¿qué esperas?
—Me gusta que me quieras proteger… Nunca nadie me ha protegido.
—De ahora en adelante, nadie te hará daño. Y no volveremos a la isla, si no quieres. Podemos vivir en ciudades, si te encuentras más cómoda.
—No me importa dónde vivamos, si es junto a ti. Y me encanta la isla. Es donde me enamoré de ti.
Él gimió y me besó.
—Te daré todo lo que me pidas, no tienes más que pedírmelo.
—¿Todo? —le pregunté, pícaramente.
—No me pongas nervioso… ¿Qué quieres?
—¿Has dicho en serio lo de llevar a mi madre a Italia?
—Por supuesto. Los médicos creen que se recuperará mejor en un clima soleado. En cuanto esté mejor, la llevaremos a un hospital privado de Italia.
—¡Lo que es tener dinero! —exclamé.
—Quiero darte todo lo que quieras.
—En ese caso, ¿podemos irnos a Italia cuanto antes? Me encanta Italia y su comida.
—¿Y los hombres italianos?
—Sólo uno. El señor Cullen —me reí, no podía estar mas feliz, Edward me amaba, esperábamos a nuestro pequeño milagro y mi madre se estaba recuperando.

AMOR O INTERES CAPITULO 13

Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.

Capitulo 13

EPOV
La información que mi cerebro había recibido de mi esposa era demasiada y en muy poco tiempo, durante la discusión que tuvimos donde ella me confeso que no podría darme hijos, al principio me enfurecí al enterarme que todo era un plan de venganza de su abuelo hacia mi familia, pero a la vez sentí como dentro de mi corazón algo se rompía, no se, quizás me dolió que Bella se prestara a esa venganza o talvez me afecto demasiado la tristeza de sus ojos.
Tuve sentimientos encontrados furia por haberme dejado engañar nuevamente por mi esposa, de nuevo ella me había ocultado cosas, y también sentí dolor al imaginar el sufriendo de Bella siendo un niña con heridas tan graves.
Alessandro Swan tenia muchas cuentas pendientes conmigo y se las cobraría de paso también le cobraría el daño que le causo a su propia sangre eso lo tenia muy claro, lo que no sabia era si podría perdonar la traición de mi Bella.
Le dije a mi esposa que era una mujer no solo codiciosa sino también una mentirosa, si ella me hubiera contado toda la verdad nuestra situación seria diferente, tal vez la hubiera entendido, pero ella se empeño en ocultarme su secreto y hoy debía asumir las consecuencias.
—Puedes divorciarte de mí —me dijo apenas en un hilo de voz.
—No puedo divorciarme de ti. Tu abuelo lo ha dejado todo atado. El contrato que firmamos nos une hasta que tengamos un hijo – le recordé y ese hijo nunca llegara me dije a mi mismo.
Después de un par de palabras por parte de ambos donde Isabella me pidió que la entendiera salí de la habitación cerrando la puerta con un golpe.
Durante esa noche no pude dormir, con la mente mas clara me di cuenta que Bella era un victima tanto de su abuelo como de mi familia, Su vida siempre fue muy difícil y para ella nuestro matrimonio era una salida a ya no seguir ella sola contra todo. Yo le había hablado de una forma inadecuada, no pude sacarme de la cabeza el reflejo de sus ojos color chocolate que ya no poseían el brillo de unos días antes sino que en su lugar se encontraba una sombra.
En la mañana me dirigí a su habitación me sorprendí cuando me dijo que se iba, ella no podía irse, ella no podía dejarme, ella es mía, es mi esposa, su lugar es a mi lado.
—He venido a disculparme —le dije—. Anoche perdí los estribos. No hay excusa para eso.
—Tienes todo el derecho a estar enfadado… - me dijo Bella estaba muy pálida aun.
—Anoche parecías muy enferma…
—Creo que ha sido por tragar el agua… Me siento un poco mareada, pero estoy bien…
—Hoy debes descansar, pasar el día en la cama… Hablaremos más tarde.
—No hay nada de qué hablar, Edward. Los dos lo sabemos. Tú no me quieres cerca. Me iré hoy.
—No quiero que te marches, Tú eres mi esposa.
—Una esposa que no puede darte hijos —me dijo, creo que senti tristeza en su voz.
—Es posible. Pero sigues siendo mi esposa y no te irás.
—Anoche estaba tan enfadado por lo que supe que no podía pensar con claridad. Pero ahora veo que tú has tenido una vida muy difícil… Por el accidente de tus padres que te dejó huérfana… Has trabajado toda tu vida como una esclava… No es extraño que, al ver la oportunidad, hayas querido mejorar tus circunstancias, y la hayas aprovechado. Para ti mi familia es responsable de la muerte de tus padres y tus heridas.
—Edward…
—Déjame terminar… —la interrumpí—. Mi familia es responsable de lo que sucedió ese día…
—¿Qué estás diciendo?
—Que tú tienes derecho a la vida que has elegido. Mi familia te lo debe, y yo quiero pagar esa deuda. Seguirás siendo mi esposa y seguirás recibiendo la suma de dinero que hemos establecido.
Los días pasaron. Intentaba ver a Bella el menor tiempo posible, me lastimo saber que se caso conmigo por que su abuelo la obligo, ella no quería estar conmigo entonces le daría gusto en eso. Yo dormía en una habitación diferente
Pero a pesar de mantenerme a distancia de ella, me informaba a través de la servidumbre y de sus escoltas sobre ella y en algunas ocasiones entraba a nuestra habitación mientras ella dormía solo para verla unos minutos. Su salud me preocupada cada día se le veía mas afectada y cansada.
Tuve que salir de viaje a Paris, justo en el momento que mi avión aterrizaba, recibí una llamada del el jefe de seguridad de las escoltas de mi esposa, me preocupe, quizás se habría enfermado, no debí de hacer este viaje, ella no se veía nada bien.
¿Que sucede Harry? ¿Mi esposa esta bien? – pregunte preocupado.
Señor, intentamos comunicarnos con usted antes, pero fue imposible.
El avión acaba de tocar tierra, pero ¿dime que sucede?- le pregunte desesperado.
Señor, su esposa salio de la casa con maletas.
¿Con maletas?- no puede ser Bella me había dejado - ¿Adonde fue? – pregunte.
Al aeropuerto, compro un boleto a New York, el vuelo sale dentro de media hora.
Compra un boleto y no la pierdas de vista, en New York síguela donde sea, en este momento yo también voy en este instante para ya llegando te llamo y me das el reporte de sus movimientos.
El vuelo se me hizo largísimo cuando por fin llegue lo primero que hice fue llamar por teléfono a Harry.
¿Donde estas en este momento? – pregunte.
En un hospital, Señor Cullen.
¿Como que en un hospital, mi esposa se puso mal?
No señor, al parecer la señora Cullen vino a visitar a un paciente de este hospital.
Ok! Dime donde es… voy para allá.
Me dio la dirección y fui de inmediato. Creo que por fin descubriría el secreto de mi esposa.
Llegue fácilmente al lugar era un edificio antiguo, Harry me dio el numero de habitación donde se encontraba mi Bella en este momento, subí y al llegar a la puerta de la habitación escuche que ella lloraba y una mujer la consolaba.
—No llores —le dijo una voz femenina, pero no tenia ni idea de quien podía ser —. Yo sé que puedo apoyarme en tu fuerza. Siempre has sido fuerte. Incluso de pequeña tenías una firme determinación.
—Estoy bien. Sólo un poco cansada.
—¿Cuántos días te han dado en el trabajo?
En ese momento decidí entrar y descubrir a quien había visitado mi esposa.
—Los que necesite —dije.
¡Dios mío! No sabía… Está viva… Sobrevivió a la explosión…
—Creí que estabas en París —dijo Bella.
—¿Controlas mis movimientos, Isabella? Bueno, ahora estoy de vuelta…
—¿Mamá? —¿Mamá? Era su madre, la mujer que salve era su madre.—. ¿Te encuentras peor? ¿Estás mareada? Llamaré a una enfermera – le pregunto Bella
—No —contesto la mirándome—. He pensado en ti durante años. En mis sueños… En mis peores momentos siempre estabas ahí – me dijo.
—La estás disgustando… Creo que deberías marcharte Podemos hablar más tarde.
—Si eso es lo que quiere tu madre, por supuesto. Respetaré sus deseos. Pero hay cosas que hablar —me volví hacia la madre de mi esposa—. No tenía ni idea de que estaba viva.
La señora me dijo que no quería que me marchara extendió su mano y me dio las gracias, tome su mano y le hice saber que no era necesario me diera las gracias.
—¿Cómo te has puesto en contacto con él? —le pregunto a su hija—. Tú sabías cuánto deseaba encontrar al hombre que te salvó. Sin su nombre, ¿cómo has podido encontrarlo?
—¿Éste es el hombre que te rescató cuando explotó el barco? –pregunto Bella muy confundida.
Ella le contó la parte de la historia donde yo las saque del agua.
¿Eras tú? El hombre que me rescató… El hombre que recuerdo… ¿Eras tú?
—No lo supe hasta la noche en que me contaste lo del accidente —le confesé—. Me di cuenta entonces de que tenía que ser tu madre a quien había rescatado, pero no sabía que todavía estuviera viva. Swan nos informó que había muerto junto con Charlie.
Renée me contó que Alessandro fue quien la hizo pasar por muerta, y que después del accidente las hizo volar a New York, prohibiéndoles regresar a Italia.
La lista de mis asuntos a tratar con Swan seguía creciendo, ahora también era el culpable del sufrimiento de Renée, la odio desde el momento que la conoció. El muy maldito de Swan dejo a una mujer herida y a una niña pequeña en total desamparo y encima de todo las amenazo con separarlas.
Por fin y gracias a Renée sabia la verdadera realidad de la vida de mi Bella, no le quedo mas remedio que estudiar en un internado separada de su madre desde muy pequeña y luego trabajo para costear el tratamiento medico de su madre, yo la juzgue y la trate mal, tendría que remediar el daño que yo mismo le hice a mi esposa.
Debería descansar ahora —le dije a Renée—. Pero antes de que la dejemos quisiera hacerle otra pregunta. ¿Por qué cuando Isabella creció y su abuelo ya no podía quitársela, no le pidió dinero a Swan? Ustedes son su única familia. Él tenía la obligación de darles lo que necesitaban – necesitaba esta respuesta.
—Alessandro no sabe lo que es la obligación y nunca da dinero —dijo con dignidad—. Y no sabe lo que quiere decir la palabra familia.
—Entonces, es hora de que alguien lo eduque. Y le aseguro que será un buen alumno. Tendrá que asumir sus responsabilidades.
Cerró los ojos.
—No. No quiero ningún contacto con ese hombre. No quiero volver a oír el nombre Swan ni Cullen.
Al parecer, Renée no sabía que yo era un Cullen. Y mucho menos que yo era el marido de su hija, pero aun no era el momento para contarle todo —Quiero que descanse y que deje de preocuparse. Mañana traeré a Isabella nuevamente —dije
—¿Puedes quedarte otro día, Bella? ¿Cuándo tienes que volver? - pregunto
—Puede quedarse lo que le haga falta —repetí y salí de la habitación.
Al poco tiempo Bella me alcanzo, aun estaba molesto con ella por no haber confiado en mi, se lo reclame, ella me hizo ver que si yo hubiera sabido que era todo plan de Swan no me habría casado con ella y que con el dinero que yo le depositaba a ella pagaba en tratamiento de su madre, por eso es que ella nunca compraba nada.
Aun teníamos muchas cosas que aclarar pero este no era el lugar, la tome del brazo y nos dirigimos al ascensor
—¿Qué tipo de hospital es éste? —pregunté, tenia que saber que clase de atención medica estaba recibiendo mi suegra.
—Es un hospital muy viejo. Pero el cirujano tiene mucho prestigio y quería probar una nueva técnica. Así es como he gastado tu dinero.
—Tu dinero —la corregí—. Era tu dinero. Ahora comprendo por qué no ibas de compras. No te ha quedado nada para tus gastos – internamente me alegro saber que mi mujer no era interesada y fría.
Isabella quiso saber como la había encontrado,
—Te han seguido. Mis hombres de seguridad tenían instrucciones de no perderte de vista – le dije,.
—¿Por qué?
—Porque eres una Cullen ahora. Y hay mucha gente con ganas de sacar dinero.
—¿Crees que podría raptarme alguien?
—Siempre existe esa posibilidad. Pero no te preocupes demasiado. Te soltarían enseguida al ver lo que comes – intente bromear.
—¿Estas muy enfadado conmigo?
—Me has tenido en vilo desde el día que te conocí, así que no es nada nuevo esto. Y la próxima vez que quieras volar, usa mi avión. Te guste o no, eres mi esposa, y no quiero que tomes vuelos comerciales – entre en pánico al pensar que algo pudo haberle ocurrido, estando lejos de mi.
Seguimos hablando todo el camino al hotel.
—¿Adónde vamos?- me pregunto
—A una suite en Mandarin Oriental, donde no nos interrumpirán. Tenemos muchas cosas de las que hablar.
—¿Es un hotel elegante? Siempre he tenido ganas de pedir servicio de habitaciones… - una vez mas me sorprendía mi esposa, a veces parecía una niña.
—Sí, es muy elegante. Será otra nueva experiencia para ti —estaba muy preocupado por ella su aspecto no era el mismo que había tenido en la isla—. Sigues pálida… ¿Te encuentras enferma todavía? – le pregunte.
—Ha sido un día muy duro… Ver a mi madre así… Y luego tu aparición…
—¡Es increíble los sacrificios que has hecho por tu madre!
—Mi madre también ha hecho grandes sacrificios por mí. Habría preferido que estuviera con ella, pero me envió al internado porque pensó que eso sería mejor para mí – con estas palabras me di Bella reflejo todo el cariño que le tiene a su mamá.
—Tu abuelo tendría que rendir cuentas por todo esto.
—Mi abuelo es como es. Jamás cambiará.
—Eso lo veremos.
Entramos por una puerta trasera del hotel y subimos a la suite.
—¡Es increíble!
—Suelo quedarme aquí cuando estoy en New York. Llama al servicio de habitaciones cuando quieras… - le dije.
—¿Puedo pedir lo que quiera? —.
—Por supuesto —me quité la chaqueta.
—Edward…
—Me he prometido que me mantendría alejado de ti… —dije.
—Yo no quiero que lo hagas. ¡Todavía no puedo creer que fueras tú quien me salvó la vida!
—Algo bueno que he hecho —le dije mientras la besaba y comenzaba a desnudarla, dejando su ropa en el piso.
—Puedo caminar… - me dijo mientras yo la levantaba en mis brazos
—Me gusta llevarte… —.
—Te gusta dominarme —.
La deje sobre la cama y me coloque encima de ella
—Me encanta saber que soy el único hombre que te ha hecho esto —empecé a besar cada centímetro de su cuerpo, volví a sentir su piel que tanto extrañaba.
La recorrí con mis manos y con mi boca, la recorrí entera, con cada una de mis caricias, Bella me dejaba escuchar un gemido, que era un incentivo para continuar mi tarea de amarla.
—Edward, por favor, ahora…
Deslice un dedo a su interior, y se sobresalto.
—Eres tan caliente —.
Continué el trabajo añadiendo un dedo mas, con movimientos mas rápidos, adentro… afuera, cuando Bella estaba apunto de llegar al éxtasis, saque mis dedos para entrar en ella de una sola embestida cada centímetro de mi masculinidad, mire sus ojos le sonreí y seguí moviéndome, sin dejar de besarla, llegamos juntos y luego la gire, dejándola encima de mi.
—Ha sido impresionante… El mejor sexo del mundo —dije, en ese instante mi teléfono sonó.
—He dado instrucciones de que no me molesten —proteste tomando el aparato para contestar.
—Tenemos que volver al hospital. Al parecer, tu abuelo ha decidido visitar a tu madre- le dije —Yo sé que estás preocupada, pero quiero que esto me lo dejes a mí.
—No comprendes cómo es él. Tengo que estar con ella… - sabia que estaba preocupada por la salud de su mamá
—Sé cómo es tu abuelo. Créeme que estoy más preparado que tú para esto.
—Pero…
—¡Dios mío! ¿Qué tengo que hacer para que confíes en mí? ¿Cuántas veces tengo que decirte que no haré daño a tu madre?
—Yo no sabía que vendría mi abuelo…
—Me alegro de que lo haya hecho. Así me evita ir a verlo. Aunque hubiera
Preferido evitar este estrés a tu madre —sonreí y agregue—Coraje. Has sido muy valiente hasta ahora, sigue un poco más. Y diga lo que diga, Bella, quiero que te muestres de acuerdo conmigo. ¿Queda claro?
—¿No te ha dicho nadie que eres un chulo?
—Sí. ¿Me lo prometes, Bella?
—De acuerdo.
Cuando entramos en la habitación su madre estaba en la cama, mirando al hombre que había hecho un infierno de su vida.
—Me sorprende que vengas a visitar a alguien a quien negaste su existencia —dije fríamente.
—Esto no es asunto tuyo —respondió Alessandro.
—Se ha convertido en asunto mío desde que has unido las fortunas de nuestras familias. Y quiero aclararte algo: después de esta conversación, no quiero verte cerca de ningún miembro de mi familia. Sobre todo de mi esposa y de su madre.
—Ah, sí… ¿Cómo está tu esposa? —el viejo sonrió a Bella con gesto desagradable—. Te tendí una trampa, Cullen.
—Y por ello estaré eternamente agradecido — rodee la cintura de Bella con mi brazo—. De no haber sido por tu malicioso plan, jamás habría conocido a Isabella —sonreí a mi esposa—. Y eso habría sido una pena porque ella ha enriquecido mi vida.
—Debe ser que no ves más que su cuerpo. Es hora de que sepas la verdad. No puede darte hijos. No habrá más descendientes de Cullen —dijo Swan.
—Mis sentimientos por mi mujer no tienen nada que ver con eso. Y si insultas a mi esposa una vez más, te arrepentirás, Swan. A diferencia de ti, yo sé proteger a los míos.

AMOR O INTERES CAPITULO 12

Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación

Capitulo 12

BPOV
—Los que necesite —dijo una voz masculina desde la puerta.
Me sobresalté y mire a Edward.
Estaba en la puerta, con gesto serio. Parecía enfadado conmigo.
Luego desvié la mirada hacia mi madre.
—¡Dios mío! No sabía… Está viva… Sobrevivió a la explosión…
—Creí que estabas en París —dije.
No estaba preparada para aquella escena.
—¿Controlas mis movimientos, Isabella? Bueno, ahora estoy de vuelta…
Antes de que pudiera encontrar una respuesta, mi madre exclamó y se tapó la boca.
—¿Mamá? —me acerque y toque la frente de mi madre—. ¿Te encuentras peor? ¿Estás mareada? Llamaré a una enfermera —extendí la mano hacia el timbre, pero mi madre me la agarró.
—No —mi madre habló con voz débil y mirando a Edward—. He pensado en ti durante años. En mis sueños… En mis peores momentos siempre estabas ahí…
Miré consternada a mi madre. No había pensado que pudiera reconocer a Edward, pero era evidente que sí. Y estaba claro que lo odiaba. Lo que menos falta le hacía en aquel momento era ese shock.
—La estás disgustando… Creo que deberías marcharte —le rogué, agarrando la mano de mi madre—. Podemos hablar más tarde.
—Si eso es lo que quiere tu madre, por supuesto. Respetaré sus deseos. Pero hay cosas que hablar —se volvió hacia mi madre—. No tenía ni idea de que estaba viva.
Cerré los ojos.
—Por favor, ¿quieres marcharte?
—No quiero que se marche —mi madre extendió una mano hacia Edward con los ojos llenos de lágrimas—. No antes de que le dé las gracias. ¡Si supieras cuánto he querido agradecérselo! Pero no sabía cómo averiguar quién era, y no sabía su nombre…
Al oír aquella confusa declaración, miré a mi madre sin comprender nada. Y encima, Edward se acercó y aceptó la mano de mi madre.
—No hace falta que me dé las gracias. Ni entonces ni ahora… Hasta hace poco no tenía idea de quien era usted…
—Había tanta gente en el yate aquel día…
Los miré, sorprendida no entendía de que estaban hablando mi madre y mi marido.
—¿Mamá?
—¿Cómo te has puesto en contacto con él? —mi madre me miró. Tenía lágrimas en los ojos—. Tú sabías cuánto deseaba encontrar al hombre que te salvó. Sin su nombre, ¿cómo has podido encontrarlo?
¿El hombre que me había salvado?, no comprendía nada. Me quedé sin habla. Cuando por fin pude hablar pregunté:
—¿Éste es el hombre que te rescató cuando explotó el barco?
—A mí y a ti. También te rescató a ti —dijo mi madre—. Arriesgó su vida tirándose al agua… Yo te vi en la escalerilla segundos antes de la explosión. Sabía que estabas en el agua, probablemente demasiado herida como para poder ayudarte a ti misma. ¡Yo gritaba y gritaba que alguien salvara a mi niña…!
—Tu madre estaba atrapada —dijo Edward con los ojos tristes al recordarlo—No quiso aceptar mi ayuda hasta no rescatar a su niña.
Estaba en estado de shock. A mi mente acudieron imágenes del hombre.
—¿Eras tú?—dije casi imperceptiblemente—. El hombre que me rescató… El hombre que recuerdo… ¿Eras tú?
—No lo supe hasta la noche en que me contaste lo del accidente —me confesó Edward—. Me di cuenta entonces de que tenía que ser tu madre a quien había rescatado, pero no sabía que todavía estuviera viva. Swan nos informó que había muerto junto con Charlie.
—Eso es lo que quiso que creyera la gente. Quería borrarme de su vida. Tú te fuiste a rescatar a otros —dijo mi madre—. Y la ambulancia nos llevó al hospital. Le pregunté a todo el mundo por ti, pero nadie sabía nada. Luego Alessandro nos hizo volar a New York y a mí me prohibieron volver a visitar Italia. Mantuvimos nuestra identidad en secreto por instrucciones suyas.
Edward frunció el ceño.
—¿Cómo fue capaz de amenazarla de ese modo? ¿Cómo fue capaz de impedir que viniera de visita? ¿Y por qué?
Su madre cerró los ojos.
—Me odió desde el primer momento en que Charlie me llevó a Cerdeña. Cuando murió Charlie no hubo nadie que me defendiera. Me amenazó con quitarme a Bella. Realmente no la quería. Fue sólo una amenaza para castigarme. Poca gente sabe lo malo que es ese hombre… Yo no quería que estuviera cerca de mi hija de ninguna manera. Y acepté desaparecer, romper el contacto por completo. Y a él le pareció bien. Fue lo que siempre había querido.
—¿Le pagó para que desapareciera? —preguntó Edward.
Mi madre se rió, cansada.
—¿Pagar? ¿Alessandro? No, no me pagó nada.
—Pero usted estaba herida y con una hija pequeña que mantener… ¿Cómo se las arregló? ¿Tenía familia que se ocupara de usted?
—No tenía familia, y me arreglé porque mi hija es una persona muy especial —dijo mi madre.
Me puse colorada.
—Mamá… Creo que deberías descansar ahora…
—Todavía, no —Edward apretó más la mano de mi madre—. Por favor, si puede, realmente me gustaría oír el resto de la historia.
—Bella se recuperó considerablemente rápido de las heridas y era una niña brillante —sonrió—. Uno de los médicos que me estaba tratando y que conocía nuestras circunstancias, me sugirió que pidiera una beca en uno de los mejores internados. La aceptaron. Fue una decisión difícil, pero acertada. A mí me operaron interminables veces. Durante los veranos se quedaba con una de las tutoras y la traían a verme.
—Siga… —dijo Edward.
—En la época que tenía que ir a la universidad, yo necesitaba todo tipo de cuidados por los que teníamos que pagar —Mi madre me miró—. Bella trabajó día y noche para dármelos. Y cuando descubrió que era posible hacerme esta operación para poder caminar, consiguió ese estupendo trabajo en Italia…
Hubo un silencio tenso. Cerré los ojos, esperando que Edward le dijera a mi madre la verdad.
—Debería descansar ahora —dijo él—. Pero antes de que la dejemos quisiera hacerle otra pregunta. ¿Por qué cuando Isabella creció y su abuelo ya no podía quitársela, no le pidió dinero a Swan? Ustedes son su única familia. Él tenía la obligación de darles lo que necesitaban.
—Alessandro no sabe lo que es la obligación y nunca da dinero —dijo mi madre con dignidad—. Y no sabe lo que quiere decir la palabra familia.
—Entonces, es hora de que alguien lo eduque —Edward achicó los ojos—. Y le aseguro que será un buen alumno. Tendrá que asumir sus responsabilidades.
Mi madre cerró los ojos.
—No. No quiero ningún contacto con ese hombre. No quiero volver a oír el nombre Swan ni Cullen.
Me quedé helada. Al parecer, mi madre no sabía que Edward era un Cullen. ¿Qué diría cuando se enterase de que me había casado con él? ¿Y que me había acercado a mi abuelo para conseguir dinero?
—Quiero que descanse y que deje de preocuparse. Mañana traeré a Isabella nuevamente —dijo Edward.
Mi madre abrió los ojos y sonrió.
—¿Puedes quedarte otro día, Bella? ¿Cuándo tienes que volver?
Edward frunció el ceño.
—Puede quedarse lo que le haga falta —repitió.
Abrace a mi madre y luego corrí detrás de él.
—¡Edward, espera! —finalmente lo alcance—. Por favor, no te marches así. Sé que todavía estás enfadado conmigo, pero tenemos que hablar. Salvaste mi vida. No puedo creer que hayas sido tú…
Edward me quemó con la mirada. Luego me agarró los brazos y me acorraló contra una pared.
—Podría haberlo sabido antes si hubieras sido sincera conmigo. ¿Cuándo vas a confiar en mí y a decirme la verdad? Todos los días me entero de cosas nuevas de mi esposa… ¡Hoy me entero de que tu madre está viva! ¿Por qué me lo has ocultado? ¿Y por qué me ocultaste que tú estabas en el barco también?
—Porque si te lo hubiera dicho habrías sabido que Alessandro nos despreciaba. Y si sabías eso, habrías sabido que su deseo de que nos casáramos era por venganza. Tenía demasiado miedo de decirte la verdad… —tragué—. Y entonces no te habrías casado conmigo. Y yo necesitaba que te casaras conmigo. Era la única forma que veía de conseguir el dinero para la operación de mi madre. Es una nueva operación y la Seguridad Social no la cubre. Yo estaba desesperada.
—Debí darme cuenta de las señales en aquella primera reunión. Tenías tanto miedo de tu abuelo… Pero mi padre deseaba tanto que la empresa volviera a él… Y yo también me distraje con otras cosas. Si no, me habría dado cuenta de que algo no iba bien.
Preguntándome qué otras cosas lo habrían distraído, sonreí.
—Bueno, ahora ya lo sabes todo —dije—. Me casé por tu dinero, porque lo necesitaba para mi madre.
—Tu abuelo tiene que rendirte cuentas de muchas cosas —dijo Edward—. Éste no es un lugar adecuado para hablar de esto. Vámonos de aquí.
Edward me acompañó al ascensor.
—¿Qué tipo de hospital es éste? —preguntó.
—Es un hospital muy viejo. Pero el cirujano tiene mucho prestigio y quería probar una nueva técnica. Así es como he gastado tu dinero.
—Tu dinero —me corrigió Edward—. Era tu dinero. Ahora comprendo por qué no ibas de compras. No te ha quedado nada para tus gastos.
—No me hacía falta nada. Y el hospital es muy caro, aunque el edificio sea muy viejo. ¿Cómo supiste cómo encontrarme? —pregunte cambiando de tema.
—Te han seguido. Mis hombres de seguridad tenían instrucciones de no perderte de vista.
—¿Por qué?
—Porque eres una Cullen ahora. Y hay mucha gente con ganas de sacar dinero.
—¿Crees que podría raptarme alguien?
—Siempre existe esa posibilidad. Pero no te preocupes demasiado. Te soltarían enseguida al ver lo que comes.
—¿Estas muy enfadado conmigo?
—Me has tenido en vilo desde el día que te conocí, así que no es nada nuevo esto. Y la próxima vez que quieras volar, usa mi avión. Te guste o no, eres mi esposa, y no quiero que tomes vuelos comerciales.
Una corriente de ternura recorrió mi ser. Tendría que haberme enfadado por su actitud autoritaria, pero en parte me gustaba que fuera posesivo. Y que quisiera cuidarme.
—Debiste echar mucho de menos a tu madre.
—Para serte sincera, era tan pequeña cuando sucedió todo, que me acostumbré a ello. Acepté que mi madre no era como otra gente. Que nuestra vida era diferente.
—¿Cómo no ha descubierto la prensa que tu madre está viva?
—Como tú, no indagaron. Nosotras volvimos a New York. Mi abuelo quiso que mi madre volviera a usar el apellido de soltera, y yo usé el mismo nombre. Nos llamamos Dwyer. No fue difícil.
—Por eso no respondiste a tu nombre de señorita Swan cuando nos conocimos. Y aceptaste ese nombre por presión de tu abuelo, ¿no?
—Odiaba usar su nombre, pero era parte del plan de mi abuelo. Por eso tardaba en reaccionar cuando me llamabas así. Toda mi vida me he llamado Dwyer.
—Tu madre es una mujer muy valiente.
—Es verdad. Toda su vida odió la guerra entre nuestras dos familias. No podemos decirle que me he casado con un Cullen. La mataría.
—Deja de preocuparte. Estás muy pálida. Tienes que descansar.
Desee poder relajarme.
—No podré descansar hasta que no decidamos qué le vamos a decir. No sabía qué decirle para justificar mi ausencia, así que le dije que había conseguido un trabajo en Italia y…
—Deja de preocuparte. De ahora en adelante yo me ocuparé de esto.
—Pero…
—No te preocupes. No le haré más daño a tu madre.
—¿Por qué quieres hacer todo esto?
—Por muchas razones. Confía en mí. Y porque si hubiera querido decirle la verdad a tu madre, ya se la habría dicho.
—Lo siento —dijo.
—No te preocupes. Comprendo que has tenido que tomar muchas decisiones importantes desde que eras una niña. Pero ahora ya no estás sola, Bella. El problema es mío. Y lo voy a solucionar.
Por un momento, me sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima, y luego recordé que él lo estaba haciendo sólo porque se sentía responsable de mi, porque la explosión había sido en el barco de la familia de Edward.
Lo miré y sentí la punzada del deseo.
—¿Adónde vamos?
—A una suite en Mandarin Oriental , donde no nos interrumpirán. Tenemos muchas cosas de las que hablar.
Yo no quería hablar.
—¿Es un hotel elegante? Siempre he tenido ganas de pedir servicio de habitaciones…
—Sí, es muy elegante. Será otra nueva experiencia para ti —de pronto Edward me miró con preocupación—. Sigues pálida… ¿Te encuentras enferma todavía?
—Ha sido un día muy duro… Ver a mi madre así… Y luego tu aparición…
—¡Es increíble los sacrificios que has hecho por tu madre!
—Mi madre también ha hecho grandes sacrificios por mí. Habría preferido que estuviera con ella, pero me envió al internado porque pensó que eso sería mejor para mí.
—Tu abuelo tendría que rendir cuentas por todo esto —dijo Edward.
—Mi abuelo es como es. Jamás cambiará.
—Eso lo veremos.
Entramos por una puerta trasera del hotel y subimos a la suite.
—¡Es increíble!
—Suelo quedarme aquí cuando estoy en New York. Llama al servicio de habitaciones cuando quieras…
—¿Puedo pedir lo que quiera? —.
—Por supuesto —Edward se quitó la chaqueta.
Se miraron a los ojos. Me estremecí de deseo.
—Edward…
—Me he prometido que me mantendría alejado de ti… —dijo él.
—Yo no quiero que lo hagas. ¡Todavía no puedo creer que fueras tú quien me salvó la vida!
—Algo bueno que he hecho —me besó y me desnudó con movimientos lentos. Luego me alzó en brazos.
—Puedo caminar…
—Me gusta llevarte… —dijo él con voz sensual.
—Te gusta dominarme —bromeé.
Edward me dejó en la cama y se puso encima de mi.
—Me encanta saber que soy el único hombre que te ha hecho esto —empezó a besarme todo el cuerpo.
Perdí totalmente el control.
—Edward, por favor, ahora…
El deslizó un dedo para investigar, y me sobresalté.
—Eres tan caliente —susurró él.
El siguió volviéndome loca, haciéndome sentir un placer casi increíble. Y cuando pensé que ya no podía aguantar, me levantó y se adentró en mi con un gemido de satisfacción.
Abrí los ojos, asombrada ante aquella sensación. Entonces él le sonrió y siguió moviéndose, llevándome cada vez a un placer más alto, sin dejar de besarme. Hasta verme explotar de goce. Me aferré a él, sumida en olas y olas de placer.
Edward giró conmigo y se puso boca arriba conmigo encima.
—Ha sido impresionante… El mejor sexo del mundo —dijo.
Cerré los ojos, y traté de convencerme de que no importaba que no me amase mientras me deseara.
Sonó el teléfono móvil de Edward.
—He dado instrucciones de que no me molesten —protestó mientras extendía una mano para contestar.
Escuchó unos segundos y luego dijo algo en italiano antes de colgar.

AMOR O INTERES CAPITULO 11

Ni los personajes ni las historia me pertenecen yo solo realizo la adaptación.

Capitulo 11

EPOV

Regresamos a nuestra casa en el helicóptero, Bella se abrazaba a mí, aun sentía miedo al estar volando sobre el mar.
Aunque mi esposa me había confesado la razón de su miedo, yo presentía que aun me ocultaba algo, por lo que antes de salir de la Isla le llame a mi primo Emmet para que investigara más sobre el pasado de Bella. En el momento que el helicóptero se disponía a aterrizar mi teléfono móvil sonó, era Emmet.
¡Edward puedes venir a tu oficina, encontré algo increíble de tu esposa!
¡Nos vemos en 20 minutos! ¡Gracias!- colgué
¿Que era lo que Emmet había encontrado de mi Bella? me tenia intrigado y al parecer mi rostro lo reflejo por que Bella me pregunto que me sucedía, le mentí diciéndole que era de la oficina
—Entonces, debes marcharte…- me dijo.
—No quiero dejarte. Ayer estuviste muy mal, y yo me siento responsable.
Mi esposa me sonrío, no entendía que podía ser lo que ella me ocultaba pero estaba apunto de enterarme.
Bella me dijo que sentía bien, al decirle que me llamara al móvil que si se ponía mal, me entere que ella no tenía ni celular, ni mi número de teléfono, lo cual me sorprendió mucho
—Te conseguiré un móvil y te meteré mi número. Al menor problema, quiero que me llames.
Tome de nuevo el helicóptero para llegar a mi oficina, ni siquiera me cambie de ropa.
Al llegar Emmett me esperaba afuera.
¡Te estaba esperando!- me dijo.
¿Qué encontraste?- le pregunte.
Es mejor que lo veas por ti mismo – me entrego un sobre – Toda la información esta ahí y es mejor que la veas solo, cualquier duda me llamas.
¡Gracias!- le dije
De nada, espero que resuelvas tu situación con tu esposa, hasta luego.
Hasta luego – me despedí.
Entre a mi oficina para ver el contenido del sobre, no podía creer lo que estaba leyendo, Isabella no había visto a su abuelo desde que era una niña, el no había pagado su educación, además de adolescente había tenido tres trabajos, Mi Bella no había sido una niña mimada de sociedad como yo pensaba, pero ¿por que no me lo dijo?, su falta de confianza me puso furioso, además ¿cual era el interés de su abuelo en que ella se casara conmigo?
Me fui a mi casa a pedir explicaciones a Bella.
—No… No tienes aspecto de haber tenido un buen día… —dijo.
Me pregunto si tenia hambre y le dije que no.
¿No me vas a preguntar si he tenido un día interesante en la oficina, amore?
—Has venido muy tarde, así que supongo que has estado muy ocupado… - me dijo
—Muy ocupado. Ocupado enterándome de muchas cosas interesantes de mi esposa. Hechos que ella no me ha contado aunque hemos pasado dos semanas conociéndonos.
Bella se puso pálida.
—Edward…
—Será mejor que me digas de qué estás hablando —dijo.
Sus palabras me causaron risa.
—¿Para qué? ¿Para qué calcules lo que sé y no me digas más? No te preocupes. Ya veo que guardas muy bien los secretos. Hoy me he enterado de unas cuantas cosas interesantes sobre tu vida. ¡Como que no veías a tu abuelo desde que tenías siete años! ¡Hasta quince días antes de nuestra boda no volviste a verlo! —fijó sus ojos en mí—. Así que, ¿quién pagó esas escuelas caras a las que fuiste?
—Conseguí una beca para estudiar música —dijo con voz débil—. No hubo que pagar – entonces estudio becada ¿Cómo fue posible siendo nieta de Swan?.
—Y, según las fuentes que me han informado, en la época de la universidad, tenías tres trabajos por lo menos. Trabajaste como camarera dos veces, y tocabas el piano en un bar. ¿Cómo conseguiste el título? ¿Cuándo estudiabas? – Le cuestionen necesitaba saber la razón por la cual necesitaba tanto dinero.
—Siempre estaba agotada, es verdad, No me asusta el trabajo.
Era un punto positivo en mi esposa que hubiera trabajado para solventar sus gastos personales sobre todo por que estaba sola desde que era una niña, pero tres trabajos se me hacían demasiados, ya que ella no parecía tener nada nuevo, toda su ropa la había comprado yo ¿adonde iría a parar ese el dinero de sus salarios?. Bella había luchado toda su vida, esa era la razón por la que se caso conmigo, simplemente ya no quería luchar mas, esa era su motivo para este matrimonio, pero ¿cual era la razón para que su abuelo estuviera tan interesado que me casara con ella?.

BPOV
Lo mire. Mi vida se estaba derrumbando delante de mis ojos. Si se lo contaba, arruinaría lo que habíamos construido en esos quince días. Él era un hombre justo y con un gran sentimiento de familia. ¿Cómo iba a contarle que lo había engañado de esta manera?
Unas lágrimas me resbalaron de mis ojos. Lo amaba. Y debía confesarle la verdad.
—Edward…
—Me parece que no va a gustarme lo que vas a decirme. Lo veo en tus ojos… Sabía que había algo detrás de este acuerdo. Pero mi padre es un hombre viejo y quería terminar esta enemistad de una vez. Y yo fui en contra de mi intuición y decidí confiar en él.
Cerré los ojos y deseé esfumarme.
—Como tu abuelo no se ha preocupado por ti, supongo que no le habrá importado tener nietos tampoco. Y como ésa era la razón supuestamente de nuestro matrimonio, se me ocurre que su venganza está ligada de algún modo a ese hecho. ¿Me equivoco?
Sentí náuseas.
—¿Isabella?
—La explosión me hirió gravemente. Y los médicos dijeron que no podría tener hijos.
Edward se puso rígido al oírlo.
—¿Qué estás diciendo?
—No puedo darte hijos, Edward. Jamás. No es posible.
Edward respiró profundamente.
—¿Y tu abuelo lo sabía?
—Mi abuelo lo sabe todo…
Edward se rió con desprecio.
—O sea que ésta es su última venganza. Privar a mis padres de los nietos que tanto desean y privarme de hijos —caminó una vez más por la habitación—. ¿Y tú estuviste de acuerdo? Tu abuelo es conocido por su malicia y manipulación; es un hombre sin moral alguna. Pero, ¿tú? ¿Por dinero has sido capaz de seguir con este engaño?
¿Qué podía decirle? No estaba en posición de decirle lo importante que era el dinero para mi.
—Sea lo que sea lo que mi familia le haya hecho a la tuya, no hay excusa para este nivel de engaño —dijo con rabia contenida—. ¿Cómo he podido pensar que esta relación era posible? No sólo eres una mujer codiciosa, sino una mentirosa.
—Puedes divorciarte de mí —susurré.
—No puedo divorciarme de ti. Tu abuelo lo ha dejado todo atado. El contrato que firmamos nos une hasta que tengamos un hijo.
—Sé que he obrado mal, pero tienes que comprender…
—¿Comprender qué? ¿Qué me he casado con una mujer sin escrúpulos? Debí tener más cuidado con tu linaje. Tienes sangre de Swan y has heredado su falta de moral.
Edward salió de la habitación y cerró la puerta con un golpe.
Apenas dormí aquella noche. Quería ver a Edward, pero no sabía dónde encontrarlo. Y tampoco habría sabido qué decirle.
Mi comportamiento era inexcusable, y me sentía muy desgraciada… Y lo peor era que me había enamorado de él.
Lo mejor era marcharme a New York otra vez.
En ese momento entró él.
—Me iré hoy —dije con voz temblorosa—. No puedes divorciarte de mí, pero no tienes que vivir conmigo y te prometo que…
—He venido a disculparme —me interrumpió—. Anoche perdí los estribos. No hay excusa para eso.
¿Él se estaba disculpando?, me pregunté.
—Tienes todo el derecho a estar enfadado…
—Anoche parecías muy enferma…
—Creo que ha sido por tragar el agua… Me siento un poco mareada, pero estoy bien… —sonreí.
—Hoy debes descansar, pasar el día en la cama… Hablaremos más tarde.
—No hay nada de qué hablar, Edward. Los dos lo sabemos. Tú no me quieres cerca. Me iré hoy.
—No quiero que te marches —él pareció ponerse más tenso—. Tú eres mi esposa.
—Una esposa que no puede darte hijos —le recordé con tristeza.
—Es posible. Pero sigues siendo mi esposa y no te irás.
Sentí esperanzas. ¿Se estaría acordando de lo felices que habíamos sido en su isla?
—Anoche estaba tan enfadado por lo que supe que no podía pensar con claridad. Pero ahora veo que tú has tenido una vida muy difícil… Por el accidente de tus padres que te dejó huérfana… Has trabajado toda tu vida como una esclava… No es extraño que, al ver la oportunidad, hayas querido mejorar tus circunstancias, y la hayas aprovechado. Para ti mi familia es responsable de la muerte de tus padres y tus heridas.
—Edward…
—Déjame terminar… —Edward me interrumpió—. Mi familia es responsable de lo que sucedió ese día…
—¿Qué estás diciendo?
—Que tú tienes derecho a la vida que has elegido. Mi familia te lo debe, y yo quiero pagar esa deuda. Seguirás siendo mi esposa y seguirás recibiendo la suma de dinero que hemos establecido.
Me sentí decepcionada al darme cuenta de que su deseo de que yo siguiera con él era sólo un sentido de responsabilidad, y no algo más personal, más profundo.
Me hundí en las almohadas. No quería estar allí en esas circunstancias. Pero no tenía más alternativa que permanecer con él. Necesitaba el dinero.
Los días pasaron. Edward llegaba tarde de la oficina, cuando ya me había dormido, y dormía en una habitación diferente.
Y mi malestar no se me había pasado completamente, para peor.
La gota que derramó el vaso fue que llamé al hospital donde estaba mi madre y me dijeron que había contraído una infección y que había empeorado.
Sintiéndome culpable por no haber ido a ver a mi madre, hice el equipaje y pedí al chofer de Edward que me llevase al aeropuerto.
Edward no me echaría en falta, puesto que sabía que tenía una reunión en París. Lo había visto partir aquella mañana.
Como una adolescente, lo observaba desde la ventana con la ilusión de verlo simplemente.
Me pasé el vuelo a New York con sensación de mareo. Me prometí que iría a un especialista para remediar ese problema. Debía haber habido algún virus en el agua que me había tragado.
El clima de Nwe York me recibió con lluvia y un cielo gris.
Tomé un taxi hasta el hospital.
—¿Cómo se encuentra mi madre? —pregunte, ansiosa, cuando llegué.
—Fue una operación importante, como sabe, pero salió bien. Estuvo mejorando hasta los últimos días. Lamentablemente ha tenido una infección y estamos intentando averiguar su causa.
—¿Puedo verla?
—Si usted es Bella, por supuesto. Habla de usted constantemente. Creo que ha estado trabajando en el extranjero, ¿verdad?
Me puso colorada. Aquélla era la historia que le había contado a mi madre para justificar el no ir a verla. Sentí remordimientos de conciencia.
Seguí a la enfermera hasta la habitación mientras me quitaba la alianza. No hacía falta que mi madre se enterase de que me había casado con Cullen.
La imagen de mi madre frágil y pálida me dio ganas de llorar, pero me controló.
—¿Mamá?
Los ojos de Renée se abrieron al oír mi voz.
—¡Cariño! No esperaba que vinieras a verme —dijo con voz débil—. Creías que no ibas a poder venir durante un tiempo…
—Has perdido mucho peso…
—La comida de hospital —bromeó —. Pareces cansada. ¿Has trabajado mucho? ¿Qué tal el nuevo trabajo?
—Muy bien —dije, evitando mirarla, mientras me sentaba en una silla al lado de la cama.
Mi madre suspiró y cerró los ojos otra vez.
—Bueno, ha sido una suerte que hayas conseguido ese trabajo cuando lo conseguiste, y que te paguen tan bien. Si no hubiera sido por ti…
—No empieces, mamá. Yo te quiero —sonreí—. Y me da mucha rabia no haber podido venir a verte…
—Pero me has llamado todos los días —murmuró mi madre—. Y me has dado el mejor regalo que hay.
La posibilidad de volver a caminar. Ahora sólo tenemos que esperar para ver si los médicos han tenido éxito. Hasta que apareció esta infección, eran optimistas.
—Y siguen siéndolo —intenté reprimir mis lágrimas.
—No llores —me dijo mi madre—. Yo sé que puedo apoyarme en tu fuerza. Siempre has sido fuerte. Incluso de pequeña tenías una firme determinación.
Hice un esfuerzo por sonreír. No me sentía ni fuerte ni determinada.
—Estoy bien. Sólo un poco cansada.
«Y mareada», pensé.
—¿Cuántos días te han dado en el trabajo?
—Los que necesite —dijo una voz masculina desde la puerta.