domingo, 1 de agosto de 2010

NO TE ENGAÑE CAPITULO 9

Ni los personajes ni la historia me pertenecen, yo solo realizo la adaptación, los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Natalie Rivers .

Capitulo nueve

BPOV

Contemple su salida atónita.
Sólo podía pensar en lo estúpida que había sido al confiar en Edward. Había visto su auténtica naturaleza la noche que me echo a la calle. ¿Por qué había vuelto a mi vida tras ese comportamiento abominable?
Era porque había creído estar enamorada de él. Y él me había engañado y manipulado. Me había hecho creer que sería la mejor solución para mi y mi bebé, cuando no le importábamos nada nada. Sólo quería vengarse de mi por algo que ni siquiera había hecho y al mismo tiempo complacer a su abuelo.
Puse los brazos en jarras y resople. No lo aceptaría. No podía retenerme en contra de mis deseos. Lo abandonaría, recuperaría mi vida y arruinaría sus planes.
Saque la maleta y empecé a meter ropa dentro. Todo: incluida ropa de alta costura y joyas. Todo lo que me había comprado. Me había dicho que eran mías y esa vez me las llevaría.
Me detuve de repente. No quería las cosas que había pagado él. Nunca me había importado su dinero. Sólo me había importado él. Y ahora mi bebé. Si me iba, el bebé no recibiría nada. Y no se trataba de dinero, sino de ser legitimo y tener un apellido.
Mi infancia había estado marcada por el hecho de que mi padre se negara a reconocerme. Eso me había hecho tanto daño que había llegado a casarme con un hombre que no me quería para ahorrarle ese dolor a mi bebé. Quedarme con Edward era la mejor forma de llegar a él. Era el padre mi bebé y debía haber alguna manera de demostrarlo.

Mi mamá estuvo unos días de visita en los cuales pudo congeniar con el abuelo de Edward.
–Adiós, mamá – me incliné para besar la mejilla de mi madre, ante el control de seguridad del aeropuerto Marco Polo.
–Pasaporte, tarjeta de embarque... – Renée comprobó que tenía los documentos necesarios en la mano y se volvió para darme un último abrazo – Enhorabuena otra vez, cielo. Y gracias por invitarme.
–De nada – Sonreí con tanta calidez como pude y le devolví el abrazo.
–¡Me toca pasar! Agarró el asa de su bolso de mano y avanzó hacia el control.
–¡Gracias por venir! –le grité.
Mientras veía a mi madre alejarse, sentí una desagradable sensación de vacío, Quería mucho a mi madre pero, dadas las circunstancias, la visita de ella a Venecia había sido dura para mi.
Vivir con Edward conociendo sus planes había sido difícil. Y la presencia de mi madre no había facilitado las cosas.
Tras la horrible discusión en la que él había admitido que consideraba el matrimonio algo temporal, habíamos vuelto a la rutina anterior rápidamente. Edward había mantenido las distancias y yo había optado por la calma. Sabía, instintivamente, que era mejor esperar el momento apropiado. Discutir con Edward no serviría para demostrar mi inocencia.
Había invitado a mi madre a pasar unos días con ellos, consciente de que era un obstáculo que debía salvar. Había sido más fácil de lo que esperaba convencer a mi mamá de que todo era como debía ser. Aunque eso debería haberme aliviado, el que mi madre aceptara la situación tan fácilmente me molestaba.
Nunca habíamos estado especialmente unidas. Ella era nerviosa y excitable, era difícil llegar a conocerla. De niña, a mi siempre me había dolido que mi madre dedicase tanto tiempo y esfuerzo a los proyectos artísticos con los pacientes terminales, y en cambio se olvidara de asistir a los eventos del colegio e incluso de comprar comida para cenar.
Al ir creciendo, me dije que era la forma de sobrevivir de mi madre. Estaba decepcionada con su vida y se sentía vulnerable al depender de un hombre que se avergonzaba de ella y quería mantener su existencia en secreto.
En ese momento, era yo la vulnerable. Y aunque sabia que no podía decirle la verdad a mi mamá, el que mi propia madre no hubiera notado que algo iba mal hería mis sentimientos.
Al principio la había excusado mentalmente. Tras pasar tantos años en el campo, era lógico que Venecia la hubiera entusiasmado. Había querido pasar todo el tiempo haciendo cosas turísticas.
La habían fascinado las tradicionales mascaras venecianas que había en venta en todas partes.
No había dejado de hablar de nuevas ideas para sus proyectos artísticos y a mi no me había costado pasar desapercibida. No había tenido que evitar preguntas respecto a mi repentina boda ni al hecho de que Edward nunca estuviera en casa. Había empezado a sentirme como la mujer invisible.
Suspiré, sin poder evitar alegrarme de la partida de mi madre. Tenerla allí había hecho que se sintiera más sola que nunca.
Estábamos en junio y el aeropuerto era un hervidero de turistas cargados con maletas. Salí de allí y camine a donde me esperaba el barco de Edward. No tenía ganas de volver al palazzo, por lo que iría a visitar a André.

EPOV

Corté la conexión y me metí el móvil en el bolsillo. Me alegraba que me hubieran confirmado que Renée había salido de Venecia, pero me molestaba la noticia de que Bella hubiera ido directa del aeropuerto a Palazzo Cullen.

Antes de la visita de su madre, Bella había empezado a visitar a mi abuelo a diario y parecía que con la marcha de Renée volvería a esa rutina. Mi abuelo disfrutaba con sus visitas, así que yo no las había impedido. Pero me preocupaba no saber a qué estaba jugando Bella.
Tras la discusión había esperado que ella intentara abandonarme. Pero, si acaso, se había asentado en su vida en Venecia con más empeño. No sabía qué pensaba ganar haciéndose amiga de mi abuelo, pero no le serviría de nada. Yo seguía controlando las riendas.

BPOV

- Ah, mi bella inglesita –dijo André, recostándose en el cabecero.
–Espero que no hayas estado esperándome –dije corriendo a ayudarle con las almohadas.
–Siempre te espero – André sonrió y supe que no era una reprimenda. Durante las últimas semanas, mis visitas diarias a Palazzo Cullen se habían convertido en un placer para ambos.
Pero desde la llegada de mi madre solo le había hecho una visita breve. La compenetración instantánea que compartía con André no había surgido entre el y mi madre.
–Mi madre ya debe de estar en el avión –dije el reloj.
–Me alegro –dijo André – Así podrás pasar más tiempo con tu marido.
Parpadee y lo mire sin saber qué decir.
–Soy viejo –dijo – No tengo tiempo de andar midiendo mis palabras.
–¿Acaso lo hacías cuando eras joven? –reí, a pesar de que el comentario me había inquietado. André me gustaba y no imaginaba que pudiera ofenderme, por claro que hablara. Pero por supuesto no sabía, ni podía saber nunca, la verdad que se ocultaba tras mi matrimonio con Edward.
–Hum –simuló reflexionar – No mucho –sonrió – Pero lo he dicho en serio.
– Edward ha estado muy ocupado – comenté, mirando el fabuloso fresco de la pared – Trabajo...
–Veo que lo amas, y que él te ama a ti –dijo André con seguridad – Pero hay tensión entre vosotros.
–Bueno... – no supe cómo responder. André había visto amor donde no lo había. Los sentimientos de Edward por mi eran los opuestos al amor, lo había dejado muy claro. Y aunque yo había creído estar enamorada de él, después de las horribles cosas que había dicho y hecho, estaría loca si volviera a abrirle mi corazón.
–Tienes que arreglarlo ya –dijo André – Mi nieto es un buen hombre, Pero es orgulloso. No dará el primer paso.
–Hablaré con él –prometí, porque no podía decir otra cosa.

Pasee por el laberinto de callejones, dejando las fabulosas joyerías y tiendas de regalos venecianos, sumida en mis pensamientos.
Ni siquiera mi heladería favorita llamó mi atención. Tenía hambre, pero no me apetecía comer. Pensaba en la promesa que le había hecho a André. Y también en mi madre.
Vivir siguiendo las normas de Eleazar Denali había hecho mucho daño a mi madre. Había perdido su confianza y su independencia. La vida llego a asustarla tanto que se sumergió en proyecto tras proyecto, y eso a su vez le había impedido tener una relación adecuada conmigo.
Eso era lo que más me asustaba. Quería a mi madre y sabía que mi amor era correspondido, pero ella ni siquiera había notado que me estaba enfrentando a la mayor crisis de mi vida. No iba a permitir que mi bebé creciera así: sin padre y con una madre de espíritu tan erosionado que no podía comunicarse con su hija.
Me había casado con por el bien de mi bebé. Eso no había cambiado. Pero Edward seguía negándose a reconocerlo como suyo, y si no conseguía que viera la verdad, pronto me encontraría sola de nuevo y sin oportunidad de hablar con él.
Inspiré profundamente y me preparé para mantener una conversación seria con Edward, quisiera él o no.

EPOV

Volví tarde de la oficina. Abrí la puerta del dormitorio cuidadosamente, esperando ver a Bella quieta en la cama como un ratoncito, simulando estar dormida. Me sorprendió verla sentada en un sillón leyendo una novela. Ella dejó el libro, se puso de pie y se alisó la falda del vestido color moka.
–Tenemos que hablar –dijo, echándose el pelo hacia atrás y enderezando los hombros.
–¿De qué? – crucé la habitación y dejé la chaqueta en una silla.
–Sobre nosotros. Sobre nuestro matrimonio.
–No hay un “nosotros” –dije cortante.
–Pero hay un “nuestro” bebé –replicó ella.
–Creí que habías entendido que no debías alegar eso nunca más – alcé la mano y me afloje la corbata. Mi ira por la traición erguí la cabeza de nuevo – No quiero volver a repetírtelo
–¿Por qué no me das una oportunidad? –sonaba serena, pero vi el rubor que teñía sus mejillas.
–Porque me traicionaste.
–Cuando me propusiste matrimonio dijiste que era por el bien del bebé –insistió ella–. Pero era mentira. Sabes lo horrible que fue para mí saber que mi padre no me quería. ¿Cómo puedes hacerle eso a tu bebé? Es imperdonable.
–No es mi bebé –casi rugí.
La emoción que oía en la voz de ella me ponía los nervios de punta. Era ella quien había hecho algo imperdonable. Yo lo había hecho todo por mi familia, por mi abuelo.

BPOV

–No sé qué más decir para convencerte – lo miré sintiéndome impotente además de desconsolada.
Si no podía demostrarle que era inocente, no tenía sentido quedarme en Venecia. Había sido un error quedarme. Debería dejar de luchar, volver a Londres y ver si mi antiguo jefe me permitía solicitar de nuevo el puesto. Deseé no haber rechazado la oportunidad cuando la tuve.
–No digas nada –Edward escrutaba mi rostro con expresión tensa – No hago más que repetírtelo.
–Desearía poder hacer algo para convencerte de que no te fui infiel. Si supiera por qué crees que no eres el padre...
Vi un destello de emoción en sus ojos verdes y sombríos. Una emoción cruda que debería ser tan doloroso experimentar como era verla. Un músculo empezó a latir en su mentón y, sin pensarlo, alcé la mano para tocarle el rostro.
Sentí una oleada de tensión sexual y retiré la mano. Pero vi en los ojos de Edward que él había sentido lo mismo.
–¿No podemos dejar atrás la ira y la desconfianza? –le pregunté con voz serena, aunque tenia el corazón desbocado por la palpable corriente eléctrica que había entre nosotros – No podemos dar marcha atrás y cambiar lo que ya ha ocurrido, pero podríamos intentar llevarnos bien. Tal vez así llegues a confiar en mí de nuevo.
Me dije que tal vez estaba siendo demasiado sincera y abierta sobre mi deseo de que Edward reconociera mi hijo. Pero habían sido las mentiras y la deshonestidad lo que nos había llevado a esta situación, en la que era imposible llegar a él y no tenía sentido que siguiera a su lado.
–¿Qué estás haciendo ahora? –los labios de Edward se curvaron con una sonrisa depredadora – No me has convencido con tu estrategia emocional y ¿ahora intentas persuadirme de una forma más básica?
–¡Nunca haría eso! – Enrojecí al comprender lo que estaba insinuando Edward.
–¿No me estás ofreciendo sexo para manipularme? –se acercó, alzó la mano e imitó la caricia.
Excepto que él no retiró la mano, sino que la hundió en mi cabello. Me estremecí en respuesta. Pero no podía permitir que siguiera pensando lo peor de mi en todos los sentidos.
–Decía que tal vez podríamos encontrar la forma de arreglar las cosas entre nosotros, tender puentes. Acabar con las hostilidades.
–Me gustaría tender puentes –dijo Edward poniendo la otra mano en mi cintura y atrayéndome contra él para que sintiera su erección, sabía de qué clase de puente hablaba, y también lo deseaba.
–No, no me refiero a eso –dije, a pesar de cuánto lo deseaba – Intento encontrar la manera de llegar a una tregua, una vía de comunicación.
–Tienes razón, siempre nos comunicamos muy bien sexualmente –murmuró Edward en mi oreja. Apartó mi cabello y me besó el cuello.
–No hablaba de eso –trague aire e intente que no me temblara la voz. Era difícil mientras la lengua de Edward trazaba un delicioso camino hacia mi clavícula.
–Da igual de lo que hablaras –dijo Edward – Es lo que deseas. Ambos lo deseamos.
–Sí – No pude resistir más la oleada de pasión. No quería luchar. Cerré los ojos y me rendí.
Alcé los brazos hasta su cuello y atraje su rostro. El respondió de inmediato. Acarició mis labios con la lengua y luego la introdujo en mi boca. Sentí que me diluía en sus brazos, maravillada por la sensual caricia de su lengua.
Tome su rostro entre las manos y acaricié su mandíbula con los dedos. Me intoxicaba sentir sus duros rasgos masculinos. Quería tocarlo por todas partes, hasta volverlo loco de deseo.
Interrumpí el beso y lo mire con anhelo, perdiéndome en las profundidades de sus ojos verdes. Él, con un movimiento fluido, me bajó la cremallera del vestido. Me estremeci, esperando sentir la caricia de sus manos en la espalda; pero él le retiró el vestido de los hombros y lo bajó para descubrir mi pecho.
–Tus senos están más grandes –murmuró trazando su forma por encima del encaje y llevando las manos a mi espalda para desabrochar el sujetador.
–Un poco, creo –corroboré, tragando aire. El se deshizo de la prenda y me hizo retroceder hasta que estuve sentada en la cama. Se arrodilló entre mis piernas y capturó un pezón con la boca.
–¡Oh! –grite. O el embarazo había sensibilizado mis senos, o mi cuerpo llevaba demasiado tiempo sin disfrutar de las atenciones de Edward. Lo cierto era que sentí un intenso placer y me tense con la necesidad de sentir mucho más.
Edward, que siempre parecía saber exactamente lo que mi cuerpo anhelaba, avanzó entre mis piernas y levantó el vestido por encima de mis caderas.
Su lengua seguía acariciando un duro pezón, provocando sensaciones increíbles. Apenas lo noté cuando él se apartó y me bajó las bragas de un tirón. Un segundo después, abandonó el pezón y bajó la cabeza a mi entrepierna.
–¡Edward! –gemí al comprender lo que iba a hacer. En ese momento su boca entró en contacto con el punto más sensible de mi anatomía.
No era la primera vez que me besaba ahí, ni que utilizaba su lengua en mi epicentro del deseo. Pero mi cuerpo nunca había respondido con tanta intensidad.
Comencé a jadear y se me nubló la mente. Solo era consciente de la espiral ascendente de deseo y pasión. Era casi insoportable. Me moví bajo su boca, e intente mover las manos para sujetar su cabeza, pero aún tenía los brazos atrapados en las mangas del vestido. No tuve más remedio que rendirme a la corriente desbocada de sensaciones que me asolaba.
Edward llevó las manos a mis pechos y volví a gritar. Me deje caer de espaldas sobre la cama mientras ola tras ola de puro éxtasis me arrastraban a un orgasmo mas potente que ninguno en mi vida.
Apenas empezaba a iniciar el descenso de ese paraíso cuando Edward se colocó sobre mi. De alguna manera, se había desvestido y me había desplazado hacia arriba en la cama, liberando mis brazos.
Sin esperar un segundo, me penetró profundamente. Emití un gemido increíble y volví a entregarme a un milagro de placer. Alcé las rodillas impaciente por sentir cómo su dura carne me llenaba por completo. Me aferré a sus musculosos hombros mientras él me penetraba una y otra vez.
Edward apoyó la boca en mi cuello y sentí su aliento ardiente y agitado. Yo gemía con cada movimiento, siguiendo su ritmo, perdida en la descarga de pasión desinhibida que azotaba mi cuerpo.
Mis músculos internos se aferraban a él y una vez más volví a sentirme al borde del placer absoluto.
–¡Edward! –grité su nombre y después empecé a sollozar y a repetirlo una y otra vez.
Tenía la cabeza apoyada en la almohada y los ojos cerrados, pero las lágrimas surcaban mis mejillas mientras mi cuerpo se estremecía con los espasmos de un orgasmo que parecía infinito.
Oí un grito cuando Edward alcanzó su propia liberación.
Tardé mucho en volver al mundo real. Nunca había experimentado nada tan intenso, ni respondido tan rápida y descontroladamente al sexo.
Apenas había habido caricias previas. No las había necesitado, ni querido. Con un solo contacto había estado lista para él, estallando de deseo. Volví la cabeza y vi que él, a mi lado, me contemplaba.
–¿Ha sido demasiado brusco? –preguntó él. Se puso de costado y posó una mano en mi vientre.
Arrugue la frente y me sobresalte al comprender a qué se refería. Instintivamente, me apoye en los codos y miré mi cuerpo. Me sorprendió ver el vestido enredado y aplastado alrededor de mi cintura, dejando a la vista mis senos y el vértice de mis piernas.
–No, no creo –conteste. Tenía la vista clavada en la mano apoyada en la suave curva de mi vientre, medio tapada por el vestido. Sentía el calor de su palma en la piel.
–¿Tú estás bien? –Edward alzó la mano para limpiarme las lágrimas del rostro.
–Sí – dije. De repente, me sentía vulnerable y expuesta ante el. El sabía lo intensa que había sido mi respuesta al sexo y el calor de su mano empezaba a excitarme de nuevo.
–Nunca habías llorado antes –dijo él, retirándome el pelo del rostro húmedo.
Lo mire con los ojos muy abiertos y comprendí una asombrosa verdad. Había intentado cerrarle el corazón, pero mi cuerpo siempre había sido fiel a mis sentimientos más profundos. Se había abierto a él, anhelado fundirse con su cuerpo.
Porque lo amaba.
A pesar de todo, no había dejado de amarlo. Y si no intentaba esconderlo, Edward pronto comprendería la humillante verdad.
–Tal vez echaba de menos el sexo –dije con voz ligera – O puede que sea el embarazo. Dicen que vuelve a las mujeres más ardientes.
No era una respuesta típica y me tensó, temiendo que Edward cuestionara mis palabras.
–Siempre fuiste ardiente –Se arrodilló sobre mi, agarró el vestido arrugado y me lo bajó – Así está mejor, así es como más me gustas. Vestida solo con tu glorioso cabello rizado.
–Creí que te gustaba liso – Me obligue a decir, aunque lloraba por dentro. El sólo veía una mujer desnuda con quien compartir su cama. Yo veía a un hombre que nunca correspondería a mi amor
– Siempre me lo he alisado por ti.
–¿Por qué? – Edward se tumbó de espaldas y me colocó a horcajadas sobre él, de modo que mi largo cabello cayera sobre mi musculoso torso– ¿Que te hizo pensar eso?
–Algo que dijiste... un cumplido –conteste, recordando una de nuestras primeras citas, en la que habíamos hecho un trayecto en góndola. El me había abrazado y deslizado la mano por mi cabello diciendo que era como hilo de seda.
–No lo recuerdo.
Oír eso me cortó como un cuchillo. Me había acostumbrado a alisarme el pelo basándome en ese bello cumplido. Pero para él no había significado nada.
–Ahora me gusta así. Salvaje y apasionado, como tú.
Baje mi rostro para ocultar mi expresión. Acababa de comprender que amaba a Edward. Él, sin embargo demostraba con cada frase lo poco que significaba para él.
–Tenemos mucho tiempo que recuperar –dije con voz temblorosa, espere él achacara al deseo. Para sobrevivir a ese matrimonio, tendría que escudar mi corazón y ocultar mis sentimientos.
–¿Que quieres hacer ahora? –dijo Edward, deslizando las manos por mis caderas y atrayéndome hacia su erección.
–No hablar –dije inclinándome para lamerle el cuello. Mis pezones se tensaron al rozar su pecho y sentí que el deseo volvía crecer, paliando el dolor que sentía mi corazón.
No quería oír nada más que me recordara lo poco que significaba para él. Incluso antes de creer que lo había traicionado.
El lo había sido todo para mi. Y seguía siéndolo.
hola!!
Uff!! que calor!!
Me tarde mucho lo se! y lo siento! intente compensarlas un poco haciendolo mas largo!
me recomendaron que pusiera en el blog una herramienta para que se pudieran suscribir para avisarles sobre las entradas, pero no se como hacerlo, si alguien me explica, se los agradecere mucho, las actualizaciones seran los lunes.
dejenme saber que les parecio el capi, y tambien diganme como les gustaria hacer sufrir a Edward!
cariños
SC